Wilfredo Prieto: “No creo en las definiciones”

Wilfredo Prieto nació en Sancti Spíritus en 1978. Se graduó de la Escuela de Arte de Santa Clara en 1992, de la Escuela Profesional de Arte de Trinidad en 1996 y del Instituto Superior de Arte de La Habana en 2002. Vive y trabaja en La Habana. Su obra goza de un lugar destacado en el mundo artístico internacional, se ha expuesto en los principales eventos y centros de arte del mundo y forma parte de prestigiosas colecciones públicas y privadas.

Wilfredo Prieto empezó su carrera artística como miembro activo del grupo DUPP (Desde Una Pragmática Pedagógica), ejercicio de pedagogía innovadora y radical organizado en el Instituto Superior de Arte en torno a la cátedra del profesor y artista René Francisco y un colectivo de jóvenes estudiantes. DUPP interrogaba las condiciones sociales del arte y de la cultura, buscando instaurar nuevas significaciones artísticas para la educación comunitaria y el activismo cultural.

La obra personal de Wilfredo Prieto siguió esta misma línea: para él, el espectador es un elemento integrante de su proceso creativo; deja de ser un receptor pasivo para convertirse en componente activo y esencial. Su trabajo artístico se sitúa en la prolongación del arte conceptual y minimalista de los años sesenta: recupera sus estrategias, pero infundiendo en sus postulados formales y analíticos un contenido emocional; construye un diálogo y una experiencia afectiva con el público.

En su obra incisiva resuena el eco de las problemáticas del arte contemporáneo. De manera sutil y casi imperceptible, nos hace reflexionar sobre temáticas sociales y políticas desde la experiencia íntima. Su obra se inscribe en un contexto particular, y concibe el espacio expositivo como un lugar de conflicto para llevar a cabo obras y proyectos que ambicionan propiciar el desarrollo de un activismo cultural, una empresa sociológica y política.

Wilfredo Prieto pone en escena, de manera aguda y mordaz, la esencia de nuestra relación con el mundo, sin limitarnos a la contemplación visual de la obra. Su expresión creativa se construye con soportes muy diversos y a partir de una gran simplicidad formal: crea situaciones inéditas con una acusada carga poética rebosante de humor, ironía e irreverencia, que nos invitan a prestar mayor atención a nuestros diferentes espacios de vida, ya que tocan el corazón de la experiencia humana: la dimensión sensible.

Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…

Cabezón, flaco; me pasaba todo el tiempo corriendo, regresaba de la escuela siempre destartalado, jajaja… No te miento.

Nací en la pequeña finca de mi abuelo materno, de origen canario, que se dedicaba a la agricultura del tabaco. Toda mi familia siempre vivió en la zona de Zaza del Medio. La vista panorámica era una bella montaña llena de árboles, un llano perfecto para jugar, ni muy grande ni muy pequeño, y el increíblemente maravilloso río Zaza: imagina la neblina al amanecer…

Aunque es un recuerdo muy solitario: no éramos tantos niños los que podíamos encontrarnos para jugar, ni nos daban tanto permiso para bañarnos en el río, por lo que no quedaba otra que echarle mano a la creatividad.

¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico? ¿Qué formación tuviste? ¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste?

Mi hermano mayor se graduó de artes visuales en el ISA; yo siempre lo miraba trabajando y eso me atrapó de manera inconsciente; de pronto prefería pasar todo el verano pintando o dibujando, no sabía por qué, pero ya estaba dentro. La educación fue el conductor que yo moldeé, pero estaba ahí. Creo que soy un gran afortunado con la enseñanza que recibí.

En mi pueblo, a un kilómetro y medio de mi casa (te hablo de cuando tenía ocho o nueve años), tuve que negociar: me apunté a clases de lucha grecorromana y levantamiento de pesas para que mis otros amigos vinieran a clase de plástica y que el profesor no se fuera, porque no podía dar clases para un solo estudiante en aquel pueblito. Así que, en ese intercambio, mis compañeros de deporte recibieron plástica…

A los diez años entré en la Escuela Elemental de Arte. Allí nos enseñaron la academia pura y dura; tenías que hacer retratos al natural con profesores muy exigentes. Aprendías a pintar, esculpir y dibujar, lo que dicen “de verdad”. Con catorce años entré en la Escuela Profesional de Arte, nivel medio. Ahí ya buscábamos más la creatividad; básicamente, se trataba de romper con esa enseñanza académica y entender más el lenguaje del arte.

A los diecinueve años llegué al ISA. Por supuesto, fue como una implosión hacia la particularidad de cada uno, y me permitió sintonizar con el lenguaje internacional más avanzado. Tuve profesores de alto impacto en la formación; al final, las instituciones son las personas que las componen. DUPP fue un proyecto pedagógico que removió y amplió aún más todas mis preocupaciones estético-conceptuales.

Otro aspecto bien importante fue el Periodo Especial, que había comenzado cuando yo tenía diez años y entraba en la Escuela Elemental de Santa Clara. Recuerdo perfectamente ese primer año, 1989, cuando empezaban a escasear la merienda y los materiales; pero eso nos enseñó, increíblemente, a pesar de lo jóvenes que éramos, a tener una visión consciente de lo material, y también de lo humano. Empezabas a detectar otro tipo de valores en tus propios compañeros.

En situaciones irregulares las personas se transforman, y tu valoración también: es un momento de crecimiento, otra escuela que te imponía la vida. Entre el instinto y la formación hacia el arte, la frontera era casi nula. Crecí formándome como artista como si no existiese otra cosa en este mundo. El arte y la vida como una cosa única. Fue una situación que me acompañó en el día a día, pero también un objetivo consciente en mi formación y, actualmente, en mi profundización hacia el arte, desde mi propio trabajo.

¿Cómo definirías tu práctica artística?

No creo en las definiciones, si lo hiciera sería el primero en traicionarme. Creo absolutamente en la transformación, en la reinvención continua de la obra: es un reto perenne. Creo que, si me repitiera, moriría de aburrimiento y perdería absolutamente todo el sentido del arte.

El arte es un espacio de continuo movimiento, de cuestionamiento, de búsqueda. Cuando se proyecta la obra hacia una linealidad estilística, muere. Puede vivir como producto de mercado, pero la esencia de la comunicación cultural perece.

¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?

Explico muchas veces mi trabajo, no sé qué hay de malo en hacerlo, para mí es una forma de entenderlo, repasarlo, reestudiarlo. Por supuesto que esto pasa muy poco, a veces con algunos amigos o con algún que otro preguntón simpático. Me gusta mucho también debatirlo con los desconocedores de arte, que brindan la necesidad de la curiosidad. Aunque otra cosa es explicarla para un público ateo al arte; eso es más complejo, es un largo trabajo pedagógico y un esfuerzo de mayor rango, que ellos muchas veces no están dispuestos a escuchar.

¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?

Muchos. Son diferentes los momentos que uno atraviesa, por lo que tus maestros y tus influencias cambian, no solo dentro del arte, sino también en la propia experiencia cotidiana.

Te podría nombrar artistas que admiro mucho, como Gabriel Orozco, Cildo Meireles, Walter de Maria, solo por mencionarte algunos. Pero de aquí, de casa, también: Ana Mendieta, Felix González-Torres, o artistas muy jóvenes que hoy en día tienen una obra de alto tonelaje, como Orestes Hernández, Irving Vera y Tatiana Mesa, quienes se podrían pasear plácidamente por los mejores eventos internacionales. Ellos también me impregnan de mucha energía e irradian nuevas sensibilidades, que en definitiva son el timón de nuestros tiempos.

Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años noventa?

No me gusta mucho la idea de generación. Al final puedes estar más sintonizado con un artista de setenta años o con un estudiante de veinte años, así que es un problema de sincronía con tu presente, y de sensibilidad. Las generaciones son más de espíritu internacional, yo no las limitaría a un determinado país.

En los años noventa aún estaba estudiando en el nivel medio, por lo que mis primeros trabajos en el terreno profesional fueron después de graduarme del ISA, en el 2002; y en esos años estás muy metido en tu laboratorio de experimentos, es muy difícil salir de ahí para echar una mirada distanciada del fenómeno cultural que te rodea: formas parte de él, pero ahí dentro es muy difícil ver su forma.

¿Cómo valoras el arte cubano contemporáneo?

En Cuba el arte se regenera muy rápido, es muy prolífero el crecimiento, por lo que la salud cultural me ha parecido siempre en ebullición: una continua jungla que se expande y que además tiene un lente de enfoque muy particular, que de alguna manera puede refrescar y oxigenar el panorama internacional.

¿Conoces la influencia que has tenido en otros artistas cubanos?

No creo que tenga una influencia sobre otros artistas; no me pongas viejo, solo tengo cuarenta y dos años. La verdad es que me gustaría estar más en contacto con los artistas de mi país, pero es muy difícil; uno se sumerge demasiado en el mundo del trabajo, y a veces solo tienes tiempo para salir a tomar un poco de aire, cargar las pilas para la próxima inmersión.

Me gustaría mucho estar activo en la enseñanza artística; me siento un gran deudor de todos esos años de aprendizaje y de todas aquellas formidables experiencias, como la de DUPP.

Háblame de tu proceso de creación.

El proceso de creación es lo más intangible que puedo conocer. No tengo forma de encuadrarlo, no tengo una metodología; lo más que te puedo decir es que nunca espero por la bella y delicada musa, todo lo contrario: la voy a buscar, y cuando está de vacaciones, intento conseguir su teléfono para localizarla y la saco de ahí…

Hace algunos años aprendí a disfrutar del horario del trabajo, me obligo a ciertas rutinas, disciplinas. Espero nunca cumplir sanciones laborales si me descubre algún que otro sindicato por ahí, por violar el horario y trabajar las 24 horas. Me gusta no conocer los límites que puedan impedir la concreción de las ideas, entonces soy como los toros: cierro los ojos y voy hacia adelante…

Últimamente retomaste la práctica de la pintura. ¿Qué particularidad tiene para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección?

No me gusta casi nada la pintura. Mirándola desde la contemporaneidad, es como competir en una locomotora de vapor teniendo aviones solares.

Aunque este último proyecto mío surge desde la pintura como medio, regresa al objeto como sentido. Era un proyecto en Galería Habana que se llamaba Fake News, y de alguna manera retomaba la tradición pictórica como objeto burgués, de estatus social, desde una perspectiva de las noticias como información que des-dibuja el paisaje de nuestro entorno, como la alegoría de la caverna. Mirando el objeto puro, como material directo sacado del tubo o la tela cruda. Era más desde un consenso de este lenguaje histórico, que desde una reflexión hacia la pintura.

¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas,  galeristas…?

Sí, ¡claro! La creación no tiene tiempo para pensar en el público, del tipo que sea; la creación es y sucede. Tiene que estar completamente desprejuiciada, sin nada que la enturbie. Si esto pasa, entonces ya no es pura, y podríamos hablar de mercadotecnia u otras cosas.

¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Qué importancia tienen en tu vida y en tu trabajo?

Es una fuente de inspiración más, el alimento más importante que consumo en el día, la conexión directa de traducciones de tu realidad desde otros medios. Es una forma de entender las miradas, el pensamiento; es viajar y habitar…

¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?

No tengo absolutamente nada en contra del mercado, siempre y cuando esté en función del arte. El problema ocurre cuando el arte está en función del mercado. Esto es lo más grave en estos tiempos.

En la Antigüedad el arte respondía a la religión, hoy responde al mercado. Nunca habíamos vivido una época tan esclava y sumisa de la producción cultural del mercado. Son tiempos de inundación y consumo de la cultura basura por todas partes.

Cuba tampoco se libra de esto, también es víctima, y tiene sus particularidades. Hay muchas formas de “obediencia mercantilista”, no es solo por la banalidad y el esteticismo.

En Cuba, por ejemplo, está muy de moda el “efecto Ai Weiwei”: algo muy parecido al realismo socialista, pero a la inversa. Este fenómeno es una ecuación fácil: si haces comentarios en contra del gobierno cubano, automáticamente estarás en todos los medios internacionales; esto quiere decir más fama, lo que se traduce en más mercado, más dinero. Esta fórmula, con ese tipo de amplificación, no funciona en otros contextos; por lo que aparece una nueva problemática en el sentido ético del arte y de los artistas en Cuba.

Lo más triste es el encadenamiento institucional, que también responde a estas influencias. Muchos curadores, como decía Gerardo Mosquera, no investigan: “googlean”, y los museos también responden a todo este fenómeno; en la mayoría de las instituciones, los programas son conformados por “googleadores”.

También las bienales se transforman en ferias, y las ferias en rastros, en mercadillos. Hasta críticos decentes pueden decir: “es muy bueno y vende carísimo”, como si el mercado fuera legitimador de la calidad, cuando la mayoría de las veces es precisamente lo contrario.

Creo mucho en el equilibrio natural de las cosas; imagino que este boom absurdo nos enseñe a discernir mucho más, a pensar e intuir.

¿Qué relación tienes con los galeristas?

Tengo una relación muy buena con mis galeristas. Trabajo con cuatro galerías: Nogueras Blanchard en España, Annet Gelink en Holanda, Kurimanzutto en México y Massimo Minini en Italia.

Es como todo: puedes tener buenas o pésimas galerías, estas últimas son dictatoriales con tu trabajo, casi como co-creadoras, y de esas hay muchas, pero por suerte no he vivido ese tipo de experiencias. Hago lo que quiero, y me apoyan en todas las locuras que puedan surgir; pero creo que esto está también en la responsabilidad de uno como artista: saber por dónde quieres ir. Es como cuando te buscas los amigos de más mala cabeza, o las personas más increíblemente humanas. Depende de qué quiera cada cual.

¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?

El mayor, el más importante. Para mí el arte debe ser un recurso de alta prioridad, un asunto clave en la seguridad nacional.

A diferencia de muchos artistas de tu generación, no decidiste exiliarte. ¿Por qué?

Reorientaría la pregunta: a diferencia de algunos. En Cuba, en estos últimos treinta años, no ocurrió una oleada migratoria en el arte. Sí la hubo a finales de los años ochenta; pero una gran mayoría dejaron de ser artistas, o regresaron. Esto dio una gran lección.

También me parece importante administrar el término “exilio”. En el arte ocurren situaciones diferentes; yo soy el primero en recomendar a los artistas jóvenes la importancia de vivir en contextos diversos. Como mismo le puedo sugerir a un artista cubano vivir en Londres, Roma o Nueva York, haría lo mismo con artistas neoyorquinos, londinenses o romanos: les diría que se fueran a La Habana, a Ciudad México o a São Paulo.

Está claro que el mundo cambió; es una especie de nuevo feudalismo donde si estás dentro de la gran muralla (Europa y Estados Unidos) gozas de montones de privilegios: puedes comer frutas de lugares muy lejanos de la muralla del reino; pero si eres de los que están del lado de acá (América Latina, África y parte de Asia), por el momento, te tocará cultivarlas.

El arte tiene una especie de salvoconducto, y está claro que los centros culturales ya se expandieron o se desactivaron por completo. En este momento, por ponerte un ejemplo, me parece mucho más interesante la producción artística de Ciudad México que la de Londres, París o Nueva York. Estos nuevos centros nacen más ricos en las situaciones más diversas, más complejas; las crisis son una gran fuente de riqueza, y alejarse de las sociedades de la disciplina, créeme, también enriquece mucho.

¿Qué representa Cuba en tu vida y en tu arte?

Libertad. Una suerte. Cuba es un país absolutamente particular, desde su geografía, su historia, su política, su economía, su cultura… Es un lente de enfoque único, que me ha permitido ver el entorno con otra visión y distanciarme de la estandarización mundial. A pesar de sus dificultades, resurgen otras maneras mucho más efectivas de entender tu sentido social, filosófico y cultural, y esto le impregna un gran condimento a la vida y a la creación.


Galería


Wilfredo Prieto – Galería.




José Franco - François Vallée

José Franco: “Ya veremos qué queda del arte cubano contemporáneo”

François Vallée

“En esta época de pandemia el arte ha demostrado su verdadero valor. Todas las artes han ayudado a las personas que se encontraban en confinamiento. Internet ha permitido que se puedan ver películas, oír música, leer libros, visitar museos, y también que el arte juegue un papel educador”.