Néstor Díaz de Villegas

Narciso 

En la boca virada por los años
en la torva mirada del Alzheimer
en el casco o pezuña desgastada
en el mono de Adidas y en la sangre
en la mano, en la uña y en el ganglio
en el diente postizo y en la barba
en el gris verde olivo de la plancha
en la mancha de viejo y en el cáncer
en el paso inseguro y en el saco
lleno de polvo y mierda enamorada
en el pelo canoso y en la franja
en la risa, en la grieta y en la zanja
en el culo, en el colon y en la próstata 
bocabajo, de frente y de espaldas 
pronunciando un discurso de apóstata 
la soberbia chochera iconoclasta
en la pata del diablo y en la casta
en el seño, en el casco y en la tranca
en la cerviz de atleta que remanga
en el rayo de artista que descarga
su fogón itifálico en la Patria
de los tres trozos clásicos de caña
en el yayay, la yaya y en la ñáñara
de este muerto que en vida te acompaña 
mírate Cuba y húndete en sus aguas. 



Carta al padre 

I

No sé qué le pasó a mi testamento,
que ahora apareces tú beneficiario,
no pensaba dejarte ni un denario,
¡y he aquí que te he legado un monumento! 

Vale la pena, en mí, tu corolario, 
extinguir para siempre este argumento: 
podríamos perecer en el intento,
mas no creo que sea necesario. 

Antes hurtarte lo que más querías
y guardar en mis versos tu memoria. 
¡Nunca más tus palabras sin las mías, 

abogado del diablo y ex escoria!
Ni besándome el culo pagarías
si logro que te absuelvan de la Historia. 

II

No voy a saber yo lo que sufriste
en todas esas becas horrorosas, 
agregado en las casas más odiosas: 
lo mismo exactamente tú me hiciste. 

Lavar tus propias prendas asquerosas, 
tragarte el frío bocado, solo y triste: 
el trato de las sombras rehuiste
que te desampararon, caprichosas. 

Todo lo deseado estaba lejos, 
y lo peor de todo estaba cerca: 
invertir esos términos, reflejos 

de tus desdichas. Fue voluntad terca 
la que nos convirtió en niños viejos 
trabados a otra vuelta de la tuerca. 



Dibujo de flores 

Por mucho que le pases por arriba 
nunca podrás conseguir
el corte latitudinal
el desarreglo del pétalo caído 
del pedúnculo yerto
la sensación de estrujamiento
el amarillo cianuro que suplanta lo vivo 
y que es tan serio como lo vivo, hasta
el punto de ser también a su manera
lo vivo, el irremediable decaer del tiesto, 
las venas de la floración
que como las venas de la sumisión
en las sienes, es el vínculo que las flores 
parecen buscar al morir
cuando piden a gritos ser dibujadas 
sobre el papel que arriesga su reverso. 



Trofeo 

                        para Julian Schnabel 

El peso de las generaciones
es como un perro muerto en el estómago 
(marchan, gigantescas, enarboladas, 
llenas de jóvenes atletas en fila). 
Son la Sangre, la Vitalidad, la Justicia 
y también el Rencor
de los que no murieron: 
la Envidia de no verse reflejados en la Muerte 
–niquelada, reluciente–
de estos dioses imberbes. 



Farsa 

geométrica es la aurora en las torres
hay que cuidar qué bien escoges
tus labios son dos canales, y el mundo
un espectáculo que busca entretenerse con tus ojos 

quedan dos hombres solos
y la farsa continúa con un diálogo.
Uno debe —necesidad, locura— matar al Otro 
y la unidad simplísima y sin rival
emergerá de sus manos, como una flor 
ofrecida. 



1985 A.D. 

aventajas en dicha a tus semejantes 
eres el varón la copia de los varones 
el último ladrón y el primero
las manos manchadas de sangre 
en los barrotes perdiste tus señas particulares 
un incierto aire te hace lucir asesino
o profeta or both
tu cansancio es justamente más viejo que tú 
la compañía que me das hoy 
¿no significa… nada? 



30 años 

la vida es una pesadilla quien escapa suelto
bajo el hacha muere resurrecto en la semilla
regresa padre sombra o dios
el puño que mata se cierra entre los ojos
trayendo la noche y el rayo y la inocencia de un golpe 
la inocencia recuperada y repentina 
de la muerte como un regreso. 



La sangre del poeta


               a Pedro Jesús Campos 

                en el crepúsculo del virus 

I

una noche anoté mis pensamientos 
en hilos rápidos de tinta
y me volví en hilo entero
un embrollado culto del tintero. 

fui papel y seré papel si muero
he de tornarme luego fuego 
manchas de lluvia en el pensamiento 
marcas dobladas en las esquinas. 

ojos: yo estoy aquí, ojos salven 
este hilo traidor que me traiciona 
un enredo de páginas y gloria 

estuve andando con la vida ahora 
no creas este estrépito de hojas: 
yo soy un hombre si muero. 



La ciudad, la puta y el payaso 

Susurrante ciudad, ciudad querida, 
ahórrame tus muslos de concreto, 
aparta de mi faz tu virgo escueto, 
reposa en esta noche compartida. 

No quiero que descubras el secreto
de este pobre infeliz de mala vida,
si es que a la mala muerte se le olvida
que he encontrado en tus muros parapeto. 

Mira el molde de yeso de tu sombra 
desmoronarse al grito del ocaso:
no le cierres la puerta al que te nombra, 

tú le exiges un reino a cada paso,
él se ríe de lo que a ti te asombra. 
Confesión que una puta hace a un payaso. 



La Bella y la Bestia 

                 de Jean Cocteau 

Nada hay más invisible que lo bello 
—delante de los ojos se pasea: 
matemáticas mudas se granjea
la columna de mármol de tu cuello. 

Nada hay más evidente que la fea 
y sucia realidad donde me estrello 
—se le cae a pedazos el repello,
su infame decadencia me rodea. 

Quiero hacer lo invisible conocido, 
y lo que más se ve lavar un poco
y llevarlo al altar de lo vivido 

y casar bella y bestia, como un loco 
cineasta que transmuta lo escondido 
en lo que veo y siento y lo que toco. 



La careta 

                   para Reinaldo Arenas, en la memoria 

Si no me justifico ante mi suerte 
callarán para siempre los planetas: 
yo prefiero la muerte en bicicleta 
a la vida sentada en taburete. 

Estar en celo prefiero a estar de luto; 
al charol yo prefiero la chancleta; 
mejor que santurrón, un viejo puto; 
primero maricón que anacoreta. 

Saldar puntual mi deuda con el mundo, 
poquito a poco quitarme la careta
y llegar hasta el rostro más profundo, 

viviendo a todo trapo y sin miseria: 
miserere de mí si en esta feria
por salvar al traidor pierdo la jeta. 



Autorretrato 

Fatalidad del tiempo transcurrido 
y el espacio ocupado se demora 
en su frente: señal que, tentadora, 
acaricia el reverso del olvido. 

El mirar telepático que llora
en otros ojos para ser leído
y enfrentado a un lector desconocido 
con la inocencia del que se enamora. 

En un trazo casual está su boca; 
una oreja es un círculo cerrado, 
y la mano asustada se retoca, 

sin poder conocer lo que ha tocado. 
Lleva el peso a la espalda de una roca 
y una herida orgullosa en el costado. 



El judío errante 

¡Mira estos ojos en el duro cuarto!
¡Al fondo! Luces de la madriguera.
He escapado por poco de la hoguera. 
Llegué con poco, (poco es poco harto). 

Ando escondido, vil antes del parto. 
Un actor, un ladrón, una quimera. 
Si vivo dentro de la vida, “¡Afuera!” 
gritan los dioses dueños del reparto. 

Bebí mi rostro en las lejanas calas
de un mar perdido al fondo de los años 
de otro siglo. Debajo de las balas 

descendí a otro horror: rotos peldaños 
servían la función de las escalas
hacia universos últimos y extraños. 



Por el camino de Sade 



El Teatro es un sitio peligroso, 
prostituye la vida y la duplica:
la madera es un truco de formica, 
los espejos de un vidrio nebuloso.
 
No se sabe quién es el que fornica, 
¿la mujer, los espejos o el esposo? 
La pared, ¿es letrina o calabozo?
Y la puerta, ¿destina o comunica? 

Los actores: apenas un esbozo 
contra el telón que el cielo falsifica. 
Y la trama al revés se identifica 
¿con qué demiurgo todopoderoso? 

¿O hay un viejo pajero, un taumaturgo, 
bajo la piel teatral del dramaturgo? 



El vicio anuncia las revoluciones, 
se deja ver en la pederastía, 
vulgar preludio de otra sinfonía 
heroica; tales son sus condiciones
 
preliminares. Tal es la agonía
de un mundo que desmiente sus ficciones 
para buscar, despierto, sensaciones 
dolorosas que antes no sentía. 

Toda ciudad conserva en sus rincones 
la marca de esa antigua rebeldía,
la prueba de que ya la conocía
antes de arder en cívicas pasiones. 

Así por el camino de Sodoma
el mismo caminante llega a Roma. 

25 

La vida es como el cuento que un idiota 
cuenta, lleno de furia y de sonido,
sin principio ni fin, y sin sentido, 
girando en sus metáforas se agota. 

¿Y si el idiota ha sido dirigido
por un demiurgo cruel? ¿Y si lo azota 
para que siga hablando, si le anota 
las líneas en la mano, confundido? 

Se mueve, vacilante, por la escena, 
bajo la astuta, cínica mirada
de un sádico sin fe. ¿Valió la pena 

pagar el precio absurdo de la entrada 
para saber qué ópera se estrena
en el cruel Teatro de la Nada? 

36 

Un Cristo viejo es siempre un Anticristo, 
la misma senectud ya lo delata.
Muere dios joven si antes no lo mata
la eternidad. Lo duro es ser Mefisto. 

¿Quién va a comprar su brújula barata 
para reconocer lo nunca visto?
¿Y cuándo, de verdad, estará listo
para aceptar que no metió la pata? 

Le pesa la barriga. Los cojones 
engurruñados —¡cuánta idolatría 
soportarán!— no tienen ambiciones. 

Expira en democrática agonía
—la muerte pisa a todos los talones—, 
un diablo viejo en sabia hipocresía. 

38 

Puedo escribir los más tristes versitos 
esta noche, sentado a la coqueta. 
Puedo sacar mi voz de la gaveta
y dejar argumentos malescritos. 

Aunque los haga bien (malinterpreta 
mi silencio, lector), versos malditos, 
abriré la ventana de los gritos
para que el mundo entero se entrometa. 

¿De qué vale coger yambos bajitos 
y morir con la toga del poeta
si no baja la blusa y una teta 
abotona sus pétalos marchitos? 

Puedo escribir: “La noche está estrellada”, 
o dejarla escapar sin decir nada. 



Época Gris 

Llorando lágrimas de tinta 
el payaso enumera
en el centro del ring
sus dudas. 

Bajan las luces
todo huele a estiércol 
y un trapecio
se mece a solas. 

La banda sitiada 
arremete
un redoble inaudible.
 
El público está lleno 
de filósofos que gritan 
y apuestan. 

El cuchillo del lanzadagas 
desdibuja el contorno
de la víctima: 

es apenas una muchachita
pero esta tarde, mientras aspiraba 
el perfume de una rosa
en la solapa de Arlequín 
recibió en pleno rostro 
la burla helada del arte. 

Ella nunca aprendió
los movimientos más fugaces. 
La caligrafía árabe
de sus piernas 

provoca la risa 
detrás de las jaulas. 

¡Bajo la carpa
cada noche es tan simple!
Las estrellas están numeradas. 
El océano en su taza amarilla. 

¡Si las fieras rompieran 
las barras
si escaparan! 

Un payaso instalado en 
la silla del domador: 
trono de hambre. 

Arlequín lo recuerda: 
carpas vacías, el ladrido 
de un perro, 
saltimbanquis que bajan 
hasta las gradas, 
banderitas que ascienden 
hacia el palo mayor. 

Arlequín yerto
sus manos esponjas y cerdas 
dobladas sobre el pecho 
inseparables ya. 

¿Qué puede detener 
al labio en su caída 
hacia la mueca? 

¡Estirado acordeón 
de oreja a oreja! 



Leyenda negra 

Las cabezas ruedan por las escalinatas
Son de barro y de ónix y de carne y de hueso
Un caballo costó más de quinientos pesos
Son raros, muy preciados, caballos habaneros 
Mitológicamente irrumpen en las playas
El caballo, ¡qué nombre tan señero, severo!
Un venado que asusta con cara de caballo
De una fisionomía mucho más robusta
En los ojos del bambi asesinado
Cuadrúpedo cruzado con carne de soldado 
Indígenas traducen las palabras de Cristo
Que en lengua de quetzales es bramido del clero 
Caballo picasiano de lo español siniestro
Ciego en la oscuridad mejicana del templo 
Mientras la espada rota empuña su foco eléctrico 
Hacia los genitales del blasfemado séquito. 



Factorías 

Deambulábamos de factoría en factoría 
no había ni un momento para el arte 
llenos de inquietud sobrevivimos 
acomodados, por no decir aniquilados, 
comíamos y bebíamos. 

La Merrow te cosió los dedos y los párpados 
con hilo negro consuetudinario
el corazón te pegaba con stitches
debajo de reflectores padecías 
en el baño fumabas a escondidas 
virgen creada a mi semejanza. 

La forelady era una vieja desdentada
la escupimos en plena cara los dos juntos 
¿lo recuerdas? Abrimos la puerta
y dimos un portazo de hierros corrugados 
que sonó por todo el exilio de porquería. 

Eso era lo que la gente no veía
lo que no comprendía la familia
esos que nunca, nunca, pero nunca 
quitaron los forros de nailon transparente 
a los juegos de sala decadentes
de un rococó estilo Hialeah. 



Entzweiung 

Hora de concretar. 
Hora de volver atrás. 
Hora de subrayar 
con un lápiz lo que 
has querido, pues 
lo escrito y lo querido 
se conjugan,
como hermanos 
siameses. 

Arrojar unos granos
y espigas a tu paso
para que los pájaros 
emitan su veredicto
en lo tocante a la dirección 
de tu fracaso. ¿Hacia 
dónde te diriges, 
tú que ahora eres dos, 
él que ahora eres yo? 

Apunta en el margen 
de tus pensamientos, 
rige tu continuación. 
El peligro del cuerpo 
no ha terminado. 
Su límite se funde
en la cadera, donde 
comienza tu hermano. 

Cuando él fuma
tus pulmones se inundan 
de problemas.
No hay nada en ti 
instantáneo, sino 
tributario, un cuchillo
y una bifurcación. 

Un mundo queda atrás, 
y el otro marca con
un lápiz las huellas
de su nauseabundo 
desear, de su imitar, 
de su rogar ser profundo, 
tomado en cuenta,
su abyecto conspirar
y escribir, como si 
de ello dependiera 
el mundo. 

Tú das cuenta de ti
y si pudieras, hasta
te leerías a ti mismo
a la carrera, con tal
de adivinar de qué te tratas. 
Anudas a tu cuello 
una corbata,
de donde se proyectan 
dos cabezas. 

La única y unigénita,
la que perdió la apuesta, 
y esta, la de tu boca 
deshonesta. 
También es esta la 
que calla. 

Hora de mirar atrás.
Hora de concretar,
de subyugar con el lápiz 
lo que has querido,
pues lo escrito y
su querer se aborrecen. 
Como hermanos siameses.



© Imagen de portada : Néstor Díaz de Villegas por Felipe Gajate, 1998.




Sobre el autor:
Néstor Díaz de Villegas. Poeta, ensayista y traductor. Sus primeros poemarios: Vida Nueva (1984) y La edad de piedra (1992), vieron la luz en Miami, en pequeñas tiradas que incluían xerografías del propio autor. La Universidad de Redlands, California, publicó su obra de juventud en el cuaderno Canto de preparación (1982). Poemas suyos han aparecido en las revistas MarielLinden LaneSugar MuleLateralPlavLichtungenDevirZunáiLetras Libres y Scientific American. Es el autor de tres secuencias de sonetos: Vicio de Miami (Schwarz, 1997), Confesiones del estrangulador de Flagler Street (Deleatur, Angers, 1998) y Por el camino de Sade (Pureplay Press, San Francisco, 2003). En el año 2000, su proyecto Cabaret Neuralgia aglutinó en un mismo espacio cultural a escritores, artistas, celebridades y rateros de la Pequeña Habana. Editó el clásico Little Havana Memorial Park (Coral Gables, Dylemma, 1998), del poeta Eduardo “Eddy” Campa; y Cubista Magazine (Los Ángeles, 2004-2006). Entre 1991 y 1994 fue reportero de la vida nocturna en South Beach para el periódico El Nuevo Herald y redactor de la revista de chismes TV y Novelas. Entre sus libros se encuentran Cuna del pintor desconocido (Aduana Vieja, 2011), Che en Miami (Aduana Vieja, 2012), Palavras à tribo/Palabras a la tribu(Lumme Editor, 2014) y Poemas inmorales (Pre-Textos, Valencia, 2022). El sello Bokeh ha recogido su poesía en Buscar la lengua. Poesía reunida 1975-2015 (Leiden, 2015) y su prosa en el tomo Cubano, demasiado cubano (2015). La editorial Hypermedia ha recogido sus escritos sobre cine en Para matar a Robin Hood (2017). 


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Magali Alabau

Magali Alabau

Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios.