“Interesa, sobre todo, fijar la imagen de ese joven poeta iconoclasta que aprovecha todas las oportunidades para hacerse visible y se mueve con libertad entre ‘los pajes, los comunistas y los sultanes’”.
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Los mil y un nombres de ‘Paradiso’
‘Paradiso’ es una Cuba paralela, una visión diferida de lo secreto en la Isla.
“En el perdido parque del recuerdo”: memorias de Fina García Marruz
Fina García Marruz nos ha dejado un libro sobre la República, mucho más hondo, original y brillante que las memorias noveladas escritas por su esposo, Cintio Vitier.
El ‘Ismaelillo’ del padre, el hijo, el futuro y el llanto
El Ismaelillo de su padre escribió junto a sus hombres una de las páginas más sangrientas y horrorosas de la historia cubana.
El (des)engaño entre Lezama Lima y Edmundo Desnoes
En la finca de Baquero, Portocarrero le recomendó a Lezama que “se lanzara”: Desnoes tenía 20 y acababa de terminar el bachillerato; Lezama tenía 41 y ya gozaba de enorme prestigio.
El pensamiento religioso en la poesía cubana de los siglos XIX y XX
El modernismo cubano está huérfano de poesía religiosa. En la obra de sus dos figuras cimeras no encontramos ni un solo verso que se acerque a este tema. Y con esta carencia inauguramos el siglo XX.
Destrucción del altar familiar en un poema de Fina García Marruz
Una mujer dedicada a la familia, al cuidado de los hijos y del hogar, que ha renunciado a todo por cumplir con estos deberes que ha asumido y/o le han imputado como inherentes a su condición de mujer.
La noble Habana
¿Qué sabes tú, Señora / de la Gran Llave, / apoyada en tu propia apertura / a los golfos abiertos?
Resistencia, libertad y los tres Cintio Vitier
En 1968, Vitier, violín en mano, declara su conversión al castrismo. Él y su amada Fina hacen una pareja de fideístas fidelistas convencidos revolucionarios. Por esos años, “Fina describía la Revolución como la Parusía, la realización de la Justicia del Juicio Final en la tierra”.
Circunloquio sobre la hija del carpintero
Alguien podría decir: he aquí una más de los que quieren hacerse un nombre a costa de nombrar a los que ya se han ganado el suyo. Pero se equivocan. Nosotros no queremos un nombre: los queremos todos y al mismo tiempo. Queremos ver arder el Kempinski como vimos arder Notre Dame. Somos las hijas putas que parió la mujer del carpintero.