Somos archivo del olvido. Retoño tardío de un tiempo que enmohece.
Triste brote de la nada. Húmedos escombros,
melancólicos residuos de una casta que nos ahoga y mutila
al levantar banderas y entonar ridículos villancicos de la desidia.
El quejido del viento. Tenaz temblor.
Una sola hambre nos acoquina, nos pone de rodillas
día
y noche.
Humilla,
nos lleva de la mano al matadero.
Un lamento desde el inicio. Zumbido de moscas.
Todos lo creímos canto de independencia.
Fanatizados pretendimos el cuento que… nos pertenecía
Un trozo de sol…
Cansa ver caer la lluvia. Adormece.
Llueve.
Acá siempre llueve tristeza y ningún milagro.
1959-2022
Nos liquida el miedo. No luchar hombro a hombro
por un país desde el país.
1959
Desde nuestros crueles agujeros miramos volar yaguasas,
cubalibres hacia terrazas de arroz, cañaverales.
Nadar peces. Truchas. Biajacas gordas
bajaban sin prisa por esas aguas turbias del Jucarito
hacia Puente Guillén, Virama y Leonero.
Nos quedamos en el país. Llenos de sueños, dudas.
Nos echamos al exilio en busca de nuestras propias rejas
con el vuelo de las golondrinas.
1971
Todo está gris.
1980
Gritamos improperios. Engrosamos actos y repudios.
Bañamos cuerpos, revestimos paredes con claras y yemas de huevo.
La Embajada de Perú llena de inconformes,
iluminados.
El cielo sigue azul ecuménico.
Damos un paso adelante
o
atrás.
Cantamos canciones, consignas de memoria
en el colegio.
Muchos se alzan en las gruesas franjas de playa.
Las embarcaciones desmemoriadas parten
desde El Mariel a Miami.
Allá mulle otra soledad.
Dónde irnos a consolar los gorriones del alma.
1994
Otra vez. Nos echamos al océano en balsas,
a nado,
o permanecemos mudos, apacibles, enclenques.
El malecón, duro, recio muro.
Miramos el desespero de nuestros hermanos
hasta que son solo un punto, un eco adolorido en el horizonte.
Sosos, obnubilados, miramos el béisbol,
las noticias en el NTV.
2021
Jóvenes defraudados, sin militancia, toman calles, plazas, parques,
la isla toda.
Por un instante de julio hacen nuestra la Patria por un día.
Entonamos en una sola voz un cántico por la vida.
2022
Se venden dos casas.
Han hecho de mí este animal inseguro sin sentido,
sin pertenencia a sitio alguno,
credo propio,
un simulacro.
Estoy enfermo desde el paritorio. La placenta fue emponzoñada.
Me debato en la nata.
La armonía del universo enamora. La pestilencia es el país.
Nos inmoviliza.
Canto de sirena se entona en los estrados, banquete del día.
Soy esa gavina tornasol, a ciegas rompo las alas contra los celajes.
Soy el macho,
la hembra.
Lo único que palpita y florece en la vastedad es el miedo.
Bajo el clarín todo humo es muerte.
No sé si fue el jugo que bebí esta tarde en el establecimiento de viandas, frutas, vegetales. De allí marché con las manos en ascuas y las bolsas vacías.
El enemigo ahora me sabe solo, acampando en el desierto.
Quién sabe quién es la sabandija que irrumpe en casa en mi ausencia,
sin ton ni son, y con maña, envenena con su estiércol, agua y alimentos.
Me veo a esta hora, miserable, arrastrándome,
permanecer doblado sobre el váter dando mis vómitos, la enjundia de mis huesos.
Arrojo lo que me sostiene, eso que me trae de vuelta y vuelta,
me revuelca y da asco en las tripas y estropea mi jardín interior.
© Imagen de portada: Omar Prestwich.
Magali Alabau
Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios.