Un ideólogo cultural cubano y las dobleces del “sobrepoder”

“La esencia de los sistemas totalitarios
 es apoderarse de la vida social y personal del hombre
 y la sumisión de todos los individuos, excepto un puñado de ellos,
a una autoridad (…)”.
Erich Fromm

En su cuenta de la plataforma X (antes Twitter), Abel Prieto, alto funcionario del Gobierno cubano, ex ministro de Cultura, actual presidente de la Casa de las Américas y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, hacía alusión recientemente a un supuesto hecho de colonización cultural. Con imágenes que pretendían demostrar su parecer, comunicaba que “el sistema promueve una falsa diversidad para ocultar la auténtica”. Luego seguía #noalacolonizacióncultural. El texto se soportaba sobre la contraposición de dos imágenes: una encima, compuesta por personas diversas de la comunidad LGBTIQ+ que decía en letras mayúsculas: “NOS VENDEN ESTA DIVERSIDAD”; otra debajo, con personas de diferente origen étnico (supuestamente de América), que igualmente con mayúsculas planteaba: “MIENTRAS DESTRUYEN ESTA”.

Prieto puso a dialogar así, en un mismo plano, diversidades correspondientes a pertenencias sociales no equiparables en sus orígenes: diversidad sexual, supuestamente impuesta desde la colonialidad cultural, versus diversidad étnica, presumiblemente diluida o eliminada desde esa misma colonialidad. En realidad, con la publicación, el ideólogo cultural oficialista patenta dos ideas: su real posición frente al derecho de las personas a una pertenencia y externalización sexual de su selección, y su desconocimiento acerca de la composición étnica de Cuba. 

La colonización cultural, como expresión propia de la modernidad y del ejercicio de dominio del sistema mundo, es ejercida globalmente desde la implantación de modelos que tributan a una cierta potestad en la esfera subjetiva de patrones de vida y costumbres. Esto permite una imposición que se traduce en el plano económico a través del consumo cultural que globaliza los hábitos y penetra la vida cotidiana de todos los seres humanos. Esa es una de las sutiles formas de la colonialidad del poder[1] que permiten la reproducción de dominaciones abarcadoras en el mencionado sistema-mundo. Contra la colonización cultural se debe estar atentos en tanto se opone a la permanencia y reproducción de las tradiciones culturales auténticas de los pueblos y el menoscabo de sus identidades específicas. 

La diversidad sexual, por otra parte, aunque pertenece a la esfera de la cultura, viene atravesada por un ejercicio de autopercepción individual indiscutible. En este sentido, la diversidad sexual y el respeto a la esfera de las sexualidades cabe dentro de la visión de género insertada en la esfera de lo privado. En consecuencia, la esfera pública que le es inherente va ejercida desde las posibles políticas públicas[2] sustentadas en base al componente cultural de la sociedad. Es a través de estas estrategias, desplegadas y ejecutadas por los gobiernos, que se logra o no el respeto a las diferencias de opción sexual, en un mundo normativamente heterodoxo. 

En el caso de Cuba, vale aclarar que no ha sido precisamente un adalid en el ejercicio y ejecución de programas estatales tendientes a desplegar políticas gubernamentales sexualmente inclusivas (al menos hasta los años noventa del siglo XX). El sexo, al igual que la raza, fue desde el periodo colonial una manera de estigmatizar y dominar por parte de estructuras gobernativas con un “patriarcado de alta intensidad”,[3] como es propio en la etapa moderna en países subdesarrollados.

El cambio post’59 fue heredero de las formas e ideas consustanciales a esa colonialidad y al sistema mundo global, a pesar de los discursos desde los que se pretendía una justicia social para todos. En su desarrollo de la idea de justicia social nació un Estado totalitario que, contrario a lo preconizado, erigió la desnaturalización de la justicia y la normalización de la violencia policial como sus características fundamentales. Estas se desplegaron, entre otras, sobre las minorías de población no heteronormativas, por no estar incluidas en los proyectos de “construcción del nuevo orden social” y “edificación del hombre y la moral socialista”. En estas características del hombre nuevo no cabían los amaneramientos, considerados fundamentación existencial de un pasado burgués. 

El nuevo Estado se levantó con la argamasa de un gobierno patriarcal con alta intensidad testosterónica, al cual el populismo desplegado desde los primeros años aupó intencionadamente una violencia extrema contra opciones sexuales no tradicionales que llegaron a ser convertidas en enemigas “impropias” del proceso. Una manera más de dividir al pueblo. A ello se sumó la paulatina concentración del poder en el aparato estatal centralizado, que originó políticas totalmente arbitrarias que, desde las UMAP[4] y hasta las extremas formas de control social, provocaron el “sobrepoder”.[5] Este alcanzó en Cuba una talla extra con la eliminación de toda división de poderes y el exceso de las funcionalidades del Estado, más allá de los elementales derechos ciudadanos, provocando una parálisis de la justicia. 

No obstante, en medio de todo, el arribo a la década de los noventa marcó un cambio necesario ante el desmoronamiento del sistema socialista en los países de Europa del Este y en la URSS. Devino necesidad de unidad nacional y apoyo de todos los sectores sociales, incluidos aquellos “parametrados” del quinquenio gris. Así, enmarcado en la política de “rectificación de errores y tendencias negativas”, aparece desde 1989 el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), primero con la dirección de Mónika Krause, y luego, en los propios noventa, bajo la égida de Mariela Castro. El cambio de mando coincidió “casualmente” con el flujo de las nuevas políticas estatales. Es desde esta institución que se aplican la mayoría de las políticas públicas en relación con la diversidad sexual. 

No obstante, y en función del rescate de la memoria histórica, se pretendió en 2011, desde el mismo Cenesex, iniciar una investigación sobre las consecuencias de las UMAP en el orden objetivo y subjetivo para las vidas de numerosas personas obligadas a pasar por estos campos de trabajo forzado bajo la máscara de servicio militar.[6] La investigación nunca se realizó. Y en entrevista a la propia Mariela Castro en México por parte de María Clemente, activista trans del país azteca, la directora del Cenesex aseveró que las UMAP habían sido solo lo que anunciaba su nombre: unidades de apoyo a la producción, el resto era solo un mito edificado por la contrarrevolución que intentaba desmoralizar el proyecto social revolucionario. 

El propio Fidel, en entrevista al periódico mexicano La Jornada el 31 de agosto de 2010, luego de vacilaciones frente a la prensa explicó, en uno de los pocos actos de contrición que se le escucharon, que: 

“Yo soy uno de los responsables de la persecución que tuvimos contra los homosexuales en Cuba (…) nosotros no sabíamos cómo juzgarlos (…) sistemáticamente teníamos sabotajes, ataques armados, eran incidentes que ocurrían todo el tiempo; entonces nosotros tuvimos muchos problemas terribles, problemas de vida y muerte, tú sabes, entonces nosotros no pusimos la suficiente atención”.[7]

Si bien es cierto que el Cenesex fue un notable paso de avance en el impostergable cambio de políticas públicas por parte del Estado patriarcal cubano, lejos de cumplir con las expectativas se ha incorporado a la estructura coercitiva que vulnera las libertades de la ciudadanía. Ejemplo de ello fue la violencia desatada el 11 de mayo de 2019 en el Prado habanero con motivo de la realización de la primera marcha independiente del orgullo gay en Cuba. 

La publicación de Abel Prieto evidencia un desconocimiento insólito de la historia reciente de Cuba. El destacado comisario cultural parece ignorar que, en función de la justicia y el amparo a las minorías, han sido estigmatizadas un número indeterminado de personas con sexualidad no heteronormativa, así como religiosos e intelectuales de ideas filosóficas y políticas diversas. En su actuar, el Gobierno cubano se aliaba justamente a los ámbitos más reaccionarios y conservadores, en lo que sostenía el discurso de la construcción de una sociedad que desde el igualitarismo conduciría obligadamente al surgimiento del “hombre nuevo”. Una sociedad cuyo objetivo era producir Hombres Machos.[8]

Espacio diferente ocupa la segunda aseveración del presidente de Casa de las Américas, cuando en referencia a la diversidad étnica nos dice que será destruida. 

Cuba no es un pueblo multinacional ni multicultural. Si bien hay multiplicidad cultural, en la Isla ocurrió un proceso de fusión, una suerte de mestizaje cultural bien descrito desde el concepto de transculturación de Fernando Ortiz.[9] En Cuba no se dieron las condicionantes propias de otras regiones de América y no se mantuvieron las diferenciaciones étnicas. Los pueblos originarios, si bien sufrieron etnocidio demográfico, no exterminio, lograron sobrevivir culturalmente, mixturados con los colonizadores inmigrantes en uno de los actos de resiliencia más fuertes del área.

El complejo proceso de mezclas que caracterizó nuestra historia nos permite hablar, más que de etnias diferentes, de un etnos-nación cubano[10] como resultante histórica del asentamiento demográfico en Cuba, que propició un crecimiento natural de la población totalmente mixturada. Esto, que es comprobable culturalmente, ha sido también corroborado genéticamente a partir de los estudios del ADN cubano en grupos poblacionales de zonas diferentes del país.[11]

Una vez más, un representante del Gobierno cubano expresa, en un desliz rápidamente eliminado de las redes sociales, las auténticas características del Estado insular: patriarcal, misógino, machista y discriminador. Solo que ahora las mantiene veladas, camufladas tras supuestas políticas de salvación cultural. 





Notas:
[1] Forma de dominio de las potencias colonizadoras sobre los pueblos dominados o colonizados, que los inserta en los mecanismos mundiales del capital y del trabajo desde imposiciones de diferencias raciales (y otras), para legitimar las relaciones de dominación. Abarca todos los espacios sociales. (Aníbal Quijano, “Colonialidad del poder”. En La colonialidad del saber, eurocentrismo y Ciencias Sociales. Compilador: Edgardo Lander. Clacso, Buenos Aires, 1993).
[2] Constituidas por el conjunto de objetivos, decisiones y acciones que desarrolla un gobierno para solucionar un problema en un área determinada que, tanto el mismo gobierno como sus ciudadanos, consideran prioritarios y en conflicto. 
[3] Segato, Rita L. “Género y colonialidad: del patriarcado comunitario de baja intensidad al patriarcado colonial moderno de alta intensidad”. En Crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una antropología por demanda, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2015.
[4] Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Se refiere a campos de trabajo forzado donde encerraron a homosexuales, religiosos, intelectuales incómodos y cualquiera que se tildara de antisistema, con el objetivo de reeducarlos ideológicamente e incorporarlos a la vorágine revolucionaria.
[5] Exceso de poder centralizado en el aparato estatal que abre sendero a excesos por parte de este y un mal funcionamiento del poder. Michel Foucault. Microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1993.
[6] Cubalog.com.
[7] Palabras de Fidel Castro para el periódico La Jornada, de México, el 31 de agosto de 2010. En UMAP: Selective Memory, de Ernesto Hernández Busto. Ver en https://translatingcuba.com. Traducción del autor. 
[8] “Academia para producir Hombres-Machos”. Término acuñado por Abel Sierra Madero en su investigación sobre las UMAP, donde a través de testimonios implacables analiza la imposición ideológica del régimen cubano. 
[9] Ver en Contrapunteo cubano del tabaco y al azúcar, Imprenta Jesús Montero, Obispo 521, La Habana, 1940.
[10] Hernández Castellón, Raúl. “La revolución demográfica en Cuba”. En Componentes étnicos de la nación cubana, Jesús Guanche, Colección La Fuente Viva no. 3, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2008, p. 124.
[11] Para más información, ver Plos Genetics. Marcheco-Teruel B, y otros. “Cuba: explorando la historia de la mezcla y la base genética de la pigmentación usando marcadores autosómicos y uniparentales”, 2014.  PlosGenet 10 (7): e1004488. Doi: 10.1371/journal.pgen-1004488.





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Saluden a la princesa

Por Jorge Enrique Lage

Leo ‘Tía buena. Una investigación filosófica’ (Círculo de Tiza, 2023), de Alberto Olmos.



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