Armando Guiller nació en La Habana en 1961. Estudió la carrera de Ingeniería Mecánica en el Instituto de Tecnología MOA de Santiago de Cuba, pero no llegó a graduarse: fue expulsado de ese Instituto porque sus padres se habían marchado de Cuba. En 1987 se graduó de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro con especialidad en Escultura. Abandonó Cuba en 1988 y se instaló en Union City. Después de haber trabajado durante varios años como ingeniero mecánico, diseñando piezas para las empresas General Motors y Cadillac, empezó a dedicarse exclusivamente al arte a partir de 2000.
La obra escultórica de Armando Guiller se inspira en los principios de Euclides y de Newton y los usa como fundamento para ensanchar los horizontes de la estética y establecer una consonancia entre el espíritu y la materia. Su método de elaboración formal alía la radicalidad y la simplicidad, da cuerpo a lo que podríamos llamar una esencialidad que desencadena una proliferación de sensaciones gracias a su armonía y belleza.
En la escultura de Armando Guiller existe una tensión entre diversos polos (exploración del proceso de agenciamiento formal, racionalidad de la combinación de módulos geométricos, pensamiento decididamente abstracto, contenido icónico latente, etcétera) que coloca toda su obra bajo el signo de la ambivalencia.
Cercana al minimalismo, la obra de Armando Guiller se preocupa de la dimensión física, sensible y, consecuentemente, de la belleza considerada en su totalidad dinámica como un concepto tangible. En la aspiración etérea de las esculturas de Guiller hay una complejidad intelectual que es a la vez sofisticada y ancestral: dar coherencia, por mediación de la mente puesta al servicio de lo corpóreo, a un mundo dentro de otro mundo, la implantación de lo trascendente dentro de lo cotidiano.
Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…
Nací en La Habana. Mi madre era una oriental cristiana y mi padre un inmigrante judío de descendencia austriaca y rusa. Crecí en el barrio habanero de Lawton junto a mi madre, mis abuelos maternos y mis hermanos. Tuve una niñez feliz, muy marcada por la curiosidad hacia el mundo, las formas, los animales (en particular los perros) y la naturaleza en general; por la belleza e infinidad de la esfera celeste.
Estudié en la Escuela Lenin desde la secundaria hasta el preuniversitario; allí recibí una buena educación en ciencias, pero muy pobre en humanidades y filosofía. Comencé la carrera de Ingeniería Electromecánica, pero no la pude concluir: fui expulsado de la Universidad debido a que mi familia había emigrado a los Estados Unidos. El Gobierno tenía una consigna: “La Universidad es para los comunistas”.
¿Cuál fue tu primera emoción estética?
Creo que mi primer cuestionamiento estético fue alrededor de los seis o siete años, cuando construí una maqueta no funcional de un radio portátil usando objetos recopilados. Por aquel tiempo llegaron los primeros radios portátiles a Cuba y aquello era una cosa inalcanzable para mi familia; yo me impresioné tanto que decidí hacer uno… Mi gran debate estético fue dónde ubicar los botones para que luciera mejor; aparentemente los ubiqué bien, porque todos los amiguitos me lo pidieron para jugar. Hoy día ese radio se consideraría una obra de arte povera, o algo así.
También por aquellos años me fascinaba sentarme en el portal a observar las noches estrelladas junto a mi abuelo, y preguntarle acerca de los cuerpos celestiales que veía y sus movimientos.
¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico?
El arte pasó a ser el centro de mi vida cuando comencé los estudios de escultura en la Academia San Alejandro, ya que tuve que abandonar la carrera de Ingeniería Mecánica porque, como te expliqué antes, mi familia había decidido emigrar a los Estados Unidos. Pero a mi hermano Frank (también artista plástico) y a mí no nos dejaron salir del país, por estar en edad militar.
¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste?
En la Academia tuve la satisfacción de contar con buenos maestros, como “el gallego” Díaz Peláez, Rocío García y Jorge Arango; pero también aprendí mucho con buenos colegas como Gumersindo Sosa y Carlos González.
¿Qué es el arte para ti?
El arte es para mí una necesidad esencial, un reclamo inconsolable de la existencia.
¿De qué manera has evolucionado como artista?
Mi evolución como artista ha sido proporcional a mi evolución como ser humano. El arte es solo la materialización de tus ideas, de tus visiones o de tus penas; sin embargo, creo que en todos los artistas hay un centro, un eje, que siempre aflora en la obra, independientemente del momento que curse tu vida.
¿Cómo definirías tu práctica artística?
Mi práctica consiste simplemente en ir todos los días a trabajar a mi estudio, que se encuentra a medio kilómetro de mi casa. Esa es la musa. Como escultor que produce obras en metal y madera, necesito herramientas y tecnología, y en esta época digital dedico bastante tiempo a la preparación, para poder implementar nuevas tecnologías como la FDM y el láser; aunque conservo mi amor y mi maestría con los métodos y materiales clásicos, como el modelado en barro para comisiones de retratos.
¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?
No es imprescindible para mí explicar el argumento detrás de mi obra, prefiero que eso lo resuelva el observador, pero lo hago con satisfacción cuando alguien se interesa. Me considero un escultor contemporáneo, aunque quizás con las mismas preocupaciones existenciales que mis antecesores. Me definen sobre todo la curiosidad y la búsqueda, por lo que considero cada obra como un experimento visual.
¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?
Me han influenciado Miguel Ángel, Da Vinci, Eduardo Chillida, Richard Deacon, Alexander Calder y Richard Serra, entre otros. Y los sigo admirando a todos.
Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años ochenta?
Fue una generación de vanguardia desde el punto de vista sociopolítico, y aportó mucho a la imagen del arte cubano en el ámbito internacional. Fue la primera generación de jóvenes artistas hechos por la Revolución cubana que denunció públicamente al régimen castrista.
¿Cómo valoras el arte cubano contemporáneo?
El arte cubano contemporáneo es sólido e importante para el mundo, principalmente porque ha desenmascarado la falsa imagen en que fue sumido por la llamada “Revolución”, que al final no fue más que involución y retroceso.
¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos?
Tengo una gran relación de intercambio y camaradería con muchos artistas cubanos que viven dentro y fuera de la Isla, pero especialmente con los que convivimos en el área de Nueva York y Nueva Jersey. Nos ayudamos, deliberamos y exhibimos juntos, y aunque no somos un monolito en cuanto a ideas, la curiosidad intelectual, la creación y el dolor por la patria abandonada nos unen a todos.
Háblame de tu proceso de creación.
Mi proceso creativo nace de mi necesidad de entender la existencia y la naturaleza, de ahí mi acercamiento temprano a la física y la ingeniería.
Muchas veces mi obra se resume en darle cuerpo o volumen a una ley o un principio natural; por ejemplo, el estudio de la hélice fue la semilla de mi serie Helical Works.
En muchas ocasiones el boceto original lo ha dibujado ya una planta, un animal o un fenómeno natural, y en cuanto lo concientizo, prosigo a explorarlo y a volumetrizarlo.
¿Qué particularidad tiene la escultura respecto a las otras disciplinas artísticas que conoces?
En las artes visuales, la escultura es la especialidad más dura, intensa y difícil de generar, porque existe en cuerpo. Históricamente hablando, la mayoría de las obras han sido creadas en piedra, madera o metal, y estos materiales llevan peso y volumen intrínsecos, y por ende implican una lucha eterna con la gravedad, la cual considero que es uno de los grandes retos de la escultura.
¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?
Trabajo sin pensar en un público o en una tendencia, y muchas veces sin notar mi propia existencia en lo que me mueve. Es algo misterioso, aun cuando haces arte racional y no emocional, pero supongo que no hay regla, y eso varía mucho de un artista a otro.
¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?
Primero está la arquitectura. Ha sido una influencia ineludible, porque mi esposa es arquitecta. Pero estoy expuesto a muchas ideas a través de la obra de mis colegas pintores, escritores, poetas, músicos, médicos, ingenieros y científicos. Ellos son realmente importantes y aportan mucho a mi propia investigación.
Por ejemplo, cuando investigaba acerca de la entropía y las teorías sobre caos y turbulencia, un colega me regaló un libro fundamental que no conocía: La geometría fractal de la naturaleza, de Benoît Mandelbrot, y a partir de ahí el concepto de autosemejanza en la naturaleza influenció mucho mi pensamiento y mi obra.
¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo?
En el mercado del arte, como en casi todos los mercados, encuentras verdaderos amantes del arte, expertos, patrocinadores; pero a la vez te cruzas con personajes dedicados solamente a la monetización y al comercio, sin muchos principios éticos o estéticos.
¿Qué relación tienes con los galeristas?
Muchos galeristas han decidido exhibir mi obra, por lo que aprecio su apoyo y también entiendo su riesgo financiero. Sin embargo, siempre deriva en una relación bien difícil de balancear, por el crudo aspecto monetario del intercambio.
¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?
El arte tiene y tendrá siempre un papel muy importante en la sociedad, por ser una de las expresiones más elevadas y auténticas del ser humano, y por ser el alimento fundamental del alma.
¿Por qué decidiste exiliarte?
Mi exilio fue en principio un proyecto familiar, yo solo tenía dieciséis años cuando comenzó. Sin embargo, en aquel momento no pude salir del país, y tuve que seguir viviendo en Cuba bajo el estigma de traidor. A los veinte años, recuerdo que nos hicieron un acto de repudio: todo el vecindario se paró frente a mi casa a gritarnos “escoria” y “gusano”; fue una experiencia aterradora que me enseñó el verdadero rostro del sistema de control y terror con que someten al pueblo cubano. Finalmente, pude salir del país una década después, lleno de dolor y pena por los amigos que se quedaban.
¿Qué representa Cuba en tu vida y en tu arte?
Cuba es la tierra donde nací y donde transcurrió mi infancia, lo que representa algo muy importante para mí. Aunque ya he vivido más años fuera de ella, todavía me trae mucho dolor verla sometida y vejada por la dictadura castrista, especialmente ahora, cuando los esbirros se ensañan con los artistas del Movimiento San Isidro.
Galería
Armando Guiller – Galería.
Yunior Mariño: “Cuba se me estaba quedando pequeña”
“No sé si podríamos hablar de un arte cubano, aunque claro que lo hay. Pero quizás el término no me seduzca lo suficiente. Si me hablas de música, sí sabemos que es única en el planeta. Las instalaciones de Kcho me resultaron lo más cojonudamente cubano, a pesar de los pesares”.