En el Salón de los Mártires de la Universidad de La Habana una pintura escenifica el fusilamiento de ocho estudiantes de medicina, ejecutados el 27 de noviembre de 1871.
El suceso, difundido por la historiografía nacional como una muestra de la intolerancia colonial, es evocado cada 27 de noviembre con un desfile entre la Colina universitaria y el Mausoleo de la Punta, donde estuvo la antigua cárcel.
La condena fue dictada por un tribunal bajo presión del paramilitar Cuerpo de Voluntarios españoles, a la cual se opusieron el capitán Federico Capdevila —defensor de los estudiantes— y el comandante Nicolás Estévanez, ambos españoles. Este último rompió su espada y afirmó: “Antes que la Patria están la humanidad y la justicia”.
Los crímenes patrióticos son recurrentes en Cuba. Entre 1868 y 1878 los independentistas quemaban las fincas y los ingenios azucareros de quienes no pagaban el impuesto revolucionario; además de sorprender y machetear a los militares españoles, y ejecutar a los que hablaran de paz.
Las tropas hispanas solían desterrar o fusilar a los traidores a España, la Patria hasta 1898. La violencia continuó durante la República (1902-1958) y se multiplicó con la Revolución (1959), cuyos protagonistas impusieron un relato hegemónico que usa la historia y la cultura como ancla del poder.
El rollo legitimador parte de la historiografía independentista, republicana y marxista, que editaron los manifiestos, diarios, discursos y folletos sobre la “odisea bélica”, y crearon una ficción patriótica aliñada con mitos para calzar el relato del poder a partir de 1902.
Magnificar la violencia y el relato épico, adocenar a los cubanos con el taladro patriótico, favoreció mitos como la revolución necesaria —interminable, eterna y opresiva— y el retorno del Mesías —no José Martí—, sino otros: Machado, Batista, Castro. La soberbia y el uso de la fuerza son pilares de las autoridades cubanas.
En 2022, como en 1871, los gobernantes del país excluyen y reprimen a quienes piensan diferente. Tres millones de cubanos viven fuera de la Isla. Casi cien mil murieron en frágiles balsas mientras huían y cientos de opositores guardan prisión por cuestionar al poder hegemónico y promover cambios democráticos.
Anclado en el pasado y en el relato épico, un grupo de hombres asocia a la Patria con la Cultura y a esta, con los intelectuales que repiten mantras y colaboran con los enchufados de Palacio.
El “Viva España” fue suplido por “Viva la Revolución”; lema que encubre golpizas, censuras y actos de repudio. No en vano, la sinonimia de cultura y nación identifica —y celebra— el Día de la Cultura Nacional con el 20 de octubre de 1868, evocando una fecha local de exaltación guerrera: la entrada del pequeño Ejército Libertador a Bayamo. Pero como la minoría insurrecta tuvo que apelar a la intervención de Estados Unidos para llegar al poder, el discurso épico se repite hasta el hastío.
En Cuba, sin embargo, casi nadie llama al combate, piensa en las armas ni en “muertes gloriosas”. ¿Qué pasaría si los cubanos, sumidos en “el espejismo replicado” y en la miseria programada, tiran las estatuas y olvidan a los pájaros que cagan sobre los próceres?
Tal vez dejen de disimular su existencia y vuelvan a ser ruidosos y alegres. O desistan del fondo de indiferencia e intrascendencia que se apodera de sus vidas bajo el sol y empiecen entonces a crecer como ciudadanos libres.
David contra Goliat
Ucrania depende de Occidente para obtener apoyo, pero es el resto del mundo el que depende de Ucraniapara detener la agresión que se extenderá fuera de esta región si no llega a contenerse.