¿Cómo se nombran los huracanes?

Las tormentas siempre han desempeñado un papel fundamental en la historia de la humanidad. Desde los primeros marineros que narraban historias de mares tempestuosos hasta los informes meteorológicos actuales, estos fenómenos naturales cautivan nuestra atención. La práctica de dar nombre a los huracanes es una combinación de ciencia, historia y tradición. Pero, ¿cómo se originó esta convención y qué factores determinan su forma actual?


La denominación de las tormentas

Antes de que existieran sistemas formales, las tormentas solían denominarse post-factum en función de su impacto. ¿Un barco llamado Antje se enfrentó a la ira de un huracán que dañó su mástil? La tormenta podría recordarse como “el huracán de Antje”. En épocas más religiosas, las tormentas recibían a menudo el nombre del día del santo en que se producían. Por ejemplo, si un huracán se producía el día de San Marcos, podía denominarse “huracán del día de San Marcos”.

Sin embargo, estas convenciones informales no estaban exentas de problemas. Podían dar lugar a confusión, sobre todo cuando se producían varias tormentas en la misma época o en lugares cercanos. Por ejemplo, el Gran Huracán de Galveston de 1900 fue un acontecimiento catastrófico, pero ¿y si otro huracán importante hubiera azotado Galveston en un breve espacio de tiempo?


El comienzo de una era sistemática

La necesidad de un sistema sistemático de nomenclatura se hizo cada vez más evidente a medida que la meteorología evolucionaba como ciencia y que las sociedades se volvían más interconectadas. El proceso comenzó en serio durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los meteorólogos del ejército estadounidense bautizaron las tormentas con el nombre de sus novias o esposas. Esta práctica informal continuó en la década de 1950, pero a medida que avanzaba la tecnología, especialmente con la llegada de las imágenes por satélite, surgió la necesidad de un seguimiento más organizado. Así, en 1953, el Centro Nacional de Huracanes (NHC) tomó el timón e inició un sistema formal, que inicialmente sólo utilizaba nombres femeninos.

Pero, ¿por qué utilizar nombres? ¿Por qué no números u otro sistema de identificación? Sencillamente, los nombres son más cercanos. Dan un toque humano a un fenómeno meteorológico que de otro modo sería clínico. Además, son más fáciles de recordar y distinguir, lo que facilita la comunicación entre los meteorólogos y el público. Es más fácil recordar el “huracán Katrina” que, por ejemplo, el “huracán 1201A”.


El equilibrio de género y la inclusión global

En 1979, el sistema de nomenclatura experimentó un cambio significativo. En lugar de sólo nombres femeninos, las tormentas empezaron a identificarse utilizando alternativamente nombres masculinos y femeninos. Esto fue un reflejo de cambios sociales más amplios hacia la igualdad de género. 

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) mantiene seis listas de nombres para los huracanes del Atlántico, que rotan cada seis años. Así, la lista de 2023, que comienza con “Arlene” y culmina con “Whitney”, se revisará en 2029. La lógica es clara: en una vasta extensión oceánica pueden formarse múltiples tormentas simultáneamente. Asignarles nombres distintos minimiza la confusión.


Los nombres de 2023:

La temporada de 2023, que comenzó el 1 de junio, cuenta con los siguientes nombres:

  • Arlene
  • Bret
  • Cindy
  • Don
  • Emily
  • Franklin
  • Gert
  • Harold
  • Idalia
  • Jose
  • Katia
  • Lee
  • Margot
  • Nigel
  • Ophelia
  • Philippe
  • Rina
  • Sean
  • Tammy
  • Vince
  • Whitney

Retirar a los Titanes

Con los nombres viene el poder de la memoria, y no todos los recuerdos son gratos. Algunos huracanes son tan devastadores en su impacto que sus nombres se convierten en sinónimo de tragedia. Por respeto a las comunidades afectadas y para evitar el recuerdo traumatizante de los acontecimientos, se inició la práctica de retirar nombres. El proceso de toma de decisiones es deliberado. El Centro Nacional de Huracanes, durante las reuniones de su comité, delibera sobre qué nombres retirar. Desde su creación en 1953, se han retirado 94 nombres, testimonio de la fuerza de la naturaleza y de su huella indeleble en la historia de la humanidad.

Ejemplos notables son “Katrina” en 2005, nombre ahora emblemático de uno de los huracanes más mortíferos de la historia de Estados Unidos. También está “Floyd”, de 1999, y más recientemente, “Ian” y “Fiona”, de 2022. El proceso de retirada y sustitución garantiza que, al tiempo que recordamos los acontecimientos, también avanzamos, siempre respetuosos con el pasado.


Más allá de los alfabetos

Un observador curioso podría preguntarse: ¿Qué ocurre en un año excepcionalmente tormentoso? La OMM lo ha previsto. Aunque cada año se enumeran 21 nombres (excluyendo Q, U, X, Y y Z debido a la escasez de nombres que empiezan por estas letras), existe un plan de reserva. Antes de 2021, se recurría al alfabeto griego. Sin embargo, esto planteaba problemas, sobre todo en un mundo multicultural y global en el que algunos nombres podían ser difíciles de pronunciar o recordar. Además, la naturaleza catastrófica de huracanes como Eta e Iota en 2020 llevó a tomar la decisión de abandonar el sistema griego de nomenclatura. En su lugar, una lista auxiliar, que comienza con nombres como “Adria”, está ahora a la espera.

Estos serán los nombres de los huracanes para los próximos seis años:




Nombres en el ojo del huracán

En esencia, la tradición de bautizar a los huracanes es una danza entre el respeto al pasado, el reconocimiento de la experiencia humana y el sentido práctico. A medida que la temporada 2023 se despliega con nombres que van desde “Arlene” hasta “Whitney”, se nos recuerda que detrás de cada nombre hay una historia. Algunas historias son de meras ráfagas y chaparrones, mientras que otras, de fuerza y resistencia abrumadoras.Tanto si se trata de los marineros de antaño, que navegaban siguiendo las estrellas, como de los meteorólogos de hoy, ayudados por la tecnología de los satélites, la esencia sigue siendo la misma: comprender, respetar y coexistir con la formidable fuerza de la naturaleza.





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Origen, historia y presente del mercenarismo

Ladislao Aguado

El mercenarismo moderno, con sus empresas militares privadas de alta tecnología, reconfigura los conflictos mundiales. Sin embargo, a medida que prosperan, surgen acuciantes cuestiones éticas que cuestionan la rendición de cuentas, la guerra con ánimo de lucro y la lealtad.