INSTAR y el arte de, al menos, caminar

Cuando los grandes paquidermos (esto es, las instituciones gubernamentales) se hayan hundido del todo, supongo que INSTAR (Instituto de Artivismo Hannah Arendt), del que Tania Bruguera es directora, cobrará relieve como uno de los principales centros de creación, activismo, pensamiento y comunicación en Cuba. Me dedico hoy a reseñar, de la manera que a un artista se le permite reseñar, su ciclo de talleres: Leer, caminar y soñar el futuro. ¿Cómo participar y disentir al mismo tiempo?

Cuba vive los últimos estertores de los viejos paquidermos. Son estertores intensos, llenos de miedo y chantajes burocráticos, hábilmente disfrazados… ¿Disfrazados de qué? No sabría decirlo. 

El taller contó con la presencia de Eric Gottesman, Profesor Asistente de Arte en la Universidad Estatal de Nueva York, fotógrafo, escritor y artista visual; y de Jamille Bigio, experta en participación de mujeres en movimientos sociales. Con ella, tuvimos una actualización sobre las instituciones de cuidados y la manera en que aparecen o las hacemos aparecer. 

Jamille sugirió preguntas y cuestionamientos profundos. Preguntas que hace una organización, INSTAR, pero al mismo tiempo preguntas sobre cómo trabajamos nosotros en nuestra sociedad, y las respuestas pueden guiar a otras organizaciones, al gobierno, a crear un ejemplo y tal vez un modelo sobre cómo las organizaciones pueden proveer a las personas y al mismo tiempo seguir siendo funcionales y productivas. 

“Una de esas cosas que siempre están al límite, una de esas criaturas que buscarían el origen de su nacimiento, esto es, un cubano, viaja en ómnibus en los cuales se pierde paulatina y momentáneamente la personalidad y ve un cartel en G y 27 que reza ‘Castro significa pueblo castrado’. Lo anterior es absolutamente mentira, pero es definitivamente verdad. Esa última sentencia en letras pequeñas. ¿Cómo sería, oh lector, la reacción de este hombre?”.
Ezequiel Rodríguez

Oromaye

Cuando Eric Gottesman terminó sus estudios de Historia y Política se fue a Etiopía. Allí contempló cosas que hunden o levantan definitivamente a un hombre. Eric, para fortuna de muchos, fue de los segundos. Etiopía es un país extraño.

Comenzó por colectar fotografías de los nativos, pues las imágenes que tenía de África eran solo de hambre y enfermedad. No se permitía tomar fotos en público, solo en estudios oficiales del régimen, previamente autorizados para ello, e incluso así las fotos tenían un ambiente tan tenso que parecía bochornoso que existiera en Etiopía la idea de individuo.

La miseria que vio allí lo hizo tomar las armas, es decir, las artes, y ante tanta necesidad de expresión frustrada, decidió expresarse a través de la cámara. El acto de fotografiar a una persona etíope obligaba a la interrelación, algo por lo que apuesta Gottesman. El VIH cundía el país haciendo la miseria más deplorable. Orfandad. Pero Eric entregó cámaras a los niños para que se imaginaran ellos mismos; no más 25 años de las mismas fotos de hambrunas del New York Times, ni fotos de pasaportes del régimen.

Nosotros, los habitantes del país de la supervivencia intelectual, nosotros los cubanos, no podíamos hacer más que asombrarnos y comprender, como tantas veces, lo bien que estábamos respecto a un país como Etiopía (esta misma idea de comparación es el signo que ha permitido sesenta años de dictadura).

Una de las cosas que despertó el interés de Eric Gottesman fue la historia de Oromaye, novela del escritor etíope Baalu Girma. Tanto así que pasó mucho tiempo estudiándola y traduciéndola. 

En el taller, a todos nos impresionó la utilización de la primera persona —que podría ser el autor, o no— en esa novela; una primera persona jugando constantemente con las psiquis y con lo posible. A mí lo que más me llamó la atención fue que el autor había escalado altos escaños de la diplomacia etíope, en medio de un régimen comunista, y había logrado un maquiavelismo casi santo para desde allí atacar al propio sistema. Era la sexta novela que Girma publicaba, y lo que Eric al principio no lograba comprender, según nos contó, es cómo se decidió a contrastar años de inteligencia y cautela con una novela tan abiertamente subversiva. 

Más adelante nos comentó el pasaje donde un viejo coronel le perdona la vida a un hombre; el motivo que lo ha impulsado a hacerlo queda expresado violentamente: “I have enough”. Eric pudo apreciar entonces que era esto lo que había pasado con el escritor: había tenido suficiente. Y a los seis meses fue, en efecto, asesinado. 

Oromaye se convirtió en un proyecto de traducción de videos, basados en esa obra, con los actores de la incipiente academia de actuación en Etiopía, caído ya el régimen comunista. 

For Freedoms

For Freedoms fue el proceso artístico nacido en la mente de Eric Gottesman desde Oromaye, después de los hallazgos que esta le proporcionó. Hallazgos e inquietudes que había tomado del inexplicable proceso del comunismo, el cual le hizo ver lo que siempre había sospechado: que las raíces de la identidad de un país se prestan a críticas constantes. Muy pronto se dio cuenta de que la propaganda es uno de los medios más dúctiles y sutiles para dirigir a las masas, ocupando prácticamente el puesto que en las sociedades primitivas tenía la hechicería.

Alerta a esto, Gottesman y un equipo de artistas y pensadores comenzaron a introducir lentamente, en el discurso anestésico y adictivo de la propaganda consumista, mensajes verdaderamente desconcertantes. La desubicación, la violencia de la propuesta, el sentido del humor y el sarcasmo se propagaban como una mecha que hubiera tenido un recorrido feliz. 

La misma CNN Internacional se interesó por uno de esos carteles que mostraban la desigualdad racial, dispuesto de forma tal que el actual presidente de los EE.UU. parecía estar completamente de acuerdo con ella. “Make America great again”, rezaba sobre una instantánea de la brutalidad policial de los comienzos de los movimientos civiles.

En palabras de Eric Gottesman:

“Mi trabajo es sobre cómo nosotros hacemos las preguntas, el tipo de preguntas que expanden las preguntas que hacemos habitualmente, usando el arte como medio para traer a la superficie asuntos sociales y políticos de otros procederes en los que no pensamos. Todo arte es político e incluso el arte es política; ambos espacios frecuentemente están separados, pero es por una razón: hay una agenda para separar el arte de la política. Este proceso está basado en el concepto de que todo el mundo es un artista (everybody is an artist), incluso si no piensas en ti mismo como un artista. Cada cosa en la sociedad es arte. La segunda idea es sobre la escucha visual (visual listening): con ese proyecto traté de entender cómo las personas se ven a sí mismas en el contexto de sus sociedades, mirando lo que ellos ya tenían y dándole valor, antes que proyectar mi propia visión del asunto. For Freedoms es una apropiación del sistema político por las artes”.

Quisiera extenderme sobre esto, pero creo más interesante traducir el efecto que este derroche de posibilidades produjo en INSTAR. Todos participamos de un entusiasmo creciente lleno de humor, de comentarios agudos y sarcásticos y, para decir la verdad, de un profundo efecto catártico. Ante la pregunta de cómo el cubano podía disentir, opinar, reaccionar contra el medio, contra el sistema, o si no era necesario reaccionar, todos nos cerramos en ese esoterismo cómplice que patenta una profunda ironía. Le he llamado: silencio cubano.

Pero lo que es ostensiblemente claro, y lo que todos fuimos poniendo sobre la mesa en el taller, es que Cuba tiene escenarios muy diferentes de juego, medios emergentes, medios que solo se pueden distinguir en el día a día sin precedentes que vivimos ahora, medios que solo se pueden conocer desde la profundidad del laberinto. Todo esto fue, de una manera u otra, debatido en INSTAR. 

El cubano ha transitado durante más de sesenta años por una dictadura que, para gran parte, ha sido un contaminante psíquico, intelectual y emotivo. La manera en que nos vemos a nosotros mismos está circunscrita, limitada por el contexto político. Porque el cubano solo actúa por contradicción, por un sentido agudo de supervivencia. La libertad es mental. Antes de bajar a un hombre de la tribuna, es preciso poner a otro cuya alma no esté corrompida. Sesenta años de una tradición psíquica lesiva a la libertad no dan, de un día para otro, a un hombre sano y dispuesto a enfrentar la nación.

Pero Eric Gottesman ya había planteado un nuevo tema, muy agudo: ¿Cómo ejercer la libertad y a la vez lograr no ser aplastado por el sistema? 

Hay innumerables puntos entre los grandes dualismos (teología-razón, libertad-esclavitud, religión-ateísmo, democracia-tiranía) y lo que habíamos apreciado en los carteles del proyecto For Freedoms: una manera tan inusitada de libertad, mezclando arte con política, mezclando sarcasmo con indignación; habíamos apreciado el acto de desconexión que se produce en las mentes que dan una realidad social determinada por sentado. 

El borramiento de lo binario y su exposición significa emancipación. Una comunidad emancipada es una comunidad de narradores y de traductores: desontologizar la persistencia de un modelo de interpretación. Este acto desconcertante está muy relacionado con el performance.

Aquellos carteles tenían una idea esencial, una idea que ha postulado el arte desde siempre: la desubicación, lo inesperado, la descontextualización, el extrañamiento, y de vuelta: la recontextualización, poner allí donde comprometa.

El arte de caminar

Al tercer día del taller todos salimos al performance. Al acto de interacción forzada para la multitud, pues ella, generalmente, no tiene la potencia de ignorar. 

¿Qué podríamos afectar con el acto que íbamos a inaugurar? Íbamos con esa sensación de no saber a qué atenernos, pero el aire decidido e improvisado de algunos de nosotros nos hizo cobrar dinamismo, ánimo. Fue una larga jornada, pero las horas fueron satisfactorias: pasaron con la sensación de que algo útil había ocurrido. 

El performance conquista un espacio espiritual para aquel que lo realiza. Es un preludio. Ese día se leyó un poema entre el bullicio de un día ajetreado. El humor, el buen humor fue subiendo. Se declamó un poema de forma performática en O’Reilly y Compostela mientras se arreglaban unas tuberías de agua que han impedido por más de cuatro meses la vida normal en Habana Vieja. 

Se leyó en una peluquería un texto de física, breve, escolar, y acto seguido un fragmento de Los primeros hombres en la Luna, de H. G. Wells. 

En la Plaza de Armas, ante la mirada pasmada de todos los transeúntes, uno de nosotros pasaba preguntando: “¿Usted conoce al Gran Hermano?” 

El arte, el momento que lo motivó, no tiene siempre especial vínculo con momentos externos que parezcan grandiosos. Balzac vio en un atardecer un anciano que era lamido por un perro, y la cara de ese anciano denotaba una tristeza inmensa; Balzac escribió en su diario: “anciano alquilado en una pensión tiene dos hijas, se desvive por ellas, muere como un perro”. Esa anotación fue el avistamiento de Papá Goriot y sucedió una tarde, en una caminata que Balzac se imponía de continuo.

Del acto de caminar, dialogar a nivel de gesto, de habla, aprendimos que:

-El performance es liberador. Es definitivamente una conquista que prepara al hombre para cualquier trabajo intelectual o moral, más de lo que el propio hombre sospecha. Reconcilia con la realidad del cuerpo y la individuación. 

-Desde los Cuentos de Canterbury, de Chaucer; desde Cervantes hasta James Joyce, los grandes artistas han querido actuar. Se disfrazan de personajes de manera que no los reconozcan del todo. Tratando de comprender al otro. El artista más esotérico ha soñado con actuar.

-Desde la modernidad, el juego se complica enormemente y todos los recursos cuentan. No porque el arte sienta la necesidad de amalgamarse a procesos externos (como si no pudiera partir solo de sí), sino que el arte, desde siempre, ha intentado comprender, y al comprender de la forma más elevada, hace suyo lo que comprende. 

-De Sócrates a Mallarmé, la libertad solo ha existido en un número indefinido de individuos, y estos son lo que han hecho parir una y otra vez esta verdad de la libertad hacia todos, y rebasar fronteras.  

Poco a poco, INSTAR ha ido haciendo que sus talleres sean a veces concentrados de contenido, a veces catarsis. ¿Cómo participar y disentir al mismo tiempo? ha sido una mezcla apreciable de ambos. Recomiendo al lector que no le pierda pista. Y que no se olvide, ahora más que nunca, del arte de caminar.




¿Alguien dijo feminismo en Cuba?

¿Alguien dijo feminismo en Cuba?

Anaeli Ibarra Cáceres

La persistencia de un sistema patriarcal y heterosexista, arraigado a las estructuras y prácticas de estatalidad, es un problema que atraviesa el nacionalismo revolucionario cubano. En los gobiernos nacionalistas, marcados por los movimientos de descolonización, se reedita obstinadamente la violencia machista y el discurso heteronormado.