No puedo escribir mi columna esta semana,
así que tengo que escribir una carta. En mi corazón
me gustaría que fuera una carta de amor.
Todos mis sueños, mis emociones,
mis aspiraciones y deseos.
Tracey Emin
Aún estoy nerviosa y enojada. Yo sabía que esa escuela iba a ser un problema. ¿Qué se puede esperar de una escuela de fotografía en la isla de Manhattan, una escuela chulísima en una isla de Nueva York?
Yo misma la vi con mis propios ojos. Fui con ella a la escuela, en metro. Pasamos el torniquete y ya estábamos en Manhattan, entrando a la escuela por una puerta de cristal. Si no es de cristal, parece de cristal, y lo que parece es como si lo fuera. En este país igualan lo que conviene.
La dichosa escuela es el International Center of Photography. Nadie ha dicho nada en ninguna revista digital cubana, nadie ha dado la noticia con rimbombancia, pero mi novia, que es una de las mejores fotógrafas cubanas contemporáneas, se ganó una beca este año en esa importante escuela de fotografía de Estados Unidos. Evelyn Sosa Rojas es la segunda cubana en haber sido seleccionada por el jurado para asistir a uno de los cursos que ofrece el ICP.
Hasta ahora todo bien. La gente en Nueva York es doblemente nice y doblemente agradable, tan nice y tan cool que lo demás es superfluo. Cada vez que ella pasa el torniquete yo pienso: allá va eso.
Del otro lado puede aparecer cualquier cosa, desde una montaña de desperdicios, hasta una fila de tenis deportivos, nuevos de paquete, dejados a propósito en un muro de la acera, hasta Charlotte Gainsbourg en medias pantis haciendo así con los labios como si quisiera darte un beso. Pensar en Charlotte Gainsbourg lanzándole un beso a la novia de uno a la salida del torniquete le hierve la sangre a cualquiera. Para colmo, siempre hay algo peor.
Nueva York es un lugar extraño.
Como ciudad, tiene la capacidad de empujar a tanta gente hacia los bordes.
Tanta luz y, a la vez, nada de luz. La clase de lugar en el que tienes
que tomar las decisiones con mucho cuidado.
Es por eso que las ventanas solo se abren siete centímetros.
Nueva York parece un lugar donde es fácil morir.
Tracey Emin
Aún estoy nerviosa y enojada. Estoy llena de preocupación. Me tiemblan las manos y los labios, la piel de los brazos se ha puesto de gallina. El aire acondicionado está en 65, debe ser por eso. Además de que todo podría ser mentira, porque no tengo pruebas. En este país, si no tienes pruebas de algo, te jodes. Por eso la literatura norteamericana es tan realista. La gente ha tenido que relatar, dibujar, cantar, danzar y representar solamente lo probable.
Por ejemplo, no se debe decir, sin probarlo y sin tener dinero, que alguien te sentó de un golpe en el sofá de la sala, mientras el niño dormía adentro.
Golpecito de mano abierta en un lado de la cabeza. Golpecito en cabeza imbécil, cabeza hueca. Golpecito, tal vez, merecido, fíjate tú. ¿Cómo que merecido? Merecido gong gong gong. Ayúdame, Goldin gong, Nan Goldin gong.
Decir todo eso es irrelevante. Escribirlo más. No conviene, muchacha. Mejor métete la lengua en el gong gong.
A mí me jodieron, puedo probarlo. Me jodieron y se nota. Tú te paras delante de mí y te das cuenta en un segundo que me jodieron. Se me nota en la piel chamuscada, en los ojos aguados, en la frente fruncida, en la boca torcida. Da la impresión de que, en vez de una persona, hay algo destruido delante de ti. Algo que, a pesar de todo, agradece el milagro y las formas del amor.
Hay que disimularlo, que me jodieron. Aunque para alguien que ha sido libre toda su vida, disimular o falsear es casi imposible. Para colmo, siempre hay algo peor.
Lo único que logré hacer realmente bien es engordar un montón: diez kilos de grasa.
Al principio no había problema porque todo parecía irse al busto,
y después, de repente, un día la ropa dejó de entrarme.
Pasar de una 38 a una 42 es un salto bastante grande
cuando solo usas ropa de diseñador.
Tracey Emin
Me fui del tema. Resulta que se fueron a caminar por Chelsea mi novia y un amigo. Resulta que se fueron a ver la exhibición ahí en Hauser & Wirth. Resulta que tomaron, para subir al quinto, un buen elevador. Entonces, como si no bastara, la caja se detuvo, se abrieron los imanes y entró al elevador aquel ente inaudito, la imagen de la diosa, la misma Tracey Emin de seis décadas casi, la misma que escribió Proximidad del amor.
¿Cuántos minutos estuvieron juntas, entre cuatro paredes de un metro cuadrado, mi novia y Tracey Emin? ¿Quién salió primero del elevador? ¿Se bajaron en el mismo piso? ¿Salieron juntas del elevador y se fueron en direcciones contrarias? ¿O salieron juntas y se fueron en la misma dirección, a mirar la misma pieza de la tal Christina Quarles?
A esta hora no me importa ni un solo nombre propio. A esta hora ni Christina se llama ya Christina. ¿Cómo no voy a estar enojada? Veo borroso.
¿Y si Tracey Emin invita a mi novia a la cama, solo para que ella vea la cama y vea las botellas acumuladas en la alfombra? El osito, la maleta, la alfombra llena de manchas, imperceptibles manchas de lágrimas derramadas por Tracey Emin antes del aborto y después del aborto, da igual, solo para que mi novia se relaje un rato con un poco de arte bueno, algo bueno, algo que deje de ser simplemente nice, algo que sea profundo?
No sé por qué estoy pensando en estas cosas hoy.
Quizás es porque mi vida ha cambiado de forma tan radical e increíble.
Aunque soy consciente de que no se puede volver el tiempo atrás
(y después de todo, esta es una columna hecha de clichés),
¿no es genial la forma en que la vida puede cambiar?
Tracey Emin
Antes de hacerme novia de mi novia, quise ir a Aqua Art Miami a ver cinco fotos de mi novia cuando todavía no era mi novia. La galería independiente Uncommon Beauty había publicado su primer photobook y había incluido cinco fotos suyas en una de las muestras de la feria.
Me mandaron un pase VIP por correo postal para no tener que pagar la entrada, pero yo nunca llegué a las fotos. El pase VIP me daba acceso a los eventos de Art Miami y de Context Art Miami. El pase VIP, mi primer pase VIP del resto de las ferias de arte, fue desaprovechado.
Lo siguiente fue Art Basel, a donde sí entré. Durante el breve paseo por los pasillos del pabellón principal, con quien me tropecé fue con Tracey Emin, pero no en persona. Tropecé con cinco dibujitos de una Tracey Emin aburrida, escritora de columna semanal durante cuatro años para el diario El Independiente, de Londres.
Aunque algunas columnas son realmente malas, piensa Tracey Emin, la mayoría forma parte de un cuerpo de sensaciones que incluía lo bueno y lo malo. Y eso al final es bueno.
Proximidad del amor reúne varias de esas columnas escritas entre el 2005 y el 2009. Dos años atrás, me había encontrado el libro en una mesita del Zócalo mexicano. Pensé que se trataba de una edición humilde de fotos o de dibujos, pero se trataba de un libro normal, lleno de párrafos. Y costaba un dólar.
Y de los párrafos salía un perfume rosé de mujer echada en la cama cansada de tanta mierda, pero también de mujer echada en la cama beoda de sí misma, feliz y rodeada de arte arte arte.
En la mesita estaba, además, el Atlas de Islas Remotas, que tenía otro precio pero igual lo compré, por las islas y lo remoto, supongo. Entre mi embarazo, Tracey Emin y las islas, yo no cabía de la emoción.
Imaginen un montón de hilo de algodón que ha sido sacado de un carrete.
Blanco, claro, casi como un hilo, lo aprietan y lo apisonan contra tu corazón.
Y después te dicen que solo vas a poder volver a moverte
cuando saques el hilo de tu corazón, lo desenredes,
lo laves, enhebres el hilo en una aguja
y cosas nuevamente el agujero.
Es lo que siento que tengo que hacer hoy.
Tracey Emin
A mi novia le hice una sola pregunta. No quise saber detalles. Pregunté una sola cosa y esa sola cosa fue respondida, rápida y tajante.
Proximidad del amor, de Tracey Emin, se terminó de imprimir en Buenos Aires, el 25 de octubre del año 2012. Cuando miro la tapa, me hago la idea de que no es una bandera lo que envuelve a Tracey Emin, sino una sábana vieja que no ha podido lavar.
Doce años después, el 25 de octubre del año 2022, la Academia de Arte de Nueva York organizó su trigésima subasta Take Home a Nude en Chelsea Industrial, este año en honor a la artista británica de medios mixtos Tracey Emin.
En el evento se exhibió la última obra de arte de neón de Tracey, creada exclusivamente para la Academia de Nueva York, una escultura de neón a gran escala que dice al final: nací sexy y moriré sexy, en amarillo, con letras de ocho pies de ancho, que se vendieron en la subasta por más de $100 000 USD.
Lo que Tracey Emin hizo al convertir su cama en una obra arte pública fue exactamente lo contrario de público. Se expuso de tal manera que en realidad representa, en mi opinión, el verdadero arte de cómo una persona destruye a otra, proponiéndoselo y sin proponérselo.
Mi novia es más sexy que Tracey Emin, pero ya hubiera querido yo haber subido a un elevador el sábado, cualquier elevador privado de cualquier galería de arte privada de cualquier Chelsea industrial de este mundo y del mundo-dolor donde vivo.
Saqué un pasaje en espíritu y fui a ver a mi mujer
Iré en Espíritu a ver a mi mujer y como un espíritu sólido me meteré dentro de ella. Cabeza de tortuga, lengua omnipresente.