El pasado 20 de noviembre, se jugó un partido amistaso entre Rusia y Cuba. Celebrado en la ciudad de Volgogrado, la selección rusa se impuso sobre la cubana con un marcador abrumador de 8-0. El estadio, con una capacidad de 45 mil espectadores, fue testigo de una exhibición de supremacía futbolística por parte de los rusos, quienes no dejaron oportunidad a sus adversarios.
A pesar de considerarse un juego no calificativo, debido a la diferencia significativa en los rankings de ambos equipos —Cuba en el puesto 169, y el valor de su equipo entero comparado con un solo jugador ruso, Alexander Golovin—, el partido fue un espectáculo de habilidades y estrategia.
Desde el comienzo, Rusia tomó la iniciativa con ataques precisos y coordinados. El primer gol llegó en el minuto 30, una jugada maestra entre Ivan Oblyakov y Golovin. Este inicio marcó la pauta para el resto del encuentro, donde Rusia continuó dominando.
El segundo gol no tardó en llegar, otra vez de la mano de la dupla Golovin-Oblyakov, mostrando una coordinación impecable y visión de juego.
El tercer gol fue producto de una presión eficaz, forzando un error del equipo cubano que terminó con un gol de Anton Miranchuk.
Con cambios en la alineación en la segunda mitad, Rusia no disminuyó su intensidad. Jóvenes talentos como Danil Prutsev y Alexander Siljanov dejaron su huella en el juego, este último marcando su primer gol con la selección.
La efectividad del equipo ruso continuó brillando con el quinto gol, surgido de una presión defensiva que culminó en un remate preciso de Sobolev.
El sexto gol fue un claro ejemplo de táctica y velocidad, con una jugada que involucró a Volkov y Mostovoy, finalizando con un remate certero de Prutsev.
El séptimo gol, marcado en el minuto 73, fue el resultado de una jugada iniciada por Prutsev, demostrando su habilidad y visión de juego.
Finalmente, el octavo gol fue otro ejemplo del efectivo pressing ruso, con Sobolev desarmado al portero y asistiendo a Mostovoy para sellar el marcador en 8-0.
Este resultado evoca la victoria histórica de la URSS sobre Cuba en los Juegos Olímpicos de 1980, pero con una diferencia clave: esta vez, la selección rusa tuvo la oportunidad de superar aquel récord. A pesar de un penalti fallido en los minutos finales, el partido terminó con un claro dominio ruso, demostrando su superioridad en posesión de balón y en oportunidades de gol.
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