Cómo el amor de JFK por los puros cubanos dio forma a una presidencia

Camelot, la creciente carrera espacial, supuestos vínculos con la mafia y un floreciente movimiento por los derechos civiles: la era Kennedy fue sin duda un periodo dinámico en la historia de Estados Unidos. En su centro, la tensión entre Estados Unidos y Cuba. Con el telón de fondo de la caída del régimen de Batista durante los años de Eisenhower y las posteriores y difíciles relaciones de Estados Unidos con la Cuba de Fidel Castro, la implicación de Kennedy se intensificó. Culminó con acontecimientos como el desastre de Bahía de Cochinos y la angustiosa crisis de los misiles cubanos, ambos con implicaciones mundiales de gran alcance.

En medio de este volátil panorama geopolítico, el 7 de febrero de 1962 Kennedy amplió el embargo comercial de Estados Unidos a Cuba. Pero, con un toque de ironía, la noche antes de firmar la entrada en vigor de esta decisión, el presidente tenía una petición personal. Pierre Salinger, el entonces secretario de prensa, reveló en un artículo de ‘Cigar Aficionado’ de 1992 que JFK le había pedido que le procurara unos 1000 puros cubanos Petit Upmann. Salinger entregó un excedente, y con una sonrisa de regocijo, Kennedy sancionó inmediatamente el embargo, asegurándose de que su pasatiempo preferido permaneciera intacto, cuenta William Fischer en ‘Grunge’.


Los hábitos puros del 35º presidente

Mientras que las travesuras de la familia Kennedy podrían sugerir una preferencia por el alcohol, la indulgencia de JFK se inclinaba en una dirección diferente. Surgió una ligera controversia cuando la administración de Kennedy empezó a ofrecer más bebidas alcohólicas en las reuniones oficiales que su predecesor, según informó ‘The Washington Post’. Sin embargo, Kennedy no era conocido por beber en exceso. Por el contrario, su afición eran los puros, y los consumía a diario, una media de entre cuatro y cinco, afirma la Biblioteca y Museo Presidencial John F. Kennedy.

Aunque los Petit Upmann y los Monticello encabezaban su lista de preferencias, Kennedy no era especialmente fiel a ninguna marca. Según un artículo de ‘The Salt Lake Tribune’, JFK tenía predilección por los “puros pequeños”. Curiosamente, ‘Cigar Aficionado’ destacó que Kennedy a menudo dejaba sus puros a medio fumar, cambiando su atención a las discusiones en curso después de unas caladas.


Sin excepciones para los puros

A pesar del amor de JFK por los puros cubanos, esto no se tradujo en una flexibilización de las normas para su colección tras el embargo. Una anécdota compartida por Salinger en el artículo de ‘Cigar Aficionado’ de 1992 lo ilustra, argumenta Fischer. Tras recibir una caja de 250 puros cubanos de Nikita Jruschov, originalmente un regalo de Fidel Castro, Salinger planeó introducirlos en Estados Unidos utilizando su pasaporte diplomático. Su intención era compartirlos con el presidente Kennedy. Sin embargo, al descubrir el origen de los puros, JFK vio un posible escándalo. Ordenó que los puros fueran entregados en la aduana, asegurándose de su cumplimiento pidiendo a Salinger el recibo.

Salinger no fue el único individuo que intentó colar puros cubanos al presidente tras el embargo. Aunque JFK mostró interés por tales intentos, no eran los puros lo que le intrigaba. Más bien, le cautivaban los relatos de sus viajes hasta él.

La afición de JFK por los puros cubanos ofrece una lente única a través de la cual podemos entender las complejidades y matices de su presidencia. Equilibrando sus deseos personales con sus deberes diplomáticos, el 35º presidente de Estados Unidos sigue siendo una figura de estudio e intriga.





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1 Comentario
  1. El trágico destino actual de Cuba se debe, entre otras causas, a que a la geriátrica y racista administración de Eisenhower siguió la veleidosa y vanidosa presidencia de Kennedy. Esta anécdota lo pinta de cuerpo entero: un presidente con la capacidad de decisión alterada por el uso de analgésicos muy poderosos, combinada con una irresponsable inconsciencia, más preocupado por sus amantes y habanos que por el compromiso de gobernar a su país, convertido en una escenografía de Camelot.

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