Las escuelas Pías de Camagüey: La prestancia del legado 

En 1852, por Real Cédula de la Reina Isabel II, y a instancias del arzobispo P. Claret, se ordenó la creación de dos colegios rectorados por los padres escolapios en Cuba. El capitán general de la Isla, José Gutiérrez de la Concha, y Francisco Fleix y Solana, obispo de La Habana, acordaron el emplazamiento de estos, uno en Guanabacoa y el otro en Camagüey. Para alumnos varones externos e internos de primera y segunda enseñanza, elemental y superior, con el mismo plan de estudios de España, la inauguración de las escuelas Pías en esta última ciudad ocurrió seis años más tarde, el 3 de mayo de 1858, con una matrícula de cuarenta estudiantes. La fundación corrió a cargo del escolapio P. Agustín Botey, acompañado de seis religiosos procedentes de diversas provincias escolapias de España y dependientes directamente del comisario general de la orden en la metrópoli.

El antiguo convento de San Francisco que, ya abandonado por los franciscanos y ocupado por las tropas españolas, para entonces se encontraba en un deplorable estado constructivo, fue el lugar elegido como sede. Tras las primeras labores de rehabilitación y adaptación para la nueva función, se inauguró la escuela en una parte del mismo. En palabras de la arquitecta Lourdes Gómez Consuegra “el edificio nace sobre la base del antiguo convento y en él se va desarrollando el resto del nuevo colegio”. En los meses subsiguientes se realizaron obras de ensanche. Pero un año después aún “se insistía en la necesidad de más espacio y la aprobación de un proyecto de ampliación con el correspondiente presupuesto”.[1]



Conjunto de San Francisco (convento e iglesia), circa 1925 / Imagen: Wikimedia Commons.


En otra fuente se afirma que: 

“Había 20 internos y se necesitaba local para unos 150. Urgía edificar de planta colegio, internado e iglesia, tanto más cuanto que la región de Camagüey era la que enviaba más jóvenes a cursar estudios en el extranjero y seguía con más pasión los movimientos independentistas de la América del norte y del sur. Se lanzó a la tarea el P. Botey y pudo inaugurar la iglesia en 1861, el colegio e internado dos años después.”

Hacia 1868 la comunidad contaba con 18 religiosos y alrededor de 300 alumnos. Pero la Guerra de los Diez Años entorpeció la obra y llegó a cerrarse el internado, hasta 1879, que aquellas se reinician y este se abre otra vez. 

De manera general, y con sus altibajos, el proyecto continúa activo por las restantes décadas del siglo tanto en lo constructivo como en lo social y pedagógico. Las sucesivas ampliaciones establecen nuevos códigos, por lo que, “el edificio ostenta influencias neoclásicas propias del último período del siglo XIX: muros de ladrillo, entrepiso de vigas de madera y entablado, techo de armadura de madera con tirantes pareados, cubierta de tejas criollas y pisos de barro (…) Hoy día las dos alas —norte y este—, construidas en el período colonial, conservan su forma original, armaduras de madera y cubiertas de tejas”.[2]



Fachada posterior de la escuela. Se aprecian los muros de ladrillo (2024) / Imagen: Cortesía del autor.


A inicios de la República se realizan algunas mejoras propias del período como la instalación de la luz eléctrica, en 1906. En 1912 comienza la construcción de una nueva iglesia para el colegio bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, por donación de Dña. Dolores de Betancourt Agramonte. El templo, de estilo neogótico, se terminó de edificar en 1919 pero es inaugurado al año siguiente. El 29 de agosto de 1923 fue derrumbado el último muro de la antigua iglesia de San Francisco, y en 1924 “se termina de pintar al óleo las cuatro caras de los dos patios y se construye una fosa moura, al parecer dando por terminadas las obras del colegio”.[3]



Escuelas Pías e iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (1937) / Imagen: Facebook.


A modo de resumen de este período, resulta útil citar una vez más a Lourdes Gómez Consuegra:

“Esta nueva etapa constructiva del primer tercio del siglo XX corresponde con los códigos eclécticos que se reflejan en el ala sur y oeste que conforman el segundo claustro y el completamiento de todo el sistema de galerías de arcos de medio punto que rodean los patios. Un efecto muy interesante resulta de la concepción de dos patios divididos por una galería abierta que produce una espacialidad muy agradable. Debe destacarse que no se usaron para los entrepisos y cubierta las nuevas técnicas de vigas metálicas y losas propias del eclecticismo, puesto que se siguió usando vigas de madera con losas en lugar de entablado, quizá por economía o para lograr cierta unidad en el conjunto. Correspondiente a este período es la reconstrucción de la crujía delantera con la fachada de filiación ecléctica academicista, presumiblemente del maestro de obras catalán Ramón Renté”.[4]



Segundo claustro y fachada posterior del templo vistos desde el techo de la edificación (2022) / Imagen: Cortesía del autor.


Al acercarse el centenario de su fundación, el edificio fue sometido a una restauración profunda: se realizaron algunas remodelaciones como la sustitución de dos escaleras de madera por otras nuevas de mármol y mejoras en la infraestructura del agua y la electricidad, así como la construcción de otro internado en un tercer nivel. A decir de Lourdes Gómez: “Estas nuevas obras introducen la arquitectura moderna y amplían la diversidad de estilos empleados”[5]. La siguiente descripción nos da una idea de las cualidades del edificio hacia finales de la República:

“Una tercera escalera se construyó frente a la cocina para subir a los internados. Un tercer piso para segundo internado, con cuartos individuales, sala de juego, servicios, duchas, sala de estudio y enfermería. Todos los tabiques frente a la fachada fueron derribados y levantados otros con cabillas de hierro en la base y se construyeron habitaciones para la Comunidad en el frente y este, todas con baño y servicio. En el segundo piso se prepararon las clases de Bachillerato y el gran salón de estudio al fondo. Y multitud de pequeños detalles, como las repisas de los claustros, zabaleta lateral, soterrados de la corriente eléctrica y tuberías de desagüe. Construcción de un gran aljibe para 60.000 galones de agua que a presión es distribuida por todo el colegio”.[6]



Escalera del ala norte (2022). Imagen: Cortesía del autor.


En 1961, el nuevo régimen de gobierno arribado al poder dos años antes interviene los colegios privados. Las Escuelas Pías desaparecen de Cuba y el inmueble en cuestión se convierte en Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), con lo cual comienza un proceso de decadencia y deterioro que no ha dejado de avanzar hasta hoy. Posteriormente pasó a ser Secundaria Básica Inés Luaces y actualmente es un centro mixto que conjuga las enseñanzas secundaria y preuniversitaria. Desde entonces, los esfuerzos por contrarrestar la ruina del edificio han sido limitados y superficiales.

Como parte de la remodelación del parque Martí por la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey en 2004, la fachada principal de la escuela fue remozada. En cuanto al interior, el 3 de agosto de 2016 el periódico Adelante, órgano del PCC en la provincia, publicó una nota según la cual se estaba realizando un acondicionamiento del edificio para su conversión en centro mixto con una matrícula de alrededor de mil estudiantes.

En ese texto se menciona la habilitación de los laboratorios de Informática, Química-Biología y Física, y de la biblioteca para el preuniversitario. Además, refiere que las acciones constructivas comprendían saneamiento de cubiertas, división de locales, cambios de pisos, instalaciones eléctricas, reparaciones de baños, pintura de fachadas e interiores, colocación de ventanas metálicas y sustitución de casi todas las puertas. Y se afirma que el tercer nivel, prácticamente en ruinas por más de 15 años, se aprovecharía para el funcionamiento de algunas aulas. Por último, el jefe de inversiones de Educación Provincial en aquel momento expresaba que esta es “una de las obras más importantes, en volumen y en recursos, de las que se ejecutan actualmente en el sector; el monto de la inversión asciende a poco más de 1,3 millones de pesos”.

Sin embargo, y a pesar del tono afirmativo de la nota en cuestión, no es difícil advertir que la cifra de más de un millón de pesos aludida, equivalente a unos 52.000 USD según la tasa de cambio del momento, apenas alcanzaría para enmascarar muy someramente los daños de un edificio de semejante magnitud constructiva y grado de deterioro, aun suponiendo que no se produjeran desvíos de recursos ni robo de materiales, como tan frecuentemente sucede.

Es de conocimiento general que, más allá de lo que pregona la propaganda oficialista y los medios de prensa a su servicio, la educación no es un área de inversión priorizada por el Estado cubano, en tanto no rinde ganancias monetarias inmediatas. Lo mismo sucede con el patrimonio, excepto cuando responde a un incentivo económico, por lo general relacionado con el turismo y el sector de los servicios o el comercio en general, o al apoyo y la subvención extranjera. De ahí que los esfuerzos de la Oficina del Historiador de Camagüey como parte de su plan estratégico para dignificar la condición de Patrimonio de la Humanidad otorgada por la UNESCO al área en que se encuentra emplazado el edificio, se hayan visto circunscritos a la conservación de su fachada.



Fachada de las antiguas escuelas Pías, hoy centro educativo mixto Inés Luaces, después de la restauración de la iglesia en 2004 y la rehabilitación del parque Martí por la OHCC /Imagen: elcamaguey.org .


Es así que la “división de locales” mencionada en la nota, no hizo más que convertir amplios espacios en áreas pequeñas y ruinosas. Debido a la falta de agua, la antigüedad de las infraestructuras y al robo de piezas sanitarias, los nuevos baños no demoraron en presentar los niveles de rotura y falta de higiene de antes. Los pisos, puertas y ventanas que se pusieron fueron igualmente piezas de fabricación y materiales precarios que además de deslucir aún más el maltratado edificio, también han sido objeto de pérdida, deterioro y destrucción.



Un aula vacía (2022) / Imagen: Cortesía del autor.





Laboratorio de Química-Biología (2022) / Imagen: Cortesía del autor. 





Fragmento de la fachada lateral del edificio, correspondiente al ala oeste, que da a la calle San Fernando (2024) / Imagen: Cortesía del autor.


Actualmente la mayoría de las aulas presentan un aspecto deprimente: oscurecidas, manchados sus pisos y paredes con excrementos de murciélagos, sustituidas varias de sus puertas por enrejados de cabilla… Los espacios más amplios se encuentran abandonados e inutilizados por la incapacidad para rehabilitarlos. Y las escaleras han perdido varios de sus balaustres de madera preciosa y sufrido roturas en sus peldaños de mármol.



Un área del segundo nivel (2022). Imagen: Cortesía del autor.





Espacio desocupado frente a un aula de secundaria. Se aprecia la techumbre colonial de artesonado así como las manchas en suelo y paredes por heces de murciélago (2022) / Imagen: Cortesía del autor.


No obstante, la calidad arquitectónica del edificio es tal, que aún en semejantes condiciones es posible apreciar su antiguo esplendor: la amplitud y la belleza de sus arcadas y galerías, sus patios frescos y espaciosos, la dignidad de sus escaleras y artesonados …



Vistas de la galería que separa los patios (2022) / Imágenes: Cortesía del autor.


Es importante destacar que, junto a sus valores estéticos y arquitectónicos, el inmueble de las antiguas escuelas Pías de Camagüey es portante de una carga histórica especial al haberse edificado “en sustitución del conjunto de San Francisco —cuya iglesia, como ermita de Santa Ana, es la más antigua datada de Camagüey, 1599—”;[7] y que desde el punto de vista social y cultural constituye un hito en la historia de la enseñanza en dicha ciudad, pues por sus salones pasaron figuras relevantes del pensamiento cubano como el filósofo y pedagogo Enrique José Varona, el periodista y diplomático Manuel Márquez Sterling y el escritor y jurista Mariano Aramburo. Lamentablemente, hoy la escuela está muy lejos también de esta tradición intelectual, su ruina material es proporcional al declive académico. 

El establecimiento que otrora fuese referente de una estructura pedagogía sólida, es un hoy una huella de la prosperidad y las ansias fundadoras de uno de los territorios más prósperos de Cuba. Las viejas estructuras se resisten a desaparecer bajo las capas de la desidia en que la isla sucumbe y, entre sombras, albergan las quizás últimas esperanzas de reconstrucción de una ciudad que todavía sorprende por la prestancia de sus hitos arquitectónicos. El ingenio y responsabilidad social de quienes legaron semejante patrimonio se traduce en arcadas y claustros invadidos por la luz, techumbres que resguardan la tradición y fachadas dignas de cualquier capital europea. A los de ahora nos queda testimoniar, en un intento de retrasar el olvido. 





Notas:
[1] Gómez Consuegra, Lourdes. Las Escuelas Pías, uno de los edificios más antiguos de Camagüey. Consultado en: https://www.elcamaguey.org/las-escuelas-pias-uno-de-los-edificios-mas-antiguos-de-camaguey#!
[2] Íbidem.
[3] Íbidem.
[4] Íbidem.
[5] Íbidem.
[6] “Proyecto de Modificaciones y Reformas de las Escuelas Pías de Camagüey-Cuba”. Citado por Lourdes Gómez Consuegra. Íbidem
[7] Íbidem.





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