Óleo de Narciso con nasobuco


Óleo de Narciso con nasobuco.


I

En la foto se divisa
una cabeza de cerdo
del mismo dictador lerdo
que te estruja la camisa
—el que mata la sonrisa,
el que te clava el puñal,
el delfín del general—,
también se ve a un dependiente
que le muestra a su cliente
la testa de un animal.


II

Aquí posa por acuerdo
de sus jefes la cabeza
—que carece de entereza:
los ojos muertos del cerdo
(el derecho y el izquierdo),
las orejas coloradas,
frente y mejillas sudadas
y el ubicuo nasobuco
que protege al seboruco—
del que ordena las redadas.


III

La cabeza cercenada
que rodará por la mesa
—que soñó salir ilesa
de otra sangrienta jornada,
la cabeza ilusionada
del cerdo que detestamos
(de más de cien kilogramos),
por sus años de servicio,
en gesto de sacrificio—
aquí la ofrendan sus amos.


IV

La cabeza del marrano
ha perdido el buen semblante
con la mirada distante
como hundida en un pantano,
en el mismo que el cubano
lleva décadas hundido
porque lo quiso el Partido
que dio orden de zafarrancho,
y la cabeza en el gancho
también pronto será olvido.


V

La cabeza del verraco
languidece en primer plano.
(A su lado está un cubano
que sueña con un ajiaco
y más viandas en su saco).
Tiene la frente sudada.
Lleva el odio en la mirada.
La naturaleza muerta
nos muestra al fondo una puerta
y una cabeza colgada.


VI

Esa cabeza del chancho
que el primer plano nos muestra
es la cabeza siniestra
que dio orden de zafarrancho
de combate y, en el gancho,
esa víctima porcina
que irá a dar a la cocina
un aroma ya olvidado
nos recuerda que el Estado
secuestra, mata, asesina.


VII

La cabeza del cochino
—tan patética, afeitada,
con la frente bien sudada
y su cara de asesino
que le regaló el destino
y que la máscara oculta—
con esa visita insulta
al pueblo hambriento y maltrecho,
y vemos colgar del techo
a un cerdo de edad adulta.


© Imagen de portada: Leah Kelley.




Carolina Barrero

Postal de La Habana

Alexis Romay

Esta mañana han vuelto las patrullas,/ el cerco policialen plena vía, / los mismos golpes a la luz del día / que buscan que en el miedo te diluyas.