Enero de 2020 fue un mes tenebroso y largo. No, no importa que lo peor estuviera por llegar. En enero, un terremoto le disputaba el turno al siguiente en Puerto Rico, cobrando vidas y viviendas a los isleños; un balcón de Habana Vieja terminaba con los cuerpos de tres niñas; morían miles en China por el coronavirus mientras el mundo estaba en otra cosa; a los bustos de un siempre sufrido José Martí los llenaban de sangre de cerdo en distintos puntos de la Isla y, como si fuera poco, había que regresar a esos centros de trabajo que para algunos (hasta marzo) eran centros de tortura.
¡Ah, la relatividad de todo, querido Albert!
A mediados de enero el mundo cubano, que es el peor revival de tirios y troyanos al que los propios cubanos hayamos asistido, se sacudía porque Orishas y Beatriz Luengo estrenaban en YouTube su tema “Ojalá pase”; el cual, sin dejar de ser una canción original del grupo, efectivamente cita in extenso el viejo tema de Silvio Rodríguez: “Ojalá”.
Salían entonces bandadas de especialistas en derechos de autor, de una y otra facción. Parecía un juego de béisbol entre Cuba y Estados Unidos. Uno de esos que en realidad sirven de camuflaje a políticas nacionalistas, filiaciones partidistas y, especialmente, a estancamientos ideológicos.
Los troyanos, aferrados como a un mástil en tormenta sobre el mar Egeo, decían que no se puede citar a alguien sin su permiso, porque de hacerlo, el plagio cae como mango maduro de mata en mayo. Mientras, los tirios, un poco más flexibles y escuchados de hip hop, reconocían que el sampling, la imitación, la cita y la alusión eran recursos indisolublemente ligados a la fundación del género musical cultivado por Orishas. Que ignorar u oponerse a ello era desestimar toda una forma de arte, ya de amplia tradición.
Para poner la teoría del robo de bases más improbable todavía, los jugadores a punto de anotar carrera limpia (Orishas) publicaban, el 29 de enero, un comunicado en el que dejaban claro que habían intercambiado correos con el publishing de la SGAE (Sociedad General del Autor Español) a cargo los derechos para Rodríguez, pero como no habían obtenido respuesta pasaron a publicar el video de manera gratuita en YouTube. Por otra parte, “Ojalá” (editada en 1978) es un tema libre para licencias online, según los registros de The Harry Fox Agency.
No lo mencioné antes, pero también en enero el equipo Matanzas ganaba la Serie nacional de béisbol, luego de 29 años de bochornos consecutivos para una provinciana de mi altura.
Me inspiré. Me inspiró mi equipo. Y dije sobre el “Ojalá pase” de Orishas que: “debían venir más narrativas de esta estirpe; unas que con un solo golpe desacralizaran zonas tabúes de la cultura cubana (léase: la canción del Silvio) porque a través de ellas se capitalizaría una honestidad punzante y dura, sin afeites, como nuestras vidas”.
Celebré asimismo la ausencia de imágenes en la producción, la cual vendría a compensar por la hemorragia colorista de aquellos otr@s músicx@s (larga lista) que han gustado de exponerse (exponernos) como objeto de consumo para la mirada del degustador de caviar que celebra nuestra pobreza. En el tema de marras todo lo que aparece es un ave roja que aletea sin cesar procurando una palabra que desaparece en medio del cielo: “freedom”.
Todo eso en enero.
Intermezzo sin música
Pasaron tres meses casi exactos y pasó (está pasando) uno de los virus más fulminantes que han presenciado quienes aún poblamos el planeta. Como ya arrasaba con Occidente, le prestamos atención. Fue así como las nociones de desnudez, vulnerabilidad, futuro y abrazo, cambiaron (están cambiando) en lo que cambiamos nosotros de pijama.
Apostados tras balcones y ventanas, los privilegiados del mundo pensamos en nuestros cuerpos como murallas prestas a ser dinamitadas en cualquier segundo si una gota, una simple gota, nos atraviesa. Y a la par, presas de la dislocación mental, entendemos que poco podemos hacer para rescatar a nuestros familiares y amigos de cualquier precariedad.
Este virus abre las puertas para una ficción de equidad emotiva y global. Por una vez, solo por una vez, todos estamos igual de expuestos si salimos a la calle.
Por otra vez, una repetida vez, la situación financiera de Cuba: Embargo A + Embargo A1, se resuelve en una ecuación que pide al pueblo sacrificio y penurias con el añadido de muerte por asfixia. Se trata de una sumatoria que solo da como resultado un gran cero. Algo que solo se ve en las matemáticas si te dedicas a especular en el eje de los negativos.
Pájaro rojo que busca libertad en Orishas. Virus que suma muertes.
“Ámame como soy”, o en cascada de imágenes
Y así como abril llegó al final sin darnos pausa en su crueldad, regresó Orishas para atiborrarnos de imágenes. Acaso las contenidas desde antes, las que en “Ojalá pase” decidieron construir vía logos porque lo visual debía ser solo un pájaro rojo surcando un cielo luminoso. Pura elipsis. Puntos por no presentación que en la producción de “Ámame como soy” se trasmutaban a puntos por sobreexposición fragmentaria de esas mismas imágenes visuales antes omitidas. Pura hipérbole, esta vez en blanco y negro.
El recurso es el mismo. Orishas compone un nuevo tema original, cita in extenso a un importante autor del archivo musical cubano (Pablo Milanés) y regresa Beatriz Luengo a colaborar.
Visto desde otro estadio que no sea el Victoria de Girón, la novedad (más allá del texto mismo y la cascada de imágenes ya descrita) sería la invitación del violinista ¡armenio! Ara Malikian. Pero en los files (fields) irónicamente susurrábamos: viene escándalo.
Y sin que todavía entienda muy bien por qué, lo que se ha presentado hasta el día de hoy (tanto en el jardín central como en las gradas del nuevo video/juego de pelota) ha sido un cosmos de silenciosas antípodas. Un silencio que recuerda a ese segundo en que no sabemos si uno de los corredores alcanzará la pelota en el aire o efectivamente se irá tan lejos que esta vez el home run será incuestionable.
O puede que sea el silencio tan imaginado para cuando seamos capaces de asistir a jornadas lúdicas desestimando sus crípticas lecturas; sus engañosos modos de enfrentarnos en torno a esa otra abstracción llamada patria.
Quizá es el silencio de cuando tirios y troyanos han depuesto, al fin, las armas.
¿O será que alucino y es solo el silencio que el virus y sus muertos —con número asignado y sin él— deja tras de sí?
De cuándo y por qué me siento a llorar frente al ordenador
En realidad, quiero empezar por el principio. Contar cómo “Ojalá pase” y cada uno de los campos desiderativos que se abren en su enramada textual —original plus citas— me ponen a llorar por cuánto dicen y por cuánto viene sucediendo.
Es enero y los cuerpos de las niñas muertas bajo un balcón en La Habana despiertan mi rabia, la cuota de resentimiento a la que quiero renunciar, la ansiedad tremenda por aspirar a un país lleno de problemas, pero del que podamos entrar y salir sin miedo.
El país que ahora mismo es mensaje aterrado del WhatsApp de nuestros primos: “No hay detergente, no hay viandas, no hay jabones, no hay leche. No hay. No sabemos qué hacer”.
Uno de los primos que habla en WhatsApp es médico y está en la primera línea de batalla en un policlínico de provincia. Primo que debe ser capaz —nasobuco sin lavar mediante— de reconocer los síntomas de la enfermedad en los otros. Primo al que mandamos dinero porque su salario no alcanza. Solo un primo al que yo, antes de la pandemia, entreveo cuando es enero y Yotuel Romero rasga sobre un cielo azul clarito la estrofa:
“Flores y ofrendas a médicos en hospitales / Pa’ que te libren y te curen de to’ los males / Publicidad de sanidad gratuita / si no le llevas algo, el dolor no se te quita”.
Primo que no se fue, que solo aspira a detergente para lavar sus ropas de trabajo. Pandemia que no ha sucedido, y ya me deja verla.
Y así me pilla mayo y lo que Orishas denunciara en enero se hace reclamo, ya impaciente, porque recuerda, con un busto cualquiera de un Martí que sangra, que la ley primera de la República tendría que ser la dignidad plena del hombre. Impaciente también porque “el tiempo de la espera se agotó / como un reloj de arena / y ya escuchamos tu canción”.
Es mayo y regresa Orishas para ventilar algunos asuntos, no importa cuánto oxígeno falte si las fronteras están necesariamente cerradas. Es tiempo de Orishas que revienta mis pantallas con una yuxtaposición visual que no podré olvidar. Es tiempo para dar cauce a un delirio que opera sobre memoria y presente…, pero también más allá: sobre una idea de futuro que ya no sabemos cuándo nos fue secuestrada.
Es tiempo de responder a los ataques de un Silvio Rodríguez llamándoles “parásitos” en refutación a un uso legalmente justo de unas estrofas suyas; pero también, y de paso, es tiempo de reinvención, de cero contenciones. De gestos significantes que dan al traste con la ley primera de la república orisha: no escatimar en demandas. Y para hacerlo se auxilian (vía sampling, imitación, cita y alusión) en Pablo Milanés, quien prima facie podría contestar igual de airado si usaran algunos versos de su canción.
Pero no.
El brevísimo video de Instagram con que Pablo Milanés responde a Orishas puede leerse desde muchos ángulos; yo me quedo con el de una coherencia repetida en alta edad, con la cual demuestra que no teme a las nuevas generaciones, que es un modo de decir que no teme al cambio de signo y sus poderes. Y esa demostración se deshace de ataques de ego o de gestos aferrados a órdenes inservibles.
Pablo Milanés aprendió a escuchar no a voces lejanas y abstractas, sino a las que quizás sean las únicas voces que ahora lo estremecen: las de sus hijos.
Por todo lo anterior, y para exigir en tierra orisha que me ames como soy, me siento frente al ordenador y lloro. Que es llorar por la incapacidad de olvidar las balsas a punto de perderse sobre el estrecho, por los actos de repudio, por los cañaverales quemados, por los rostros de ancianos anónimos, por el rostro de Cabrera Infante, por el travesti que se maquilla, por las fotos de familia que nunca fueron tomadas, por Mariel, por las marchas del Primero de Mayo, por los presos políticos, por los 2000 muertos de Batista, por los católicos llevados a la UMAP, por Celia Cruz tocando lo que imaginaba era su tierra…
Y lloro también porque hay un futuro memorioso en el que podremos regresar al arroz desgranado de nuestras madres, a los mambises descamisados y negros, a las muchachas que se abrazan en una boda que será posible, a la Cuba judía y musulmana, a la conga donde no manda el CENESEX, sino la latica y el palo de mis primos más pequeños mientras los mayores pueden, al fin, vivir de su salario. Lloro porque, al menos en tierra orisha, se está arrimando un día de sol.
Perdóname, Miami
Miami es todo lo que podemos ser y somos. Es una segunda oportunidad para expandir nuestro potencial hasta el infinito o hundirnos en la miseria; esa que, como la isla, se repite. Miami no es para todos; pero ha sido para muchos.