El domingo 12 de junio de 1994, en Los Ángeles, OJ Simpson mató a dos personas inocentes. Ninguno le había hecho absolutamente nada a él.
El domingo 12 de junio de 1994, en Los Ángeles, OJ Simpson mató a dos personas inocentes. Ninguno le había hecho absolutamente nada a él.
Las butacas vacías eran las tumbas para los caídos en una guerra donde no se escuchó el sonido de las balas.
Cuando mataron a Martí, una fotico mía de niña apareció en el bolsillo de su chaqueta, ensangrentada.
Esta va a ser una semana especialmente tensa en Oriente Medio, incluso para los estándares de una región ya de por sí volátil.
La reunión secreta se celebró cuando se acerca la fecha límite del 18 de abril para que Estados Unidos decida si volverá a imponer sanciones a la industria petrolera de Venezuela.
Las tropas rusas intensifican sus ataques en el este de Ucrania, apuntando a Chasiv Yar, mientras las defensas aéreas de Kiev se debilitan en medio del estancamiento de la ayuda de Estados Unidos.
Fidel me firmó un papel. Cuando me muera, seré enterrado en ese pedacito de tierra que está detrás de los fogones, allí donde ahora están los puercos.
Las memorias escritas por el líder opositor ruso Alexei Navalny antes de su encarcelamiento y muerte se publicarán a finales de este año.
El nuevo documento califica el conflicto ucraniano de “guerra santa” para defender la “Santa Rusia” y esboza ambiciosos objetivos, como aumentar la población rusa de 144 a 600 millones.
Hoy mi exnovio vive en Fort Lauderdale. Mi exnovio no sabe que Rudolph se ha muerto. Hablamos por WhatsApp de esto y de lo otro, pero nunca hemos hablado de Rudolph. Mi exnovio se está enterando, ahora mismo, que Rudolph está muerto. Igual que tú.
Durante la pesadilla de las curas, dejo de pensar en Kamala Harris y en Lizzo. Esta columna no sigue el patrón inalterable de un resultado electoral. Es una historia giratoria. Recupero la “normalidad” en tres escenarios “anormales”, silencios en los que se yuxtaponen el presente esquizo y la interrogación por el futuro.
Desconocer es no dialogar, no entender, no mirarse ni verse en el otro, no ceder aunque no se tenga la razón. Como polvo en el viento, de Leonardo Padura, es una dolorosa molienda que no acaba cuando llegas al punto final. Porque tocará cerrar el libro y salir a la calle o conectarte a las redes sociales. Otra vez. Para constatarlo.
Meses después de la primera crónica publicada por Jorge Ferrer, la epidemia no parece remitir. Nos queda entonces asomarnos a la lectura de Días de coronavirus (Editorial Hypermedia, 2020), y asumir la piel del escritor que nos conduce, con prosa afilada, por los bordes desfigurados de esta metástasis a la que asistimos.