Todo muda, nada cambia (13376)
Converge y luego se desparrama, despilfarro de
agua y viento, galernas,
radas no acogen, la Muerte
no tiene antesala: viví mis
últimos años recogido, no
en vano, comí, escribí,
apenas leía, y aunque
no desemboque no he
dejado de ser corriente
de agua turbia, brisa
vespertina en un reparto
de La Habana. La comadrita
y el reposo en la terraza,
huelo el humo del tabaco
de mi padre, lo compruebo,
recordaría las chimeneas
atoradas de su aldea, la
pala de madera, la
imposibilidad de mantener
aquella casa limpia con
siete hermanos varones,
una madre que no levanta
dos palmos del piso y un
padre que reza hebreo
se niega a hablar polaco:
desembarcó, habrá
atracado en el Muelle
de Luz, vería la
Compañía de Electricidad,
luz tropical, bajar por la
pasarela rumbo a una
parada de taxis, luego
aprendió a decir máquina,
tuvo un Buick, prosperó,
había desembocado a
base de aire y agua en
tierras lejanas que se
apropiaría (boino, yo
soy cubaner) y como
cuando llueve truena,
y cuando truena
lloviendo nos cae la
salazón, de nuevo se
largó a otra tierra
(idioma) desembocó:
se desparramó humo,
polvo, humus, ceniza
en un punto, a dos
horas de su lugar
penúltino de residencia,
lo enterraron (inhumaron)
en presencia de sus hijos,
presencia que no presenció
(risas).
Sin voz ni figura, borroso contorno (duración, tres
minutos como mucho)
paf y puf (pafpuf) y la
disociación (Eliot que
era más alegante que
yo lo llamaría whimper).
Me quedo en las afueras nada descontento,
haciéndome el tonto
y comiendo catibía,
de paso llegar a
centenario, me queda
huelgo para uno o dos
ratos.
Éstas son mis aventuras y desventuras en un cuarto
donde a diario me harto
de lo mismo y por pasos
a veces veo una calesa,
cochero de gala, dama
con velo, caballero
enhiesto, se van a dar
un mate: pasa cercana
una gabarra con toldilla
azul a rayas, azul de
Prusia listas blancas
y yo (real, todo real)
me embeleso: donde
el día termina crece
un árbol. Terebinto,
ombú, uva de playa.
Debajo una jutía o
iguana, lo presente
confundo con lo
milenario, no sé si
desemboco en el
sueño cotidiano o
el sueño imperecedero
(instantáneo) de la
Muerte: soy quizás
Aquiles Rey o cabrero
(porquerizo) todo lo
iguala (corona) la
Pelona con sus
lloronas y un cierto
olor a guayaba
(familiares y amigos
de Lázaro tapándose
las narices) podrida.
Leer, leer, dormir (13389)
El zoclo hecho a mano, a la medida, golpea el
empedrado, a su paso
los andamios se
estremecen, si fuera
noche temblarían las
lejanas estrellas, lejanas
constelaciones, cifras
ignotas al sur: témpanos,
arcadas de los portales
de zonas viejas de la
ciudad, la Manzana de
Gómez, el restaurante
Las Maravillas, el puesto
de ostiones que hace
esquina al Sagua la
Grande: eran buenos
tiempos, acababa de
vender la cosecha
última de frutos
menores, todo de
rápido crecimiento,
unas prendas
confeccionadas a
mano por su mujer,
dinero caído del cielo:
una casa ejemplar, los
niños estudian en la
sala, la madre
permanece atenta,
se vive con poco, se
cocina entre cuatro,
hacemos pan de fibra,
centeno y alforfón,
boronas y flautas,
mantequilla casera
sin sal, bordar, coser
y tejer, las flores del
jardín son para vender,
la gente compra cualquier
cosa cuando hay dinero.
El padre besa a la madre
en la boca sin empacho,
reímos, estallamos en
sonrisas (aplaudimos)
se vuelven a besar: el
varón imita la postura
de la grulla, del samurai,
la niña que es muy
salada en ciernes
buena moza apetitosa
piernas esculturales
se alza la saya se
sienta en el suelo,
cacarea imitando a
una gallina ponedora,
amante del gallo fino
con espuelas cantando
en la valla del patio.
Todo muda, nada cambia.
El rayo, mal rayo, quemó la ceiba del patio,
símbolo escuchad
nacional.
Se acabaron las alternativas aquí es viva el
Rey o viva la nación
una de dos.
Madame Roland, Carlota Corday, de Staël, Marat,
Dantón, el abate Sieyès,
Robespierre: primer
Directorio, la Restauración,
de ahí pasa recordad que
tiene diecisiete años a
Goethe, Schiller,
parnasianos y
simbolistas y demás
narcisistas, impresionismo
en pintura, cuadros
expresionistas, la
dispersión. Nueva York,
las librerías, la falta de
dinero, ¿es pecado robar
libros? En un mundo de
manganzones robarse
un libro ($4.50) en pro
de la propia edificación
no debería compungirnos,
a buen lector pocas
palabras.
Una diáspora nueva, un cuarto diferente, en todo
caso no deja de ser
cuarto aunque sea
diferente, el mismo
prolífico leer. ¿Kozer,
qué lees? Libros,
libros, libros. El doctor
la Mata, mil novecientos
cincuenta y cuatro,
Instituto Edison, Tercero
de Bachillerato, “jamás
me acuesto sin haber
leído mínimo media
hora”. Y así, ándeme
yo leyendo y riendo
de las noticias del día.
No me entero de golpes
de mano, asonadas,
tiroteos, alijos de
marihuana, períodos
especiales, bancarrotas,
las guerras a Levante,
templos caen, se
reconstruyen y caen.
Büchner, Humboldt y
América Latina, Celan.
Le ronca el nabo explorar
allá afuera, le ronca el
tubo morir a las nueve
y sereno, oír el golpe
del zoclo contra los
adoquines finales.
Y pasa el tren lechero de la madrugada, siete
vagones atestados de
judíos regresando del
lager, cierra el libro, el
mundo da miedo, ya
duerme, paliativo leer.
Tiempo anterior (13394)
Las horas, las muy cabronas me van asesinando, mazo
y cefalalgia, péndulo
y desequilibrio, el
cuerpo tropieza
consigo mismo, hilo,
vive el viejo en un hilo,
al filo, una pendiente:
pendiente vive el
anciano de un traspiés
no vaya a ser que, y,
el golpe sería seco, la
costilla (se sobreentiende
la que Adán el Amoroso
por vía divina entregara
a Eva) pitos, flautas,
serpentinas, se quiebra:
el ojo bizquea vegetal,
acerca el reloj digital
en la muñeca a la
altura de la vista, el
reloj contabiliza al ojo
que pasaron otras tres
(recálquese lo de tres
más que lo de otras)
cuatro horas desde
el almuerzo: las cinco.
Todo se aleja, brota
otra efélide, otro
derrumbamiento óseo,
otro penar cardíaco, el
dolor del costado era
de un flato atravesado
(atarugado) no se da
para sustos: de
momento no hay
obstrucción mental
(intestinal) coágulo
inane, inane mata
coágulo matalón, el
anciano respira, se
queda dormido
(adormecido)
imaginando que
está en el Paraíso la
casa y su mujer es la
Resurrección.
Avecilla, imitación del Espíritu, otro albor por
favor, regálenle al
vetusto otra ristra
de minutos, el rubí
incrustado en la
ruedecilla dentada,
dale cuerda, siga
andando el pie,
componiendo la
mano y la cintura
señal de vida
crujiendo al inclinar
el cuerpo a fin de
que qué más da,
caer es ver las
estrellas doler es
señal que el anciano
aún, aún colea,
preferible, ¿no es
cierto? a lo otro:
échale por ende
guindas al pavo,
oye gallinas
cloquear, llevarse
una pieza de pollo
a la boca, para mí
la pechuga para ella
un ala, comer es
central: reconocer
con alivio que no
hay pérdida de
apetito, el flato
sale disparado,
se relaja el vientre,
por contracción el
esfínter vuelve a
su condición: y el
vejete pancho y
ancho se dispone
a cumplir cien años
haciendo calistenia,
comiendo arroz con
leche, se quiere
casar con una
viudita de la capital:
ver otro documental
en You Tube.
En sus útimos años se propuso, irrisorio, estudiar el
Tiempo, los campanarios,
tañer las horas bobas del
día, y ahora que es una
antigualla, en este mundo
digital, cada vez menos
vegetal, la flor es imagen
virtual, lo vemos sumirse
entre relojes de sol,
sombras de agua y
arena, relojes de vela,
llega la noche, otro día
termina, horarios, sonería,
quizás fueran eslabones.
Allanamiento a José Kozer
“La palabra poeta me repatea, no la asumo; y la palabra Patria me parece un estropicio del lenguaje”.