Peligro de conjunto

El paisaje actual es el siguiente: en Cuba sigue mandando Raúl Castro a la sombra de la imagen viva de Fidel Castro en estilo totalitario y de régimen militar. No se puede hablar de instituciones, aunque existan, como escenario de transformaciones que impulsen el cambio de la sociedad, ya sea el apartheid comunista, el ejército, la Seguridad, que en otros países dominados por el comunismo jugaron un papel. No se puede hablar de instituciones porque hay una oligarquía, un grupo de familia, una casta de generales y personajes del mundo del poder.

Esta oligarquía coronada durante más de cincuenta años por Fidel Castro se sabe que en cuanto a poder y decisiones culmina y se concentra en una persona, y esto no ha cambiado porque ahora se concentró en otra persona con otro estilo, pero la esencia de la relación entre el poder y el pueblo y sus consecuencias siguen siendo la dominación opresiva que niega la libertad y los derechos y que sumerge a la sociedad, o mejor dicho la vida de once millones de seres humanos, en función de ese poder. Aunque el sistema y hasta su ideología puedan ir variando, siguen en función de la oligarquía.

En ese estado estamos ahora con la diferencia de que el régimen está cambiando, pero cuidado, ¿cambiando hacia dónde? Se está generando un falso escenario de cambio; mientras tanto el pueblo no tiene conocimiento, ni control del proceso, ni información, lo que es peor ni tan siquiera visión de lo que está ocurriendo. Aquí hay que aclarar: la necesidad y urgencia de cambios no la explicamos a partir de un supuesto peligro futuro, que sí existe, sino del estado actual de opresión, pobreza y ausencia de libertad y derechos, un estado actual que tiene 53 años y no es necesario explicar por qué los cubanos tenemos derecho a los derechos, así que el primer peligro ya no es peligro sino una triste realidad, el estado de la vida en Cuba.

No hablo nunca de libertad de empresa porque no es la empresa la que tiene que ser libre sino la persona, y para que esta sea libre tiene que tener el derecho de tener su propia empresa.

Por una parte el pueblo de Cuba ha sufrido el proceso del Congreso del Partido Comunista sobre el que algunos medios políticos y de difusión se empeñaron en depositar expectativas. Se anuncian cambios solo en el campo económico dirigidos en esencia a hacer más eficiente y productivo el régimen comunista. Esto, de hecho, en el discurso tradicional estalinista dentro del estrecho círculo de lenguaje de la ideología del régimen, es decir, un proceso de cambio que lo primero que definió son los límites y las barreras. Al mismo tiempo se anuncian y conceden licencias al trabajo por cuenta propia, contratación de empleados por parte de los pequeños negocios familiares y se anuncia como un gran logro la posible venta de automóviles y la flexibilización del traspaso de propiedades de casas, mientras se afirma hasta la saciedad que el objetivo es perfeccionar la empresa socialista.

No hablo nunca de libertad de empresa porque no es la empresa la que tiene que ser libre sino la persona, y para que esta sea libre tiene que tener el derecho de tener su propia empresa. De esto, de derechos económicos de los cubanos, es de lo que no se habla ni antes ni después del Congreso, pero de este tema estamos saturados los cubanos, aunque hay que decir en respuesta a los entusiastas que tienen un concepto bastante disminuido de lo que merecemos los cubanos. Hay que recordar que derechos a la compra venta de autos, casas, pequeños y grandes negocios privados existían durante el régimen de Pinochet, en la Sudáfrica segregada, el régimen de Gadafi, en Egipto y hasta en la dictadura de Batista. Entonces, ¿para qué se hizo la Revolución en Cuba?

Pero en esos países, como en Cuba ahora, faltaban la libertad y los derechos que determinan la condena a la pobreza de la mayoría de nuestro pueblo, y de un círculo pequeño de privilegiados que viven como capitalistas, o lo son, aunque desde las tribunas griten «Socialismo o Muerte».

Sobre el estado actual seguiremos hablando porque eso por sí solo necesita de cambios radicales que signifiquen libertad, derechos, democracia y reconciliación. Pero por si fuera poco el haberse devorado la vida de tres generaciones, ya está en peligro la actual generación y la que está por nacer.

Propiedades, recursos, empresas y otras pueden ser adquiridas por poderes económicos fuera de Cuba, sean cubanos o extranjeros, como ocurrió en China, Rusia y otros lugares.

Algunos apuestan y apoyan desde fuera y dentro supuestos cambios económicos al estilo chino o semejante, aunque el régimen no ha anunciado nada. La más grande expresión de despotismo es negarle al pueblo una perspectiva transparente de lo que se propone la oligarquía.

En cualquier caso, cambios económicos sin derechos políticos y civiles para los ciudadanos, con apertura a cierta economía de mercado, pudieran traer un escenario en que el grupo de poder político se transfiera o se venda a sí mismo, si no lo ha hecho ya. Propiedades, recursos, empresas y otras pueden ser adquiridas por poderes económicos fuera de Cuba, sean cubanos o extranjeros, como ocurrió en China, Rusia y otros lugares. Como habíamos dicho, no hay cambios institucionales porque la que determina es la oligarquía, y más que transición lo que hay es una reconversión del privilegio (Corleone), donde los dirigentes se vuelven gerentes y los jerarcas del partido único capitalistas únicos.

Este peligro se acrecienta y podemos comprenderlo en la situación de desconocimiento y falta de control de medios para verificar que tiene el pueblo de Cuba. Además, los que no tienen nada se quedan sin nada o con menos.

Recordemos que aquí la Revolución se hizo a nombre de los pobres, pero después de utilizarlos para suprimir a los ricos y dejar sin nada a todo el que tenía algo, se les quitó el derecho de expresión a todos y a los mismos pobres, que hace mucho quedaron sin voz y ni tan siquiera pueden decir que son pobres.

En medio de todo esto surge la noche de desarrollo de Mariel y el posible boom petrolero del litoral norte cubano. Bien poco saben los cubanos de esto.

En esta situación de desigualdad actual sostenida por la opresión, si concretan en estos cambios solo se profundizará en la desigualdad. Siempre hemos dicho esto sin odio de clase ni odio de ninguna clase, pero todo indica que esta reconversión del privilegio se concreta no en una transición sino en una herencia en que la oligarquía deja a sus sucesores con otros estilos y otro contenido de desigualdad.

Mientras tanto, desde las tribunas, los medios de difusión en todos los escenarios oficiosos siguen hablando de socialismo o muerte como si fuéramos esquizofrénicos.

De esta manera, la única perspectiva explícita por parte del grupo de poder es continuar con el poder totalitario bajo las banderas del comunismo, con la intolerancia y exigencia de la incondicionalidad a la Revolución, sabiéndose que este concepto es variable y relativo excepto en que la Revolución es el poder total y vitalicio para la familia de los Castro y sus generales.

Como hemos dicho, el estado actual clama cambios pero el peligro es que Cuba pase del totalitarismo al estado mafia; es como después del terremoto, el tsunami.

En medio de todo esto surge la noche de desarrollo de Mariel y el posible boom petrolero del litoral norte cubano. Bien poco saben los cubanos de esto. Las primeras noticias llegan alrededor de declaraciones y propuestas hechas en el Congreso norteamericano para tratar de impedir la prospección en los mares al norte de Cuba. Pero el pueblo de Cuba no sabe, no tiene información, ni control, ni posibilidad de decidir sobre estos asuntos y otros semejantes que puedo imaginar cuando veo tantos carteles de S.A. ¿De quiénes son estas sociedades, sus accionistas? ¿Saben los cubanos lo que esto significa?

La suposición es que el régimen actual va a hacer una apertura económica amplia, gradual, algo que el gobierno no ha anunciado.

Hay una ceguera desde el poder pero también desde otros factores que en nada contribuyen a los cambios justos y pacíficos en Cuba ni a la paz, ni a la estabilidad. Puede decirse que están apostando por cambios con Raúl y dentro del régimen, unos a nombre de la estabilidad, algunos sin nombre pero por sus propios intereses, y otros no sabemos a nombre de qué miedo e intereses, pero lo están haciendo. Esto se está convirtiendo en propaganda, en especulación académica, en doctrina y hasta en una especie de teología de la adaptación o la sumisión, en todo caso con una significativa falta de transparencia por parte de todos los factores. Hay suposiciones y doctrinas, generalmente, muy ligadas.

Mientras tanto el pueblo vive un largo stand by que parece pasar a estar en algún momento pero no pasa. Es un largo stand by de 53 años y ahora con conciencia de stand by donde, desde el poder, se lanza la bola y muchos la amplifican diciendo: «¡esperen, el gobierno va a hacer cambios!». Pero lo peor es que todo stand by tiene una perspectiva, es una parada o un espacio antes de la arrancada, pero para los cubanos dentro del régimen no hay perspectivas, ni el propio régimen tiene perspectivas justas para el pueblo ni el pueblo con el régimen va a ninguna parte, solo permanece en este estado que no es de stand by sino de parálisis. Mientras tanto, los que tienen el poder sí viven y tienen poder, viven como ricos y preparan a su descendencia para que sean igual de poderosos y ricos. ¿Eso es Revolución? ¿Y la Revolución y la gente? ¿Y la vida de los cubanos?

La suposición es que el régimen actual va a hacer una apertura económica amplia, gradual, algo que el gobierno no ha anunciado y, por otra parte, ha negado en el último congreso al reafirmar el socialismo como sistema, pero al parecer otros factores que pueden, como personalidades, intelectuales, diplomáticos, algunos cubanos en el exilio, saben más de lo que sabe el pueblo y el propio gobierno dice. Esto último reafirma la desconfianza y la falta de transparencia.

¿Qué supone la inserción del capitalismo salvaje dentro del totalitarismo comunista como en China, primer país en construir el comunismo salvaje?

La doctrina es que la apertura a la economía de mercado o espacios trae consigo la democracia (China, Gadafi, Batista, Pinochet). Creo que no hay ningún ejemplo histórico; lo que sí ocurre es que la absolutización del mercado o fundamentalismo mercantil está trayendo la desintegración de los estados democráticos o el debilitamiento de las democracias para convertirnos en presas de mafias traficantes o fuerzas políticas que imponen el neototalitarismo, pero en el caso de Cuba estamos en el viejo totalitarismo, así que sigamos con el tema.

Lo perverso de estas posiciones y doctrinas es que niegan el derecho a los derechos y se someten a la reglas del juego del régimen negando la esperanza. Ni siquiera se atreven a preguntar: ¿por qué no los derechos?

¿Por qué hacer este recorrido tan torcido? ¿Qué supone la inserción del capitalismo salvaje dentro del totalitarismo comunista como en China, primer país en construir el comunismo salvaje?

Hay rasgos del comunismo salvaje en Cuba, pero eso lo veremos después (precios, trabajadores, desigualdades). En todo caso, la mencionada suposición y la doctrina son cómplices de una legitimación de la injusticia para Cuba y conspiran sin pudor contra la esperanza de nuestro pueblo.

Pero la otra componente es un grave peligro, casi tan grave como la realidad que vivimos de la desestabilización: ceguera; el pueblo de Cuba no debe intervenir. Los que apuestan por la estabilidad con este «megafraude» están desechando la piedra angular: el pueblo cubano. No abundo en calificativos, pero es una postura muy reaccionaria, venga de la derecha, del centro o de la izquierda, de agnósticos o de creyentes, del norte, del sur, del este o del oeste. No es retórica sino denuncia, porque el pueblo de Cuba en su desventaja está bajo fuego cruzado, aunque también despierta solidaridad y hay mucha buena voluntad que necesita informarse y despertar.

Es como si las oportunidades y los lugares en la vida solo alcanzaran para unos pocos, como ocurre en las colas.

Suponer estabilidad dentro de esta gran tomadura de pelo es desconocer el deseo de cambio y de libertad que tiene el pueblo de Cuba, pero también ignorar que ese proceso acentuará la desconfianza, la búsqueda de caminos para la supervivencia, la pérdida de respeto a la autoridad dentro del sistema opresivo, la desigualdad y preparará a Cuba para que, en cualquier fenómeno de descompensación del poder, de protestas, se desate la violencia y el caos con el consecuente sufrimiento humano, la sangre, la destrucción y el inicio de otro ciclo de resentimientos y odios.

La conclusión antilógica e inhumana que pueden sacar algunos es que para que esto no ocurra es mejor dejar las cosas como están y que el actual poder siga manteniendo el orden dentro del peor desorden, que es la falta de derechos y libertad: el orden de los campos de concentración. Porque las cosas como están son este estado de injusticia y no de derecho que de por sí debe cambiar radicalmente, y sobre las bases de esta injusticia no se pueden hacer cambios legítimos.

Este orden de no derechos y la perspectiva de complicarlo con el «capicastrismo» cierra las puertas de un futuro mejor al pueblo de Cuba y lo puede sumergir en un túnel de desorden y oscuridad que nadie en Cuba desea.


La desconfianza

Contra la solidaridad imprescindible para la liberación conspiran todavía los rencores, el resentimiento, el miedo, la tentación de la arrogancia y abuso de los que detentan el poder en cualquier nivel y la desconfianza entre los ciudadanos. Todavía muchos cubanos están capturados en la mentalidad de «sálvese quien pueda» y de la inseguridad como si siempre estuviesemos en una cola (fila) para comprar alimentos o artículos de primera necesidad, sabiendo que no alcanzan para todos.

Esta ansiedad se encuentra lo mismo en la consulta del médico que en la cola para montar en un avión. El propio régimen ha sembrado el sentido de la inseguridad y la incompetencia que afloran en este momento en que ya el agotamiento del régimen nos está anunciando el cambio. Como no se produce la apertura ni hay transparencia, aumentan la ansiedad y la inseguridad. Es como si las oportunidades y los lugares en la vida solo alcanzaran para unos pocos, como ocurre en las colas. Esa situación convierte una vez más al cubano en competidor del cubano y genera un individualismo disociador.

A esta mentalidad no escapa ni la oposición dentro y fuera de Cuba, ni los que tienen ventajas a partir del poder, ni los intelectuales y otros sectores de la sociedad. Aun en el ambiente de la lucha por la democracia se actúa como si cada episodio, palabra o documento fuera por sí mismo a determinar todo el futuro de Cuba e inclusive como si se estuviera compitiendo por un lugar único en el poder y la gloria. Creo que es una tentación que se da en todos los ámbitos de la sociedad, y el que se crea libre de culpas que se observe.

El origen de la inseguridad, y paradójicamente de la competencia angustiosa y hasta penosa, es la falta de derechos que ha vivido nuestro pueblo.

Recordemos cómo el Estado ha vendido un solo televisor, en un centro de trabajo o en el barrio, subastado por los méritos revolucionarios, entre decenas de aspirantes, para ser asignado según esos méritos. Algo parecido a tirar una moneda al aire entre un grupo de hambrientos mientras otros contemplan como riñen por alcanzarla.

Esta ansiedad que produce la mentalidad de la cola (fila) donde el producto no alcanza para todos, aplicada a escala de sociedad y de relaciones políticas y al mismo proceso de cambio, debemos hacerlo consciente en un proceso de auto terapia empapado de modestia y amor al prójimo. Pero no podemos negar que la confianza solo se puede alcanzar en un proceso de establecimiento de los derechos en las leyes. También es necesario que todos nos esforcemos en practicar la tolerancia, el respeto y la solidaridad que no se darán por decreto sino proponiéndonoslo.

El origen de la inseguridad, y paradójicamente de la competencia angustiosa y hasta penosa, es la falta de derechos que ha vivido nuestro pueblo y la manipulación política por parte del Estado de todos los recursos y servicios imprescindibles para la vida.

Solo la toma de conciencia de que los intereses más legítimos, el de la libertad y los derechos, son comunes, nos hará despertar a la solidaridad, que será nuestra fortaleza como pueblo.


© Imagen de portada: El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel; su hijo (segundo por la izquierda); la actriz Katie Holmes; y el presidente del Grupo de Administración Empresarial, SA (Gaesa), general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas.


* Este texto forma parte del libro La noche no será eterna (Hypermedia, 2018) de Oswaldo Payá.




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Nuestra propia historia

Oswaldo Payá

La realidad es que en Cuba se ha mantenido un orden de no derecho que ha instalado una cultura del miedo y que, al mismo tiempo, ha jugado con las circunstancias internacionales a su favor y en contra de la libertad de los cubanos.






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