Cuando se habla de la autodeterminación de los autores para mostrar su trabajo, me cuestiono las funciones y el papel de los llamados intermediarios. Para aterrizar este asunto en un escenario donde el creador ha validado históricamente la autonomía de su proyección, es interesante acercarse a algunas consideraciones sobre: “El rol del curador en una exposición personal”.
Selecciono a un artista para que se manifieste acerca del tema desde sus experiencias y extienda la convocatoria a otro colega, dejando abierta la posibilidad de ejecutar una cadena de invitaciones. En esta entrega les comparto la sexta intervención del “Challenge” por Alberto Alejandro Rodríguez, que ha sido invitado por Iván Perera.
Supongo que mi experiencia con la curaduría ha sido similar a la de la mayoría de los jóvenes artistas cubanos. Hasta el momento, mis circunstancias me han llevado a asumir el papel de artista y también, prácticamente de manera inconsciente, el de curador y mediador. No sabría decir con total seguridad si esto ha sido un factor que me haya favorecido en mayor o menor medida a la hora de presentar e insertar mi trabajo en los circuitos del arte, pero sí tengo la certeza de que asumir la curaduría desde la posición del artista hace que esta se convierta en una obra más.
Pensar el trabajo curatorial de una exposición, en especial de una personal, para mí se trata, primero, de fantasear sobre las posibilidades espaciales, las lecturas que pudieran surgir a partir de la disposición de las obras en el espacio, de la asimilación de este último como extensión de las piezas y de convencerme de que cada decisión responde a un porqué muy específico que contribuye al sentido general de la exposición. Esto implica un largo proceso de selección y descarte de ideas hasta conseguir un producto debidamente editado, lo cual supone un trabajo tan minucioso y obsesivo como el de la creación de las obras. En mi caso, muchas veces estas son concebidas a partir de un sitio o una muestra en particular, como sucedió con la exposición Heterotopía (2019), durante la pasada Bienal de La Habana en la galería El Artista.
Según Michel Foucault, las heterotopías encierran aquellos espacios “que tienen dentro de sí poderes, fuerzas, ideas, regularidades o discontinuidades, se pueden clasificar según el tiempo o el lugar al que pertenecen y abren la posibilidad de crear nuevos espacios con sus propias lógicas”.
La galería El Artista, que hoy sirve de plataforma para la promoción de la producción artística emergente, antiguamente solía ser una casa familiar; por tanto, constituye en sí una representación heterotópica. La exposición trataba de explorar este concepto a través de cada una de las obras, así como de la interacción de estas con el espacio, por lo que su curaduría no surgió a partir de la necesidad de distribuir de la manera más ecuánime posible las obras en el lugar, sino con el objetivo de referenciar su historia. Es así como surge la pieza que da título a la muestra.
La obra Heterotopía consistió en la construcción de un modelo a escala de una de las habitaciones de la galería hacia adentro del suelo. Aprovechando uno de los parches que había en las losas, construimos la pequeña habitación posicionada con un giro de 180 grados; es decir, totalmente invertida y con un acabado pulcro, liso y blanco, opuesta a las características del sitio en la actualidad y, a su vez, distinta al hogar de familia humilde que solía ser. De esta forma, la intervención constituía un acto de agresión al espacio con la propia galería como iconografía portadora del gesto. Desde el punto de vista curatorial, era una pieza apenas perceptible, algo con lo que los espectadores tropezaban por casualidad, lo cual resultaba muy interesante ya que, una vez identificada como obra, eran las propias personas quienes se encargaban de su protección y señalización. Esta pieza dictó la idea curatorial de la muestra. A partir de aquí se trataba de habitar cada sala de la galería con pequeñas intervenciones, con otros espacios, otras obras que referenciaran distintas formas de interpretar un lugar.
La curaduría constituyó, por tanto, un organismo vivo, punzante, dócil por momentos y agresivo en otros, en la que obra y emplazamiento permanecían en una continua discusión, dando como resultado un palimpsesto de lugares, formas, estilos e historias que en su conjunto discursaban en torno a algunas de las maneras en que son abordados los espacios en las sociedades contemporáneas. No cabe duda alguna de la importancia de la curaduría a la hora de la puesta en escena de una muestra expositiva. Más allá de la mera disposición de objetos en una galería, consiste en trazar líneas que guíen al espectador en la interpretación de las distintas narrativas que puedan coexistir en una exposición.
Galería
© Las imágenes de interior y portada son cortesía del artista y de 532 Galery Thomas Jaeckel.
Víctor Piverno: El curador padece un efecto ‘ready-made’
“El curador es un proyectista de puentes que proporciona un acceso creativo. Es un negociador y su armafundamental es su estrategia, mientras que el artista es lo inesperado”.