Lo que Miami puede aprender de Cuba

Tengo unos amigos que solían ser mis vecinos en el Vedado, ahora viven en Hialeah Gardens. No se metían en política ni cuando vivían en Cuba ni en sus primeros años en Estados Unidos, pues tenían un apartamento en La Habana que no querían que el Gobierno les quitase. Ahora incitan a la gente a tirarse a protestar a través de Facebook y acusan a Biden de viejo comunista. 

Cualquier cubano que abra los ojos ante la opresión de la dictadura es una razón para celebrar. Sin embargo, esa mirada sería mucho más útil si viese la realidad a través de la sociedad civil dentro de la Isla y no de los intereses políticos de los partidos de Estados Unidos.

En Miami, algunos que antes vivían de remesas hoy piden un parón; otros, que vivieron el miedo a la represión, ahora quieren avergonzar a los que están adentro y sienten el mismo temor. Todo cubano que ahora calla ante las injusticias del Gobierno es un miamense en potencia. ¿Qué significa ser un cubano de Miami en 2021? Es difícil vislumbrar la respuesta debido a la perspectiva maniqueísta del mundo alimentada durante la era de Trump por noticias falsas y difamaciones. Sufrimos por haber perdido un país y eso nos hace susceptibles a la manipulación. Estamos polarizados y sentimos un gran rechazo hacia nuestros adversarios. Algunos han adjudicado nuestra actitud a la “cultura comunista” que aún no hemos logrado sacudirnos de encima.

Esto genera una falta de unidad en algunos sectores del exilio que salió a relucir durante la huelga de hambre organizada por el Movimiento San Isidro, la protesta que dio lugar al movimiento 27N, que a su vez inspiró el levantamiento social del 11J, y la recién convocada marcha del 15N. Para muchos, esos movimientos no eran lo tan anticomunistas que debían ser, los acusaron de estar a favor de un diálogo y de pactar con el régimen; para otros, era una organización con miembros trumpistas, no lo suficientemente democráticos. La intolerancia salió a relucir entre izquierdistas y derechistas.

Ese grupo de artistas nos dio una lección a todos, demostró que se puede estar unidos sin necesidad de uniformidad. Se elevó sobre los ataques y los escépticos gracias a su diversidad de género, razas, ocupaciones e ideologías. Gran parte del despertar que se ha logrado en la Isla es gracias a ellos. En el exilio algunos grupos han tratado de adjudicarse sus logros y de criticarlos u opacarlos. Mientras el MSI tiene a trumpistas y conservadores, así como progresistas y liberales que trabajan juntos, en Miami es difícil encontrarse con apenas una conversación pacífica entre un cubano demócrata y uno republicano.

Las campañas electorales y la política son un negocio, los influencers ganan dinero por defender a sus candidatos; se definen dentro de una línea política para acceder a fondos y patrocinadores afines a la ideología que promueven. La lealtad es la mercancía que trafican y, para lograrla, recurren al extremismo y la polarización. El ejemplo que la sociedad civil cubana nos da se impone por su estoicismo y valor. Luis Manuel Otero Alcántara, un artista que se identifica como bisexual, hizo una huelga de hambre por la liberación de Denis Solís, un joven rapero que defendió al expresidente de Estados Unidos y emitió comentarios homofóbicos; luego condenó el embargo estadounidense a la Isla y desde hace meses se encuentra preso por cargos fabricados. 

Cuesta creer que algo así sería posible en Miami, en donde se forjan enemigos por minúsculas diferencias y chismes de las redes sociales. Parece que mientras más libertades democráticas tenemos más queremos dividirnos y eso le conviene al gobierno de Cuba. La unión en la diversidad, la tolerancia y la acción pacífica son las herramientas más amenazadoras contra una dictadura.

Durante las protestas frente al Ministerio de Cultura que ocurrieron el 27N, el grupo de artistas que se manifestó realizó elecciones para definir quiénes entrarían a negociar con los opresores; algo que en contadas ocasiones se ha dado en las últimas décadas entre cubanos. Muchos de nosotros no pudimos dormir viendo la lección de democracia que nos daban. 

Meses después ocurrió el 11J, a raíz del cual en Miami algunos continúan demando una intervención militar de Estados Unidos en la Isla. En Cuba, el Consejo para la Transición Democrática fue formado; está compuesto por organizaciones de la sociedad civil, entre ellos la UNPACU, liderada por José Daniel Ferrer, personas del MSI, Arco Progresista, coordinado por Manuel Cuesta Morúa, organizaciones feministas, grupos de creencias religiosas y más. La vasta mayoría ha reclamado la condena internacional a los abusos de la dictadura, la liberación de los presos y rechazado la injerencia de una potencia extranjera a través de una intervención militar. Están dando todo su respaldo a la marcha pacífica convocada por el grupo Archipiélago para este 15 de noviembre. Están unidos a pesar de sus diferencias.

El Gobierno se dedica a sembrar desconfianza entre cubanos. En el pasado, los opositores se han criticado entre sí, se han acusado de ser espías y así se han roto alianzas que pudieron haber llegado lejos. Esta cultura se extendió a Miami, en donde se llegó a decir que Oswaldo Payá era miembro del Partido Comunista, recientemente se regó que el MSI había pactado con el sistema y entre los mismos influencers se acusan de ser agentes.

Los cubanos en Miami hemos sido secuestrados por los intereses de los partidos políticos estadounidenses; en específico, la derecha extrema y sus portavoces youtuberos. La comunidad y el Partido Demócrata podrían contrarrestar este fenómeno fomentando medios de comunicación locales, prensa responsable e independiente, no partidista, apoyando a organizaciones que busquen un cambio en Cuba de modo pacífico, mientras se cementa una cultura democrática en la diáspora. El camino que ahora llevamos no es saludable, la libertad de nuestro país no se va a lograr, ni vale la pena que se logre, a través del extremismo y la difamación; esa vía podría perpetuar el ciclo de divisiones, dictaduras y corrupción en nuestro país.

Nuestra visión de Cuba debe intentar ubicarse adentro, recordar lo que significa vivir allá, lo difícil que es romper el escepticismo y el miedo. Debemos empoderar y amplificar más las voces de quienes han decidido quedarse a luchar, y menos de los que se enriquecen contándonos historias por YouTube desde la comodidad del exilio. Competir por ser el más anticomunista en Miami no nos dará la libertad. Eso no significa nada para los millones de personas que viven en la Isla y son engañados a diario.

La sociedad civil cubana demostró que tiene la capacidad de establecer y liderar una agenda para Cuba, no le robemos el viento a sus velas. Ellos deben ser quienes lleven la conversación sobre temas como el embargo, libertades políticas, económicas y el medio ambiente. 

Mientras mucha gente en Miami sigue creyendo que el ejército estadounidense nos va a salvar, en Cuba ya hay personas demostrando tener soluciones que protegen la soberanía del país, tienen los intereses de las familias cubanas como prioridad y un plan para acercarnos a la democracia. La solución está adentro. El arte, la diversidad y la tolerancia han demostrado ser más fuertes. Debe ser una coalición plural de la sociedad civil cubana, artistas, políticos, defensores de los derechos animales, feministas, religiosos, entre otros, los que lideren la discusión.




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Esperar tiempos más propicios

Daniel Díaz Mantilla

Sentarse a dialogar desde el poder implica estar dispuesto a cambiar en cierto grado el rumbo. No es simplemente hablar, ni es oír con paciencia las quejas y reclamos que alguien hace para luego seguir por donde se iba.