Uber Cuba 0120

Una vez, manejando un taxi Uber Black SUV en Liberty City o tal vez en Little Haití, ya no recuerdo bien (aunque sí recuerdo que era en Miami), se subió al carro un tronco de negrón, bellísimo, portando con orgullo la cabeza de un confederado bajo el brazo.

Quiero decir, la cabeza arrancada a la estatua de un confederado.

Lo reconocí por la gorrita típica que uno ve en esas películas de guerra donde el Sur siempre pierde hasta la memoria, pero conserva siempre su señorial esplendor. 

Y también lo reconocí por esa mirada nostálgica, esa tristeza del bronce ante el desastre de abolir la esclavitud sin contar con las consecuencias nefastas que la emancipación iba a traer para negros y blancos por igual, fueran libres o esclavos, quisieran a nuestro primo americano Abraham Lincoln vivo o muerto en una obrita de teatro de barrio.

En fin, que en ese tema de liberar o no liberar, no me voy a meter.

Mi pasajero me preguntó, en inglés del MIT:

—¿Sabes quién es?

Y yo le dije que sí, por decirle algo, en el inglés de la antigua Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana:

—Es el gran General Lee —a fin de cuentas, en La Habana hay una calle preciosa que lleva su nombre, ¿no?

El negrón se carcajeó de buena gana. Cuando un negro come melocotón, es porque tiene los ojos azules. Y mi pasajero, en específico, los tenía azulísimos. Era un negrón ultramarino. Obviamente, ducho en batirse de tú a tú con los huracanes históricos. Pero sin trazas de ninguna fruta prúnica o pérsica o parecida. ¿En dónde encontrar sentido?

—No, amigo —cambió para el español con el giro sorpresivo de un ciclón, ese ojo con alas—, ¿has leído el Finnegans Wake?

Pero él no esperó a mi negativa de inmigrante ignorante no irlandés:

—Pues este es el general de brigada Pepe Finegans. Y esta cabeza la vengo cargando desde el cementerio viejo de Jacksonville. Se la cortaron con un estilete y, después, por poco se la comen viva estos salvajes blancos, niñatos patéticos de clase alta y aburrimiento pagado por los millones libres de impuestos de papá y mamá, a los que con gusto yo les clavaría una buena bayoneta sureña por sus culos comunitarios.

Me quedé frío. Un comentario fuera de lugar aquí, y ustedes mismos podrían ser quienes me acusaran de lo que ya me han acusado de todas maneras: racista, homofóbico, supremacista, neocon.

—¿Y qué piensas hacer con ella? Quiero decir, ¿y qué piensas hacer con él? —le pregunté sobre el destino de la cabeza y su confederado decapitado.

—Me lo llevo a un país donde haya libertad de expresión —dijo—. Esta América es una mierda.

—¿Has pensado en Cuba? —intenté un chistecito profesional.

—Por supuesto —me interrumpió el atlas de ébano—, Cuba es mi primer candidato de país libre. Al menos los comunistas no se desgastan en tanta quitadera y ponedera de estatuas. Un amigo que viajó hace poco me dijo que en La Habana hay hasta una avenida que lleva el nombre del General Lee. Increíble, ¿sabes si es cierto?

Hice un gesto de quizás, quizás, quizás.

Siempre que algún cliente me pregunta sobre Cuba, que cuándo, cómo, y dónde, yo siempre le respondo con este adverbio de tiempo, aunque quizás “quizás” no sea un adverbio de tiempo. Y es muy posible que ni siquiera sea un adverbio como tal.

En cualquier caso, es así mismo que se me pasan los días, encaramado tras el volante de este Uber Black SUV prestado. Desesperando, contestando, contando los quilos para yo también fugarme de esta América de mierda hacia una Cuba libre, con o sin generales Lee, con o sin su cabeza confederada restaurada por un colega castrista.

Aquel tronco de negrón bellísimo se bajó de mi taxi en las afueras de Liberty City o tal vez Little Haití, ya no recuerdo bien, precisamente porque sí sé que era en Miami, ese aeropuerto a ciudad abierta donde la amnesia levanta en peso a los aviones en los expressways.

No nos estrechamos la mano, por la cuestión de la COVID. Pero nos deseamos mutuamente buena suerte en ese día y para el resto de nuestras vidas en general.

¿Qué tendrá que ver el melocotón con los ojos azules? No mucho, acaso. O acaso lo mismo que tiene que ver soñar con conejos y el hecho de que la nieve a veces humea gotas de sangre. En un país sin nieve, el concepto de conejo es un significante vacío a todo lo largo y estrecho del año. Por eso la pregunta más jodida para los cubanos sigue siendo: ¿en dónde no encontrar sentido?




Uber Cuba 0119 - Orlando Luis Pardo Lazo

Uber Cuba 0119

Orlando Luis Pardo Lazo

El francotirador no podía saber que yo sabía quién era Ariel Ruiz Urquiola. Aunque toda Cuba lo sabía, en realidad. Pero por los motivos equivocados. Yo no recuerdo a Ariel preso ni en huelga de hambre ni inseminado asesinamente con el VIH. Yo lo recuerdo dentro de la jaula de los monos en el Zoológico de 26.