Gueto a la cubana (III)

12 de abril, 11:00 a.m. Sentados frente al televisor para conocer las cifras de hoy. 49 confirmados como positivos de 1895 estudiados en el día de ayer, para un total de 669 casos.

Me percato de algo. Nunca antes había seguido tanto la TV cubana. En general no me interesa. Para informarme uso otras vías, cuando puedo. De lo contrario, me mantengo al margen de todo.

Ahora eso es casi un suicidio. Es necesario estar al tanto de lo que ocurre, en el país y fuera de él.

Hace tres noches, un programa de TV fue revelador para mí. Se trataba de un espacio dedicado a analizar la nueva Constitución: Hacemos Cuba. Invitado, el segundo jefe de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).

Se hablaba acerca de las medidas de contingencia que se aplican para controlar la transmisión de la pandemia en Cuba. De la indisciplina social. Del papel de la policía en la tarea de impedir la propagación de la epidemia.

Mostraron estadísticas concretas, con términos específicos que categorizan el grado del delito. Hasta esa noche, 8 de abril, habían sido “profilactados” 36 522 ciudadanos. Son 3 512 los multados, 2 591 los apercibidos, 679 han recibido advertencias y 16 fueron remitidos a unidades policiales.

Esa jerga activa no sé qué resortes en mi mente.

Sudan mis axilas, mi respiración se acelera, una oleada de humedad fluye hacia mi centro.

Trato de concentrarme en lo que dicen en la tele. Se refieren a los Artículos 1 y 45 de la Constitución, y al 187 del Código Penal, ocupado de la “Propagación de epidemias”.

Es difícil mantenerse ajena cuando vuelve la jerga: “desobediencia”,“desacato”, “agresión”, “resistencia a la autoridad”.


Adriana Normand - Gueto a la cubana

Descubro otros de los efectos del confinamiento: se manifiesta mi debilidad por el logos, se establece una conexión directa entre mis oídos y mi sexo.

Creo escuchar que te pido bajito: “ven…”

No tengo que explicar mucho. Enseguida captas. Conoces mi mente, la espesura que contiene, el contenido exacto que le da forma a mi deseo, esa suerte de esclavitud invisible que me domina.

Ojos tapados, mascarilla en manos. Te acercas por la izquierda:

—Ciudadana, colóquese usted el nasobuco, evite ser “profilactada”.

Tu voz es un látigo, me estremece entera.

—Le he dicho que obedezca, en caso de persistir la indisciplina, usted puede ser “apercibida”, multada, o recibir una carta de advertencia que quedaría archivada en sus antecedentes penales.

Son muchas las palabras, siento una fatiga repentina, me encuentro al borde del desmayo. Mi cuerpo se reblandece sin remedio; la ropa, esa frontera, se resbala por mi piel y me descubre.

—Ciudadana, ante tamaña desobediencia usted será remitida a la Estación policial. Manos a la espalda, voy a reducirla para su conducción.

Soy, efectivamente, “conducida” a la cama.


Adriana Normand - Gueto a la cubana

Allí me dices al oído:

—Ha sido usted “apercibida” en la noche de hoy y remitida a nuestro tribunal. Se le acusa de infringir el Artículo 187 del Código Penal, referido a la “Propagación de epidemias”. Este tribunal ha escuchado las acusaciones: confinamiento voluntario en un Consejo Popular que no le corresponde, mal uso del nasobuco, deambulación en La Zona.

Lato, me retuerzo, me resisto, cuando dices:

—Siendo encontrada culpable de cada cargo imputado, es usted condenada a prestar servicio comunitario, por el tiempo que dure la cuarentena. ¿Tiene algo que reclamar?

Te imploro, aún sin abrir los ojos:

—Yazca conmigo, agente, “profilácteme” como corresponda.

Vuelvo a la realidad. 

Estoy otra vez frente a la tele, contigo al lado. Me he perdido una cifra importante.

—¿Puedes decirme el porciento de mortalidad en Cuba? Me he distraído.

—2,7%.


Adriana Normand - Gueto a la cubana