La sede de la Gran Orden de la Perseverancia o, como se le llama comúnmente, Logia de la Perseverancia, es una casona colonial ubicada en la zona del centro histórico de Camagüey, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, específicamente en la calle Independencia no. 119, esquina a San Clemente, por donde tiene un acceso lateral.
Es una institución fraternal autóctona del territorio camagüeyano. Tiene como objetivo promover el honor, las buenas costumbres y el bienestar de la comunidad a través de valores como el esfuerzo, la constancia y la ayuda mutua, con el desarrollo de actividades culturales, educativas y benéficas. Fue fundada en 1911 por el patriota Liborio Vega Beltrán (1863-1927), tabaquero, miembro destacado de la masonería y veterano de la guerra por la independencia de Cuba de 1895, que realizó varios aportes a su comunidad, entre los cuales destacaron la creación del Círculo de Trabajadores y de la Logia.
Una vez creada, la Perseverancia se asoció con otras órdenes como la Masonería y la Independiente Orden de Odd Fellows, formando parte del panorama fraternal cubano. Tiene filiales en varios municipios de la provincia. Fuera de esta, en el país sólo existe una en Ciego de Ávila, que antiguamente formaba parte de Camagüey, y en el extranjero, algunas fundadas por exiliados miembros de la hermandad. Tuvo en sus orígenes un aliento marcadamente patriótico, muchos de sus integrantes eran veteranos de la gesta independentista. Fue progresista para su época por haber agrupado en su seno tanto a hombres como a mujeres.
Antes de ser adquirida por los Perseverantes, la sede de la organización tuvo origen y vida como residencia privada, por lo que además de su significación histórico-cultural, es un exponente notable de la arquitectura doméstica de la clase alta durante el período colonial en la región, con influencias neoclásicas y elementos constructivos y decorativos que distinguen al inmueble, entre los que se encuentran los tres arcos mixtilobulados que jerarquizan y embellecen el salón principal, la techumbre artesonada que fue construida con maderas preciosas cubanas, sus restos de cenefas o pintura mural con motivos florales, geométricos y alegóricos, la arcada de la galería exterior y el altillo al fondo de la edificación. La fachada, de estilo ecléctico y grandes ventanales enrejados, data de principios del siglo xx y presenta un balcón esquinero como sello distintivo.
Entre sus primeros propietarios estuvo Santiago Hernández Rivadeneyra, conde de Villamar, caballero de la Orden Isabel la Católica y capitán de milicias de caballería en Puerto Príncipe; y su hijo José Miguel Hernández y Piña, segundo conde de Villamar, capitán de milicias, alcalde ordinario, comendador de la Orden Isabel la Católica y condecorado con la Flor de Lis de la Vendée de Francia. En junio de 1927 la casa pasó mediante compra a manos de la Gran Orden de la Perseverancia, representada en aquel momento por Francisco Duque Estrada y Varona. Desde entonces ha sido la sede de dicha sociedad.
En 2014, alumnos de la Escuela de Oficios Francisco Pérez Betancourt, adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, realizaron acciones para la restauración y preservación del edificio como parte de su formación y práctica profesional. Estas incluyeron reparaciones estructurales, específicamente en los techos y paredes de algunos espacios, la conservación de elementos decorativos como molduras y columnas, y la limpieza y restauración de detalles de su pintura mural. Tras el cese de las actividades de dichos alumnos en Independencia 119, la casona quedó nuevamente abandonada a su suerte.
Logia de la Perseverancia (2014) / Imágenes: Cortesía del autor.
La presencia de “ocupas” en edificios históricos es un desafío común en muchas ciudades, sobre todo si estos están en proceso de restauración o han sido abandonados temporalmente. Esto puede afectar negativamente su conservación debido a las intervenciones y el uso inadecuado, pero también refleja problemas sociales más profundos.
Unas ocho familias con distintos grados y tipos de vulnerabilidad viven hoy en esta edificación. Han venido ocupando sus estancias menos derruidas durante los últimos años. Las distintas viviendas en que se ha ido dividiendo el inmueble según se han asentado sus nuevos habitantes no cuentan con sistema sanitario. Los desechos fisiológicos son arrojados por un único registro existente en uno de dichos espacios. Entre todos pagan la corriente y han limpiado y pintado algunas áreas del patio y la galería exterior, de uso común. En el interior también han pintado los muros que en 2014 se habían reparado con tercio y encalado respetando los restos de pintura mural.
Varias cubiertas se han derrumbado, entre ellas una parte de las que sustituyeron con techos nuevos los aprendices de la Escuela de Oficios, presumiblemente por una técnica constructiva inadecuada o por el uso de maderas de mala calidad. Como resultado, un montón de escombros ocupa el lugar en el patio donde antes se ubicaba la hoy desaparecida escultura de un pelícano, símbolo de la Orden. En él habitan roedores y demás alimañas. Entre las peticiones hechas por los residentes a las autoridades de la provincia está la de retirarles esta suciedad. Ni esta ni ninguna otra de sus demandas han sido respondidas.
Logia de la Perseverancia (2024) / Imágenes: Cortesía del autor.
Por su parte, los hermanos de la Logia se hallan dispersos e inactivos sin un inmueble donde realizar sus reuniones. Ellos también se han acercado a las autoridades en busca de ayuda para recuperar su propiedad, pero estas no han realizado intentos serios en esa dirección al no ofrecer soluciones viables a propietarios y ocupantes. Mientras tanto, el paso del tiempo, el abandono institucional y las malas prácticas habitacionales hacen mella en el edificio.
Sirva este ejemplo para alertar sobre los efectos que la precariedad socioeconómica, consecuencia directa de la sostenida crisis política de Cuba, tienen sobre la gestión cultural y patrimonial, sobre la fragilidad tanto de los individuos y las familias, como de las sociedades civiles, y sobre la desprotección de la memoria cultural expresada en nuestros bienes, tanto construidos como inmateriales. Su barrido propicia el olvido y el desinterés colectivo que sirven a los que gobiernan para manipular y homogeneizar el discurso de la memoria, rescribiendo la historia con vistas a perpetuar su control del país y su gente.
Probablemente, el remedio parcial a la desidia y mala intención del poder político y su nomenclatura cultural consista en refuncionalizar estos inmuebles desde lo independiente. En abril de 2014 se realizó en la Logia de la Perseverancia una exposición efímera de arte contemporáneo, ideada y organizada por las curadoras Isel Arango y Anamely Ramos, con el apoyo y participación de unos quince artistas, el auspicio de la Embajada de Noruega en Cuba y el permiso y la colaboración de los miembros de la Logia y del equipo de restauradores de la Escuela de Oficios que estaba trabajando allí. Desde el ODC apoyamos iniciativas que, como esta, contribuyan a revitalizar espacios testimoniales de la andadura de los cubanos en el tiempo, a la par que sostienen la vida social en las tramas urbanas donde fraguó la identidad cultural de la nación.
Exposición Cualsea/Logia de la Perseverancia (2014) / Imágenes: Cortesía del autor.
“Metáforas adquiridas de generación en generación”: celebrando a tres poetas cubanas
“Odette Alonso Yodú, Gleyvis Coro Montanet y Legna Rodríguez Iglesias. Tres mujeres. Cubanas. Poetas. Emigradas. Grandes. Sabias”.