El enfoque de Biden sobre la presencia china en Cuba se asemeja a los errores de Carter

Ignorando el elefante en la habitación

La postura del presidente Joe Biden ante la creciente presencia militar de China en Cuba se asemeja sorprendentemente a la respuesta del ex presidente Jimmy Carter a la expansión militar de la Unión Soviética en la misma nación durante la Guerra Fría, según un artículo de opinión escrito por Roger Zakheim para el ‘National Review’. La administración Biden parece dar prioridad a la cooperación diplomática, lo que hace temer a los críticos una falta de respuesta adecuada a las crecientes actividades de China en Cuba.


Ecos históricos 

Zakheim, director del Instituto Reagan, establece un paralelismo entre la situación de Biden y la gestión de Carter del despliegue por parte de la Unión Soviética de una brigada del Ejército Rojo en Cuba en 1979. A pesar de la creciente amenaza, la administración de Carter insistió en seguir adelante con el Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT II), un acuerdo bilateral destinado a reducir la tensión con la Unión Soviética. El hecho de que Carter se centrara en la cooperación diplomática provocó que los críticos tacharan la postura de la administración de fracaso de los servicios de inteligencia.

La presencia militar soviética en Cuba provocó un aumento de la ansiedad nacional, ya que su expansión amenazaba la estabilidad del hemisferio occidental. Carter trató de asegurar a la opinión pública estadounidense que la brigada soviética no suponía una amenaza inmediata para la seguridad nacional, pero su intento de apaciguar a la nación al tiempo que esbozaba medidas de seguridad provocó escepticismo y falta de convicción en su mensaje.


Un tiempo diferente, un escenario similar

En la actualidad, el enfoque de la administración Biden sobre la supuesta presencia militar y de inteligencia china en Cuba parece reflejar la gestión de Carter sobre la cuestión soviético-cubana. En un principio, la administración desestimó los informes sobre una instalación de escuchas chinas en Cuba, sólo para reconocer posteriormente que se trataba de un «asunto pendiente» de la administración anterior. A pesar de ello, no se ha producido ninguna intervención pública de Biden ni ninguna reunión de expertos para diseñar una respuesta global.

En medio de estos acontecimientos, la administración ha confiado en establecer una cooperación con China en cuestiones como el comercio y el cambio climático. Sin embargo, China ha rechazado los intentos de establecer una comunicación en materia de seguridad, lo que ha provocado una mayor preocupación.




Desplazar la atención hacia la defensa nacional

Zakheim señala que los intentos de la administración de mantener un «estado estacionario» en la relación entre Estados Unidos y China podrían ser erróneos. El autor sostiene que, a la luz de las acciones de la República Popular China que desestabilizan el Indo-Pacífico y el Hemisferio Occidental, la cooperación debería pasar a un segundo plano. Estados Unidos debería, en cambio, dar prioridad a las inversiones en defensa y vigilar las inversiones dirigidas a China que pudieran comprometer la seguridad nacional y las ventajas tecnológicas.

Al igual que la política de distensión de Carter fue vista con ojos críticos durante la Guerra Fría, el planteamiento de «estado estacionario» de Biden también puede suscitar las críticas de quienes lo consideran una respuesta inadecuada al actual clima internacional. Zakheim concluye que Estados Unidos necesita una estrategia eficaz para responder al expansionismo de China, del mismo modo que la nación tuvo que averiguar cómo ganar la Guerra Fría.





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