Un teatro de mujeres para mujeres: conversación con Yailín Coppola

Yailín Coppola es una actriz versátil que ha encarnado tantos personajes como la vida misma. La recuerdo con su energía contenida interpretando la hermana estudiante de medicina que ensayaba los cortes del bisturí sobre naranjas en Chamaco, de Abel González Melo; la hija en Stockman… Más recientemente en Misterios y pequeñas piezas, de Carlos Celdrán; Sistema, también de González Melo; El principio de Arquímedes, de Josep Maria Miró… 

Ella, que tantas mujeres ha sido durante su carrera, presta ahora su cuerpo a Mercedes, la madre de Como si fuera esta noche, una obra de la autora española Gracia Morales que ha hecho temporada en Argos Teatro bajo su dirección. Se trata de una puesta en escena espinosa, de esas que te dejan en silencio al salir del teatro, con sentimientos encontrados sobre un tema tan escabroso como el feminicidio

La situación dramática: una mujer —la hija— espera la llegada de su amante para decirle algo importante. A su lado, coexistiendo en un espacio poético e imposible, el recuerdo de su madre que también espera a su esposo, quien esa noche se convertirá en su victimario. 

Si esta conversación hubiese ocurrido en el espacio físico —y no en el virtual—, estaríamos en la salita de Argos Teatro un domingo bochornoso y lento después de una presentación conmovedora de Como si fuera esta noche. Yailín Coppola estaría sentada aún a la mesa de costura de su personaje mientras habla y nos acompañamos con un café para paliar la lentitud de la tarde.

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Cuando comencé las primeras lecturas en solitario, esas que uno hace antes de trabajar con el resto del equipo, tuve muy claro que en esta obra se habla del amor con igual intensidad que de la violencia. Mis primeras impresiones, las imágenes que me vinieron a la mente como parte del proceso creativo y que luego se convirtieron en el motor que me impulsó a llevar a escena este texto, fue justamente esa dualidad que hay en él. Para mí, esa es la columna vertebral de Como si fuera esta noche, el proceso de la obra, que es en ella una característica de peso a la vez que una contradicción entre sentimientos opuestos. 

Me llamó la atención desde un primer momento cómo es que un vínculo tan estrecho y único como lo es esta relación entre una madre y una hija sea el pretexto para tratar y visibilizar el tema de la violencia doméstica, intrafamiliar, de género y el feminicidio. Dentro de la ficción teatral de la obra se superponen las vidas de estas dos mujeres en un espacio y tiempo imposibles, ya que la madre ha muerto hace años ―víctima de un esposo violento― y ahora la hija conversa con el recuerdo de ella. 

Tuve muy claro durante estas primeras lecturas que había que darle el mismo valor a ese amor, a esa intensidad del amor y al trabajo con el tema de la violencia, pues estaban puestos los dos temas sobre una misma balanza. Afortunadamente, eso creo que es una ganancia que tuvo desde un inicio la puesta en escena; y un reto que tuvimos todo el tiempo fue mantener ese armonía al crear los personajes. 

A partir de esa idea de hallar el equilibrio entre estos sentimientos comencé el trabajo con Mariana Valdés, quien interpreta a Clara, la hija en el tiempo presente. A ella todo el tiempo yo le decía que el recuerdo que Clara tiene, esta evocación que hace de su madre, es porque ha recibido la noticia de su embarazo el mismo día que aquella cumple aniversario de muerte. La primera reacción del personaje frente a esa gran noticia es quererla compartir con su madre. A Clara le entra una gran inseguridad porque no sabe cómo lidiar con una noticia de tal envergadura, con la pareja que tiene, ni cómo decírselo a él. Y esa es la razón por la cual evoca a la madre.

La evoca desde el amor; aunque también para echarle en cara la persona que ella es hoy. Producto de todo lo que vivió con su familia y el resultado, después, de estar sin madre y sin padre, es hoy una persona insegura e inestable, que no sabe cómo reclamar sus derechos como mujer. Durante el montaje, le decía a Mariana —y esa es la mirada que siempre he querido tener sobre esta obra—: “¿Cuál es la responsabilidad que tienes tú como espectador, como individuo, para que esto no se repita, para que esta situación que se vive, que se pudiera vivir en una familia cualquiera no acontezca más?”.             

Siempre queremos responsabilizar a los demás: a las instituciones, al gobierno, por lo que deben asumir, hacer, prevenir…, etc. Y sí, eso es real, el gobierno debe encontrar una solución al feminicidio, las instituciones tienen que crear un espacio para atender a posibles víctimas de la violencia intrafamiliar; pero como individuo uno tiene la responsabilidad de educar a sus hijos, de ayudarlos, de salvarlos de este tipo de situaciones. Creo que ahí es donde he intentado colocar la mirada.

La colaboración de la autora, Gracia Morales, en esta puesta fue sumamente importante. Primero, por aceptar y estar abierta a pequeñas modificaciones que se le hicieron a su texto para adaptarlo al contexto de Cuba. Pienso en los españolismos que quité porque era obvio que no iban a funcionar ni se iban a entender del todo a la hora de trabajarlas aquí frente a un público cubano. Por otro lado, algunas cositas que suprimí; por ejemplo, en la escena de la lista: la madre, Mercedes, hace la lista de la compra y ella, Clara, la hace de recuerdos. Yo hice algunas modificaciones en la lista de la compra porque sentía que en un momento como el que estamos viviendo de escasez no me iba a poner a hablar de comida. Si hubiera sido así, la obra se me iba a ir hacia otro camino porque la gente iba a reaccionar frente a esa historia ―la de la comida― y ese no era el interés para nada. 

Desde que empezamos a trabajar supimos que Gracia estaría con nosotros el día del estreno. Nosotras estuvimos intercambiando por correo electrónico durante el montaje, pero llegué a conocerla en persona el día antes del estreno en Cuba, en la embajada española, durante la conferencia que dio. Y desde que nos conocimos todo fluyó, fue verdaderamente un intercambio fructífero. Cuando me habló de la obra, de sus objetivos y sus intenciones al escribirla, me di cuenta de que no estaba muy lejos de mis objetivos como directora de esta puesta en escena: estábamos ambas por el mismo camino. 

Luego vino la prueba de fuego que fue el estreno. Para Gracia Morales también fue una sorpresa lo que ocurrió aquel día porque hasta el momento no sabía cómo estábamos trabajando sobre su texto. Se trata de una obra que se ha hecho mucho, sobre todo en Latinoamérica; aunque también tiene muchas puestas en España. Pero yo traté de no ver ninguna puesta, no quería permearme de otras ideas antes de haber concluido el montaje. Quise dejarme llevar por mi propia intuición y por mis ideas.

En esta aventura me acompañó un equipo muy pequeño. Mariana Valdés (Clara) es una actriz con la que llevo trabajando durante mucho tiempo; a ella me une una relación de amistad de años porque estudiamos juntas en la Escuela Nacional de Arte y compartimos muchas cosas a nivel personal, por lo que nos es fácil dialogar. Como directora la conozco bien, conozco sus virtudes, sus limitantes y su vida; por tanto, sé a veces qué áreas, qué temas tocar para lograr determinadas cosas que quiero en escena. En Como si fuera esta noche partimos también de su experiencia de vida, cosas personales que a ella la han marcado y que ayudaron a conformar el personaje que interpreta y a darle cuerpo a esa Clara que ella hace.

Por otra parte, Roger Fariñas estuvo como asesor y asistente de dirección, lo cual es una ganancia porque es un hombre muy tenaz. Jesús Darío Acosta, quien hizo el diseño de luces, lleva muchos años en el teatro y tiene una mirada muy aguda sobre todo lo que sucede en escena. Además, por supuesto, estuvo muy implicado el equipo de Argos Teatro, con los muchos años de experiencia y entrenamiento, de estar al lado de Carlos Celdrán, que es toda una institución.

En el plano personal, fue de gran ayuda mi esposo, que lleva muchos años conmigo, me conoce, sabe lo que quiero y es la persona más crítica que tengo a mi lado; lo cual fue muy positivo para lograr este resultado. Fue un equipo pequeño, pero que todo el tiempo me dio fuerzas para poder levantar esta obra que se hizo en tiempo récord ―solo unas semanas― y con un resultado contundente, creo.

No me gusta ver Como si fuera esta noche como una obra aislada dentro del panorama teatral de Argos Teatro. Se trata de una colaboración que lleva ya varios años entre el ITI (Instituto Internacional de Teatro), la Consejería Cultural Española y Argos Teatro. 

Se hizo primeramente Cartas de amor a Stalin, de Juan Mayorga y luego se llevó a escena El principio de Arquímedes, de Josep Maria Miró. El objetivo fundamental es dar a conocer aquí en Cuba a los dramaturgos que están liderando el teatro en Europa, específicamente en España, y, como esto siempre viene acompañado de la presencia del autor en Cuba, es una oportunidad de interactuar con ellos, de conocer su dramaturgia y su obra en general.

Esta tercera ocasión iba a ser inicialmente una dramaturga que se llama Lucía Carballal e íbamos a trabajar una obra que se llama La resistencia ―publicada en Porque no habrá quien nos mande. Dramaturgas españolas y protagonistas femeninas (2000-2020) por Ediciones Alarcos. Fue con esa obra que comenzamos a trabajar Abel González Melo y yo. Ese proyecto se empezó a cocinar a inicios de la pandemia; fue en aquel momento en que se abrieron los espacios públicos a inicios de 2021 durante solo unas semanas. Ese período duró cerca de un mes y medio, empezamos a trabajar y Abel vino para unirse al proceso. Pero ese montaje se vio truncado porque hubo que cerrar los teatros una vez más. 

Ahora, varios meses después, cuando hemos tenido que aprender a convivir con esta enfermedad y finalmente decidimos que ya es tiempo de retomar la vida, reabrir espacios de presentación y retomar procesos, etcétera, debí tomar la durísima decisión de que finalmente no sería La resistencia la obra que estrenáramos, porque los actores que trabajaban en ella se habían ido de Cuba. Esa era la realidad: me había quedado sin los actores con quienes yo quería hacer La resistencia

Entonces comenzó un nuevo proceso de búsqueda y entre las recomendaciones que hizo Abel González Melo estaba Como si fuera esta noche, de Gracia Morales. Me la recomendó especialmente como una obra que podía interesarme por tratarse de una obra escrita por una mujer y abordar una temática femenina de una manera contundente. Esta fue una de las razones por las que decidí que era la pieza que iba a defender en escena. Otra razón de peso —y no menos importante cuando vamos a hacer teatro— era el compromiso contraído con el ITI de realizar un montaje para el que teníamos ya poco tiempo y esta era una obra corta. Además, a nivel de puesta no se me encarecía demasiado la producción en medio de esta situación económica que nos atraviesa. De peso también es la temática abordada, que en estos momentos está ganando mucha fuerza porque creo que estamos en el proceso de acabar de entender que como sociedad tenemos un problema muy grave.

Es evidente que cada día las redes sociales se hacen testigo de estas situaciones, que es necesario señalar han ocurrido desde siempre con la misma intensidad pero que nunca se han hecho notar porque permanecen ocultas como una especie de tabú. Basta con abrir al azar cualquier periódico del mundo y hay una noticia de vejación de los derechos femeninos. Ahora se ha creado esta plataforma fantástica que es Internet que ayuda a que la gente denuncie y comparta sus experiencias; y también se ha generado una especie de sororidad y de unidad que hacen que las mujeres nos sintamos más fuertes dentro de la sociedad. Como si fuera esta noche es una obra que habla a las mujeres de cualquier entorno, por eso me sedujo la idea de llevarla a escena. 

Los personajes de Mercedes y Clara habitan de forma evidente espacios y tiempos diferentes. Mercedes es una evocación de Clara; es recordada por ella para que Clara pueda compartir con su madre la noticia de que está embarazada y para que pueda, a la vez, tomar una decisión sobre qué hará con su embarazo; que es lo que hace al final de la obra.

Como Mercedes es un recuerdo y como son épocas diferentes, esa es la razón por la que coloco a los personajes en espacios opuestos, iluminadas de manera distinta, con temperaturas diferentes. Una es el presente, la otra es el pasado, por eso la diferencia en el vestuario, del espacio, de los muebles, en fin… de la escenografía, la parte física del montaje. 

Sin embargo, creo que lo que más difícil para mí como directora a la hora de trabajar fue encontrar ese equilibrio entre la postura del amor que siente la hija por esa madre. Fue importante no perder de vista que Clara ve a su madre de una manera siendo una niña y de otra diferente como adulta, y que ambas visiones coinciden en la obra, a veces contradiciendo al estado de opinión que ella tiene hoy como adulta sobre su familia. Cuando era niña, su mamá y su papá eran personas especiales, gente a la que ella admiraba y quería. Se sentía protegida, amada…; pero desde el presente se da cuenta de que no es así: de que tanto la madre como el padre son responsables de esa relación tóxica, enfermiza que tenían, por no tomar decisiones drásticas radicales como hubiera sido un divorcio, que sí, hubiera perjudicado la vida de los hijos al romper la estabilidad familiar, pero no hubiera terminado en un acto de asesinato.

Por otra parte, siempre tuve claro que cuando se habla del padre en la obra, cuando se habla de ese recuerdo, se trata de una memoria matizada también por el amor. Y en lo personal puede ser difícil, porque una se identifica tanto que lo que quiere como mujer es criticar a los personajes, a la madre por todo lo que aguantó. Recuerdo que todo el tiempo le decía a Mariana: “No puede ser la Mariana de hoy la que está en escena, la mujer de ahora que le echa en cara a la madre por lo que ella es hoy. No puedes tomar partido, no puedes ser tan radical, porque no se trata de hacer campaña”.

En cambio, intenté que toda esa crítica —que también está en la obra— estuviera matizada por el amor, porque hay un punto en el que el personaje de la hija siente que, aunque no aguantaría hoy como lo hizo su madre una relación abusiva, sí entiende que supuestamente hizo todo eso por amor. 

Creo que eso fue lo más difícil: cómo dosificar los sentimientos encontrados de entender por qué una víctima es capaz de permanecer junto a su victimario sin convertir la obra en un panfleto ni en un mitin. No me interesaba hacer nada de eso; me interesaba contar una historia. Y es que la obra está escrita de esa manera: te plantea el problema y te lo deja ahí. Entonces, yo también quería respetar esa postura de la autora. 

Por supuesto, está por otro lado el aporte que hago como directora de la puesta, que tiene que ver con todas esas imágenes que aparecen en el fondo y que son los rostros de mujeres que han sido víctimas. Pero esos rostros a los que no les pongo ojos son también cualquier rostro, el mío, el tuyo…, es el rostro de cualquier mujer. Todas podemos estar pasando por eso y es tiempo de que no pasemos más por ahí. 

Para mí fue mágico lo que ocurrió el día del estreno porque después de la puesta tuvimos un conversatorio. El público se quedó y había mucha gente conocida, personas de teatro, colegas; pero también había muchas personas de la calle que no tenían obligación ni compromiso de quedarse, pero ahí se quedaron para participar de ese intercambio porque creo que se sintieron movidos por el mensaje de la obra. Eso es algo que creo que esta obra pide: un conversatorio. Ojalá que tras cada función podamos establecer un diálogo con el público como ocurrió aquella noche porque siento que, como la obra es una pieza corta, a veces la gente se queda con ganas de poder establecer un diálogo sobre ese tema. 

Siento que esta obra es necesaria en nuestro contexto actual y que la deberían ver muchas personas y muchas mujeres. Más allá de lo que me gustaría como directora, creo, como mujer, que esta obra trata un tema tan sensible de una manera sencilla y me encantaría que se pudiera ver más, se pudiera compartir más. El retorno que he tenido ha sido de otros directores y de actores que han estado en la puesta y que han coincidido en que esta obra se debería poner más, ser vista por más personas. El trabajo que nos queda hacer es a nivel de promoción, desde el propio Argos Teatro.

Yo he contactado de manera personal con gente que aquí se dedica a hablar de la temática femenina porque queremos llegar a un público más amplio. Espero que esto suceda quizá en la nueva temporada porque coincido con que esta es una obra necesaria y debe ser vista por mucha gente. Como sociedad, estamos en un proceso de desaprender costumbres tóxicas hacia el interior de la familia y Como si fuera esta noche puede hacer la diferencia.


© Imagen de portada: Yailín Coppola / Facebook.




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#metoo teatral: Como si esta fuera la noche final

Indira R. Ruiz

‘Como si fuera esta noche’ toma a la mujer como centro de debate y expone los espacios íntimos de su vejación. Le interesa denunciar la violencia de género al exponer los ámbitos familiares como principales espacios de maltrato.