Instrucciones para ganar un concurso internacional de poesía

  • Primero, habrá de documentarse sobre la historia del premio, los libros anteriormente galardonados, el tipo de jueces que por lo usual se invitan. También será útil leerse esos libros, para sondear el tipo de arte que suele premiarse, su retórica y densidad.
  • Cerciorarse de que el número de versos o de cuartillas no roce el mínimo o propase en demasía el máximo permisibles. El cuaderno no debe carecer o excederse: lo idóneo sería una extensión que se dejara leer de una sentada.
  • El título constituye el 55% de la eficacia de un libro. Consultar buenas fuentes antes de escogerlo; que el lector (el jurado) pueda paladear y sentir su conductibilidad.
  • Escoger un tipo de papel que denote buen gusto, y cierto amaneramiento. Esto es válido asimismo con respecto a la encuadernación, para que el producto se aposente en el orden físico: que la propuesta sea estética en todo el sentido posible.
  • No usar seudónimos o lemas que delaten la identidad del autor, o que abusen de la mitología grecolatina, o que pretendan ser ingeniosos. Es preferible un lema sencillo, sin ebulliciones.
  • Para garantizar que el libro sobreviva al comité de selección que separa lo aceptable de la bazofia, colóquese el mejor poema al inicio, aunque se sacrifique la densidad o el concepto. Ese comité sólo leerá el título y las dos primeras cuartillas, por lo que es muy importante el gancho preliminar.
  • Todo poemario que se respete ha de estar dividido en secciones. Lo ideal serían tres, usando la intermedia para los poemas más riesgosos. Los poemas enunciativos van primero, los elegíacos al final.
  • Una buena labor exploratoria podría revelar quiénes integrarán el jurado. De contarse con tal dato, es imprescindible ubicar citas de esos autores en sitios estratégicos del libro.
  • Como lo importante es obtener el premio, no se debe concursar con textos que pretendan ser renovadores. A la vez, ha de prescindirse de formas demasiado apegadas a lo tradicional. Su retórica ha de hacer confluir una imaginería paladeable al mayor número de lectores y un conceptualismo positivista, sazonado con un dejo de escepticismo. La poesía más efectiva en los concursos es la que logra unificar el sentir común bajo un falso tapete personal.
  • Evitar los localismos propios, e imitar los del país que ha convocado el certamen. Cada vez que un premio se ha otorgado a un extranjero, ha sido porque le han tomado por nativo.
  • Aparte de las citas del jurado, se deben escoger otras que demuestren selectividad y alta cultura. Deben aparecer en su idioma original: preferiblemente en inglés, alemán o francés. No se debe cometer la torpeza de traducirlas. Y nada de griego o latín, que sonarán desfasados y pretenciosos a estas alturas.
  • Un poemario debe estar dedicado a alguien que no sea una elección obvia: esposa, madre, novio. Eso es para las antologías. Si se trata de una figura prominente de las letras o las artes y que dé impresión de cercanía y familiaridad, el jurado creerá que el autor es persona ya reconocida, cuya elección no resultará riesgosa.
  • Siempre que sea permitido, se deben enviar varios cuadernos a la vez, por si se impone la ley de las probabilidades.
  • Sabiendo que la mayoría de los premios literarios son una cobertura para la promoción de ciertos autores favorecidos por la institución o editorial que convoca, elíjanse concursos de poca monta y de remoto acceso. Valdrán para el currículum y para la autoestima.
  • Si después de enviar por varios años no se ha alcanzado premio alguno, úsese ese desencanto y esa amargura para reseñar libros de otros, como crítico literario. La mayoría de ellos, en la actualidad, son harto entusiastas y halagadores. Sea usted único, écheles a perder la fiesta.



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