En la intención de conjurar el recuerdo es que surge Movidos. Un proyecto que aglutina la experiencia creativa de seis artistas, cuyas historias coincidieron en la primera década de 2000, durante una etapa que marcó sus inicios en este continuo aprendizaje dentro de las artes, y que se extiende hasta hoy; algunos de ellos, cuando eran estudiantes en la entonces academia Leopoldo Romañach de Villa Clara, Cuba; y otros, como parte del ambiente artístico de sus territorios.
A quienes les tocó (re)moverse desde la emigración saben que no hay vuelta atrás. Las nuevas realidades socioeconómicas les impusieron sus reglas y tuvieron que adaptarse en el despojo de nostalgias y atrezos de identidad. Aprendieron a andar con el dolor de las pérdidas desde la distancia, con el no lugar y el desarraigo a cuestas. Por el contrario, los que permanecieron, movidos también por el curso del tiempo, serían los testigos del desvanecimiento de imágenes ilusorias que ahora conforman el pasado. Unos y otros confluyen para la ocasión en el afán por continuar sus propias narraciones desde el Arte, esa fuerza que los motiva y que los une, después de más de quince años.
Componen esta muestra obras que van de la pintura con la experimentación en técnicas mixtas al diseño gráfico y la fotografía. En este encuentro, los autores se desprenden de la cotidianeidad que los envuelve y comparten en sus piezas ese lado íntimo, sincero, que se sustenta en los orígenes, sin caer en clichés coloniales ni tópicos insulares.
En las pinturas de Aimé Rosales (Manzanillo, 1981), la artista extiende la mirada hacia el universo mujer y se inspira en la moda para cuestionar los estereotipos culturales; sus mujeres calvas apuntan incisivamente hacia la discriminación racial y los cánones de belleza impuestos por la sociedad, en tanto experimenta sobre el lienzo con resina epóxica, al imitar diferentes piedras en la traducción de una simbología mística, personal.
En cambio, Ariadna Álvarez (Santa Clara, 1984) acude a un ejercicio de reflexión existencial, de búsqueda de sí misma, y utiliza las máscaras para plantear ese juego de intersticios emocionales que condicionan nuestro día a día. Lo autorreferencial asoma en superficies rasgadas a golpe de espátula, que en ocasiones simulan muros, espacios de conexión donde tantas veces perdemos la mirada tras posibles signos y ensoñaciones.
Por su parte, Danahe Palacios (Venezuela, 1975) se acerca a las sutiles formas de la naturaleza para mostrar un paisaje de sensaciones y en el estallido del color se delata una paleta intranquila que se desfoga en la pincelada suelta, perseverante. Se respira vitalidad en las composiciones pictóricas, gracias a ese dinamismo casi lírico que anuncia tensiones, quiebres en ciclos de renovación.
Mientras, los jarrones con flores de Yunier Gómez (Remedios, 1982) entran en un diálogo transgresivo. L´enfant terribleno pierde la costumbre y arremete contra cualquier orden establecido, contra el equilibrio, el abajo y el arriba. Con una pulsión irrespetuosa absorbe de su entorno para incidir sobre él y reformula incluso las relaciones estéticas que puedan determinar su condición de artista.
La ironía en la obra gráfica de Duany Pérez (Quemado de Güines, 1982) evidencia una postura comprometida al introducirse desde un discurso de cortantes aristas que aborda tanto temáticas sociales como políticas. Sobre esa línea, emplea códigos visuales para articular una narrativa asentada en la deconstrucción del absurdo de ideologías y símbolos, de lo grotesco y lo cursi, de la falsedad de los mensajes mediáticos y las torpezas humanas.
En tanto, Las novias del tiempo, serie fotográfica de Alexander Guevara (San Antonio de Las Vueltas, Camajuaní, 1976), recrea una inquietante metáfora donde los recursos escenográficos enmarcan ambientes de acentuado erotismo, alquimia y muerte. Se devela la particular poética del artista, que enfatiza en esas novias (acaso Isla, acaso todos de cierto modo) que aún, bajo el asedio de la soledad, siguen fieles al sacrificio de la espera y, conscientes del valor sublime del amor, se debaten ante una interrogante: ¿cuánto dolor resiste la perfecta belleza?
* Texto del catálogo de la muestra colectiva Movidos, inaugurada el 23 de marzo, durante la sexta edición del Houston Latino Film Festival.
José Ángel Vincench y la incomodidad de lo aparente
La obra de José Ángel Vincench a inicios de la década del 90 parecía orientarse a la abstracción, su idea no era arraigarse como pintor abstracto —aunque tampoco ello quedaba descartado—, sino actualizar y redireccionar experiencias antes compartidas sobre la abstracción en Cuba.