A comienzos de este mes, la compañía infantil cubana La Colmenita estrenó su espectáculo “Una colmena encerrada”. La función, concebida para clausurar la reunión anual de jefes de misiones diplomáticas cubanas en el exterior, tuvo lugar a puertas cerradas en la Sala Universal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Al evento asistieron figuras del más alto nivel político y diplomático, entre ellos Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, miembros del Buró Político del Partido Comunista, personal del sistema cubano de relaciones internacionales y representantes del cuerpo diplomático acreditado en la isla.
La obra, comisionada por el Ministerio de Relaciones Exteriores y escrita por el embajador cubano en Argentina, Pedro Pablo Prada Quintero, reproduce el discurso oficialista que responsabiliza al embargo estadounidense de todos los males que aquejan al país. Bajo esa narrativa, el bloqueo adquiere connotaciones genocidas y se convierte en el eje absoluto de las penurias nacionales. El espectáculo, más cercano a una tribuna política que a una expresión artística, fue aclamado por medios estatales como Granma, que lo calificó como “un acto de justicia y de vida”. Según este diario, sus protagonistas —“los niños cubanos y sus familias”— encarnan la resistencia diaria ante la asfixia del bloqueo, y su mensaje central afirma que “no hay bloqueo que se resista cuando el pueblo se une”.
Escena de “Una colmena encerrada” (2025). Fuente: Facebook-La Colmenita.
El montaje incluyó textos de José Martí, fragmentos de canciones de Silvio Rodríguez y la participación del cantautor Raúl Torres, en un repertorio diseñado como denuncia política y exaltación de la resiliencia nacional, que llegó a millones de espectadores mediante trasmisión televisiva. No obstante, el espectáculo fue luego criticado por varios dramaturgos cubanos, que lo acuñaron de pura propaganda y señalaron su baja calidad artística, especialmente por centrarse en una postura victimista y mendicante recurriendo a niños y enfermos que culpan al “bloqueo”. Los críticos afirmaron la ausencia de arte y teatro en la obra, así como “el tufo a consigna y retórica chata”. El dramaturgo cubano Roberto Viña, por ejemplo, especificó al respecto que “la legitimidad del dolor, la pérdida y el trauma … no exime la manera miserable en que se apropian de esa narrativa para hacer publicidad ideológica”.
Lejos de ser un ejercicio cultural autónomo, “Una colmena encerrada” se inscribe en una estrategia de comunicación oficial que instrumentaliza el arte infantil para reforzar una narrativa ideológica hacia el exterior. Dada su relevancia, el Observatorio de Derechos Culturales considera oportuno compartir varios puntos de análisis.
Asistentes a la obra, en su mayoría militares y dirigentes políticos (2025). Fuente: Estudios Revolución/Granma.
Estética patriotera del arte por encargo autoritario
La reciente obra de La Colmenita resalta sin dudas por la densa alegoría con la que pretende abordar una trama ya agónicamente saturada y vaciada para el pueblo cubano. Según el guion, la historia transcurre en un aula escolar donde una maestra interpela a sus alumnos, guiando una enumeración altamente politizada que lista los efectos del “bloqueo” sobre los niños protagonistas. Entre ellos se cuentan: obstáculos para el turismo – aunque es la caída del mito socialista tropical y el colapso socioeconómico el que más ha alejado la visita de turistas –, dificultad con las remesas familiares – que decanta el interés del Gobierno por una creciente política de extracción de divisas –, y las campañas de descrédito – en suma, la criminalización de genuinas críticas y acciones de cubanos desde la diáspora, también víctimas del autoritarismo transnacional.
Estas viñetas son narradas con gran aparataje emocional y dramático al punto de convertir el aula en una barricada contra el asedio externo. En su punto álgido, la docente insta a los presentes a soñar con una Cuba libre de “bloqueo”, a proponer “soluciones creativas” para sortear las dificultades y “reforzar valores de solidaridad y resistencia”. Es así como, la fuerte polarización de la obra muestra su intencionalidad ideológica, y ofrece un ejemplo del arte como reflector del poder político en la isla. A su vez, vuelve a presentar el “paquete de supervivencia” que la élite del país ha intentado vender como postura ciudadana ante el colapso de los servicios más básicos, esta vez desde el canal edulcorado de la inocencia infantil.
Artistas en diálogo con las autoridades cubanas tras la puesta en escena (2025). Fuente: Facebook-La Colmenita.
Orígenes y trayectoria de La Colmenita dentro de la diplomacia cultural cubana
La Colmenita fue fundada el 14 de febrero de 1990, teniendo como antecedente el espectáculo “Sinfonía para una Perla, en Mar Mayor” (1989), dirigida por Iraida Malberti y Carlos Alberto Cremata y presentada en la base náutica de la Casa Central de las FAR. Su creación se enmarca en el llamado Periodo Especial en Tiempos de Paz, etapa cuya política cultural mostró los reacomodos necesarios para construir una narrativa heroica de resistencia ante la precariedad. Desde sus inicios el grupo de teatro tuvo carácter oficial, componiéndose de niños actores provenientes del programa televisivo dirigido por Malberti.
Su esquema se compuso desde entonces con un enfoque de “valores patrios” y nacionalistas, inspirados fundamentalmente en la obra de José Martí. En palabras de su dirección, el objetivo es promover la solidaridad y el amor a la patria a través del teatro, la música y la danza. En 1994 alcanzaron su primer gran éxito escénico con “Meñique”, una adaptación del cuento homónimo publicado en La Edad de Oro. En 1998, La Colmenita se integró oficialmente al Ministerio de Cultura como proyecto del Consejo Nacional de Artes Escénicas, consolidando su estatus dentro de las instituciones culturales cubanas.
Más tarde, su modelo comenzó a replicarse a nivel nacional mediante células provinciales. En 2007, la compañía fue declarada Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF, lo que facilitó una exitosa expansión internacional, particularmente con la creación de iniciativas similares en Argentina, España y Venezuela (donde surgió La Colmenita Bolivariana). La amplitud que ha alcanzado la compañía —con una base estimada de unos 14 000 niños en todo el país— la convierte en una escuela cultural de masas, dedicada a la formación artística de la infancia cubana desde una posición de acceso privilegiado a recursos y espacios institucionales. Este posicionamiento también ha sido clave en la transmisión de narrativas y mensajes alineados con la propaganda oficial.
Junto a su programa doméstico, las presentaciones en el exterior han servido como actos convenientemente estructurados de diplomacia cultural, mostrando una imagen de resiliencia, positiva y satisfecha, de la infancia bajo la “Revolución”. Sirvan como ejemplos de abierta ideologización las obras “Los niños cantan al Che” (1997) y “Abracadabra” (2011), con la que la compañía realizó una gira por Estados Unidos, promoviendo la historia de “los Cinco Héroes” en un relato donde los personajes se reunían para liberar a los agentes de la contrainteligencia cubana. Esta acción, que funcionó también como estrategia de promoción mediante una puesta en escena privada en la sede de la ONU (New York), justo antes de la votación anual de la Asamblea General sobre el embargo estadounidense, fue alertada por varios políticos cubanoamericanos que vieron en ella un instrumento propagandístico.

Abracadabra en New York (2011). Fuente: Workers World.
La Colmenita: entre el arte infantil y la instrumentalización ideológica
En su trayectoria, La Colmenita ha transitado por una delicada línea entre el arte infantil genuino y la instrumentalización ideológica. Dada su estrecha vinculación con las instituciones culturales oficialistas, también ha fungido como herramienta de propaganda interna y diplomacia cultural. Por ejemplo, en el acto por su 34º aniversario, Cremata rindió tributo expreso a Fidel y Raúl Castro como “amigos entrañables” de La Colmenita, a los cuales el colectivo escénico también ha celebrado sus onomásticos.
Imagen de archivo durante el cumpleaños 70 de Fidel Castro en el Palacio de los Pioneros (1996). Fuente: fidelcastro.cu.
A nivel doméstico, La Colmenita ha reforzado la propaganda ideológica del régimen dirigida a su propia población. La politización de la niñez en el país connota en el grupo de teatro una militancia ya organizada sobre cada alumno cubano a partir de los cinco años, que como pioneros Moncadistas son expuestos a consignas patrióticas y programas políticos, principalmente a través de sus materiales educativos. Incluso, el portafolio de La Colmenita Bolivariana, inspirada en su hermana cubana, ha sido citada como mecanismo de promoción cultural del régimen venezolano.
Hacia el exterior, el protocolo de La Colmenita genera afectos y simpatías más potentes, allí donde el discurso político crudo no llegaría. Con un formato amable y un instrumento tan efectista como un coro de infantes uniformados, esta promoción llega a evadir críticas que pueden resultar “insensibles” al ingenuo encanto de los niños artistas. Históricamente, regímenes autoritarios de diverso signo han sabido explotar el monopolio educativo y cultural sobre la niñez en función de proyectar sus antivalores. De forma concisa podemos registrar varios mecanismos asociados a esta expresión de propaganda autoritaria:
- Socialización temprana: Las autocracias tienen alta incidencia en el adoctrinamiento infantil en busca de la formación de identidades políticas afines; donde las instituciones de enseñanza artística operan como un mecanismo de socialización que normaliza la relación entre arte, Estado y lealtad política.
- Legitimación a través de la inocencia: Desde Alemania hasta Corea del Norte o Rusia, la instrumentalización de la infancia como portadora del mensaje político ha sido beneficiosa para la recepción del discurso ideológico, por naturaleza denso y con estímulos específicos.
- Creación de embajadores culturales: Formaciones como La Colmenita son, efectivamente, embajadoras de la imagen que el oficialismo necesita proyectar esta vez agregando una doble capa a la cultura, de por sí vehículo con el que transmitir sus presupuestos orgánicos.
Según lo discutido, concluimos que La Colmenita es un caso singular de sinergia entre arte y poder, donde la supuesta vocación artística y pedagógica se convierte en un vehículo de la ideología de Estado y sirve como diplomacia cultural para legitimar “noblemente” su política en el exterior. La compañía opera como un instrumento de “soft power” que presenta a Cuba como una nación que prioriza la cultura y la infancia, contrastando con las críticas sobre violaciones de derechos humanos. El hecho de que obras sean encargadas directamente por funcionarios del MINREX, como evidencia el caso mencionado, demuestra la instrumentalización política directa de la compañía.
El ODC llama a reflexionar críticamente sobre la manipulación de la infancia en el servicio de la agenda política cubana, específicamente en el adoctrinamiento camuflado desde el teatro infantil. El ODC advierte que la utilización de la infancia como vehículo para la reproducción de discursos oficiales constituye una grave vulneración de los derechos culturales de niñas y niños. En lugar de garantizarles un acceso plural y libre al arte como herramienta de expresión, desarrollo y juego, los niños de La Colmenita son expuestos a procesos de formación estética dirigidos desde el poder, que privilegian la lealtad ideológica sobre la creatividad individual.
Desde una perspectiva de derechos culturales, el Observatorio avisa que toda política que instrumentalice a la niñez con fines políticos vulnera el principio de centralidad de las personas en la vida cultural. Entendemos que el arte no debe ser un medio de adoctrinamiento, sino un espacio de emancipación que visibilice la diversidad de experiencias, historias y miradas de la ciudadanía cultural.

¿Qué futuro le espera al apoyo internacional a la democracia?
Por Thomas Carothers, Rachel Kleinfeld & Richard Youngs
El apoyo internacional a la democracia atraviesa una fase crítica, debilitado por recortes financieros, presiones geopolíticas y el avance de tendencias autoritarias en todo el mundo.