Circunloquio sobre la hija del carpintero

En cada reunión de cubanos en el extranjero, los mismos temas comunes vuelven a relucir. En este caso, la reunión fue un subproducto de la feria de arte contemporáneo de Madrid y, como siempre, el único tema fue el entorno cubano y su disecada fauna.

El tema cubano no vuelve una y otra vez por ser más interesante que cualquier otro, sino porque los participantes de dichas reuniones son esencialmente los mismos: los que están a favor y los que están en contra; los que se quedaron y nunca más volvieron, pero tampoco quieren volver, y los que tienen que volver porque están solo de visita, pero quisieran quedarse; los que vuelven cada año porque no les queda más remedio, porque allí dejaron familia, amigos, amores y sueños; y los que van y vienen constantemente durante todo el año, como si en uno de esos sueños Fouchè les hubiese regalado una ola y un día están de un lado y al próximo del otro. 

También están los que uno se encuentra todo el tiempo, todo el año, pero ellos juran y perjuran que viven en Cuba. 

En estas reuniones hay, además, extranjeros que nunca han estado en Cuba pero dicen estar locos por ir, y otros que sí han estado y les encantó y quieren volver por las mismas razones que hemos escuchado infinitas veces: es como viajar a otra época, no hay clases sociales, la gente y el clima son maravillosos, todo el mundo siempre está contento, bebiendo, bailando y riéndose, la comida es barata, las jineteras más baratas que la comida… 

Razones a las que uno solo puede responder con una media sonrisa o una frase cualquiera, con la complacencia y condescendencia de quien se sabe conocedor de aquello que su interlocutor ignora. 

En estas reuniones también he visto cubanos que habitan una especie de intermezzo deleuziano y, según ellos, ni viven aquí ni viven en Cuba ni viven en Miami, ni les interesa Cuba ni participan del debate Miami vs. Europa, ni les quedó una tía política en Cuba ni quieren saber nada de Cuba. 

Estos cubanos, que existen al margen de lo cubano, a veces se presentan con un marido argentino que de repente dice algo como: “te levantás hablando de Cuba, te acostás hablando de Cuba, cuando dormís tus pesadillas ocurren en Cuba, por qué no te quedaste en Cuba, tenés que entender que Cuba no le interesa a todo el mundo, yo en cambio nunca hablo de Argentina”.

A veces, uno no entiende nada. Pero uno se esfuerza por entender, como cuando escucha decir, con tremendo acento de Centro Habana: “en Cuba no hay clases sociales porque yo, si quiero, puedo casarme con la hija del carpintero”. Y uno comienza a preguntarse quién será esta hija del carpintero de la que hablan y quién será ese “yo” que se enuncia y se posiciona de tal modo

¿Habrá sido Ana Mendieta, tan de moda en estos días, la hija del carpintero?

¿Era Carilda Oliver Labra la hija del carpintero? 

¿Y Alicia Alonso

¿Y Fina y Flor

¿Es Wendy Guerra la hija del carpintero?

¿Es Haydée Milanés, hija de Pablo Milanés, la verdadera hija del carpintero? 

Si el carpintero se muere, ¿la hija del carpintero deja de ser la hija del carpintero? 

Si se casa con Alexander, el de Gente de Zona, ¿en qué se convierte la hija del carpintero? 

¿Y si se casa con Wilfredo Prieto?

¿Y si se casa con el hijo del mecánico? 

¿Y si se casa con Wendy Guerra?

Y, si se casa con alguien de profesión carpintero, ¿sería hija y esposa del carpintero, o sería más esposa del carpintero que hija del carpintero, o viceversa? 

Y, si se casa con Attys Luna, hija de Zoé Valdés, ¿sería más hija del carpintero o más nuera de Zoé Valdés?

¿Y si no se casa? 

¿Estarían hablando no de la hija del carpintero, sino de la hija de uno de Los Carpinteros?

¿Qué significa, qué representa ser la hija del carpintero?

En Cuba, es verdad, no hay una clase noble, aunque muchos vayan por ahí creyéndose herederos de un pasado glorioso (¿bizantino o griego?). Los del Junco fueron los últimos en marcharse a Miami, y la casa que dejaron ahora es un museo provincial al que nadie entra ni para coger sombra. 

En Cuba, también es verdad, no hay una clase burguesa, aunque muchos guarden bajo el colchón escrituras de tierras que ya no poseen (¿tal vez con la esperanza de algún día recuperarlas?). 

En Cuba, y todo el mundo lo sabe, hay una clase lumpen, la clase de los sinpeso, de los sintierra y de los sinvoz; la clase del negro, la puta y el bastardo; la clase de los muertos de hambre

¿Estará muerta de hambre la hija del carpintero? ¿El que se case con ella le dará comida?

Y luego están los elegidos, esos de los que no sabemos cómo han llegado hoy a la mesa de un Michelín o a una cama del Palace, y de los que no lo sabremos tampoco porque a ninguno se les ve con intenciones de compartir ni la clave ni la contraseña de acceso a ese ritual mágico-religioso mediante el cual, al parecer, se les elige. 

Porque los elegidos han existido siempre, esos que tenían un padre trabajando allí o una madre trabajando allá, o unos tíos o tías en cualquier otra orilla, y que en la escuela, en el hospital, o en cualquier lado, siempre eran los primeros, si no los únicos, que resolvían. 

Pero ahora, en el 2020, en el capitalismo globalizado (la globalización no es más que la extensión del capitalismo a todo el planeta y Cuba no es la excepción), los elegidos también se han globalizado y se han instalado la última actualización disponible. Ahora son los elegidos 2.0, equiparables a la clase media-alta de cualquier parte del mundo; ahora son un grupo muchísimo más reducido, como la clase media-alta de cualquier parte del mundo. 

En la Grecia y la Roma antiguas, sociedades esclavistas y por tanto altamente jerarquizadas, llamadas hoy las cunas de la civilización y la democracia moderna occidental, los siervos y esclavos vestían la misma ropa que sus amos; con la pequeña salvedad de que los amos las usaban primero y luego las pasaban a manos de sus siervos y esclavos, pero los peplos y las clámides eran los mismos. En la calle, no era fácil apreciar la diferencia entre un ciudadano libre y otro que no lo era: muchas veces los esclavos salían de casa cubiertos de oro para presumir, mientras que los ciudadanos libres se ponían lo primero que encontraban. 

Con el objetivo de acabar con esta escandalosa situación, se presentó a voto en el Senado una moción que establecía el uso de un uniforme reglamentario para los esclavos. El Senado desestimó la propuesta; no porque defendiese la democracia, sino precisamente por lo contrario: ataviados todos con un uniforme, los esclavos enseguida se darían cuenta de su abrumador número.

Las históricamente llamadas minorías son en realidad la mayoría de la población global; el término minorías no hace referencia al número: hace referencia a la capacidad de acción, de poder, de acceso y de alcance que poseen aquellos que componen estas minorías mayoritarias. Y es la mayoría minoritaria la que ejerce el poder y la acción, la que controla los mecanismos de enunciación, de acceso y alcance no solo a los medios de producción y dominio sino a todos los medios. Así funciona en el mundo entero y así funciona también en Cuba. 

Los nuevos elegidos cubanos manejan un arsenal de símbolos de poder, más allá de la capacidad para distinguir los símbolos de poder de la clase sinpeso cubana: en la Ópera Garnier no ocupan butaca de patio sino palco; entre Nueva York y Londres vuelan en primera, y en Madrid les abren corriendo las puertas del Ten con Ten cuando no están de compras por algún local trendy del barrio Salamanca. 

“En Cuba no hay clases sociales porque uno puede ver a Vilmita borracha en la calle sin guardaespaldas”. Pero esa calle será una calle de la zona trendy del Vedado o Miramar y no una calle de Jesús María, Alamar o Romerillo, para no decir una calle de cualquier barrio del interior. 

¿En qué calle vivirá la hija del carpintero? 

¿Tampoco habrá clases sociales en Madrid porque uno se encuentra con Cynthia RossiPaco LeónVargas Llosa y la Preysler, o la reina Letizia a la salida del Teatro Real? 

¿Tampoco habrá clases sociales en el mundo porque uno se encuentra con Paris Hilton, hija predilecta del capitalismo, borracha y sin guardaespaldas, a la salida del Lío en Ibiza? 

La clase dirigente, la clase militar es una clase social en sí, y es una casta política, también en Cuba. Y la arquitectura, la historia universal de la arquitectura, no es más que la historia universal de la separación de poderes a través del espacio.

La separación entre los dominantes y los dominados. Entre lo público y lo privado. Entre el norte y el sur. Entre el occidente y el oriente. Entre el centro y la periferia, el suburbio y la cloaca. Entre lo permitido y lo censurado. Entre lo sano y lo enfermo. Entre lo lícito y lo ilícito. Entre lo institucional y lo doméstico. Entre lo social y lo íntimo. Entre la colonia y la metrópolis. Entre los que tienen vistas al mar y los que tienen vistas al parking lot. Entre los que tienen vistas al mar y los que no tienen ventanas. 

Alguien podría decir que en Cuba está el Malecón como lugar democrático, que está el mar que rodea a toda la isla como lugar democrático, que está el cielo más azul que ningún cielo como lugar democrático. Ese Malecón que es el mismo para todos, pero no es el mismo para todos. Ese mar que es el mismo para todos, pero no es el mismo para todos. Y ese cielo que es el mismo para todos, pero no es el mismo para todos. La arquitectura es colonización, corte, incisión, segmento, también en Cuba.

En la última Bienal de La HabanaWilfredo Prieto presentó Viaje infinito, un proyecto arquitectónico en el que lleva años trabajando: una escultura ambiental, una instalación poética, una carretera en forma de lemniscata rodeada de un bosque ecológico que pretende instalar en Zaza del Medio, su pueblo natal

Cuando lo consiga, sus seguidores dirán lo mismo que dicen siempre: ¡una belleza, una poesía, una bofetada en la cara misma del progreso, la mejor representación del ouróboros en el siglo XXI! 

Sus detractores también dirán lo mismo que dicen siempre, sin que nadie se percate a veces de su accidental lucidez: ¡un vendedor de humo, un impostor, un falsificador, la mejor representación de la fábula del traje invisible del emperador! 

Sus detractores más recientes dirán lo mismo que ya andan diciendo, como si el artista fuese un trabajador social: ¡mejor que construya unas casas decentes para vivir, mejor que arregle los baches de las calles del pueblo y de paso las de toda Cuba, mejor que agrande la Autopista Nacional, mejor que las plantas del bosque sean comestibles, mejor que nos adopte a todos y nos saque de pobres!

Los economistas, los negociantes de la Isla y los inversores extranjeros verán enseguida la tremenda oportunidad que se presenta, un renglón de explotación comercial completamente nuevo. Rápidamente comenzarán a construirse alrededor del bosque ecológico hoteles, apartahoteles, restaurantes, paladares, tiendas. Comenzarán a programarse varias actividades náuticas en el río, puenting y excursiones campestres, exposiciones artísticas y botánicas, visitas guiadas para dar a conocer la flora y fauna autóctonas de la zona. 

Los geólogos y geógrafos que aún mantengan el interés en su campo tendrán un nuevo objeto de estudio, un territorio desconocido que cartografiar, que además resulta ser el centro mismo de la isla de Cuba. 

Las guías de viaje y las editoriales de arte empezarán a incluir Zaza del Medio como el nuevo destino artístico del momento. Los groupies del arte, los groupies de la ecología y los influencers más refinados y cultos querrán ser los primeros en visitarlo. Se esperará que supere en visitas al Prada Marfa de Texas y que posicione a Cuba como referente mundial del llamado turismo de arte. La gente del pueblo dirá: ¡al fin llegó el turismo a Zaza, caballero!, ¡al fin algo interesante pasando en este pueblo, caballero!

El parque natural se convertirá en parque temático de desarrollo social, cultural, agrícola, ecológico, forestal, económico, turístico, mercantil y comercial, que articulará lógicas de creación de riquezas materiales e inmateriales, dinámicas de generación de ingresos locales, nacionales y extranjeros, flujos de conocimiento y capital. 

El viaje sin principio ni fin, que parecía no llevar a ningún lado, terminará llevando a muchos sitios con disímiles principios y fines, todos beneficiosos, todos para progresar. 

Me imagino la inauguración del viaje, con invitados de honor, de primeros y conduciendo todo el pueblo de Zaza, por supuesto, seguidos por el gremio artístico e intelectual de la Isla, es decir de La Habana, y el gremio internacional, que como foráneos en tierras extrañas necesitarán ser guiados por los que mejor conocen la zona, y detrás todos los que quieran de los pueblos colindantes, y en general todos los que quieran de todos los pueblos de Cuba. 

Yo quiero asistir a esa inauguración. 

¿Asistirá a esa inauguración la hija del carpintero? 

¿Seré yo la hija del carpintero? 

El viaje infinito promete ser un viaje magnífico, recomiendo que nadie se lo pierda. Pero, ¿cuándo va a suceder a la inversa? ¿Cuándo se va a inaugurar una escultura infinita, por ejemplo, en el hotel Manzana Kempinski, para que todo el pueblo de Zaza, y los pueblos colindantes, y el pueblo de Cuba en general, viaje hasta allí para su inauguración?

Alguien podría decir que el Kempinski es solo para turistas, pero ahí está una amiga de la familia, que trabaja en la Lonja del Comercio, haciendo una pausa en el FaceTime para regañar a la niña que acaba de llegar de la calle porque cada vez que merienda con sus amiguitas del aula del Colegio Español en la terraza del Kempinski le toca a ella, la pobrecita, pagar casi toda la cuenta porque las muy descaradas amiguitas siempre están diciendo que se les olvidó el dinero y un día se le olvida a cualquiera (a cualquiera que lo tenga, claro), pero todos los días…

¿Será la hija del carpintero una de esas amiguitas? 

Las clases sociales y el entramado de diferencias que las conforman no se constituyen solo a través de la posición económica, claro está; intervienen además otro tipo de factores: raciales, sexuales, religiosos, culturales, ideológicos, de género. Todo no lo explica la economía, claro está, y sin embargo nada se explica sin ella. 

Decía David Foster Wallace, y por eso se suicidó, que para combatir el entretenimiento, que es el pilar de la economía capitalista, solo existen dos opciones paradójicas: dirigir el ataque al entretenimiento hacia aquellas personas que están dispuestas a escucharlo en toda su complejidad, pero que a su vez son esas las personas que no están esclavizadas por el entretenimiento en primer lugar; o encontrar la manera de hacer entretenido el ataque al entretenimiento, en cuyo caso uno termina capturado por la misma cosa contra la que lucha. 

Digamos que Wilfredo Prieto no hace entretenimiento: hace poesía, que no es lo mismo, pero es igual, porque hasta la poesía se vende, porque los poetas también tienen que comer, como los carpinteros, los mecánicos, los ingenieros, los médicos, los maestros, los constructores, los panaderos, los barrenderos, los albañiles…

Joan Brossa, que pasó la mayor parte de su vida en el anonimato y la indigencia, decía que en su carnet de identidad ponía de profesión albañil porque el funcionario que lo inscribió, tras la pregunta “¿a qué se dedica?”, había confundido poeta con paleta. 

El arte, o para ser más precisos, la poesía en su acepción etimológica primigenia, es elitista no porque las élites sean las únicas con la sensibilidad requerida para ello, claro está, sino porque las élites son las únicas que en primera y última instancia se lo pueden permitir. 

Si yo tuviera dinero, por ejemplo, le compraría a Wilfredo Prieto su estrella muerta, su eclipse, su segundo de horizonte, su infidelidad, su cinturón, pero hasta ahora solo me alcanza para su loophole, que es algo así como irte de viaje y comprarte una postal de souvenir

Si la hija del carpintero tuviera dinero, ¿qué se compraría?

Yo propongo lo siguiente: que Wilfredo Prieto, que tiene los ojos verdes, y todo su equipo artístico, asistentes, galeristas, coleccionistas, curadores, productores, sponsors, amigos artistas, amigos con influencia, amigos de amigos con influencia, Galería Habana, Fondo de Bienes Culturales, Ella Fontanals Cisneros, fundaciones artísticas, organizaciones sin ánimos de lucro… consigan los permisos pertinentes para que, en una performance anticlasista de intervención del espacio, todo el pueblo de Zaza llegue un día de improviso al Kempinski y ocupe el lugar de todos los huéspedes, clientes y consumidores que se encuentren en ese momento en el hotel

Los huéspedes, clientes y consumidores ocuparán a su vez el lugar de los trabajadores del hotel. Los trabajadores del hotel podrán decidir entre ocupar la posición de huéspedes, irse a sus casas a descansar o ponerse a contemplar la performancecomo público espectador. 

La duración de la performance será de una semana. 

Una semana en la que todos esos cuerpos perfectamente bronceados, perfectamente musculosos, perfectamente depilados, algunos seniles, otros con los cabellos y los pechos oxigenados, todos magnífica y afrancesadamente olorosos, en resumen, todos esos cuerpos que lucen tan caros como si sudaran oro líquido, como si mearan oro líquido, como si su semen y sus jugos clitorianos fuesen oro líquido, como si no hubiesen sido tocados nunca por ninguna Revolución, todos esos cuerpos se verán confinados a los mismos movimientos diarios: abrir puertas, cerrar puertas, hacer camas, deshacer camas, volver a hacerlas, lavar ropa, planchar ropa, volver a lavarlas, volver a plancharlas, fregar platos, fregar calderos, fregar bañeras, fregar váteres, fregar suelos, salones, cocinas, comedores, balcones, volver a fregarlos, servir, poner, reponer, coger, recoger, desempolvar, barrer, aspirar, limpiar, colocar, recolocar, lustrar, servir, sonreír, servir… 

Y todos esos cuerpos espirituanos, maltostados por el sol, amelcochadamente sudorosos, oliendo a rayo encendío, a la legua claramente tocados por una Revolución, una vez superado el confinamiento socioeconómico y geográfico-espacial que se les impone, podrán “disfrutar de una hospitalidad de lujo en cualquiera de las 246 habitaciones o suites amplias con techos altos, ventanas francesas y camas King y Queen size” que ofrece el hotel a sus huéspedes, clientes y consumidores. 

“Podrán disfrutar también de una variedad de bares y restaurantes, entre ellos un Cigar Bar y un restaurante y bar panorámicos en la azotea con vistas espectaculares de la ciudad. Podrán además relajarse en el spa, el gimnasio y la piscina de la azotea”Todo eso durante una semana. Y al octavo día procederemos a preparar colectivamente la escultura infinita para su inauguración. 

Comenzaremos por la última planta, esa que tiene la Suite Presidencial Lorca; arrancaremos todas las puertas y las ventanas francesas y las pondremos en forma de pira encima de las camas King y QueenDecía Lorca: “¡Si muero, dejad el balcón abierto!”. Y dice El Micha: “¡Todo el mundo por la ventana, que cogió candela La Habana!”.

Todo el mundo sacará un fósforo y una guayabera, esa que nadie usa en Cuba, pero dicen que se inventó en Zaza y conformó la identidad de todos los cubanos (¿y las cubanas?) Prenderemos el fósforo, y con el fósforo la guayabera, y con la guayabera la pira de madera francesa. No vamos a matar la estrella, vamos a matar la constelación entera, esa que titila en forma de araña desde el techo. Repetiremos la operación descendiendo por cada una de las plantas del hotel, de modo que al llegar a la calle ya las llamas infinitas hayan alcanzado el cielo, ahora tan rojo, ahora tan bello. 

Será nuestro propio ritual mágico-religioso. Un espectáculo magnífico que contemplaremos con gusto, aunque no sea nuestro preferido. Veremos arder el Kempinski como vimos arder Notre Dame, aunque después vengan ustedes y lo reconstruyan.

Entonces nos iremos al bosque ecológico, sin fogatas ni carreteras, a contemplar las estrellas aún vivas, esas que espero todavía puedan verse en Cuba desde algún lugar como Zaza. 

Porque nosotros no venimos a quedarnos. No se preocupen, no se asusten, no se incomoden ni se inquieten. Nosotros no venimos a que nos incluyan ni a que nos reconozcan. No venimos a exigir ni a reclamar nada. No queremos sus camas y colchones industriales, no queremos sus ropas de diseñador, ni sus trajes a medida, ni sus artículos edición limitada. No queremos su acceso Premium a la vida. 

Queremos la vida toda sin limitaciones ni medidas. No queremos un pedazo de tierra: queremos la tierra toda para movernos libremente por ella. No queremos que vengan a domesticar la periferia: queremos que se mestice el centro. No venimos a igualar las diferencias: queremos la diferencia radical y absoluta de cada cuerpo viviente. Todos los animales son diferentes, pero ninguno es más diferente que otro. 

No venimos a dialogar ni a que nos escuchen ni a que nos representen, nosotros no hablamos vuestro lenguaje. Nuestro lenguaje es intraducible, es onomatopéyico y no cotiza al alza en ninguna bolsa del mercado. Nuestro lenguaje es el lenguaje del fuego, los ciclones y el aguacero, el lenguaje de la gota de rocío, del marabú, el regaliz y el algarrobo; el lenguaje del gorrión, el tomeguín y el canario; el lenguaje de las piedras, del sol que raja las piedras, de la tierra colorada y el fango. 

Nuestra sintaxis es la sintaxis del ramo del mamoncillo y del racimo de plátano, la sintaxis de la cáscara de piña, de las semillas de guanábana, del caparazón de la jicotea y de la piel de la iguana, la sintaxis de la tela de la araña y del panal de las carcomas. 

Nuestro tropos es el tropos del murciélago, de las cucarachas, el tropos de los grillos, de las moscas, del cocuyo y los alacranes, del tornado y el rabo de nube. 

Nuestra gramática es la gramática del silencio estrepitoso de la noche, de la noche perfumada de mangos y jazmines, de los cuerpos sudorosos en la justa oscuridad de la noche, de la marea incontenible ante la luna, de las partículas de polvo que quedan al descubierto ante el rayo de luz, la gramática de las yerbas y las flores que siguen creciendo silvestres a la orilla del asfalto.

Alguien podría decir: he aquí uno más de los que quieren hacerse un nombre a costa de nombrar a los que ya se han ganado el suyo. Pero otra vez se equivocan. Nosotros no queremos un nombre: los queremos todos y al mismo tiempo

Queremos el cacareo inentendible de todos los nombres juntos y no la melodía resultante de la letra tras la letra, del nombre tras el apellido. 

Nosotros no queremos producir español, ni cubano, ni latino, ni criollo ni caribeño, no queremos producir europeo, ni hispano ni americano. Nosotros simplemente queremos ver arder el Kempinski como vimos arder Notre Dame

Y para los que se estén preguntando quiénes somos: nosotros no somos los pinos nuevos, somos las malas hierbas. 

Nosotros somos todas las hijas putas que parió y crio la mujer del carpintero.




Réquiem por la norma - Ana Lourdes

Réquiem por la norma

Ana Lourdes

Todos los sueños húmedos de mi generación tienen a Wendy Guerra como protagonista, dirigiendo una orgía guerrillera vestida solo con una boina verde olivo hecha por Gucci, mientras cabalga sobre Julio Antonio Mella. Y contrario a lo que pueda pensarse, esto tiene que ver más con el MeToo que todas las páginas que se han escrito al respecto.