Barcelona

El poeta catalán Joan Margarit, reciente premio Cervantes, es famoso por su mal genio. El sufrimiento de perder a seres queridos, de visitar demasiado el cementerio de Montjuïc que aquí se menciona, lo ha vuelto amargo, cáustico a veces. Pero en este poema sobre Barcelona su amargura da en el blanco: vivimos en una ciudad que es como aquella mujer guapa que decidió venderse al mejor postor.


Barcelona

Este nombre es todavía un refugio.
La santidad civil de la codicia
y también el exabrupto generoso
de los muertos en Montjuïc, frente al mar.
¿Dónde está aquella burguesía culta?
¿Y aquellos obreros, que además de su oficio, 
se sabían poemas de memoria?
¿Qué puede, aún, unirme a una ciudad
a quien le veo el rostro maquillado
como de madre muerta?
Callado, escucho el hierro de los tranvías
que cuando era joven pasaban por la Rambla:
una sonata de pobreza y rosas.
Pero en Montjuïc tengo dos hijas
y ahora me ofende un gentío extraño
que se ciega en la fiesta innecesaria
de hoteles helados y vitrinas superfluas.
Suele ser en los refugios
donde, a veces, hace más frío que en ninguna otra parte,
desolada ciudad que haces de puta.


Barcelona

Aquest nom és encara un refugi. 
La santedat civil de la cobdícia 
i també l’exabrupte generós 
dels morts a Montjuïc, enfront del mar. 
On és aquella burgesia culta? 
I aquells obrers que, a més del seu ofici, 
se sabien poemes de memòria? 
Què pot, encara, unir-me a una ciutat 
a qui li veig la cara maquillada 
com d’una mare morta? 
Callat, escolto el ferro dels tramvies 
que quan jo era jove passaven per la Rambla: 
una sonata de pobresa i roses. 
Però, a Montjuïc tinc dues filles, 
i ara m’ofèn una gentada estranya, 
que s’encega en la festa innecessària 
d’hotels gelats i aparadors superflus. 
Sol ser als refugis 
on, a vegades, fa més fred que enlloc, 
desolada ciutat que fas de puta.