¿Por qué el mundo árabe no quiere a los habitantes de Gaza?

Reubicar a la población civil de Gaza en otras naciones árabes de Oriente Medio podría reducir las víctimas accidentales derivadas del conflicto entre Hamás e Israel. Sin embargo, las tensiones del pasado, las consideraciones económicas y las posturas antiisraelíes dificultan que los líderes de estos países acojan a los refugiados palestinos.


Líbano y la crisis de los refugiados

Líbano, una nación que ya padece graves problemas económicos y la agitación política, se enfrenta ahora a un aumento de las tensiones en torno a su población de refugiados palestinos. Los últimos acontecimientos han puesto de relieve un sistema de discriminación, que recuerda las prácticas observadas durante la influencia del régimen sirio, que se remonta a la turbulenta historia del Líbano con sus vecinos.

De 1976 a 2005, Líbano estuvo bajo ocupación siria. Durante este periodo, el ejército sirio se trasladó a Líbano con el pretexto de frenar a los grupos militantes palestinos, un factor que desempeñó un papel importante en el desencadenamiento de la guerra civil libanesa en 1975. Irónicamente, mientras Hafez al-Assad, el entonces presidente sirio, apoyaba a los palestinos en Jordania, se oponía a ellos en Líbano. Esta incoherencia se remonta a la reubicación de las organizaciones militantes palestinas en Líbano tras su expulsión de Jordania, lo que marcó un cambio en las alianzas de Assad.

En la actualidad, los refugiados palestinos en Líbano se enfrentan a restricciones que recuerdan a aquella época. Viven separados de la población libanesa y se les niegan los derechos de ciudadanía, lo que limita su acceso a prestaciones económicas y sociales. Estas prácticas pueden atribuirse a la persistente influencia de la ocupación siria y sus políticas.

La situación de los refugiados se suma a la multitud de problemas a los que se enfrenta actualmente Líbano. El país está sumido en una crisis económica, con facciones políticas que luchan por formar un gobierno estable, y unas tasas de desempleo e inflación disparadas. En este contexto, el gobierno libanés parece reacio a asumir la responsabilidad de atender a un número cada vez mayor de refugiados de Gaza.

La precaria posición de Líbano se complica aún más por la geopolítica regional. La nación se tambalea al borde de verse arrastrada a un conflicto con Israel, con la posibilidad de alinearse con Hamás. En un entorno tan volátil, está claro que Líbano, agobiado por sus problemas internos, no está preparado para ser un refugio, ni siquiera temporal, para quienes huyen del conflicto.


Refugiados palestinos en Siria

La prolongada situación de los refugiados palestinos en Siria y Oriente Medio en general, vuelve a alcanzar máximos, cuando Siria reitera su postura de que los palestinos deben construir su Estado en su propia tierra.

La familia Assad, que gobierna Siria desde hace más de medio siglo, ha mostrado siempre un compromiso con la causa palestina. Hafez al-Assad, padre del actual presidente, Bashar al-Assad, fue fundamental en el apoyo al movimiento de liberación palestino durante su mandato. Sin embargo, los críticos sostienen que la apasionada postura propalestina de los Assad es más una maniobra política estratégica para reforzar su legitimidad, que una preocupación genuina.

Los Assad pertenecen a la comunidad alauita, una secta minoritaria con una intrincada mezcla de creencias religiosas. Dado el predominio de la población musulmana suní en Siria y en el mundo árabe en general, los dirigentes alauitas se sienten obligados a buscar fuentes externas de legitimidad. Su oposición vociferante a Israel y su alineamiento con la causa palestina sirven a este propósito. A lo largo de los años, los Assad se han posicionado estratégicamente como defensores del mundo musulmán frente a las supuestas amenazas israelíes.

En un revelador encuentro en 2012, Bashar al-Assad supuestamente expuso teorías conspirativas a un periodista visitante, sugiriendo que Israel estaba detrás de la creación del ISIS para socavar a los Estados árabes. Hizo hincapié en que sólo el ejército sirio se interponía en el camino de un catastrófico colapso regional.

Irónicamente, esta firme postura antiisraelí no se ha traducido en mejores condiciones de vida para los refugiados palestinos en Siria. A pesar de haber nacido en Siria, a los descendientes de refugiados palestinos se les niega la ciudadanía siria, el acceso a servicios vitales y se enfrentan a mayores tasas de desempleo. La intención del gobierno sirio es clara: mantener a los palestinos como refugiados perpetuos para mantener un agravio continuo contra Israel y evitar perturbar las frágiles relaciones árabes.

Tras el estallido de la guerra civil siria en 2011, la situación empeoró para los refugiados palestinos. Una parte considerable de los 500 000 palestinos que había inicialmente en Siria, se vio obligada a reubicarse debido a la escalada de violencia. Muchos se convirtieron en refugiados dobles, al tener que huir de sus hogares por segunda vez en su vida. Su fe musulmana suní los convirtió en blanco fácil del gobierno sirio, que sospechaba que estaban del lado de las facciones rebeldes. Esta discriminación llegó a ser tan pronunciada que Hamás una importante facción palestina, rompió sus lazos con Damasco en 2012. Aunque las relaciones se reanudaron una década después, la vida de los refugiados palestinos sigue siendo precaria.

Para complicar aún más las cosas, el régimen de Assad somete a estos palestinos apátridas al servicio militar obligatorio, obligando a muchos de ellos a la sombría decisión de unirse al ejército sirio o convertirse en su objetivo.

Ante este complejo escenario, las sugerencias de Siria como posible refugio para los palestinos que buscan una vida pacífica parecen equivocadas. El país carece de fronteras directas con los territorios palestinos y no mantiene lazos diplomáticos oficiales con Israel, lo que dificulta logísticamente cualquier intento de reasentamiento a gran escala.


Jordania rechaza la propuesta de un corredor de refugiados

Mientras las oleadas de refugiados siguen propagándose por Oriente Próximo, el rey Abdullah II de Jordania ha rechazado firmemente una propuesta de facilitar un corredor para que los habitantes de Gaza lleguen a Cisjordania y puedan entrar en Jordania.

La sugerencia, iniciada por el canciller alemán Olaf Scholz durante su reciente visita a la región, fue rápidamente rechazada tras su discusión. La negativa del rey Abdullah II coincide con su postura y con la del vecino Egipto: “Creo que ahora puedo hablar no sólo en nombre del gobierno jordano, sino también en nombre de nuestros amigos egipcios: ni refugiados en Jordania, ni refugiados en Egipto… Esta es una situación que debe resolverse dentro de Gaza y Cisjordania. No se puede cargar sobre los hombros de otros”, consideró.

En el centro de esta decisión se encuentra la intrincada historia de Jordania con los refugiados palestinos. El Reino Hachemita de Jordania, que en su día formó parte de la “Palestina obligatoria” tras la Primera Guerra Mundial bajo gobierno británico, obtuvo la independencia en 1946, dejando sin resolver el destino de los territorios restantes. Aunque Jordania controló Cisjordania y Jerusalén de 1949 a 1967, la región se perdió en favor de Israel durante la Guerra de los Seis Días. Sin embargo, Jordania renunció a sus reivindicaciones en favor de un futuro Estado palestino. Esta historia compartida ha enturbiado la distinción entre palestinos y jordanos, lo que ha llevado a algunas facciones a sugerir que Jordania actúa como Estado palestino designado.

En ocasiones, figuras como Itzhak Shamir, ex primer ministro de Israel, que creía que cualquier negociación pacífica entre Israel y los palestinos debía incorporar una representación jordana, han respaldado estas afirmaciones.

Sin embargo, la relación entre Jordania y los palestinos no ha estado exenta de dificultades. La afluencia de refugiados palestinos a Jordania tras cada guerra árabe-israelí dio lugar a la creación de organizaciones palestinas en Jordania, algunas de las cuales abogaban incluso por el derrocamiento de la monarquía jordana. 

Las tensiones alcanzaron su punto álgido en la década de 1970, con enfrentamientos entre las fuerzas jordanas y grupos palestinos que provocaron la huida o expulsión de Jordania de miles de refugiados palestinos.

La negativa del rey Abdullah II a aceptar más refugiados de la franja de Gaza se debe, pues, a los recuerdos de conflictos pasados, unidos a los retos económicos actuales y a las amenazas de grupos armados en las regiones vecinas. También subyace la preocupación por el resurgimiento de la retórica “Jordania es Palestina”, que podría desestabilizar la identidad nacional jordana.


Egipto cierra la frontera de Rafah

La reticencia de Egipto a abrir el paso fronterizo de Rafah a la afluencia de refugiados de la Franja de Gaza ha sido descrita vívidamente por Mahmoud, un conductor local: “Los perros guardianes se llevan con correa en el patio, no en la habitación. Porque deben amenazar a tus enemigos, no a tus hijos. Para nuestros vecinos, somos como perros feroces que deberían estar al lado de Israel, no en sus casas”.

En una retrospectiva a 2012, durante la operación “Pilar de Nube”, el ejército israelí se centró en paralizar los depósitos de cohetes de Hamás para detener los persistentes ataques contra sus ciudades. La intensa potencia de fuego, suministrada mediante ataques aéreos y misiles, hizo que miles de personas, entre ellas Mahmoud, abandonaran sus hogares en Gaza para buscar refugio en Egipto. Sin embargo, El Cairo, a pesar de la devastación, no les concedió el paso y sólo permitió la entrada a unas pocas ambulancias con gazatíes gravemente heridos o enfermos.

Notablemente, Egipto estaba bajo el gobierno de Mohammed Morsi en 2012, un afiliado del grupo islamista “La Hermandad Musulmana”. Hamás, la autoridad en Gaza, tenía sus raíces en esta misma Hermandad. Sin embargo, incluso con esta conexión tan arraigada, Morsi no abrió la frontera a los refugiados palestinos. 

Esta reticencia continuó bajo el mandato del actual presidente egipcio, Abdel-Fattah al-Sisi, que asumió el poder tras un golpe de Estado en 2013, encarcelando a Morsi e ilegalizando a “La Hermandad Musulmana”. Además, el tribunal controlado por el gobierno condenó a Morsi por traición al Estado, acusándolo de colaborar con diversas entidades extranjeras, entre ellas, Hamás. 

A pesar de la mejora de las relaciones entre El Cairo y Gaza, el paso fronterizo de Rafah sigue firmemente cerrado para los palestinos. Este cuello de botella se ve agravado por su conexión con el norte del Sinaí, la región más volátil de Egipto, que desde la década de 1950 ha sido refugio de diversos delincuentes, desde contrabandistas hasta islamistas proscritos.

Desde la Primavera Árabe, Egipto mantiene un conflicto de 11 años contra una coalición de yihadistas, incluidas facciones de Al Qaeda y el Estado Islámico, en el Sinaí. El Cairo teme que la apertura de la frontera lleve a los combatientes de Hamás a aliarse con estos grupos rebeldes.

Además, por encima de los problemas de seguridad se ciernen los retos económicos de Egipto. Con un aumento de población de 65 millones en 2000 a 105 millones en 2023, y una economía que no puede seguir el ritmo, la presión es palpable. En un discurso reciente, el presidente Sisi insinuó la intervención del Estado en el control de la natalidad, subrayando su importancia para evitar un posible colapso económico y la agitación política.










Print Friendly, PDF & Email
Sin comentarios aún

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.