He realizado una muy intencionada selección de escritores cuyas listas de sus 10 libros del año 2022 me han resultado sorprendentes. Libros descubiertos, leídos con asombro, o releídos porque era inevitable hacerlo. Libros incorporados a la intimidad gracias a un imperativo estético, sentimental, o creativo. La lectura sigue siendo un misterio que unifica y/o separa, más allá de cualquier galvanización predecible.
Se trata, en este caso, de creadores muy dispares. Algunos tienen trayectorias literarias ya asentadas, mientras que otros empiezan ahora mismo y son apenas visibles, aun cuando acarician proyectos de escritura llenos de eso que se llama “la certidumbre del camino”.
Quise ser, pues, muy inclusivo, pero no en vano, sino con el propósito de generar un diálogo indirecto a partir, en lo esencial, de las lecturas de todos ellos, porque esa es la forma en que un escritor escoge sus prioridades, las califica y establece, en suma, su tradición particular, independientemente de los dictámenes de la academia, los vaivenes de la fama, las opiniones de los críticos y las regulaciones del tiempo.
Alberto Garrandés
Enzzo Hernández Hernández
- El palacio (Mario Bellatin, 2020): “¿Quién es el fámulo?” Con esta pregunta comienza uno de los libros más raros e inquietantes de Mario Bellatin. Una novela breve escrita en verso, de aliento testamentario, donde se perpetúan antiguas obsesiones en torno a la figura del autor. No escapamos al regodeo metaliterario que nos hace volver una y otra vez a Salón de belleza y a otros de sus libros. Un texto condensado y mutante, como el propio Bellatin.
- Farabeuf (Salvador Elizondo, 1965): Una novela que no es una novela. La obra toma su nombre de Louis Farabeuf, cirujano y anatomista francés que ilustró un manual con diversos métodos para realizar amputaciones e intervenciones quirúrgicas. Libro inclasificable, experimental y perturbador, construido con distintos fragmentos de un mismo instante, en parte inspirado por el poder narrativo del montaje en el cine de Eisenstein.
- De la elegancia mientras se duerme (Vizconde de Lascano Tegui, 1925): Deudor del decadentismo literario, este es un libro provocador y marginal, escrito en París por un argentino que hasta hoy permanece casi desconocido en la literatura argentina. Un texto extravagante, concebido como el curioso diario de un dandi criminal, diríase precursor de Jean Genet.
- Corrección (Thomas Bernhard, 1975): Un narrador anónimo, un suicida, un taxidermista y el plano arquitectónico de una obra delirante en constante corrección. Libro obsesivo, como toda la prosa bernhardiana, donde la reiteración de las palabras y de la sintaxis alcanza un ritmo frenético, difícil de asimilar para el lector acomodaticio.
- Thomas el oscuro (Maurice Blanchot, 1941): Llegué a este libro leyendo sobre los arquetipos órficos en el psicoanálisis de orientación lacaniana, específicamente en los seminarios de Lacan. Resulta un texto especialmente poético, que plantea una honda inquietud existencial, de orden metafísico. Por último, se nos devela como un libro que discurre entre el ensayo filosófico y la narración.
- La gravedad y la gracia (Simone Weil, 1947): Es el primer libro propiamente ensayístico que incluyo en la selección. Me resulta imprescindible mencionarlo porque creo que es un libro muy poderoso, concebido a partir de un altísimo rigor espiritual y de una particular mística del individuo. En sus páginas, Weil pareciera decirnos que toda la realidad del hombre transcurre, de forma exclusiva, entre la pesantez y la liviandad.
- Diccionario jázaro / novela léxico (Milord Pavić, 1984): Escrita por un autor serbio en la antigua República Socialista de Yugoslavia. Una novela contemporánea de culto. Acometida de forma extravagante, con múltiples niveles lectura, nos adentra en escenarios espectrales, épicas batallas, encuentros oníricos, apuntes históricos y ficticios sobre los jázaros, etnia disuelta en tiempos medievales. Para mayor rareza, el libro cuenta con un ejemplar hembra y otro macho, la diferencia solo radica en una frase.
- Claros del bosque (María Zambrano, 1977): Obra en la que Zambrano indaga en su concepto del sentir primigenio. Un libro breve y fundamental para el humanismo contemporáneo, donde el lenguaje y las ideas se encuentran al desnudo, en fusión traslúcida, el pensamiento visto como ofrenda y espesura.
- Alfabeto (Inger Christensen, 1981): Un poema largo de la escritora danesa Inger Christensen. Es un libro experimental, escrito a partir de la función matemática conocida como sucesión de Fibonacci, ampliamente explicada a través de la naturaleza y de la teoría de fractales.
- La novia de Sandro (Camila Sosa Villada, 2015): Un libro de poesía escrito por una mujer trans. Es una obra delicada e ingeniosa, carnívora y melancólica, donde se cuenta lo que ella misma describe como un amor travesti. Es un texto breve y desolador.
Rogelio Riverón
Este, un año raro, me ha hecho tropezar con libros que he comenzado a leer con poca nobleza y he acabado por festejar. Me temo, eso sí, que casi todo lo que voy a mencionar se inclina hacia lo taciturno, excepto quizás el Diccionario jázaro, de Milorad Pavić, la novela-léxico que releo cada cierto tiempo porque me gusta su pérfida ingenuidad.
Releí de punta a cabo El peso del mundo. Un diario (noviembre, 1975-marzo, 1977), de Peter Handke, un compendio de sensaciones, expectativas y estados de ánimo que se mofan de la inflexibilidad de lo biográfico; y también los Diarios, de John Cheever, donde se habla, mire usted, sobre “la inevitabilidad de recuperar el cariño”.
Reina María Rodríguez me había regalado Entrevistas. Poesía, filosofía, sociedad, de Jorge Santiago Perednik, y yo lo puse en salmuera hasta el verano. Perednik me parece mejor crítico que poeta, una suposición que formulo ―Dios me asista― sin pizca de insolencia.
He leído con placer El nervio óptico, de María Gainza y El chekista, de Vladimir Zazubrin. La descomunal distancia entre uno y el otro (me refiero a sus estéticas, a la abrumada fruición del primero frente a la sobriedad primordial del segundo) antes que demostración de la versatilidad del leedor, es inconstancia.
Por las Conversaciones de Emil Cioran, que Gallimard publicó a la muerte del filósofo, he deambulado con alguna frecuencia, así como por Aquí y ahora. Cartas, 2008-2011, de Paul Auster y J. M. Coetzee.
Me expondría, por último, a traducir algunas piezas de Poems, de Joseph Brodsky, una edición de Poemhunter.com y The World´s Poetry Archive, a pesar de que todas ellas tengan versión en español.
A propósito, y violando la condición de mencionar libros concretos, he leído en estos días, con placer, poemas de María Elena Hernández Caballero, Oscar Cruz, Magali Alabau, Israel Domínguez y José Luis Serrano, mis contemporáneos; y, entre los clásicos cubanos, de Fina García Marruz y de Virgilio Piñera.
Lisbeth Lima Hechevarría
- Criaturas abisales, de Marina Perezagua.
- Yoro, de Marina Perezagua.
- Leche, de Marina Perezagua.
- Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España, de varias autoras.
- Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez.
- Alguien camina sobre tu tumba, de Mariana Enríquez.
- El cuento de la criada, de Margaret Atwood.
- Kentukis, de Samanta Schweblin.
- Flores para Algernon, de Daniel Keyes.
- Escupiré sobre vuestra tumba, de Boris Vian.
Añadiré que, motivada por una investigación que me gustaría emprender, este año me he acercado a obras de ficción de escritoras actuales latinoamericanas. Sumé a ellas a la española Marina Perezagua después de leer Caballos de vapor, una compilación realizada por Ediciones La Luz. Criaturas abisales me pareció profundamente abarcador en cuanto a emociones, un libro lleno de aplomo y contundencia cinematográfica. Leche es un ejemplo de visceralidad literaria, como los demás libros de Perezagua.
El absurdo de Samanta Schweblin es muy fluido, pero lo fantástico en Mariana Enríquez es coloquial y directo. Ambas beben directamente de problemas que se convierten en conflictos al afectar la integridad física y mental de las mujeres que pueblan sus textos.
Damaris Calderón, Dolan Mor y Antonio José Ponte
Este dosier podría llamarse: “Los poetas cubanosrecomiendan”. Pero entonces sería traicionera con el tiempo perfecto de la poesía.