El contacto
Estuve en San José con el ánimo de facilitar una residencia cultural en Casa Caníbal dirigida por Salvador Vayá. No sabía que aparte de la labor que iba a emprender como facilitador en este proyecto —en el tema de los travestismos del centro, asunto del que me ocupaba hasta hace poco— iba a generar un encuentro tan sólido y transformador con la obra de la artista costarricense, de origen hongkonés, Man Yu.
La primera vez que escuché acerca de Man Yu fue cuando conocí a la directora de teatro, productora y gestora cultural colombiana, radicada en San José, Rayo Luján. Los dos colombianos nos reunimos para almorzar en el centro de la ciudad a inicios del pasado mes de junio.
Allí Rayo me platicó de la obra de Man Yu, y como si algo convergiera con mis propias inquietudes, la narrativa con la que me explicó el trabajo de Man Yu empezó a impactar. Así surgió mi motivación. Por fortuna, Iris Lam, curadora de la obra de Man Yu, se encontraba entre las personas cercanas que recientemente había conocido en San José. No tardé en acudir a Iris para saber más al respecto.
El encuentro
A través de Iris Lam inicié un acercamiento a la obra de Man Yu, particularmente, a la pieza que más la ha catapultado en la escena del arte latinoamericano e internacional. Traje Humano es, sin duda, un proyecto que rebasa las posibilidades técnicas y las tradicionales maneras de la plástica contemporánea.
Esta obra, iniciada mediante prácticas de dibujo y de pintura, despliega un amplio espectro de acciones que han llegado a trascender la individualidad y personalidad, la piel y el pensamiento de Man Yu, para involucrar distintos procesos (escultura, arte en papel, fotografía, instalaciones, videoarte, video-mapping, diseño de moda, performance) hasta articular redes reflexivas entre personas que tienden a una búsqueda espiritual, un camino hacia lo esencial superando el mundo de las apariencias, justo desde las más miméticas y aparienciales prácticas artísticas: el dibujo y la pintura. Este es sin duda el más impactante logro de Traje Humano.
Muy pronto me di cuenta, gracias a esa fuerte intuición de quienes creemos que el arte no solo ayuda a fortalecer procesos mercantiles, económicos y estéticos, sino que puede fungir como plataforma epistémica, política y, por qué no, espiritual: estaba frente a una obra que indica un más allá, una metafísica que no por trascendente pierde el lugar inmanente de la materialidad que la confirma y estatuye mediante relaciones vivas.
La materialidad de la que habla la obra de Man Yu es una que entrevé relaciones de significado mediante ejercicios de vinculación e interacción de personas. Una obra iniciada a modo individual y que, por creación y acción de la artista que la gesta a modo performativo, lentamente despliega una serie de posibilidades que involucran a personas de distintas disciplinas: artistas plásticos, actores, bailarines, performers, activistas, curadores, agentes culturales, críticos, teóricos del arte y hasta diplomáticos; en fin, todo el colectivo cultural de una pequeña nación aglutinado y entrelazado mediante esta vinculación reticular, rizomática.
Traje Humano resulta ser, en esta perspectiva, el pretexto para hallar el lugar esencial de un entramado vivo, un espacio orgánico que se fragua mediante un ejercicio artístico revolucionario, en el sentido de que quiebra paradigmas.
El origen y la historia
En el caso de Traje Humano nos encontramos con el devenir histórico de una vida; con el acontecer de un sujeto o una subjetividad deviniendo cuerpo; cuerpo trazado y signado por marcadores de raza, clase y género. Por ello, para poder reconocer las dimensiones estéticas, artísticas, teóricas, sociales, políticas y espirituales de esta pieza es preciso acudir a la vida de Man Yu, la gestora de este ejercicio híbrido plástico, experimental, multifacético y performativo.
Man Yu nació en Hong Kong y a la edad de siete años inicia, junto con su familia, una nueva vida en Costa Rica. Por aquel entonces, el presidente de la nación centroamericana Oscar Arias Sánchez gana el Nobel de la Paz (1987). El padre de Man Yu, un excombatiente chino que había estado en varios campos de batalla y quien solo anhelaba encontrar un lugar donde la guerra no fuera el tema, aprovecha la coyuntura y la desmilitarización de Costa Rica para convertir a San José en su nueva ciudad.
La pequeña Man Yu asiste a la escuela para iniciar la adaptación que requiere en su nuevo contexto y en la que experimenta el choque cultural. El bullying hace parte de los factores detonantes que darán origen a Traje Humano.
La escasa posibilidad de comunicación, las diferencias raciales y culturales, la propia situación de adaptación de la familia hacen que Man Yu desfogue, mediante el dibujo, su experiencia particular de subordinación como cuerpo diferente. Así, a corta edad realiza el esbozo de lo que en un futuro será una de las piezas más contundente de su carrera. Man Yu pintó un cuerpo humano colgado de un gancho de clóset, como si se tratase del cuerpo como vestido, como investidura.
Existen investiduras que dignifican, pero este cuerpo que es como una camisa o un pantalón, algo superficial, significa los lugares de subordinación desde donde se construye, a partir de la apariencia, una política del cuerpo que privilegia y denosta, que pone arriba o abajo, que jerarquiza.
Lo migrante, la apariencia del traje, la signatura o marcador que indica otra raza, otro lugar, otro color, inviste y otorga un estatus de valor a los cuerpos. La obra de Man Yu tiene un carácter emancipador que trasciende lo político, lo victimizante, lo violento, lo reivindicativo, para llevarnos a un lugar más poderoso, una salida más efectiva: una ética del reconocimiento en este ejercicio plástico y estético, solidario y aglutinante de experiencias colectivas.
En ello radica la contundencia de la pieza: Man Yu no aspira a la representación de la violencia discriminatoria en un acto de revictimización, sino a algo más profundo, algo auténticamente liberador. Busca evidenciar que el cuerpo es solo un vestido, algo sobrepuesto, bajo lo cual se encuentra algo profundo y esencial.
Traje Humano pone de manifiesto el hecho de que vemos tan solo máscaras, estuches, bicocas, escaparates en los que habita algo más importante y valioso que lo percibido sensorialmente y de manera inmediata; hay algo más adentro de aquel cuerpo signado por marcadores múltiples y que, en el plano de lo político, en la mera apariencialidad, habilitan el despliegue de coreografías con las que se jerarquizan unos cuerpos sobre otros.
Este despliegue jerárquico puede ser afectado por el reconocimiento de ese adentro del cuerpo, de esa persona que esencialmente nos habita y que enuncia su realidad como lo sustancial de lo humano, propiciando horizontalidad y encuentro.
Man Yu indica un más adentro del cuerpo; con clara intención no busca alegar algo contra ningún régimen opresor de raza, clase o género, sino que intenta rescatar a todas y todos de aquel letargo que nos sume en el mundo de las ficciones del cuerpo, para indicar el lugar esencial al que podemos llegar y converger, desde una actitud efectiva y afectiva que sería el contenido de toda política; a saber, una ética en la que reconocerse.
Incluso, desde esta perspectiva, opresores y oprimidos comparten al final el mismo legado; una humana capacidad de poetizar, estetizar, crear y transformar, tanto el entorno como nuestras prácticas; una humana capacidad de reformar nuestras relaciones, de otorgar sentido a nuestras acciones y producir prácticas colectivas en torno al arte.
Este sería el arte corporal y personalista de Man Yu, uno que rebasa su propia producción para establecer vínculos y generar procesos de identificación esencial.
Es así como Man Yu nos invita a ir en pos de aquello esencial y constitutivo que nos ordena en la misma especie, personas únicas, aunque no solitarias, encerradas en un solipsismo egótico, vinculadas mediante un permanente diálogo del per-sonare, del dejarse decir a sí mismo, resonancias, maneras de escuchar a otras y otros para tejer redes.
Desde esta personancia en constante relación, ya no existe argumento alguno que —a partir de un rasgo específico del cuerpo como “traje humano”— alguien pueda erigir como supremacía sobre otros. Igualdad o, al menos, esencialidad que nos vincula antes que separa, sería uno de los mensajes centrales que ordena, articula y proyecta la obra de esta artista tica.
El Circuito
Cuando quise conocer a Man Yu, su ocupación impidió encontrarnos. Se preparaba para un viaje al Festival de Arte China, Latinoamérica y Caribe 2019, al que la embajada de China le había invitado y que se realizó en Beijing World Art Museum el pasado junio.
La pieza seleccionada fue Traje Humano, la cual había inaugurado meses atrás, el 1 de noviembre de 2018, en Galería Nacional, y que había sido declarada de Interés Cultural Nacional en Costa Rica. La obra, inicialmente compuesta por treinta piezas pictóricas de gran formato, se convirtió en un circuito al convocar a otros artistas y ocupar distintos espacios en San José y otras ciudades de Costa Rica.
El circuito se activó en lugares como Galería Nacional, El Fashion Show, Museo de Cartago, Centro Cultural de España, Centro de las Artes del TEC y Plaza Skawak. Así, el Circuito Traje Humano exhibió, de manera paulatina, una pieza de interacción colectiva que le dió un cierto carácter performático y performativo.
Circuito Traje Humano con carácter perfomático por el hecho de vincular acciones, piezas de danza, piezas de teatro, historias de otras personas, por lo cual trasciende el hecho de la exhibición pictórica convencional para ir a las acciones y los encuentros y articular diversas narrativas que se relacionan con el nodo del asunto: el cuerpo como un traje, el trajinar mismo del devenir humano y esa permanente búsqueda de un lugar común que relacione y vincule a partir de las semejanzas y no de las diferencias; una esencia como epicentro vinculante.
Circuito Traje Humano performativo porque arranca a la obra del suelo de las artes tradicionales. En tanto que unidad plástica, se vincula con nuevas maneras de hacer arte, de constituir obra, así como de generar otras posibilidades de hacer exhibición y compartir con los públicos. Es performativo porque modifica los procesos de un arte del que se espera lo mismo de siempre; sorprende en la medida en que rebasa el formato y nos muestra posibilidades plásticas desde el trabajo colaborativo y mutual.
Dado que incluye actividades tan diversas como piezas de danza y teatro, ejercicios de narración, performance y desfile de modas, aglutinados bajo la experiencia del traje y del trajín, de lo vulnerable, este trabajo de Man Yu, apoyado en la labor de gestión de Iris Lam, insta a partir de esa humana fragilidad que nos constituye, para calar hondo y hallar la veta que nos hace fuertes; el eje de lo común, el eje de lo consustancial a todas las personas, la vértebra de lo humano que nos reúne: la persona.
Una obra vinculante
Luego de esperar algunas semanas tuve el enorme gusto de hablar vía Skype con Man Yu. La entrevista no fue una tradicional encuesta en la que un listado de preguntas da pie a una serie de definiciones, orientaciones y datos sobre el trabajo de la artista de manera fría, satisfaciendo una indagación superficial acerca de Traje Humano.
Nuestra conversación se convirtió en una experiencia que alentó transformaciones personales. El encuentro aconteció en un momento en que me preguntaba sobre el valor político de acentuar las diferencias desde la corpo-política, y de la manera en que esas mismas diferencias tienen que converger para la construcción de una unidad común que propicie las transformaciones necesarias para una vida política mejor instituida.
En esos días notaba que entre más énfasis se hiciera en la diferencia de la lucha, en la diversidad de factores que nos distinguen como cuerpos subordinados, más difícil se hacía la construcción de una banda de transferencia para la reivindicación. Los grupos de subordinados, en vez de reunirse, se separaban, y las pequeñas diferencias seguían multiplicándose, generando abismos entres unos y otros.
Al interpelar a Man Yu, encontré una propuesta que hace del arte un lugar de encuentro, un epicentro para anudar experiencias diversas, para traducir las experiencias de opresión sin revictimizar o sin hacer alarde de una opresión que se jacta de ser más que otras, como suele pasar con los discursos fundados sobre los factores diferenciales de la corpo-política de raza, clase, género o diversidad sexual.
Fue así que empecé a girar el timón de mis inquietudes hacia un lugar más efectivo, en la medida en que Man Yu comentaba el sentido de su trabajo abriendo un paisaje de vuelta a la filosofìa del diálogo y la política personalista del reconocimiento; un trabajo que en vez de separar reúne y convoca; en lugar de provocar denuncias lastimeras, posibilita la liberación y la alegría del encuentro desde lo común, lo que se comparte.
Cuando conversaba con Man Yu, notaba su insistencia en ahondar dentro de sí para rescatar aquello que nos habita, eso más contundente que la apariencia del cuerpo; ese ser humano que encarnado es capaz de sobreponerse a su “traje humano” y dar con lo que realmente importa: eso constitutivo que tenemos cada uno de nosotros en tanto personas.
Para Man Yu el cuerpo es importante, el cuerpo no demerita, pues permite ocupar el mundo y realizar las acciones que emprendemos; aunque a diferencia del monismo corporal, no reduce el cuerpo a una mera percepción sensible y exclusivamente material sin más; no lo deja abocado a una inmanencia indigente, huérfana, solitaria, como si lo diverso de ese cuerpo nos condenara a la separación y al ostracismo, al individualismo y al engreimiento.
Por el contrario, Man Yu usa el arte, el dibujo o la pintura, para señalar un núcleo de semejanza, un vínculo que se tiende como puente sobre esos abismos que menciona el cuerpo. Man Yu es una maestra que anima, mediante su obra y su palabra, una cierta espiritualidad que convoca al encuentro entre personas, diferentes, pero unidas por ese más adentro del “traje humano”, el cuerpo-voz auténtico de la persona.
Pero atendamos algo: Man Yu no realiza esta activación y toma de conciencia sobre el encuentro desde una retórica plástica o estética meramente; por el contrario, en el plano de lo concreto, su espiritualidad llama a las personas, a los conciudadanos, a los vecinos, a los amigos, a los colegas, a crear redes de interacción para hacer de Traje Humano una pieza relacional que funge como plataforma para fortalecer los hilos del tejido social.
Un arte que parte de las prácticas artísticas tradicionales para ir más allá, rompiendo formatos y paradigmas, gestando encuentro y abriendo sendas para un arte colaborativo, audaz, propicio a una ética y una política del reconocimiento.
Galería
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