La nueva tendencia es tener un amigo coronel para ir a la playa. La ola de memes desatados a raíz de la directa de Facebook realizada por Paula Massola, son la nueva incorporación al amplio repertorio de humor digital que ha ocupado las redes en estos meses de aislamiento social debido al nuevo coronavirus (es casi un deber mencionarlo al menos una vez en cada texto).
De las ácidas críticas alrededor de las medidas tomadas por Etecsa a “la base de todo”, que proponía el presidente Díaz-Canel, ahora el batón del entretenimiento recae en la sorna derivada de los privilegios que tienen algunas personas en el“sociolismo”.
El alto vuelo que alcanzaron algunos nativos digitales para ejercer la diatriba me recordó el magnífico texto Indagación del choteo, de Jorge Mañach. De la mano de este recuerdo vinieron preguntas difíciles:
¿El choteo al que se refiere Mañach sigue latente en el cubano del año 2020?
¿El meme es la versión digital del choteo?
¿A qué responde el meme?
¿Qué es un meme?
Las preguntas se agolpan unas tras otras, tropiezan entre ellas, se montan, se reproducen. Ojalá y los cerdos tuvieran la fertilidad que tienen ellas… Por cierto, ¿y el cerdo?
Como dice Estopa que dijo Jack el Destripador: “Vamos por partes”.
Según la RAE (ese lugar indómito en el que “whisky” se escribe con “g” y sus respectivas diéresis y “subir para arriba” es tan válido como el idioma cervantino), la palabra meme, en su segunda acepción, significa: “Imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet”.
Aclarado el término, ¿queda alguna duda sobre qué es un meme? ¿Alguien no ha visto un meme?
En la situación actual, el meme sirve para hacer un sondeo de las inquietudes y molestias del cubano, y del ser humano en cualquier sociedad.
El signo denominado como meme resulta la vía expedita para comunicar una idea, ofrecer un punto de vista, plantear paradojas. Es una nueva herramienta comunicacional, directa, fácil, graciosa, de cómoda reproducción, como las preguntas. Su pequeño espacio viene a funcionar, en los muros virtuales, igual que el grafiti: resumen de noticias, látigo social.
Me atrevo a decir que el meme se ha consolidado como una nueva herramienta comunicacional y, como tal, tiene virtudes y defectos. Entre las virtudes: la ya mencionada posibilidad de establecer una encuesta sobre el comportamiento social, una visión diferente de la idiosincrasia y sus fibras más sensibles. El entorno digital posibilita la libertad de expresión y la búsqueda de sentimientos afines: desde una postura u otra, más o menos políticamente correctas, pero libertades al fin. Su deficiencia fundamental está en la volatilidad. La facilidad con que se pasa de un tema a otro no permite asimilar la crítica que contiene, que se queda en un intento superficial.
El meme, en su representación más burda, es la versión cibernética del choteo. ¿Y qué es el choteo?
Tema central del texto de Mañach, el choteo sigue latente en la Cuba actual. Para explicar mejor el término: el choteo es la burla sencilla y superficial sobre una persona o hecho determinado, el “chucho”. Sus limitaciones están en su mismo punto de partida, en la facilidad con que fluye y en la poca profundidad de sus argumentos. Puede ser ocurrente, divertido, pero siempre se queda en esa primera línea del humor, un estado infantil puesto en boga por humoristas como Robertico y Limay Blanco.
Levanto mi mano, digo que el choteo es necesario, pero sé que esta es una declaración complicada.
El choteo es necesario porque revela un irrespeto: descender de nivel a lo sagrado para situarlo en el espacio banal, en lo cotidiano. El “chucho” es el nuevo memento mori, y más si se lleva a cabo en el terreno de la política. No es lo mismo burlase de un minusválido que de un policía. Esta clase de humor dinamita la autoridad, sea cual sea. Para el que realiza la chanza, la víctima carece se prestigio, lo pierde todo; al menos en lo referente al tema que provoca la jocosidad.
Asemejar a la compañía de Telecomunicaciones ETECSA con el zorro de Dora la exploradora y gritar para que no se lleven tus datos es una muestra de este irrespeto hacia la autoridad (ETECSA es la única compañía de este ramo existente en la Isla, y su prestigio se resume solamente en esa categoría: la unicidad).
El choteo no tiene límites, nadie escapa de sus garras. Desde el político al funerario, todos pueden ser objeto de burla.
Si el meme es equiparable al choteo en su representación grosera, en la más fina se adentra en los territorios de la ironía. Cuando la metafórica lengua viperina se dedica a la crítica del poder y sus gobernantes, este modo de expresión continúa la larga tradición del humor político. El humor que acusaba y fungía como látigo social, ese que no recuerdo haber visto en los periódicos y que, gracias a Dios, sí he visto, aunque mutado, en el campo del arte. (Perdón por las prisas: en Cuba aún existe humor político en la prensa oficial; los humoristas pueden decir lo que quieran… sobre Estados Unidos).
La pérdida de lo sagrado en el apartado político muestra también la desmitificación de la Revolución, el desencanto, el desencuentro, el desarraigo de la sociedad y la irreverencia, el irrespeto, el impudor hacia los encargados de trazar los rumbos. El choteo, por supuesto, evidencia una pérdida de valores, y ¿de quién es la culpa?
El francés Henri Bergson calificaba al humor de crítico social, lo denominaba corrector de la mecanicidad de la vida, corrector de actitudes para con la sociedad. Desde esta posición, el grafiti digital cumple su función, despierta la risa. Pero, ¿quién la oye? ¿Quién puede modificar su actitud cuando es tan fácil evadir la crítica: solo con apretar el botón de apagar?
Quizás la pregunta más importante es: ¿Qué clase de humor propicia el cambio? ¿La burla o la ironía? Más incisivo aún: ¿El humor propicia el cambio?
La burla ridiculiza por su picardía, por su rapidez, pero es fácil desmantelarla, porque es efímera. La ironía es más hiriente, es capaz de encontrar las contradicciones y mostrarlas al público. La ridiculización que lleva a cabo la ironía es más profunda, porque utiliza las mismas armas que lo que busca ridiculizar.
Estos tiempos de pandemia han exacerbado los humores, pero hasta ahora no han provocado cambio alguno.
En estos días el meme, los memes, han significado catarsis, gritos al ciberespacio. Han provocado réplicas en Cubadebate, pero nada más.
Si se queda solo en su faceta banal, si no despierta el pensamiento, la inquietud, el meme es tan solo una válvula de escape. Si solo se queda en el desahogo seguirá siendo efímero, otra forma de enajenación que no abrirá jamás sus alas para alzar el vuelo.
Tomo prestadas las palabras finales de Indagación del choteo para esgrimirlas como consigna, como posibilidad de expresión, como libertad al fin y al cabo, con la romántica fantasía de que sirvan para algo:
“Ha llegado la hora de ser críticamente alegres, disciplinadamente audaces, conscientemente irrespetuosos”.
Imagen de portada: © Los memes de Luis.
De ciervos y cuernos torcidos
Hasta hace unos meses, llevar un burka en cualquier sitio del espacio europeo, además del rechazo social que generaba, era un delito anticonstitucional. Hoy, con la crisis desatada por la COVID-19, el delito se ha invertido: llevar el rostro descubierto atenta contra la seguridad social al permitir la propagación del virus.