En medio de una economía en declive, Cuba busca un resurgimiento económico solidificando su relación con Rusia. Ante la caída en picado de la producción de azúcar, Cuba busca oportunidades en diversos sectores, desde la producción de ron hasta el turismo, impulsada por la colaboración rusa, explica un informe de Harvard International Review.
Compartir recursos
En mayo, los dirigentes cubanos y rusos dieron a conocer un ambicioso plan diseñado para levantar sus economías. Además de ofrecer a Rusia un acceso sin precedentes a activos cubanos como propiedades, mercados y mano de obra, Cuba ofrece a las empresas rusas incentivos tentadores, como exenciones fiscales a la importación y ampliación de los derechos de uso de la tierra.
Estas disposiciones ofrecen a las empresas rusas mayores privilegios en Cuba que los que han disfrutado la mayoría de las entidades privadas cubanas desde 1959. Además, ambas naciones pretenden agilizar unas conexiones marítimas que recuerdan a la época soviética.
Paralelamente, Cuba se está presentando como un destino tropical ideal para los turistas rusos. Hay planes para transformar zonas empobrecidas cercanas a La Habana en atractivos centros turísticos. También se vislumbran empresas conjuntas en la industria del ron, y Rusia ayudará a Cuba a establecer una acería.
El acuerdo promete además a Cuba una mayor afluencia de trigo y petróleo procedentes de Rusia, para hacer frente a la escasez crónica de alimentos y energía de la isla. Con el sistema de racionamiento de Cuba bajo presión, se espera que el “Rusmarket” previsto compense estos déficits.
Sin embargo, aunque estas medidas parecen destinadas a impulsar la autosuficiencia cubana, podrían hacer que la nación se volviera más dependiente de Rusia. La relación simbiótica podría volverse peligrosa si Rusia opta por retirar su apoyo, dejando a los trabajadores cubanos a merced de las cambiantes arenas geopolíticas.
Colaboración militar
La creciente camaradería de Cuba con Rusia no se limita al comercio. Las dos naciones también se están alineando militarmente. La oposición explícita de Cuba a las aspiraciones de Ucrania en la OTAN y la presencia conspicua de combatientes cubanos junto a las fuerzas rusas en Ucrania son signos reveladores. Además, el compromiso militar de Cuba de entrenar tropas en Bielorrusia consolida el vínculo militar formal entre ambas naciones.
La mayor implicación de Rusia en Cuba, aunque aparentemente no agresiva, marca su huella más significativa en las Américas desde la época de la Guerra Fría. Este movimiento estratégico puede erosionar la influencia de Estados Unidos en el hemisferio occidental.
¿Será contraproducente?
Si bien la asociación Cuba-Rusia parece abordar muchas de las carencias de recursos de Cuba, acentúa las evidentes desigualdades que prevalecen dentro de Cuba. La Constitución cubana de 2019, que reconocía a regañadientes los derechos de propiedad privada de los cubanos, se yuxtapone a las enormes concesiones ofrecidas a Rusia. El descontento podría aumentar entre los cubanos que presencien estos desequilibrios, alimentando potencialmente el resentimiento contra el favoritismo percibido del gobierno hacia las partes interesadas extranjeras sobre sus propios ciudadanos.
Implicaciones internacionales
En un contexto geopolítico más amplio, las crecientes colaboraciones de Rusia, como la que mantiene con Cuba, plantean importantes desafíos a la hegemonía occidental. Al establecer a Cuba como centro neurálgico, Rusia se posiciona estratégicamente, a tiro de piedra de Estados Unidos, y más cerca de naciones como Venezuela y México.
Para Cuba, señala el informe, esta alianza puede tener repercusiones de doble filo. Por un lado, podría obstaculizar su incipiente relación con Estados Unidos y las naciones europeas. Por otro lado, podría intensificarse el malestar interno, con la población local contrastando sus derechos restringidos con los privilegios de los que disfrutan los turistas y funcionarios rusos.
La guerra y sus efectos: la posibilidad de salir del ciclo del régimen
Bálint Madlovics & Bálint Magyar
Para Rusia, atacar Ucrania no es sólo una cuestión de imperialismo, sino también de mantener su peso como Estado civilizador central.