El hongo patógeno en el culo de la rata

A principios de año me llegó por correo un libraco obeso. Todo estaba arreglado para que así fuera, y en verdad demoró menos de siete días. Ingenuamente pensé: la creación, el lenguaje. Una parábola del mal samaritano. Se trataba de la poesía reunida de Néstor Díaz de Villegas (NDDV). Poemas octosílabos, endecasílabos y etcétera. Por poco me desaparezco, como un “Ford que desaparece”. Luego escribí un texto de sorpresa, no un texto crítico, menos un ensayo, un definitivo texto de sorpresa sobre Buscar la lengua. Poesía reunida 1975-2015 (Editorial Bokeh, 2015).

A partir de ese día, el día del cartero, el paquete postal y el delivery, se concatenaron diálogos, hechos. Fue NDDV el único cómplice de mi primer tatuaje en Miami, una miniatura de líneas, paralela a la axila izquierda. Con un nailon pegado al tatuaje hablé por teléfono con NDDV, había tremendo sol y la coordenada era Wynwood. Me gustaba la idea de hacerle una entrevista, pero no quería hacerla a partir de una investigación, ni desempolvando objetos. Quería saber, sin más allá ni más acá, en qué consistía su imperio.

Si en 1997 NDDV era hombre muerto, lengua muerta, ¿cuándo terminó de escribir?, ¿fue suficiente?

En 1996 estaba hospitalizado en el Jackson, medio muerto, pero con la lengua intacta. De hecho, mi lengua pasaba entonces por uno de sus mejores momentos. La había estado buscando por largo tiempo. Porque la extrañeza y la fascinación de la primera vez que oímos nuestra propia voz, que es lo más ajeno y lo más cercano a nosotros mismos, nos hace perseguir la lengua, y buscarla constantemente para volver a oírnos. Es una especie de narcisismo aural, una perversión auditiva. Salí del hospital con los pulmones colonizados por el Pneumocystis Jirovecii, un hongo patógeno que habita normalmente en los culos de las ratas. ¿Quizás porque yo había vivido como una rata? El nombre del hongo honra al patólogo checo Otto Jirovec, y los síntomas de ese tipo de neumonía son la disnea, fiebres altas, alucinaciones y una tos cruel. En aquellos momentos pensé que moriría pronto, no había cura para mi mal. Y sentí una gran felicidad.

A NDDV le interesaba saber si yo había tenido alguna enfermedad mortífera, si pensaba en la muerte, si se me había muerto alguien, y si algo más que la idea de la muerte o el narcisismo me impelía a escribir.

El asma es una enfermedad literaria, así que no cuenta, pero el dengue ya es otra cosa, y me ha dado dos veces, aunque el dengue no ha sido lo peor, lo peor es haber estado ingresada en ese hospital despojado de cortinas llamado Amalia Simoni. Nada, a no ser mi propia mente, enferma solo un poquito, estoy sana. Ahora, la idea de la muerte podría ser esa “impelación” a la que se refería NDDV. Sé que a la edad de dos años una mujer de veintidós se prendió candela frente a mí, en el patio de mi casa, que era un patio compartido. Pero yo no me acuerdo. Es como si me dijeran: cuando tenías dos años te dio la primera crisis de asma. Algo que tampoco recuerdo. Al pobre narcisismo nadie lo admite, pero yo lo admito, en un sentido muy práctico: solo yo me doy cuenta de eso que me doy cuenta. Después de llegar a Miami, se murió alguien de mi familia muy importante para mí. Algunas cosas se torcieron más de lo debido. Sin embargo, y le pasé el lápiz, o el dedo, los dos sirven, a Néstor Díaz, creo que primero el sexo, después el horror, después un McDonald’s a puertas abiertas. No puede ser cierto que a NDDV le haya interesado la poesía. ¿Lo que yo tenía delante era un hombre sucio?

Estaba comiendo calamares y hablando de Cuba. ¿Qué me preguntaste? Bueno, estoy terminando tu novela, tiene una forma muy rara. Pero ya sabes, rara es la palabra más fea del diccionario. Que la novel sea una rareza no es algo negativo, sino que cuesta un poco de trabajo aceptar su forma, como en el sexo, que es aceptar una forma ajena que se introduce en tu forma, o que se abre a tu forma. El sexo es una cuestión de formalidad, por eso el soneto, que es como penetrar lo otro, no el otro o la otra. Hay un punto de goce inesperado en lo sexual y en lo formal, cuando los extremos se acoplan. Quiero decirte que al verte con el hilo del tapón colgándote de la boca, reculé (no le hagas caso a esa palabra, a lo que traiciona), y me teletransporté a una película de Matthew Barney sobre un músculo del escroto que se llama Cremaster, donde Matthew aparece con un trapo ensangrentado en la boca. Regreso a los calamares.

Puestos a comer y puestos a pensar, siempre con la ignorancia del vaho de aceite quemado alrededor, me pregunté qué diría NDDV, otra vez ingenuamente, de la literatura cubana escrita fuera del territorio cubano. ¿Qué diría NDDV de la nacionalidad?

Tú terminas muy rápido, y no contestas las preguntas. No sé de qué hablas. ¡No puedes usar absolutamente NADA de lo que te he escrito en estos emails! Esto es terminante. Si quieres escribir sobre un supuesto diálogo entre nosotros, tendrás que inventarlo, porque nada de lo escrito está disponible, queda off the record. ¿La literatura cubana fuera del territorio nacional? ¿Qué es eso?

Yo tampoco sé qué es eso. No tengo un raciocinio para la literatura, aunque sí un pensamiento. Todo el tiempo oigo hablar de territorios, desde la primera clase de Historia Antigua y Medieval. Y, efectivamente, creo que un lugar puede pautar una escritura, tal vez más que una circunstancia, un momento. A propósito de territorio, uno de los clichés que más importan desde que los países, las colonizaciones, las guerras y las embajadas existen; muchos escritores emigran a diferentes partes del mundo y escriben su obra ahí, y esa obra crece, y se come lo que tiene cerca, y acaba. Es una fiesta histórica. Mido cinco pies. Veo a Miami como una enfermad. ¿NDDV tendría las mismas pesadillas que yo?

¿Qué enfermedad? Miami es una gonorrea. Un poco de infección es necesaria para escribirla. Miami ha decidido dejar a sus poetas comerse un cable en este y en el próximo mundo: mira la haraganería con que tratan a Campa, a Cárdenas, a Victoria, a Rosales, todos esos muertos, y a Félix Lizárraga, que está vivo, se toman su tiempo los decanos y los profesores, y cuando vienes a ver a pasado un siglo sin que te envíen una invitación a leer, olvídate de comer. No puedes usar estas cosas en la entrevista. (Estoy en la feria del libro en noviembre, quiero que vengas a leer conmigo. ¿Hilo + Hilo quiere decir que has ido por el mundo sacándote pelos de la lengua?)

Esos hilos que nombran el libro, los tenía metidos en algún órgano reproductor, produciendo quistes. El libro salió por Bokeh, así que es novio de Buscar la lengua, o hermano, o consorte. Lo escribí a principios del 2012 y ya en el 2015 estaba deshilada, apurada, necesitaba verlo publicado. Hay valores en ese libro que no volveré a tener. Fue el primer libro de poesía donde escribí con legitimidad lo que pensaba y lo que no pensaba. A pesar de haber escrito varios libros antes. La primera vez que escribí diez poemas seguidos en una noche. Y esos diez poemas valían la pena. La primera vez que oí voces, que me quedé sola en el mapa. La primera vez que nací en un poema que yo escribí. NDDV sabe de eso mejor que yo, y también peor que yo. El poema donde borra del mapa a “Cuba entera”, el país donde nació, donde nació su madre y donde posiblemente haya nacido su primer amor, fue el primer poema suyo, al azar, que leí. Ese otro país, “La Rebambaramba”, ¿tenía una bandera, un espejo de paciencia, una tradición poética, un canon?

Yo no sé absolutamente nada de legitimidad, y no te estoy engañando. Pensé en algún momento eliminar todo Vicio de Miami, le metí un mochazo de todas maneras, y amputé Héroes completo, precisamente he tratado de escribir sin legitimidad y nunca me salió. Mucho de lo que lees no estaba hecho para quedarse en la página, eran líneas para ser leídas, escuchadas, o cantadas, o dadas a otra persona para que las declamara o las jodiera, porque en Miami en esa época nadie sabía leer ni declamar nada. Las viejas poetisas de los Juegos Floridos de 1959 todavía eran dueñas de la situación poética hasta hace dos años, recibían en sus salones, pero no daban empleo. Se quedaron a medias, en pura tinta, pero ese no era su destino. Ciertamente yo no tengo que ver con ese canon poético, ni con tradición poética, hay tradiciones completamente desconocidas para las personas que se dedican a hablar de tradiciones, y algunas de ellas se iniciaron en Miami y perecieron en Miami sin que nadie lo notara, y si pertenezco a alguna es a esas poéticas marchitas. Los míos son libros marchitos, del volumen que tienes en las manos, los libros se marchitaron al momento de nacer. Alguien lo comparó con unas flores del mal miamenses, pero eso es un craso error, en mis poemas no hay más que bondad, credulidad, son poemas bondadosos de un alma buena y demasiado buena.

Por eso me interesó. Por el mal, por el vicio, por la preposición sin y la preposición tras.

A mí me interesan los libros más que los poemas. Caballo grande, ladrillo, concepto. Me interesa que me lean. Tengo miedo, pánico, ataques, histeria, síndromes. ¿Qué le interesa a Néstor Díaz? ¿A qué le tiene más miedo, a escribir un libro que nadie lee, o a escribir un libro decente?

Escribo libros que nadie lee, por supuesto. Date cuenta (está en el prólogo de Buscar la

lengua) que Vida Nueva, un libro bastante fiel a lo que fue y sería Miami en la década del 1984, lo leyeron Reinaldo Arenas y dos personas más. Ahora está ahí, para inspección pública, como un monumento a la ciudad, a lo que fue capaz de dar en ese momento. El libro es el poema, no hay distinción alguna. Incluso ahora que compongo un ladrillo de 630 páginas, es un solo libro, los poemas son momentos de ese librazo, mi libra de carne, como en una película o una tragedia. De vez en cuando cae un lector, como una mosca, y el poeta se dedica a enrollarlo en su baba asquerosa, que dejó ahí. Hay una araña que se llama Laura Riding que me tiene en sus redes desde hace unos años, quiero saber todo de ella, conocerla íntimamente. Es inevitable que pase con todos nosotros, los de nuestra especie. Hay gente diciendo que ama a Campa, un tipo despreciado en vida y dejado por muerto en una caseta de salvavidas con una bolsa de cuero por almohada, donde guardaba (según él) ocho mil dólares que había ganado en la lotería de Puerto Rico. Ahora se dice “¡Prefiero a Campa, llámenme loca!”, y estoy seguro que entenderás si te digo que me carcajeo.

Una carcajada siempre es eficaz. Siempre remite a la picardía anterior. O a la belleza anterior. O a la mierda. Los bugarrones, los pingudos, Godot (me encanta esperarlo), el Che, los presos políticos, los vagabundos, todos lucen una silla en el banquete de Néstor Díaz, y un plato servido. “No mencionar a la esposa ni a los niños”. ¿Dónde están esos niños? ¿No hay calamares para la esposa?

La mujer cocina los calamares y se los come, you can’t have your cake and eat it, pero ella hace el cake y se lo come. Ella es multifacética, como la diosa hindú de cien brazos. No sé, las cosas suceden, a mí nada me parece lindo ni feo, tomo las cosas como vienen. El Che estaba ahí, en episodio de su vida que transcurría en Miami, lo usé. Usar al Che es algo que soñé siempre, era un sueño hecho realidad, tenía que bordear el abismo del bad poetry para estar a su altura, porque él había sido el genio del mal, en el sentido estético, poético. Hice un gran poema sonoro, lleno de espadas, cascos, aviones volando y palabras singando. Pero esto es algo que deberías ver tú, si yo te lo digo no tiene gracia. No sé, hacen falta lectores de ese libro… que lo analicen… como a un psicópata.

Hablando de trastornos de la personalidad, un tema que me atrae bastante, la intervención quirúrgica en el ano de un presidente vendría siendo un título o un motivo magnífico para escribir algo fuera y dentro de todo género, vendría siendo un círculo de tiza imperdonable con un micrófono abierto en el centro. NDDV ha criticado y analizado desde ese círculo. Cubano, demasiado cubano (Editorial Bokeh 2015) es la ventana. En su blog siempre escribe, además, sobre películas. He gustado más o menos de las mismas películas que NDDV, pero no he escrito sobre ellas, ni tengo un blog. Aunque soy rata en el horóscopo chino. Rata de 1984. Tuve la idea de proponerle que hiciéramos una película de él y yo juntos. La película cuenta la historia de un hombre y una mujer que no se conocen, pero tienen algo en común. Ese hombre y esa mujer sobreviven a una catástrofe. Jamás se conocen. ¿Ese común denominador, qué sería? En ese punto no volvió a aparecer, ni ese día ni el resto. Al parecer, se ofendió. Sentí vergüenza por la índole de mis preguntas, por mi afán de una perspectiva que casi nunca incluye la virtud del conocimiento. Por mi regodeo siempre en las cosas intrascendentes, simples, que teniendo en cuenta la complejidad de la industrialización, la tecnología, y, de nuevo, las enfermedades, me resulta la única tabla de salvación, mi única buhardilla, mi espacio debajo del puente.

He oído toda clase de opiniones sobre Néstor Díaz de Villegas. He visto en fotos que él mismo me enviara, a su perro schnauzer en un sofá, y detrás una biblioteca de más de cuatro metros, y le he dicho a Néstor Díaz que quiero dormir ahí, con ese perro en los brazos. Y Néstor Díaz me ha dicho que no, que mejor con él.

Anoche fumé especies en una pipa delgada de cristal que medía lo mismo que la distancia entre mi codo y la punta de mis dedos. En la tarde, antes de probar la pipa, Soleida Ríos, escritora cubana, me dio un talismán llamado Sueño realizado, un talismán ideal.

El sueño de entrevistar a NDDV no se cumplió. La pregunta más importante jamás fue hecha, y menos, respondida. NDDV se borró del mapa. Se fue a bolina. Me privó del perro y del sofá.

“Cuando era joven y bonito”, Néstor Díaz de Villegas fue “una especie de lesbiana que vivía para el próximo cunnilingus”. Eso me escribió en un email caliente que guardé entre mis favoritos. Frente a Néstor Díaz una fila de escritores cubanos, todos delincuentes y entusiastas. ¿A quién (o a quiénes) le haría un cunilingus de más media hora?

Miami, sábado 2 de abril / lunes 4 de abril de 2010.




UMAP: nada, nadie, nunca (50 aniversario del cierre)

Yoe Suárez

1er Premio de Reportajes ‘Editorial Hypermedia 2018’.