Célebre por aparecer entre las actas del asesinato de la actriz Marie Trintignant (lo citó en su último sms); celebrado por Valéry y Prévost, entre otros; reescrito por Georges Perec (¡sin la letra e!), citado en novelas de Beckett, Céline y Houellebecq; parodiado por Colette, Michaux, Nabokov…; estudiado por Benjamin, Adorno, Jauss y Valerio Magrelli (que le dedicó un libro: Nero sonetto solubile), es posible que “Recueillement” sea el soneto más famoso (si no el más logrado) de Baudelaire.
Inconforme con algunas versiones en español (las de Martínez Sarrión y Lluís Guarner, sin rima; la de José Emilio Pacheco, porque a pesar de sus aciertos, modifica a contrasentido varios de sus versos, y la de mi buen amigo Manuel J. Santayana porque, fiel al sentido, usa rimas muy convencionales), he aprovechado mi propio recogimiento para intentar esta versión, que conserva los alejandrinos rimados del original.
Recogimiento
Aquiétate y razona, oh pobre Pena mía.
Reclamabas la Tarde: ya desciende, la siento,
trayendo paz a algunos, y a los otros tormento,
envuelve a la ciudad su atmósfera sombría.
Mientras la muchedumbre de mortales ansía
entregarse al Placer, ese verdugo cruento,
y en la fiesta servil hallar remordimiento,
dame la mano, Pena, tomemos otra vía,
huyamos de ellos. Mira, se asoman en balcones
del cielo, en viejos trajes, difuntas estaciones;
emerge de hondas aguas la Añoranza sonriente
y bajo un arco el sol hunde en el mar su coche;
como un largo sudario que se arrastra al Oriente,
escucha, amada, escucha los pasos de la Noche.
Recueillement
Sois sage, ô ma Douleur, et tiens-toi plus tranquille.
Tu réclamais le Soir; il descend; le voici:
Une atmosphère obscure enveloppe la ville,
Aux uns portant la paix, aux autres le souci
Pendant que des mortels la multitude vile,
Sous le fouet du Plaisir, ce bourreau sans merci,
Va cueillir des remords dans la fête servile,
Ma Douleur, donne-moi la main; viens par ici,
Loin d’eux. Vois se pencher les défuntes Années,
Sur les balcons du ciel, en robes surannées;
Surgir du fond des eaux le Regret souriant;
Le soleil moribond s’endormir sous une arche,
Et, comme un long linceul traînant à l’Orient,
Entends, ma chère, entends la douce Nuit qui marche.