A propósito de la época de Navidad, recordemos que la creencia en lo sobrenatural, sea una religión organizada o no, es uno de los fenómenos socioculturales considerados universales.[1] Por ello, desde sus inicios como disciplina independiente en el siglo XIX, la antropología sociocultural (etnología) ha tenido un interés peculiar en este tema.[2]
Los antropólogos contemporáneos examinamos no solo la religiosidad de las “tribus exóticas”, sino también nuestros propios movimientos religiosos occidentales, como la expansión del protestantismo cristiano en Iberoamérica, donde ya no es considerada la región católica como la preeminente desde la era colonial. Numerosas vertientes protestantes han llegado como competidoras al otrora hegemónico catolicismo en el “mercado” de las almas —o la espiritualidad— de los iberoamericanos.[3]
Con fines heurísticos, no me resulta vano clasificar el protestantismo iberoamericano en dos vertientes principales:
- Las iglesias protestantes histórico-tradicionales (mainline), casi todas con orígenes germánicos y anglosajones, como son: las episcopal, luterana, metodista y presbiteriana, inspiradas por la gran Reforma lanzada por Martín Lutero en el siglo XVI, y luego reformulada por varios otros teólogos. Esas ideas e iglesias fueron luego traídas a Norteamérica por los peregrinos europeos que ansiaban libertad de culto. Todas ellas, a su vez, sufrieron subdivisiones con el paso de los años —incluso debido a discrepancias políticas— mientras continuaban su proselitismo con misioneros al sur del Río Grande.
- Evangelicalismo: Obviando los desacuerdos teológicos y rituales con las denominaciones tradicionales, las características principales de las iglesias evangélicas son su independencia y su gobierno interno congregacional. No existe una estructura piramidal, sino que cada templo es prácticamente autónomo —aunque a menudo entrelazados entre sí. Este es el tipo de protestantismo más esparcido en Latinoamérica; sobre todo entre la población indígena y mestiza más humilde, con una mayoría de ministros, pastores y predicadores semi-improvisados o autodidactas.
Quizás algunos lectores diferirán de mi clasificación.[4] Contrario a mi taxonomía tentativa, los evangélicos por lo general no se consideran “protestantes” a sí mismos y los tradicionales no necesariamente los consideran afines tampoco, con excepciones notables en ambos casos.
Sumando los tradicionales y los evangélicos —más los mormones con orígenes estadounidenses—, se estima que ya alrededor de 20%, o uno de cada cinco latinoamericanos, se identifica con una u otra denominación —mayor aun en Centroamérica—, sobre todo de la tradición pentecostal; estadísticas que van en un aumento vertiginoso.[5]
Aunque el protestantismo todavía constituye una minoría en México —apenas 5%—, el libro por los etnólogos Hugo y Jean Nutini, Native Evangelism in Central Mexico (2014), constituye un estudio etnográfico (descriptivo) paradigmático. La investigación de campo se centró en las iglesias evangélicas que los autores llaman “nativas”. Estas son congregaciones autóctonas fundadas por mexicanos que atraen en su mayoría a conversos del catolicismo, típicamente, de origen humilde.
Modesta iglesia protestante [Iglesia Cristiana Reformada] en un batey cañero de la provincia de San Pedro de Macorís, al sureste de la República Dominicana, tomada por el autor, en abril de 2018.
Dicho estudio comienza desdeñando los análisis metodológicos y teóricos con raíces marxistas, que son por naturaleza especulativos, poco empíricos y, en definitiva, anacrónicos. Me complace esa perspectiva, además, dado los comentarios racistas y deplorables de Karl Marx y Friedrich Engels acerca de los mexicanos —considerándolos “vagos [e] inferiores”—, llegando a apostar por Estados Unidos durante la Guerra México-Americana (1846-1847).[6]
Los Nutini identifican nueve iglesias evangélicas nativas en los estados de Tlaxcala y Puebla. Según la muestra demográfica, los conversos perciben el evangelismo como más democrático en su gobernación eclesiástica interna que el catolicismo y más propicio al progreso económico individual. Una de las atracciones pragmáticas es que el evangelismo enfatiza el bienestar material, lo que también parece explicar su éxito proselitista entre las clases socioeconómicas menos privilegiadas, mientras que las clases altas siguen identificándose —al menos nominalmente— como católicas.
Algunas de las razones doctrinales dadas para la conversión son más bien racionalizaciones psicológicas ex post facto, ya que, típicamente, los conversos se liberan de las obligaciones cívico-religiosas más onerosas del México rural. Entre ellas se encuentra el emblemático “sistema de cargos”, en los cuales los aldeanos deben turnarse en financiar las fiestas religiosas locales; un fenómeno algo difícil de entender para los que desconocen la religiosidad popular en Mesoamérica (México y Guatemala).
Me atrevo a sugerir que esta “emancipación del bolsillo” (mi propia terminología) podría ser la versión pragmática ingeniada por los conversos como una especie de “teología libertadora” local. Aclárese que esa actitud es distante de la mal llamada “Teología de la Liberación”, irónicamente con innegables influencias marxistas, aunque casi siempre ligada al catolicismo.[7]
Por otro lado, como también reportan varios otros investigadores, el abandonar el catolicismo puede conllevar ciertos costos sociales, mucho más en las aldeas más remotas, como la pérdida de amistades. Como he observado en mis propias investigaciones etnográficas en la República Dominicana, Puerto Rico, México e hispanos en general en Estados Unidos, la conversión también puede ocasionar otros efectos secundarios. Un ejemplo es la disensión familiar, particularmente entre los conversos más ortodoxos que llegan a considerar a sus nuevos correligionarios como parientes suplentes que desplazan a los familiares consanguíneos que no son conversos.[8]
Al mismo tiempo, la conversión no parece llevar, necesariamente, a una ruptura de las relaciones de parentesco rituales (compadrazgo y padrinazgo) antes contraídas bajo las liturgias católicas. Por lo general, los padrinos y ahijados, sobre todo de bautizo, así como los compadres y las comadres, a menudo continúan considerándose parientes simbólico-religiosos semisagrados, como lo establece la tradición. Ese también es el patrón de comportamiento que encontré en los campos dominicanos,[9] así como en mis visitas recientes a áreas rurales de la Sierra poblana, donde yo mismo tengo ahijaditos mexicanos.
Los escritos sobre el protestantismo iberoamericano siguen enfocados más bien en los temas económicos, políticos y teológicos. Con excepciones notables, revierten las hipótesis del gran sociólogo alemán Max Weber, que correlaciona el capitalismo con el auge del protestantismo ascético europeo. No es de extrañar entonces que la revista británica The Economist llamara a la “protestantización” latinoamericana “una Reforma sureña” mística con expectativas positivas al sistema binomial de democracia capitalista liberal.[10]
La década de 1980 —aunque en la actualidad demonizada por los llamados “progresistas”— fueron años de grandes debates de ideas, aunque no por ello originales. Uno de esos conceptos significativos fue que la cultura (las creencias y el comportamiento de la población) afecta el desarrollo socioeconómico de las naciones modernas. Aron, Novak y Drucker fueron tres ilustres promotores de esa tesis, la cual es ahora también atacada por la imperiosa izquierda política estadounidense que la tilda de “racista”, siendo, por el contrario, una posición esperanzadora, precisamente antirracista y antietnocéntrica.
Iglesia protestante [Templo Príncipe de Paz] en el pueblito de Yetla, municipio de Piaxtla, en la región más occidental del estado de Puebla, México, tomada por el autor, en marzo de 2019.
Aparte de las diferencias denominacionales, existe un comportamiento común de valores tradicionales entre los protestantes. Por ejemplo, critican el consumo de bebidas alcohólicas y productos de tabaco, el abuso conyugal —sobre todo el estereotipado machismo—, la infidelidad, el divorcio; y se oponen al aborto.
Del mismo modo, alientan la responsabilidad paternal, la honestidad personal, el progreso educativo, el compañerismo (fraternidad), una vida sana e higiénica y una vestimenta convencional, digna y discreta, así como una fuerte ética de trabajo y la autosuficiencia financiera. Lo irónico es que esta silueta de comportamiento ciudadano ejemplar es ahora tachada de “conservadora/derechista”, políticamente hablando, por lo que es, de manera paradójica, menospreciada por las arrogantes y hegemónicas élites mediáticas y académicas.
Recuérdese que, asimismo, numerosos intelectuales de varias nacionalidades se han pasado décadas pronosticando que una u otra variante del marxismo-socialismo “conquistaría” a Latinoamérica. El mismo dictador Fidel Castro —quien, lamentablemente, arruinó a Cuba en todo aspecto— lo proclamaba también.
Por fortuna, en lugar del divisionismo anticipado que conlleva la supuesta “lucha de clases” y el fomento del odio, la envidia, el resentimiento interhumano y el ateísmo que propagan los diferentes matices del marxismo-socialismo, lo que se nota expandirse en Iberoamérica es el “espectro” del protestantismo. Sin duda, las victorias electorales de los socialistas/comunistas han sido, por lo general, salvo ciertas excepciones, de breve duración (e.g., Perú en 2022) y los que perduran (Cuba, Venezuela y Nicaragua) están irremediablemente desacreditados.[11]
A tales efectos, otro pensamiento que resurgió en los años 80 fue considerar al socialismo marxista como una religión doctrinal.[12] Por ende, propongo considerar la idea de que el protestantismo se ha convertido no solo en un reto competitivo al catolicismo en Iberoamérica, sino que puede que lo sea más aún al socialismo/marxismo si se lo considera en la práctica como una religión política totalizante.[13]
Quedan por discutir varios subtemas relacionados con la religiosidad protestante en nuestro continente. Basta concluir, por ahora, que el tiempo dirá si la “protestantización” resultará a la larga, por fin, en el ansiado desarrollo socioeconómico favorable y equitativo que conlleve a la durabilidad de la tan deseada verdadera democracia liberal en Iberoamérica.
Notas:
[1] Este ensayo resumido es una actualización de varios de mis escritos anteriores sobre temas afines (por ej., “The Latin-American Compadrazgo”, en International Encyclopedia of Anthropology, Wiley Online Library, 2018; “¿Desafía el protestantismo al marxismo en Iberoamérica?”, en L. de la Paz (ed.): Ensayistas y periodistas, Pen Club International, Miami, 2021, pp.15-24; y R. Alum, https://www.panoramas.pitt.edu/art-and-culture/specter-protestantism-ibero-america-mexican-example.
[2] Agradezco a varios colegas sus sugerencias a versiones anteriores; en especial a Héctor de la Campa, Nelson Dopico, Selmira Carvajal y María Martín. Como es mi costumbre, doy bienvenida a toda crítica constructiva: Ralum@pitt.edu
[3] https://www.pewforum.org/2014/11/13/religion-in-latin-america/. Algunos conocedores de la religiosidad panamericana consultados me informan que el ascenso en 2013 del controversial Papa Francisco no ha frenado las deserciones al protestantismo; más bien lo contrario.
[4] Para más detalles, cfr. M. Ramos: Panorama del protestantismo en Cuba, Universal, Miami, 2010.
[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Pentecostalismo.
[6] N. Weyl: Karl Marx – Racist, Arlington House, New York, 1979.
[7] M. Novak: “The Case Against Liberation Theology”, en The New York Times, 1984.
[8] R. Alum: “Cultural Ideology and Empirical Reality – Case Studies in Law Management in the Dominican Republic”, en A. Allot y G. Woodman (eds.): People’s Law And State Law – Bellagio Papers, Foris, Dordrecht, 1985, pp. 35-54.
[9] Ídem.
[10] https://www.pewresearch.org/ religion/ 2014/11/13/religion-in-latin-america/.
[11] Para mi grata sorpresa, en mis presentaciones en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, precisamente acerca del legado de mi mentor Hugo Nutini a la mexicanología, encontré que un gran número del estudiantado y de la nueva generación de intelectuales desdeña la anticuada filosofía de Marx y Engels, lo que contrasta, cáusticamente, con la intelectualidad soberbia norteamericana.
[12] R. Aron: Memoires, Julliard, Paris, 1983; y R. Alum, https://www.panoramas.pitt.edu/art-and-culture/specter-protestantism-ibero-america-mexican-example.
[13] No incursiono sobre el protestantismo en Cuba ya que requiere ensayos propios. Basta mencionar que, al igual que en los otrora países comunistas de Eurasia, el gobierno manipula ciertas organizaciones eclesiásticas que de facto auxilian al régimen en “lavar” su imagen (cfr. M. Ramos: ob. cit.). Pero la dictadura socialista sigue acosando a los devotos de todas las denominaciones, incluyendo los testigos de Jehová y los ritos afrocubanos, quienes fueron encarcelados en los terribles gulags tropicales de la UMAP durante los años 60 (R. Núñez, R. Alum y R. Nodal: “The Afro-Hispanic Cuban Abakuá – A Study of Pidginization”, en Orbis-Bulletin Linguistique [Lovaina], XXXI (1-2), 1985, pp. 263-284.). Por cierto, aprendí más aún sobre la manipulación de las religiones por las dictaduras fascisto-comunistas europeas del siglo anterior durante mi periplo a cuatro países excomunistas balcánicos (Albania, Montenegro, Croacia y Eslovenia) en septiembre de 2022.
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Es una vergüenza que la ONU ayude a sostener la ficción de que los cubanos pasan hambre y huyen del país por culpa del imperialismo estadounidense.