El Lyceum de La Habana se funda el 1 de diciembre de 1928 y se inaugura el 22 de febrero de 1929. En su declaración de principios se plasmaron las preocupaciones en cuanto a animar a la niñez y a la juventud, exaltar la labor de la mujer, el servicio a la comunidad, la defensa de la democracia en Cuba, en América y en el mundo, y el logro de la paz internacional por la comprensión entre los pueblos.
Es por ello que en el artículo 1 de los Estatutos de 1929 queda establecido que se constituye en La Habana una asociación cuyos fines generales serían: “a) Fomentar en la mujer el espíritu colectivo, facilitando el intercambio de ideas y encauzando aquellas actividades que redunden en beneficio de la colectividad; y b)Aprovechar todos aquellos esfuerzos personales que hoy dan un rendimiento mínimo, por su dispersión, aunando todas aquellas iniciativas y manifestaciones de índole benéfica, artística, científica y literaria que redunden en el beneficio de la colectividad, siendo por completo ajeno a la asociación todo acto con tendencia política o religiosa”. [1]
La mujer de la pequeña, mediana y alta burguesía (arquitectas, doctoras, pedagogas, maestras) encuentra en este espacio un refugio donde trabajar voluntariamente en beneficio de la colectividad. Abren sus salones al concurso del hombre y proyectan esa cooperación de manera tal que sus actividades fuesen públicas y desprejuiciadas. Esta actitud llevó a que un intelectual como Juan Marinello pudiera decir de la institución, en carta pública, dirigida a Gustavo Urrutia: “[…] Yo confieso mi emoción ante la reciente declaración del Lyceum femenino abriendo sus puertas a los negros porque la cultura no tiene raza. Esto, hace algunos años, hubiera sido monstruoso […]”. [2]
Sin duda alguna, esta institución, desde un principio, se proyectó de manera progresista. No debe olvidarse que sus fundadoras, y otras que llegaron después, militaron en sociedades feministas[3] y tenían estrechos vínculos familiares y conyugales con los minoristas: María Josefa de Vidaurreta, esposa de Marinello; María Teresa Moré, de Rafael Suárez Solís; Margot Baños, de Jorge Mañach; y Berta Arocena, de Guillermo Martínez Márquez.
Jorge Mañach, posiblemente el intelectual más asiduo Lyceum y que conocía muy bien la labor de sus directivas, definió así la idea de cultura que ellas tenían: “Ante todo, la idea de cultura que el Lyceum se hizo. No era solo cultura recibida pasivamente a través de libros, exposiciones, conciertos. Era, sobre todo, la cultura como ejercicio del espíritu, como discusión, comunicación, intercambio, proyección constante de la inteligencia y de la sensibilidad sobre el panorama de nuestro tiempo y de nuestro mundo, erizado de cuestiones polémicas, cargado de problematicidad”.[4]
Con un objetivo en común, hicieron evidentes los diversos propósitos de su política cultural, su pensamiento abierto y extenso, y la elaboración de programas de largo alcance. Para ello establecieron las vocalías de Exposiciones, Conferencias, Biblioteca, Música, Asistencia Social, Casa, Clases, Deportes, Propaganda y Publicidad, y Relaciones Sociales; surgiendo o desapareciendo otras más efímeras según conviniera,[5] sin dejar de proponer y materializar durante sus más de treinta y cinco años de trabajo un sinnúmero de proyectos socioculturales.
En las Memorias de 1932-1933 recalcan que están “imbuidas de un anhelo de superación y un ansia viva de hacer aporte de cultura al ambiente nacional”[6] y que la casa del Lyceum recibe y se da a “todos los vientos de cultura y de renovación”.[7]
Ellas se convirtieron en una de las principales promotoras y animadoras socioculturales de su época, brindando no solo superación a sus socias, sino a la comunidad. Para lograr sus objetivos llevaron a cabo un sinnúmero de proyectos y acciones desde sus diferentes secciones; de esta forma, promovieron sectores de la cultura y la sociedad que estaban abandonados. Para ello, presionaron al Senado y a la Cámara de Representantes a través de pedidos y proyectos de ley.
Su trascendencia en el panorama sociocultural cubano del período se debió, entre otros aspectos, al deseo de rescatar el patrimonio histórico cultural, al logro de una conciencia nacional y americanista, y al necesario equilibrio entre tradición y progreso; al trabajo en beneficio de la comunidad (el niño y el adolescente), a la superación de la mujer, a la defensa de la paz y la democracia, a la decisión de militar en un feminismo donde la feminidad no fuera anulada,[8] a la intención de sembrar entre sus socias inquietudes artísticas, humanistas, democráticas y pacifistas, así como al fomento —entre ellas, los intelectuales y el sector público— de la responsabilidad social del desarrollo cultural; a la capacidad de concebir sus actividades con un marcado intercambio, discusión y proyección constante en beneficio de la comunidad; a que a pesar de sus refinadas actividades no hubo en ellas espíritu de crónicas sociales; a la presencia de un pensamiento progresista que las llevó a tolerar dentro de la institución todas las ideas, planteamientos, o teorías —fuese cual fuese su enfoque ideológico—, a su adhesión a los ideales de las Naciones Unidas, la UNICEF y la UNESCO; a la estimulación a sectores abandonados —mediante la creación de organizaciones, concursos, ediciones de libros y mesas redondas—, a que fue pionera en el campo de la asistencia social en Cuba y paradigma para la creación de otras instituciones; a que constituyó un ejemplo de política cultural, aunque circunscrita al radio de acción que podía atender una institución privada con recursos limitados.
No obstante, fue el motor impulsor para futuras acciones gubernamentales que se materializaron gracias a su empeño. Su trascendencia también se debió a los empeños de preparar un proyecto con carácter nacional y a pequeña escala, en el cual involucraron a varias instituciones femeninas de todo el país para así llevar a cabo algunas reformas sociales. Además, con su apoyo ayudó al desarrollo de las actividades de algunas escuelas primarias, instituciones o grupos de intelectuales como: la Orquesta de Cámara de La Habana, la Sociedad Nuestro Tiempo, el grupo Orígenes, el grupo de teatro Prometeo, las filiales del Lyceum, y otras instituciones femeninas de Cuba. Por tanto, se considera que creó estrategias coherentes entre el sector cultural y otros sectores de la sociedad cubana.
El Lyceum era el lugar a donde todos los intelectuales acudían; pero, después del 1 de enero de 1959, la sociedad fue perdiendo protagonismo poco a poco debido a las bajas de sus miembros; a que se pusieron en práctica otros proyectos gubernamentales y se fundaron instituciones a las que fueron a trabajar muchos de los intelectuales que eran asiduos colaboradores del Lyceum, incluso las mujeres que pertenecieron en más de una ocasión a la directiva. De una forma u otra, Lyceum sobrevivió en instituciones posteriores. Al respecto, Harold Gramatges expresó en una entrevista: “[N]osotros organizamos Nuestro Tiempo a semejanza del Lyceum y después del triunfo revolucionario surge la UNEAC y esta se organiza a semejanza de Nuestro Tiempo”.
El Lyceum y el Lawn Tennis Club, a pesar de haber sido una sociedad burguesa, no se proyectó como tal, sino que rebasó los marcos de su clase social. Así lo demuestra su política cultural y los innumerables proyectos socioculturales que llevó a cabo; por ello se convierte en una de las instituciones más progresistas del siglo XX cubano.
Feminismo y activismo político
Durante la primera etapa de la República, algunas mujeres que se dedicaban a la enseñanza ya habían manifestado su inconformidad por ser excluidas de toda participación en los procesos políticos de Cuba. María Luisa Dolz y Eloísa Sánchez pensaban que la instrucción era el medio a través del cual las mujeres alcanzarían su completa liberación; luego, una larga lista de líderes sufragistas confirmaba que, en su gran mayoría, habían recibido una educación superior.
Muchas de ellas comenzaron a organizar sociedades de tipo filantrópico o social para llevar a cabo programas benéficos, culturales y educacionales sin dejar a un lado los reclamos políticos.
Ya para 1912 habían surgido el Partido Popular Feminista, el de las Sufragistas Cubanas y el Nacional Feminista. En 1914 ambos se fusionaron formando el Partido Nacional Sufragista, lo cual demostró el incipiente nivel de evolución que la mujer cubana venía logrando, opuesto a cierto individualismo de las instituciones y sociedades masculinas. En 1918 se organizó el Club Femenino de Cuba y, a iniciativa de este, se creó en 1921 la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas que, conjuntamente con el Club Femenino de Cuba y su ardua labor, organizaron del 1 al 7 de abril de 1923 el Primer Congreso Nacional de Mujeres, al que asistieron treinta y una organizaciones femeninas, siendo el primero de su tipo en América Latina. Más tarde se creó el Frente Feminista, el cual desembocó en la Alianza Nacional Feminista, que puso todo su empeño en los derechos políticos de la mujer. Entre 1924 y 1930 se fundaron otras asociaciones semejantes[9] y en 1925 se celebró el Segundo Congreso de Mujeres.
En 1927, la Federación Nacional de Organizaciones Femeninas impartió una serie de conferencias con el objetivo de crear un estado de opinión favorable hacia el sufragio femenino. Para el momento, un grupo de mujeres del Woman’s National Party de Estados Unidos estaba de visita en Cuba con el propósito de que, en la Sexta Conferencia Panamericana, con sede en La Habana, se lograra en todos los países de América el principio de igualdad entre mujeres y hombres; de esta forma se crearía en estrecha alianza con la Federación Nacional de Organizaciones Femeninas y, con carácter provisional, el Comité Pro Igualdad de Derechos. El 8 de febrero de 1928 se celebró la Sexta Conferencia Panamericana en el Aula Magna de la Universidad de La Habana y las delegadas fueron escuchadas. Como resultado, se creó la Comisión Interamericana de Mujeres (1928), que representó un gran paso en la conquista de los derechos femeninos. El Comité Pro Igualdad de Derechos se disuelve una vez logrados los objetivos; pero Flora Díaz Parrado, con la idea de no dispersar a las miembros, decide crear el Comité de Acción Cívica como dependencia de la Federación Nacional de Organizaciones Femeninas, bajo la presidencia de María Montalvo de Soto Navarro. A este comité se sumaría Elena Mederos, quien sería luego uno de los pilares del Lyceum y secretaria de la Alianza Nacional Feminista.
Para 1929, un gran número de mujeres cubanas ya habían adquirido una alta conciencia de su contenido histórico y, aunque pertenecían a diferentes clases sociales e ideologías políticas, estaban interesadas en reformas constitucionales que les permitieran disfrutar de todos los derechos ciudadanos; incluso algunas militaron en organizaciones feministas y también en sociedades culturales. A pesar de la existencia de Pro Arte Musical, una sociedad femenina dedicada sobre todo a la música, también se inauguró el Lyceum; cuya mayoría de sus fundadoras centraron sus esfuerzos en la necesidad de defender los valores culturales. Estas mujeres se preocuparon por el destino de la feminidad, sin dejar de reconocer los aportes y la gran deuda que la humanidad tenía con las más austeras feministas, al igual que por los afanes de superación femenina, y se esforzaron por lograr la síntesis de dos formas de vida aparentemente contradictorias (feminismo y feminidad) búsqueda que dio frutos en el orden individual y colectivo. El resultado de esa síntesis fue el Lyceum, sociedad cultural femenina y feminista.
Cuando fueron redactados los estatutos en 1928, la comisión mantuvo el criterio de “la neutralidad absoluta en materia de religión y política. Esa neutralidad que jamás ha significado indiferencia le ha permitido agrupar en su seno a mujeres de todos los matices políticos y de todos los credos religiosos”.[10]
El hecho de que, desde su fundación, la membresía y sus socias estuvieran formadas por mujeres de diferentes formaciones culturales e ideológicas permitió que en sus salones se proyectaran y discutieran temas políticos, económicos y sociales de distinta índole; sobre todo de una marcada actualidad.
Durante los terribles primeros años de la década de 1930, la institución no da muestras, a través de sus actividades, de un compromiso político en contra de las atrocidades del gobierno de Gerardo Machado. Sin embargo, entre 1933-1934 dan por sentado que hubo hondas preocupaciones en este sentido.
Durante este período se habían clausurado la Universidad y todos los centros docentes; la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) había sido declarada ilegal y sus filiales asaltadas y saqueadas; la prensa amordazada y suspendida; y las instituciones, culturales o artísticas, obligadas a suspender sus actividades. Por tanto, el Lyceum termina supliendo un poco la función de los centros docentes a través de sus clases, cursos y conferencias; y se convierte también en tribuna y prensa.
Por ejemplo, en 1931, comentan el libro Guía de la mujer inteligente para el conocimiento del socialismo y del capitalismo de George Bernard Shaw. La acogida fue tan exitosa, que se debatió por seis tardes más; otro de los libros en discusión fue Los caminos de la libertad: anarquismo, comunismo y sindicalismo de Bertrand Russell, que despertó gran interés entre las socias. Asimismo, conmemoraban todos los años el Día de la Paz y mes por mes discutían, bajo la dirección de Hortensia Lamar, diferentes temas de actualidad mundial. Y, en momentos tan críticos como la Primera y Segunda Guerras Mundiales, la Guerra Civil Española u otros acontecimientos ya fuesen internacionales o nacionales, solicitaron a los especialistas que ofrecieran conferencias relativas a estos temas. Fue sobre el fascismo que se habló en aquellos salones, la paz mundial, la fijación de unas bases para la reforma constitucional, la realidad cubana a través de la Enmienda Platt y otros temas.
Asimismo, la labor de las lyceístas también se destacó en el campo de las luchas feministas, los congresos femeninos en Cuba y fuera de la Isla, y la posición de la mujer frente al Código de Defensa Civil, entre otros.
Para 1940, se debatió en dos ocasiones la nueva Constitución, se comentó sobre sucesos mundiales, la situación militar y política de Europa, y mes tras mes sobre la situación internacional. Ante la agresión de Japón a Estados Unidos, el Lyceum hizo pública una declaración de principios donde expresaba su adhesión a los principios de libertad y democracia, y dirigió un llamamiento a sus socias y en general a las mujeres cubanas para formar las filas del servicio femenino para la Defensa Civil; cuyo resultado fueron cinco servicios de emergencia y el Frente Femenino de Defensa Civil.
La institución siguió abordando el tema político en la posguerra y el movimiento feminista en el continente, así como rindió homenaje a los hechos ocurridos luego del desembarco en Normandía y a la liberación de Francia por los aliados. En 1949 se leyó y discutió en sus salones el informe sobre los congresos de la paz realizados en New York y París, y se abordó el tema de Cuba y la ONU, la mujer en el panorama político nacional y los derechos de la mujer en Chile.
En la década de 1930, por orden de Gerardo Machado, algunas socias del Lyceum fueron recluidas en la cárcel de Guanabacoa y en la Isla de Pinos. Rita Shelton y sus hermanas fueron encarceladas por sus protestas cívicas contra Machado. En 1935 Camila Henríquez Ureña, Carolina Poncet y otras lyceístas fueron hechas prisioneras por darle la bienvenida al conocido dramaturgo comunista Clifford Odets, quien venía acompañado de otros escritores norteamericanos. De este acontecimiento se tiene el testimonio de Carmen Neneína Castro Porta, fundadora en 1952 —junto con Aida Pelayo Pelayo— del Frente Cívico de Mujeres Martianas —activo durante la segunda dictadura batistiana (1952-1958)—, donde expone el hecho, enmarcado en la primera etapa de Batista (1934-1944), en relación con la fracasada huelga de marzo de 1935.
Por su parte, Berta Arocena, primera presidenta del Lyceum, militó bajo el liderazgo de Otilia André en la Organización de Mujeres Revolucionarias. Hortensia Lamar; mientras Renée Méndez Capote y Camila H. Ureña participaban activamente en los Congresos Nacionales de Mujeres. De acuerdo con lo expresado por Onelia Cabrera, las lyceístas permitieron que la Sociedad Nuestro Tiempo, públicamente apoyada por el Partido Comunista y dirigida a nivel intelectual por Carlos Rafael Rodríguez y Mirta Aguirre —quien era también miembro del Lyceum—, participara de modo activo en sus salones.
En otra ocasión, María Teresa Linares ofreció una conferencia sobre música campesina a la que invitó a Justo Vega, al Jilguero de Cienfuegos —aún muy joven—, y a otros grandes del punto cubano. Ella cuenta:
Se habló sobre el fenómeno de la improvisación y en el salón había muchos jóvenes universitarios, pues la universidad había sido cerrada por un asalto de Salas Cañizares y las clases habían cesado. Es entonces cuando un estudiante le dice a Justo Vega que haga una décima a la universidad, entonces él la hizo y recuerdo que terminaba así:
/ Unos suben a aprender, // otros suben a enseñar, // otros suben a romper // lo que deben respetar /.
Aquello se fue abajo en aplausos y yo estaba como una pieza congelada, como un hielo, porque yo decía: “Si está Ventura o un sicario de Ventura, salimos todos presos”. De ahí en lo adelante yo no pude controlar lo que empezaron a improvisar esos campesinos, lo que empezaron a proponer la gente que estaba en el público.
Eso lo permitió el Lyceum.[11]
Como ya se sabe, la institución cultural de las mujeres fue muchas veces tribuna, en este caso de juventudes y campesinos donde expresaron, a raíz de un hecho cultural, sus inconformidades con el régimen y sus arbitrariedades.
Otras de las acciones en el campo de la política llevada a cabo de manera muy escondida por las mujeres de izquierda, según atestiguan Marta Arjona, Onelia Cabrera y Naty Revuelta, fue su aporte a los guerrilleros de la Sierra Maestra a través de la recogida de frazadas y dinero. Era una tarea muy activa, definida y secreta; quizá de ahí que poco se conozca sobre ello.
De acuerdo a Naty Revuelta, el Frente Cívico de Mujeres Martianas “[…] tuvo dentro de sus actividades un servicio social dirigido por Concha Chera. Ella tenía estrechas relaciones con mujeres que laboraban en el servicio social del Lyceum, las que tenían muchos vínculos y relaciones con personas del Gobierno, que en innumerables ocasiones fueron de gran ayuda para que las martianas pudieran auxiliar a familiares de presos y perseguidos. Todo esto era totalmente clandestino.[12]
El 15 de diciembre de 1956, frente al atropello, el crimen y el allanamiento de locales públicos y privados por parte del Ejército, el Lyceum, secundado por sus homólogos de Santiago de Cuba, Pinar del Río y Camagüey, así como los Clubes de Leones y Rotarios de la capital, firmó un llamamiento que instaba a todas las instituciones cívicas, fraternales, políticas, sociales y patrióticas a adoptar cuestiones conjuntas sobre la base de las normas jurídicas vigentes para frenar la violencia y buscar adecuada salida a la problemática cubana. Según palabras de María Luisa Rodríguez Columbié, presidenta de la institución en dos ocasiones: “Al suspenderse la subvención que el Estado venía dando al Ballet Alicia Alonso, yo redacté el documento de protesta y luego fuimos a ver a la Federación de Estudiantes Universitarios, quienes leyeron el documento y realizaron el meeting.[13] Al parecer, todos los méritos de esta acción se le adjudican a la FEU y se desconoce la participación gestora del Lyceum.
En la Cuba posterior a 1959, la existencia de una política cultural centrada por el Estado y el cierre de las sociedades privadas fueron silenciando poco a poco la activa labor sociocultural, feminista y de denuncia política que llevaba a cabo el Lyceum desde sus salones. La Casa de Cultura de las mujeres, como la llamó Jorge Mañach en conferencia sobre la institución, según Rosario Rexach, cerró el 16 de marzo de 1968; “[c]uando el gobierno cubano decidió su incautación con la oposición sabida de algunos de sus miembros más preclaros”. Finalmente, el local en La Habana se convirtió en la Casa de la Cultura de Plaza de la Revolución.
© Imagen de portada: Junta directiva del Lyceum de La Habana y el Lawn Tennis Club.
Notas:
[1] Estos Estatutos serían actualizados en 1931, 1939, 1944 y 1960.
[2] “Carta Negra”, en Diario de la Marina, La Habana, 5 de mayo, 1929.
[3] Margot Baños de Mañach, Elena Mederos, Lilian Mederos de Baralt, Josefa Vidaurreta de Marinello y María T. Moré de Suárez Solís pertenecieron a la Alianza Nacional Feminista.
[4] Jorge Mañach: “El Lyceum y la Conciencia Nacional”, en Revista Lyceum, vol. XI, no. 37, febrero-noviembre, 1954, p. 82.
[5] En los años 1945-1947 se conforma la vocalía de Fábrica y Decoración que, para 1949-1951, se llamó Proyectos y Decoración y, para 1951-1955, Decoración y Jardinería.
[6] Memorias, [s. n.], 1932-1933, p. 23.
[7] Ídem.
[8] Ellas más bien se preocuparon por conciliar dos formas aparentemente contradictorias (feminismo y feminidad).
[9] Partido Demócrata Sufragista (1924), Liga Patriótica Sufragista (1927), Círculo Sufragista Independiente (1929), Comité de Acción Cívica deMujeres (1928), Comité de Defensa del Sufragio Femenino (1928). Estas dos últimas se unen para formar en 1928 la Alianza Nacional Feminista. En 1930, Ofelia Domínguez organizó la Unión Laborista de Mujeres que, en 1933, cambió su nombre por Unión Radical de Mujeres, desdedonde demandó reformas de carácter educativo y social; meses más tarde se creó la organización Mujeres Oposicionistas, dirigidas por Pilar Jorgede Tella. Para esta fecha, el movimiento feminista vive su mayoría de edad.
[10] Piedad Maza: “Hojeada retrospectiva”, en Memoria de los trabajos presentados a “La primera fiesta intelectual de la mujer”, Imprenta ElSiglo XX, La Habana, mayo, 1935, p. 6.
[11] Entrevista a María Teresa Linares.
[12] En entrevista personal.
[13] En entrevista personal.
Ahora, la libertad
El derecho a entrar libremente a Cuba y a salir libremente de Cuba para todos los cubanos, sin permiso de salida o de entrada, por el tiempo que la persona decida, sin impuestos, ni confiscaciones, ni despojos de propiedades.