Columna de blindados rusos en dirección a la capital de Ucrania.
El pasado 24 de agosto, Ucrania celebró su Día de la Independencia; probablemente el más especial después de librarse del yugo soviético. En el aniversario 31 de su independencia, se ha convertido en un país muy diferente del que era hace apenas seis meses. Un país que, si bien está sufriendo, sigue siendo fuerte contra un enemigo abrumadoramente superior en correlación de fuerzas y medios de combate.
Sin embargo, la Ucrania de hoy es más fuerte y resistente que nunca. Y lo más importante: sus valores, ideas y futuro son más concretos que nunca.
Hace seis meses, el 24 de febrero, Rusia lanzó una invasión a gran escala pretendiendo poner fin a la independencia de Ucrania. Aquella mañana invernal, la «segunda potencia militar más fuerte del mundo” inició su ataque masivo contra este país desde todas las direcciones.
Los misiles llovieron sobre sus ciudades. Las tropas enemigas cruzaron la frontera. Los aviones lanzaron las tropas especiales aerotransportadas. Para los que fuimos sorprendidos por este inconcebible evento, nos parecía que sobre Ucrania había caído el Armagedón.
La incertidumbre era total: no había garantía de que el siguiente día, la próxima semana o el verano llegaran. Nada era seguro más allá del horrible zarpazo lanzado por Rusia.
La cobertura occidental de la invasión a menudo hablaba de “cuándo” caerá Kiev, no de “si”. Era David contra Goliat y el mundo no esperaba un milagro. Y no fue un milagro. Fue coraje, poder, el deseo de sobrevivir y preservar su independencia, su libertad y su futuro lo que mantuvo a Ucrania luchando.
La población de 40 millones de ucranianos vio sus vidas trastornadas por el artero ataque de un vecino belicista hambriento de poder e ínfulas imperiales. Cientos de miles de habitantes se vieron obligados a huir de la zona de guerra.
Se está todavía lejos de conocer el costo total de la guerra. Cuando los territorios ucranianos sean liberados de Rusia, el mundo comprobará que las fosas comunes de las masacres cometidas por los invasores alrededor de Kiev son solo el inicio del dantesco genocidio que ha cometido Putin.
La invasión puede haber sido una sorpresa para todo el mundo civilizado debido a su escala, pero también es la culminación de los brutales intentos de Rusia de subyugar a Ucrania y la continuación de la lucha de siglos de esa nación por su independencia.
Ucrania resistió las invasiones, las prohibiciones del idioma y los libros nacionales, una hambruna genocida provocada por el hombre, la tortura y el asesinato de su intelectualidad, pero nunca los ucranianos pensaron en rendirse. La historia de Rusia ha estado moldeadapor los intentos de subyugar a Ucrania y, una vez más, está condenada al fracaso.
Imágenes de satélite con parte del enorme convoy ruso en dirección a Kiev.
Ucrania no cayó en tres días. Su capital, Kiev, no pudo ser ocupada. Cuando todas aquellas imágenes de satélite mostraban inmensas columnas de más de 45 kilómetros de tanques y todo tipo de vehículos blindados en dirección a la capital, quedando paralizados los corazones del mundo democrático, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos afirmó al Congreso, en una audiencia urgente, que este país caería en 72 horas.
Poco después, el presidente estadounidense, preocupado por lo que parecía ser el inminente asesinato de Volodímir Zelensky, le ofreció protección y sacarlo del país. Pero su respuesta: “No necesito un paseo, lo que necesito son armas”, fue la frase que sentó las bases para la resistencia y victoria del pueblo ucraniano.
Ucrania depende de Occidente para obtener apoyo, pero es el resto del mundo el que depende de Ucrania para detener la agresión que se extenderá fuera de esta región si no llega a contenerse. La victoria ucraniana señalará la derrota de la agenda expansionista y revisionista, y limitará los deseos de las autocracias belicistas de redibujar las fronteras internacionales.
Sin embargo, su pérdida significará el fin del orden mundial establecido y dará luz verde a aquellos con poder militar para hacer la guerra, usar el genocidio como arma, y tener poco respeto por la democracia y el Estado de derecho.
Occidente necesita a Ucrania tanto —o quizás más— como Ucrania necesita a Occidente. Y países como Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, el Reino Unido y Estados Unidos entienden este simple hecho. Por ello, su apoyo ha resultado vital.
Sin embargo, Ucrania necesita más, tanto de aquellos que ya están apoyando plenamente al país, como de quienes han tardado en entregar las armas prometidas. Preservar una Ucrania independiente y asestar el golpe final a la Rusia imperialista debe ser el objetivo número uno del mundo democrático. La única manera de poner fin a la guerra es proporcionar a Ucrania todo lo que necesita para ganar: artillería, aviones, cohetes de largo alcance, entrenamiento y fondos para mantener a flote la economía del país.
Mientras, Ucrania celebró su Día de la Independencia en medio del bombardeo ruso y la ocupación de casi 20% del territorio del país. Debemos tener claro de qué se trata esta lucha: no es solo la propia independencia ucraniana, la de su pueblo y su cultura. El mundo necesita también a una Ucrania independiente para nunca ver la guerra a las puertas de sus países.
Se trata de dar una oportunidad al orden mundial que Rusia está tratando, desesperadamente, de destruir. Por tanto, apoyar a la nación ucraniana no es caridad, es una necesidad. Es interés del mundo que Ucrania, el próximo año, y para siempre, pueda celebrar su Día de la Independencia, libre y en paz.
El 11J: la misma guerra de razas
Hay que advertir que, tras las protestas del 11J, quedó claro muy pronto que la delincuencia, la marginalidad, la indecencia y el anexionismo, para el Estado,tenían una geografía: la de los barrios.