“No tengo la culpa que lo mío te lastime”

Si bien en un principio el reparto funcionó como la variante habanera del reguetón —pues existía en la zona oriental otra forma de hacer y entender este género urbano—, su extensión a todo el país ha ido dejando atrás el matiz regionalista y se ha convertido en un subgénero del reguetón con representantes a todo lo largo y ancho de la Isla. 



“La tuba” (Elvis Manuel).


Estudiar el reparto no es una tarea fácil, hacerlo requiere sentir el popopopó como un estilo de vida y, por ende, implica la etiqueta de marginalidad; entendida como la situación de exclusión social de una persona o de una colectividad.[1] De hecho, el Centro chileno para el Desarrollo Social para América Latina (DESAL) las clasifica en ecológica, sociológica, económica, política y sociocultural.[2] Aunque todas están interrelacionadas —a veces tan estrechamente que se vuelve imposible distinguir los espacios en los cuales se desarrolla cada una—, se comprende que el marginal tiende a presentar bajos niveles de vida, salud, vivienda, educacionales y culturales.[3] Sin embargo, en el caso del reparto, el componente esencial ha sido el resultado de una brecha de poder —o dominación— establecida a partir de un contrato no escrito entre una élite “culta” y un grupo en oposición o “no culto”.



“Saca petróleo” (Elvis Manuel ft. El Jerry).


En muchos casos, cuando imaginamos a un repartero, vemos a una persona con características “marginales”; ya sea porque realmente vive en esa situación o porque se estereotipa su condición. Por eso, en el caso de este género, se habla de códigos de marginación más que de marginalidad en sí.

Estos códigos, hay que aclarar, no salen de la nada: son el resultado del proceso de empobrecimiento económico y social del Período Especial

La clave del surgimiento de este fenómeno, cristalizado veinte años después en una música agresiva, vulgar, intensa, violenta y, sobre todo, marginal, no hubiera surgido si no se hubiese derrumbado el campo socialista y, por consiguiente, Cuba no se hubiera visto ante una de las crisis más abarcadoras y violentas de su historia. 



“El Ditú” (Elvis Manuel).


Los barrios que con más rudeza vivieron estos años de carencia son precisamente los barrios marginales, de donde luego salen estos jóvenes, figuras de la música urbana. Es decir, aquellos que se erigen como reparteros son los niños del Período Especial. El ambiente precario, las condiciones paupérrimas de la formación educativa, la naturalización de “la lucha” como medio de ingreso económico y la resolución de problemas mediante riñas y vendettas marcaron el diario del niño que, tras la modesta recuperación económica del país, se vuelve cantante de reparto. 

¿Por qué cantante? En este ambiente de pobreza se le idealiza como un personaje carismático, exitoso y, sobre todo, respetado dentro de lo marginal. Actitud asumida por muchos de los que luego devienen artistas del género a partir, en especial, de la influencia ejercida por los videos musicales provenientes de Puerto Rico y República Dominicana, que muestran a los intérpretes del reguetón rodeados de mujeres despampanantes y autos de lujo, cadenas y fiestas al estilo de El Gran Gatsby. Esto provoca un efecto de imitación que conlleva al surgimiento de un reguetón de tipo nacional. 



“Dale mambo” (Elvis Manuel ft. El Micha).


Por otro lado, el escribir sobre la cotidianidad y añadirle luego una música que traduzca su sentir y, sobre todas las cosas, el sentir de toda una comunidad, crea los primeros piquetes de cantantes urbanos. El barrio de Mantilla, en La Habana, da fe de ello. 

Así se da el reparto, justo como se da casi todo en Cuba: por acción y reacción.




Notas:
[1] Diccionario de la lengua española, Real Academia Española, Madrid, 2022.
[2] Fernando Cortés: “Consideraciones sobre la marginalidad, marginación, pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso”, en Poblac, vol. 8, no. 31, enero-marzo de 2002.
[3] Ídem.




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