En el Día Internacional contra la Homofobia, la Bifobia y la Transfobia, como denuncia de la violencia de Estado imperante en la Revolución cubana en contra de los homosexuales, ‘Hypermedia Magazine’ reproduce este artículo de Abel Prieto Morales, publicado justo después de las UMAP y poco antes de la parametrización de los intelectuales.
Este texto ha sido citado de manera errónea en la mayoría de los casos.
La cita correcta es: Prieto Morales, Abel: “Homosexualismo”, en Bohemia, año 61, no. 8, 21 febrero de 1969, pp. 108-109 y 113.
Esto no es un ensayo. — Las glándulas pierden prestigio como causal de importancia. — ¿Qué no es homosexualidad? — Lo que parece conceptuar el fenómeno en sí. — ¡Cuidado!, eso empieza temprano. — La familia y el ámbito. — Un regreso difícil. — Lo importante es cómo evitar que se produzca el homosexual. — ¿“Comprende” usted el problema?
Hace unas semanas, un joven desmovilizado del Servicio Militar Obligatorio vino a nuestras oficinas para quejarse de que había sido rechazado por la Comisión Provincial Investigadora como aspirante a profesor de secundaria básica. Le pregunté:
—¿Te explicaron la causa?
—Parece ser un problema de mi pasado.
—¿Qué tipo de problema?
Bajó la cabeza y respondió:
—Un problema moral.
Traté de mirarlo frente a frente, y le pregunté sin más preámbulo:
—¿Una experiencia homosexual?
No dijo más, su silencio era en sí una respuesta.
Nada podía decir, externamente, que el joven fuera homosexual. Ninguna manifestación de amaneramiento, ningún vestir extravagante, ninguna actitud sospechosa. Tenía las mejores condiciones en cuanto a preparación técnica, pero ya él mismo reconocía que debíamos buscarle otro trabajo.
Este hecho y otros similares han estimulado en mí la divulgación del fenómeno del homosexualismo. No como pretensión de ensayo, ni para anunciar el descubrimiento de la solución del problema, sino como una consecuencia de las decenas de conversaciones que hemos tenido con multitud de pedagogos, psicólogos, psiquiatras, maestros, profesores y padres de familia, principalmente en Europa, que me han sensibilizado grandemente sobre este problema, del cual hay una gran ignorancia popular.
Nuestro artículo va dirigido, pues, a la gran masa de maestros y profesores, a los padres y a los dirigentes de la educación en el nivel de base.
Hoy no lo sabemos todo en cuanto al fenómeno del homosexualismo, pero sí la ciencia ha descubierto hechos que desvirtúan otros que se daban como ciertos por la inmensa mayoría de los llamados “entendidos” en la materia.
Era muy popular, hace 20 años, la frase de Marañón: “Culpar a un invertido de su homosexualidad es lo mismo que acusar a un diabético de su glucosuria”, y esto otorgaba importancia constitucional u hormonal irrebatible a la homosexualidad.
En un trabajo de Kallman, aparecido en 1952, este autor pretendía demostrar científicamente la aseveración anterior: de 40 jimaguas idénticos, 37 eran homosexuales; mientras que de 45 parejas de jimaguas fraternales, 3 solamente lo resultaban ser. Esta investigación, por muchos años, dio fuerza extraordinaria al carácter glandular o endocrínico de la homosexualidad.
Más tarde se ha observado que el trabajo del referido autor, en cuanto a los jimaguas monocigóticos se refiere, no tenía la validez que se le atribuyó en principio, ya que los estudiados provenían de medios criminales, caldo de cultivo para la producción del homosexual de origen clásicamente psicosocial.
Cabe preguntar, pues: ¿Se nace o se deviene un homosexual? O en otra forma, ¿se trata de un determinismo biológico innato o de un fenómeno adquirido?
Hoy estamos en condiciones de responder de inmediato a esta pregunta. Los psiquiatras, casi unánimemente, están por la evolución adquirida, ya que el factor congenital se concreta a un porcentaje muy limitado de casos.
En un informe de la Comisión que estudia los problemas de la adolescencia en el Minsap, de noviembre de 1965, se dice:
“Las causas de la homosexualidad, desde el punto de vista estrictamente biológico, pueden considerarse como desconocidas hasta el momento actual. No se han encontrado causas somáticas, genéticas u hormonales de manera convincente, y no existe hasta ahora un tratamiento biológico efectivo”.
Se sabe que el homosexualismo no es un fenómeno reciente. Se ha presentado con gran fuerza en todas las sociedades en decadencia. En la Grecia, en Roma y en Egipto antiguo, en la Alemania imperial y hitleriana, y en los Estados Unidos, donde el propio FBI denunció recientemente la existencia de 4 millones, cifra muy conservadora a nuestro entender.
El profesor Clement Launay, médico de los hospitales de París, dice en un artículo aparecido en el No. 8 de L´Ecole des parents, 1966: “El homosexual es orgánicamente una persona absolutamente normal. Normal no solamente en sus órganos, sino en todas sus funciones endocrínicas. El homosexual también es normal, contrariamente a lo que se pudiera pensar, en su morfología. Sin duda existe, entre los homosexuales, un pequeño número de sujetos que tienen gestos ‘amanerados’, pero estas características se encuentran también entre los no homosexuales”.
Es decir, un amanerado no es necesariamente un homosexual, aunque esta es la forma más observable, la que más conmueve, la que pudiéramos llamar más despreciada, porque es la más espectacular y a veces la más venal de todas. Pero “de hecho, en la generalidad de los casos, nada distingue morfológicamente el homosexual del heterosexual”.
Este es el caso de los travestidos, o sea los que en estado orgánicamente normal rechazan pertenecer a su sexo. Es histórico Charles de Beaumont d´Eon (1728-1810), agente político de Luis XV, quien aparecía vestido de mujer en la corte de la zarina Isabel, en la cual solía hacer lecturas en alta voz. Estos casos no devienen necesariamente homosexuales, y son tan raros, que no constituyen un verdadero problema social.
El hermafroditismo no es un problema homosexual como se ha creído a veces. Es la coexistencia, en el mismo individuo, de dos gónadas, una masculina y otra femenina, y parecen ser casos excepcionales en la raza humana.
Tampoco puede diferenciarse un homosexual porque tenga o no descendientes, pues hay numerosos ejemplos de ambivalencia, “con un doble potencial homo y heterosexual”. Hay muchos homosexuales que, casados o no, tienen hijos, y no puede hablarse con rigor científico de una tendencia hereditaria.
Parece ser que el homosexualismo es una alteración del instinto sexual. Según Marcel Eck, en Sodome. Essai sur l´homosexualité (1966), es “una voluntad consciente, obstinada, partidaria de seguir, contra todo, un camino en el cual se ha empeñado sin idea de regreso”. No se puede comprender, pues, la homosexualidad si no se le clasifica como un estado neurótico. “El término neurosis es el que conviene en estas condiciones, puesto que se trata en el origen inicial de la homosexualidad, de una fijación o de una regresión a un estado infantil”. (Recordemos aquí que bajo la “neurosis” se incluyen los trastornos del sistema nervioso que no tienen origen somático.)
Es enteramente falso, como quieren hacer creer algunos autores, que la homosexualidad sea un estado normal y necesario de la evolución masculina. Pero sí es cierto que las “imágenes homosexuales” comienzan mucho más pronto de lo que la inmensa mayoría de los padres y maestros consideran. “Es altamente probable que la identificación con su propio sexo tenga que ser aprendida por cada individuo, y que este proceso de aprendizaje pueda por diferentes motivos fallar e invertirse. Es probable que este proceso de aprendizaje empiece temprano, en los primeros años de la vida, y que se refiera inicialmente, no al sexo con exclusividad, sino más bien al papel social masculino o femenino de cada individuo. De ahí que la investigación, así como la prevención, deba iniciarse a edad temprana para influir sobre los mecanismos de este aprendizaje” (Del referido informe de la Comisión de Salud Pública).
Sin lugar a dudas, las circunstancias exteriores ejercen una gran influencia sobre lo que se ha dado en llamar “la identificación con su propio sexo”. Y estos factores externos comprenden el medio familiar y el ámbito social circundante. Cuál de las dos con mayor fuerza ―a veces ambos conjugados―, desvían los instintos sexuales y producen esa personalidad neurótica, que es en todos los casos la de un homosexual típico.
El niño de 3 a 6 años atraviesa un estado normal de edipismo (complejo de Edipo, o sea sinónimo de homosexualidad incestuosa en el hombre hacia un ser consanguíneo del sexo opuesto). Esto se ejerce de modo insensible porque el niño depende en su totalidad de la madre, y solo cuando llega el momento de “escapar” del regazo materno ―instante de identificación con la imagen paternal― es trascendental que no encuentre una imagen desvalorizada del padre.
Cuando se estudian los casos de jóvenes de violencias frecuentes, de inhibición, de incertidumbre, de conducta irreflexiva, los psiquiatras comprueban que en la inmensa mayoría de los casos hay una imagen pobre, a veces aborrecida, del padre, como las que provocan los que han abandonado a la madre, los violentos, los alcohólicos y los padres celosos hasta la morbosidad. Por otra parte, estas manifestaciones anormales de la conducta encuentran su germen también en una protección demasiado cerrada y constante, excesivamente erótica por parte de la madre, peligro que es mayor en la preadolescencia, cuando el joven pasa por su estado sexual ambivalente.
En resumen, la desvalorización del ideal del yo paternal ―contraste amargo entre lo que se le ofrece y lo que él se imagina― y la intimidad anormal con la madre, más allá de la etapa natural de madurez emocional, constituyen manifestaciones de edipismo, pasos primarios hacia la homosexualidad. Esto es un fenómeno muy complejo, pero lo importante a destacar es que la indecisión sexual de un adolescente puede ser el desequilibrio emocional en el seno familiar, ya por la imperfecta diferenciación sexual entre sus padres, ya cuando no se comportan a plenitud como tales. Unas veces el padre ejerce una autoridad ciega que lo convierte en lo que algunos psicoanalistas llaman “padre castrador”; otras veces, la madre, cuyo papel es más importante todavía, no permite que su hijo vuele con sus propias alas. Es la “madre celosa” que desplaza al marido de su lecho para compartirlo con su hijo; o la esposa frígida, que rechaza el acto sexual por despreciable y busca la realización inconsciente del matrimonio con su hijo idealizado.
Pero siempre habrá que hablar de ambos padres como culpables de esas falsas imágenes proporcionadoras de motivos homosexuales. Es la “constelación familiar” el laboratorio creador del fenómeno psicosocial que nos ocupa.
En un trabajo llevado a cabo por el Servicio de Psiquiatría Infantil del Hospital Docente “General Calixto García”, y aparecido bajo el título “El afeminamiento en el niño” en la revista Psicología y Educación en octubre-diciembre de 1965, se agrupan los ítems usados en la investigación en los siguientes núcleos, que ya habían aparecido como causales en la fase de observación clínica:
1.-Ausencia física del padre desde seis meses o más antes de la aparición de los síntomas.
2.-Ausencia emocional del padre en igual tiempo.
3.-Paciente sobreprotegido y criado dentro de la casa, lo que se expresa en nuestro país con el término “recogido” en la casa.
4.-Mayoría y preponderancia femenina en el ambiente.
Las circunstancias exteriores ejercen sus “fechorías” en los casos de indecisión sexual y además cuando las circunstancias son propicias para el hecho en sí.
Mucho más grave que las amistades particulares entre muchachos, que llegan hasta encuentros nocturnos con masturbaciones mutuas, es el contagio creado por los adultos homosexuales, y particularmente por el acto homosexual ejercido por un adulto sobre un joven. A este respecto nos dice el citado profesor Launay: “Contrariamente a lo que se puede creer, la imagen desagradable o el recuerdo doloroso que de él resulta, no son solo un juego; se transforman demasiado pronto en complacencia que alimenta imágenes de consecuencias nocivas”.
Esto es lo que da verdadero sentido social al hecho de la homosexualidad. No solo hay que denunciar toda una literatura que tiende a erigir la homosexualidad en un cierto patrimonio estético, lo que Marcel Eck llama “tentación del mito estético”, sino también los medios literarios, artístico teatrales, de la moda, de la alta costura, que ponen, según los psicólogos franceses, “de relieve la primacía del refinamiento, y esta noción de que la homosexualidad confiere a sus adeptos un tipo de privilegio”.
En todo el mundo, los preocupados por estos problemas, que sin lugar a dudas lo califican como un fenómeno de origen psicosocial, denuncian que el verdadero contagio se ejerce en las grandes ciudades, a la sombra de los cabarets, de los salones especiales de reunión, “en los cuales el carácter común es precisamente una cierta pretensión de buen gusto y de finura selectiva”.
Es muy raro el homosexualismo en el campo, en el medio sano donde la lucha por vencer la naturaleza es una actividad diaria y constante.
El informe de Salud Pública a que nos hemos referido en repetidas ocasiones se identifica plenamente con todas las teorías modernas sobre el aspecto social de la homosexualidad. A este respecto dice de modo terminante: “La conducta del homosexual verdadero presenta algunos puntos de semejanza con la adicción a las drogas, como es el hecho de una actividad compulsiva que incluye la tendencia a formar grupos de seguidores y propagadores con seducción a nuevos practicantes”.
Es aquí necesario destacar el peligro del contagio social, o sea el principio de imitación a grandes figuras como Sócrates en Grecia, los césares en Roma, Oscar Wilde en Inglaterra, Gide y Marcel Proust en Francia, para no citar personajes de actualidad que puedan provocar estridencias innecesarias.
―¿Hasta qué punto tiene cura la homosexualidad?
“Una vez iniciada la actividad homosexual, se constituye en impulso intenso con poca tendencia a la reversibilidad espontánea o a través de la terapéutica. Asimismo la psicoterapia parece tener poco éxito en el tratamiento del homosexual”.
Pero sí es necesario llevar a cabo una profilaxis tanto social como familiar.
En cuanto a la profilaxis familiar, los psicólogos, psiquiatras y educadores están de acuerdo en que es muy simple: Que el padre se comporte como tal y que la madre tenga dentro del hogar el lugar que le corresponde. Por muy ocupados que estén ambos, siempre deben ofrecerle un ámbito de equilibrio emocional que evite toda posible desviación de los instintos. En el caso de la mujer sola, ya sea divorciada, viuda o abandonada, si se despoja de todo rencor y actúa con inteligencia, no hay peligro alguno de propiciar el germen de la homosexualidad. Claro está, no es un problema sencillo. Es una cuestión compleja que requiere a veces tantas consideraciones como casos particulares puedan existir.
En cuanto a la profilaxis externa, ya es necesario considerar una gran tarea social.
En efecto, los adultos homosexuales son numerosos, y están en todos los medios y en todas las profesiones; muchos son a la vez heterosexuales y homosexuales. El hecho no se reduce a reconocerlos ni a desconocerlos, sino a evitar que sean factores de contagio. Para ello, lo recomendable es, básicamente, procurar que no sean conductores de juventudes y tengan el menor contacto posible con la niñez que surge. Y no es cuestión de fraccionarse entre los que comprenden el fenómeno y los que no lo comprenden. El problema hay que comprenderlo… pero nunca desde un punto de vista interesado.
Un recuerdo nos llega ahora a la mente:
Hace algunos años, atendimos en Cuba a un alto funcionario internacional. Mientras almorzábamos, y por sugerencia nuestra, comenzamos a hablar sobre el homosexualismo.
Fui grandemente impresionado por su actitud hacia la “comprensión” del fenómeno, no solo desde el aspecto individual sino también social. El visitante defendió el homosexualismo desde el punto de vista histórico, artístico, y sobre todo desde el llamado respeto a las minorías.
Un tiempo después, estando en una recepción en París, junto a un amigo, también alto funcionario internacional, se acercó el primer personaje de esta narración y saludó a ambos, a nosotros quizás con más calor y entusiasmo.
Al marcharse, el amigo nuestro hizo este comentario altamente significativo:
―Parece que usted es amigo de uno de los homosexuales más famosos del mundo.
Entonces… yo “comprendí” muchas cosas.
El problema está en comprenderlo… y resolverlo:
Una actividad sana, desarrollada en forma sistemática, dentro de la acción productiva, recreativa, artística, deportiva, como se llevan a cabo en nuestro país, y como es necesario incrementarlas y sistematizarlas aún más, constituye el medio profiláctico más eficiente al alcance de nuestro desarrollo y de nuestras posibilidades.
El corazón de una madre puede ser una pradera pero también un ladrillo
Quisiera felicitar y mandar fuerza a todas las madres cubanas que tienen a sus hijos presos o esperando una sentencia, por manifestarse en contra de un gobierno que es una dictadura.