¿Quién no sabe lo que es el ‘creampie’?

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Sin que yo sea Jorge Luis Borges ni él Adolfo Bioy Casares, a mi amigo Maikel Echemendía y a mí nos ha dado por emprender algunos diálogos (de la escritura a cuatro manos a la conversación “profunda”) que dejan, en la actualidad, algún provecho íntimo.

Los temas más asediados suelen ser estos: la alta cultura, la pertinencia de la pornografía, el mejor modo de escribir novelas serias y las joyas (desconocidas en Cuba) de la literatura internacional que se publican en la actualidad.

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Como bien se conoce, desde el siglo XIX el goal de la alta cultura ha sido la obtención de bienes morales y hasta políticos. Echemendía, sin embargo, afirma que la alta cultura nada tiene que ver con eso (y más en Cuba), aunque no deja de reconocer que, en términos estéticos y filosóficos, hay un vínculo evidente entre ciertas manifestaciones de la alta cultura y la proyección ética del individuo. 

No llegamos a ponernos serios durante tal discusión (hay calor, vivimos en el trópico, estamos en La Habana intramural y los taxis son incapturables), pero ambos escribimos cotidianamente bajo cierta elevada e indefinible premisa.

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Hay un asunto de alta cultura que se bifurca de forma radical de acuerdo con sus acepciones y sus contextos: el pastel de crema o creampie. Echemendía achica los ojos y recela. Sabe por dónde vengo y hacia dónde voy. Queda establecido que si decimos pastel de crema, estamos refiriéndonos a esos postres, para desayunos dulces o meriendas campestres o cafés de media tarde, que nos alegran la vida. 

Uno paladea, con los ojos cerrados, un pastel de crema, e imagina lo que ocurre en un cuadro célebre de Monet, en algún salón de Isabel II o en un café (tan selecto como costoso) próximo a la Fontana di Trevi.

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Pero si, en cambio, decimos creampie, ya saben ustedes qué tipo de imágenes se suceden ante nuestros ojos: “eyaculación en el interior de la vagina o el ano para luego retirar el pene y observar cómo el semen es expulsado”, de acuerdo con la precisa (e imprecisa) definición que puede leerse en Wikipedia. 

Filmar o fotografiar ese proceso conduce a la pornografía. ¿O a la testificación clínico-educativa? Porque esclarecida, axiomática y dilucidadora, Wikipedia es también, sin embargo, un reservorio de materiales audiovisuales filo-pornográficos. Baste visitar el proyecto Commons de Wikipedia y buscar términos como eyaculación masculina, orgasmo, masturbación, creampie, erección, sexo oral, etc. 

Los reguladores didácticos de Wikipedia son todos unos erotófagos.

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Echemendía me aclara que con el creampie nos adentramos en la cultura de masas y la baja cultura, lo contrario de decir, en términos genéricos, pastel de crema, que nos conduciría derechito a la alta cultura. 

Detrás de esta se halla la impresumible y portentosa historia de la repostería, con la invención del hojaldre, la crema de leche, los cuernos de crema, el croissant, el placentero y embriagador bollo de crema hongkonés, las tartaletas con crema de huevo, el misterioso y célebre pastel de Belém, la tarta de Santiago, el pastel de crema de Boston, el brazo gitano, el kremówka polaco con brandy y mil delicias más.

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Uno no deja de pensar en un hecho verosímil: la ligadura cultural que existe, más allá de lo contradictorio, entre el creampie pornográfico (me refiero a ejecutarlo y/o consumirlo como espectador) y el pastel de crema (o sea, desayunar utópicamente con uno distinto cada día). 

Ese vínculo, alimentado por la prosperidad del erotismo, es algo sólido.

Echemendía y yo accedemos a las confidencias. A ambos nos complace mucho el creampie. En todas sus variantes. Y detenemos la escritura solo si alguien (¿amantes con cortesía sensual, por ejemplo?) nos ofrece tartaletas de limón con algún café que admita una pizca de canela. 

Un ofrecimiento urdido a la caída del sol, cuando la escritura se traba y no sabe cómo seguir fluyendo.

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El refinamiento mayor del creampie se alcanza, ya a inicios de los años 2000, en la industria pornográfica japonesa, particularmente en escenas donde intervienen las AV idols (ídolos de videos para adultos). 

El refinamiento mayor de los pasteles de crema es universal, aunque se reconocen, por su excelencia, al menos 20 tipos de calidad milagrosa que suelen hacerse en sitios como Venecia, Boston, Hong-Kong, Viena, Bremen, Londres, Atenas, Lisboa, Lorena, Moscú, Huesca, Santiago de Chile, París, Tokio y… La Habana.

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Al parecer, siguiendo una lógica más o menos perversa (una lógica de difícil confirmación, además), mientras más variados y deleitables son los pasteles de crema, mayor uso se hace, en la pornografía y la vida íntima cotidiana, del creampie y el felching

Los peligros somáticos son mayores, como es muy obvio, pero la estetización del placer se eleva a un rango superior y empieza a articularse con magnitudes del deseo que solo revelan su peso, ¡voilà!, por medio del lenguaje de la literatura.

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Echemendía reflexiona medio apenado, como si deplorara haber dicho algún secreto de tamaño considerable. 

“Ahora la indecencia es algo precioso para el ojo que te mira y la oreja que te oye”, susurra. 

“¿Indecencia?”, dudo. Y añado: “No veo nada indecente ahí… malditos hipócritas… además, ¿quién que es no es morboso?” 

Y enrumbamos hacia a la Avenida del Puerto pensando en eso, el morbo, a ver si agarramos un taxi con un chofer que sepa lo que es el decoro.


© Imagen de portada: Adonyi Gábor.




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Damaris Calderón, Dolan Mor y Antonio José Ponte

Legna Rodríguez Iglesias

Este dosier podría llamarse: “Los poetas cubanosrecomiendan”. Pero entonces sería traicionera con el tiempo perfecto de la poesía.