‘Eros y política’ (fragmentos)

Pablo Casado

Pablo Casado Blanco (Palencia, 1981). Presidente del Partido Popular español. Otro abogado dedicado a la política. En 2009 se casó con una ilicitana, los ilicitanos son los naturales de una ciudad, Ílici, que no existe desde hace, al menos, dos mil años. Porqué alguien siendo español prefiere ser ilicitano es para mi un gran misterio. España está llena de estos misterios. Casado es un joven del partido de los que ya he hablado. En la actualidad es diputado por Madrid, líder de la oposición y líder nacional de Partido popular. Si usted quiere asustarlo, grítele: ¡VOX! 


Pablo Casado es el pepillo pimpollo pipiolo del erotismo español. El pepillo pimpollo pipiolo es el medio hombre el sempiterno adolescente que trata de aparentar virilidad dejándose bigote y barba, pero nunca lo consigue. Su pepillez pimpollo pipiola lo define sin remedio. Amén de pepillo pimpollo pipiolo el señor Casado es el alfeñique de la propaganda de la Tensión Dinámica de Charles Atlas, que ustedes no sabrán quién es, pero fue muy popular en mi adolescencia. Amén de lo pepillo pimpollo pipiolo al señor Casado lo define también lo alfeñique. Lo alfeñique, que mi cerebro asocia ineluctablemente con el tipo que se cree Batman pero siempre será Robin. 

El señor Casado, por otro lado, es un hombre de manos pequeñas y delicadas, manos de hombre del Partido, ese tipo de manos que, si uno no tiene una polla como la mía, grandiosa (que no creo que sea el caso del señor Casado, este tipo de polla no abunda entre alfeñiques) o simplemente decente, apenas le sirven para agarrársela debidamente al hacerse una paja, lo que angustia mucho. Las manos pequeñas no suelen gustar a las mujeres que prefieren manos de hombre, grandes manos masculinas, viriles (como las mías). Por lo demás, a los hombres pepillos pimpollos pipiolos en general no les va mal con el género femenino, sobre todo con las mujeres de Partido, disciplinadas (obedientes, se entiende) y en muchos casos aficionadas a subirse a los ascensores vaginales que abundan en los edificios del poder político y que van del folleteo ocasional con el Jefe al ¡me casé con el Jefe! 

El señor Casado trae a la política española el alfeñique Charles Atlas de mi adolescencia el pepillo pimpollo pipiolo sempiterno la paja angustiosa manos pequeñas y el tipo que dedica la vida a ser Batman, pero nunca pasa de Robin. 


Carmen Calvo

Carmen Calvo Poyato (Cabra, 1957). Vicepresidenta primera del Gobierno desde junio de 2018. Ya se sabe que los profesores universitarios no son lo que eran, pero Calvo es un caso especial. Casi no abre la boca sin soltar alguna tontería. Y no es de ahora, ya en 2005 dijo «Deseo que la UNESCO legisle para todos los planetas». A eso puede añadirse «Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie»; «Yo trabajo en el ámbito privado, soy funcionaria»; «Yo he sido cocinera antes que fraila», entre otras barbaridades. Y esta mujer es Doctora en Derecho Constitucional. ¡Viva España! 


Con la señora Calvo está el problema de la voz para empezar, y está todo lo demás naturalmente. Digamos su estampa de roedor electrocutado y su piel de dragón de Komodo. La piel es fundamental para lo erótico como se sabe, si la señora Calvo tuviera por poner un ejemplo la piel de las nalgas del señor Iceta, que imagino delicadas como las de un angelote de Rubens, lo erótico le sonreiría. Pero. Ay. Esa piel. Y no es por la edad, conozco a señoras mayores y hasta ancianas con una piel estupenda. Y más allá de la piel está ese rictus de cicuta comercializada que yo relaciono siempre con el rostro de aquella ministra de Zapatero que parecía un velociraptor. María Teresa Fernández de la Vega creo que se llamaba. Ambas me remiten al cretácico. Sé que estoy siendo injusto con las criaturas del cretácico que, con toda seguridad, no eran tan desagradables y hasta tenían unas bonitas plumas, pero mi cerebro va por su lado. Hay quien dice que el problema de la señora Calvo no es tanto el continente sino el contenido, que es el contenido que aflora lo que hace que tenga siempre esa cara. Tal vez sea cierto, no lo sé. Pero yo francamente tiendo a relacionar su voz su piel y su amargo rictus con una prolongada ausencia de placer carnal. 

Carmen Calvo trae a la política española la sensualidad de un quiróptero el regreso al cretácico el rictus cicuta comercializada y un tono de voz que con tal de no escucharlo cualquier persona sensata preferiría meter la cabeza en un cubo lleno de tarántulas. 


Oriol Junqueras

Oriol Junqueras Vies (Barcelona, 1969). Presidente de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) desde 2011. Ocupó diversos cargos en la política local y autonómica catalana desde 2009 hasta su ingreso en prisión en 2017 acusado de rebelión, malversación y sedición. En octubre de 2019 el Tribunal Supremo lo condenó a trece años de prisión por delitos de sedición y malversación de caudales públicos. Está a punto de ser indultado para que su partido siga apoyando el Gobierno del socialista Sánchez. ¡Viva España! 


Que el señor Junqueras sea muy gordo no elimina sus posibilidades eróticas. Las disminuye, sin duda. Pero. Yo tengo un amigo, por ejemplo, que sólo encuentra atractivas sexualmente a las mujeres muy gordas. Los gordos tienen su mantequita y su qué sé yo, y las mujeres son tan generosas que hasta los Junqueras tienen alguna puerta abierta al mundo carnal, aunque no sean las mismas que tengo yo, como es lógico. 

El gran trauma del señor Junqueras (hay investigaciones muy serias al respecto), es que hace muchos años que perdió el contacto visual con su pito, debido al tamaño y a las características de su panza tipo doble pliegue. Pasar mucho tiempo sin verse el pito produce traumas difíciles de tramitar, como se sabe, y en el caso del señor Junqueras el más visible es la caída de un ojo a causa del descomunal esfuerzo que hace el señor Junqueras por restablecer el contacto visual con su pito. A eso se debe el derrumbe del ojo derecho del señor Junqueras, está comprobado. Un hombre que no se ve el pito es un hombre que tiene que aferrarse a algún delirio para sobrevivir. De ahí el independentismo del señor Junqueras. En realidad, un hombre aquejado del mal que padece el señor Junqueras pierde no sólo el contacto con la realidad, también el sentido de la realidad. El señor Junqueras pasará a la historia como el político que le declaró la guerra a España con el único propósito de convencerse (simbólicamente) de que aún tiene pito. 

Oriol Junqueras trae a la política española el síndrome del pito ausente que, como se ha demostrado científicamente, lleva a quien lo sufre a hacerse una pregunta que puede provocar graves perturbaciones mentales: ¿tengo en verdad, he tenido alguna vez pito? 


* Del libro Eros y política (POD, 2021).




Cuba

El imaginario instituyente como demiurgo de las políticas culturales

Claudia González Marrero

El proceso revolucionario ha sido, por tanto, un ejercicio sobre todo discursivo, donde las arengas políticas han dominado el paisaje.