La historia es más simple de lo que la pintan. Incluso, más simple que los versos simplones de Nicolás Guillén, que por entonces no se perdía una, con tal de robarle a Agustín Acosta el título de Poeta Nacional:
Cuando con sangre escribe FIDEL
este soldado que por la Patria muere,
no digáis “miserere”:
esa sangre es el símbolo de la Patria que vive.
Pasaban los últimos bombarderos de JFK sobre el art-decó batistiano de Ciudad Libertad. Es decir, las antiaéreas cubanas los dejaban pasar hasta el mismísimo corazón de la capital. Abril era el mes más cómico. Y el año 1961 se dejaba leer lo mismo bocarriba que bocabajo.
El teatro del totalitarismo estaba en plena matiné para mongos.
Como nunca habría guerra contra ninguna potencia foránea, la Revolución tenía que simular al menos ese escenario. Crear sus ruinas y lacayos. Porque la guerra sí que estaba garantizada en contra de los nacionales. A perpetuidad. Por los lunes de los lunes hasta el 62º aniversario de Playa Girón.
Un joven pescador cienfueguero fue alcanzado por la metralla. Comenzó a desangrarse. Lo dejaron que se desangrara. Se desangró.
Entonces los oficiales del Ministerio del Interior hicieron lo suyo. En la sombra ha tenido que ser. Secuestraron sin más ni más la biografía aburrida de la víctima. Lo rebrutalizaron, colando a Eduardo García Delgado de contrabando en esa infamia llamada la Historia Universal.
Para colmo, usando como tinta aquella “sangre numerosa” que “junto a la patria queda”, en efecto, uno de los uniformados de verde oliva escribió para la posteridad el fotogénico pentagramaton: FIDEL.
Eso fue todo.
El mártir no dijo absolutamente nada cuando lo barrieron desde el cielo. Su testamento es territorio estéril.
Si se lo hubieran pedido, tal vez él lo hubiera escrito. Pero no se lo pidieron. Y él no lo escribió. Y ya es muy tarde para titubeos.
En cualquier caso, en plena Campaña de Alfabetización, a nadie en Cuba se le ocurrió preguntarse si aquella era o no era la letra del artillero bachiller.
Y tal vez tenían razón en no preguntárselo. En las utopías es mejor no saber. Total, si los cadáveres carecen hasta de caligrafía.
Por eso te deseo el olvido, Eduardo García Delgado. Porque nadie puede descansar en paz si se ha vivido en la mentira. Si nos han vivido en la mentira.