Concilio Cubano surgió en 1995 por iniciativa del abogado Leonel Morejón Almagro, como un intento de aglutinar los diversos grupos de disidencia que existían en Cuba, entre ellos: defensores de los derechos humanos, grupos políticos y grupos de abogados, periodistas, mujeres, sindicalistas, ecologistas, jóvenes y economistas.
Lázaro González Valdés (La Habana, 1955) fue miembro del Consejo Coordinador y del Secretariado Nacional de Concilio Cubano, y prisionero de conciencia por esta causa. Desde 1989 se había vinculado como activista al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC), cuya presidencia ocupó entre 1995 y 1997. En 1998 cofunda la agencia de prensa Cuba Verdad, y a partir de su destierro en 1999, y hasta 2003, fue editor de noticias en Cubanet News. Actualmente representa la ONG Corriente Martiana desde Tampa.
Conversamos sobre el pasado y el presente de la lucha no violenta en Cuba.
¿Qué te motivó a vincularte a la lucha no violenta? ¿Por qué te acercas al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba?
Yo tenía 14 años, estaba enfermo, y mi madre, que era pedagoga, se apareció con varios libros para que leyera durante mi convalecencia. Leí Los tres mosqueteros y las Obras Completas de Ernesto Guevara. Nueve tomos, las obras del Che. Discursos y dos diarios; uno de ellos, el más conocido, fue el que escribió en Bolivia; el otro lo escribió durante la lucha en Cuba. En ese último, el Che narra cómo fusilaron a uno de los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio por hurtar una lata de leche condensada de la cocina del campamento. Esa gente no pudo expulsarlo, castigarlo con labores de limpieza, horas extra haciendo guardia, cualquier otro castigo… No: esa gente, que decía que iban a restituir la Constitución de 1940, a restablecer el orden democrático roto por la dictadura de Batista y a traer paz y progreso a Cuba, fusilaban a uno de sus propios hombres, en un juicio improvisado, antes de llegar al poder.
Con 14 años, esto me pareció horrible. Y también me parecieron ingenuos los adultos que creían en esa gente que mataba a un hambriento. En ese momento de la lectura del diario del Che en la Sierra Maestra, supe que aquello había que cambiarlo, que no servía.
Luego, fui obligado a pasar tres años infernales de Servicio Militar. Allí vi horrores, un par de suicidios de reclutas que fueron maltratados por sus oficiales…
Yo había estudiado pintura y escultura en el estudio de la artista visual María Luisa Trujillo, que vivía en el edificio detrás de donde yo vivía. Estudié con ella desde los 9 hasta los 16 años, cuando me llevaron para el Servicio Militar. El hijo de María Luisa fue víctima de un acto de repudio en 1980. Le fueron dando golpes desde su trabajo hasta la puerta del edificio, y delante de su madre, que salió al balcón aterrorizada. No lo dejaban subir a su apartamento: lo retuvieron en la calle y lo siguieron golpeando en un aquelarre infernal. Cuando yo sentí la bulla y me dijeron lo que estaba pasando, pasé de la indignación a la acción. Un amigo y yo nos subimos a la azotea de mi casa y empezamos a lanzar botellas de cristal a la multitud que estaba abusando del hijo de la pintora. Mario, se llamaba. La gente corrió, porque no sabía de dónde venía la andanada de botellazos; en ese momento Mario pudo zafarse y refugiarse en su casa. Una chivata el edificio próximo nos vio; su esposo era oficial de la PNR, y nos marcaron de por vida como contrarrevolucionarios. No nos arrestaron, no nos acosaron, pero escribieron en nuestros expedientes laborales una nota nos perseguía dondequiera que íbamos: decía que éramos “elementos contrarrevolucionarios” porque habíamos interrumpido un “acto de reafirmación revolucionaria” a un “elemento antisocial” que abandonaba el país.
Yo soy pintor y fotógrafo, y dejé mi arte para dedicarme a luchar por Cuba. Yo me ganaba un dineral haciendo fotografía, y lo primero que hice cuando llegué al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC) fue vender mis dos laboratorios para comprar cosas para los presos. También soy masón. Me reclutan para el Partido por la Logia Washington, en Jovellar 164; me recluta un hermano masón que tenía vínculos directo con Samuel Martínez Lara, fundador con Bofill del PPDHC. Él me entrega una copia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; cuando la leí, fue como ver la luz estando en tinieblas. Comprendí todo. Sabía qué era lo que nos correspondía, y cómo nos lo estaban quitando.
Todo esto me motivó. La injusticia en carne propia, y también las injusticias que vi donde quiera que iba desde que tengo uso razón.
Concilio Cubano reunió 140 organizaciones. Existen informes internacionales, por lo menos en los 90 y los 2000, que recogen estas organizaciones. ¿Ahora cuántas hay?
No llevo cuenta, pero no creo que pasen de 50. Con menos membresía. No creo que ahora exista un mapeo. Cuando Concilio Cubano sí lo hubo. Aunque digan que después hubo alianzas más grandes que Concilio, esos grupos eran menos numerosos. Todavía en Concilio había organizaciones a las que les quedaban bastantes miembros, como el Bloque Democrático José Martí, y nosotros mismos, el PPDHC. Gente como Isabel del Pino Sotolongo, de Seguidores Humanitarios de Cristo Rey, también tenían bastantes activistas. Todas estas organizaciones firmaron Concilio.
Incluso organizaciones que ya se sabía que estaban infiltradas, como es el caso nuestro. Si buscas el listado, vas a ver dos PPDHC. Nosotros adoptamos el término Independiente para diferenciarnos de Odilia Collazo, de quien desde 1995 teníamos pruebas de que era una agente infiltrada. Se lo dijimos a la Sección de Intereses. Se los dije yo, en conversación telefónica con la funcionaria Robin Diane Meyer, a quien luego declararon non grata y la expulsaron de Cuba, y no quiso ver las pruebas. Esta Odilia Collazo llegó incluso a ser la vocera del grupo de La Patria es de Todos, que dicen que nunca fueron penetrados. Yo te puedo mandar fotos de Odilia Collazo con Martha Beatriz, Vladimiro Roque, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcasés, que es el Grupo de los Cuatro. Ellos fueron los primeros penetrados. Nosotros teníamos las pruebas y nadie lo quiso creer, hasta que en 2003 la sacaron en los juicios de los 75. Eso fue evitable, pero nadie quiso escuchar.
Amnistía Internacional también emitía informes cada vez que había arrestos.
Pero nosotros no éramos los que le mandábamos eso. En esa época el que tenía todos esos contactos era Elizardo Sánchez Santacruz. Fíjate que todos estos grandes líderes empiezan a girar en torno a él, porque era el que venía haciendo ese trabajo. No todos los arrestos se reportaban, no daba tiempo, no se enteraban o se enteraban muy tarde, pero en sentido general funcionaba bastante bien.
Después también estuvo la organización de Aida Valdés Santana, la Asociación de Presos y Expresos Políticos Cubanos. Ella es una presa plantada histórica; estuvo en la celda con Polita Grau. Esas mujeres estaban igual que los hombres, plantadas en blúmer y ajustadores. Yo trabajé bastante con ella, sé que la han acusado de ser del G2. Te puedo decir que cuando yo salí de la cárcel (con hepatitis, convaleciente), ella fue la única que se presentó en mi casa, y me trajo más de mil pesos. Eso jamás se olvida. Si ella fuera del G2 no se hubieran hecho muchas cosas en Cuba. Y es fundadora con Bofill del PPDHC, y de la APAL [Asociación Pro Arte Libre]. Fue la primera que reconoció Human Rights Watch, American Watch, todas estas organizaciones, por el trabajo que hacía a favor de los prisioneros políticos, que cuando aquello no eran 140 como ahora. En Cuba hubo 3500, 2500, 3000 prisioneros políticos.
¿Ustedes tienen registros de los activistas?
No. Todas las grabaciones de aquella época las donó Ariel Hidalgo a la Biblioteca de la Florida International University.
Ariel Hidalgo fue fundador con Bofill del Comité Cubano Pro Derechos Humanos de Cuba: dentro del presidio político, en 1976, cuando nadie en la calle hablaba de lucha no violenta ni de derechos humanos. Fue la organización pionera que cambió el destino de Cuba, porque desecharon la vía armada, que era lo que se hacía hasta esa época. Y Ariel Hidalgo fue el primero que empezó a llamar a Cuba para coger nuestras denuncias y nuestros artículos. Aquí en Miami lo empezaron a llamar comunista, porque llamaba a Cuba.
Cuando lo sueltan de prisión y viene para Estados Unidos, él y su esposa Teté Machado fundan el Buró de Información de Derechos Humanos, que desaparece cuando le quitan el grant, para dárselo a unos mequetrefes que terminaron quitándole después grants a muchos de ellos. Porque hubo un gran problema con lo de los grants, se los daban a organizaciones que mandaban chocolate a Cuba, y para que Vladimiro Roca tuviera un traje bonito para ir a las embajadas; cosas así salieron a la luz en las inspecciones del GAO por mal manejo de fondos federales.
Ariel y su esposa se empeñaron y perdieron la casa, sus prendas, todo, para pagar las llamadas que hacían a Cuba. En aquella época era carísimo. Ahí está la verdad, ahí tú verás quiénes estaban y quiénes no aparecen por ninguna parte.
Esto ha sido una lucha a veces hasta contra tres enemigos y seis traidores. No es fácil.
Bofill murió en el ostracismo, porque aquí marginan al que no se pliega a determinadas situaciones. A un tipo que cambió Cuba, porque rompió con la tradición de resolver los problemas con las armas, lo trataron prácticamente como basura. Nadie sabe la cruz que llevan los demás.
APAL sale como una rama del Comité Pro Derechos Humanos, ¿no?
Sí, el primer grupo que funda Bofill dentro de la cárcel, en el año 76, es el Comité Pro Derechos Humanos de Cuba. De ahí sale después el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba y la Asociación Pro Arte Libre. Pero Bofill inmediatamente tiene que irse de Cuba. Le dedicaron un serial de televisión que duró como tres días: “La historia de un fullero”; también sacaron editoriales en Granma, en la radio… A Aidita Valdés también se lo hicieron. Cuando te cae encima el peso del Estado, estás desterrado, te guste o no.
Había mucha gente pidiendo entrar al Comité. Gustavo Arcos Bergnes es el que se queda al frente. El Partido, en un principio, era el ala política del Comité. Gustavo Arcos siempre se opuso a que el Comité creciera; entonces el Partido se desvincula del Comité y se vuelve más confrontativo. En el libro de Ariel Hidalgo[1], que hace a partir de los reportes que salían de la isla, puedes ver las cifras que daban en aquella época de los afiliados del Partido: 10582. Fueron los mismos que firmaron la solicitud de plebiscito. O sea, el partido no tuvo que salir a recoger firmas como Payá.
Después cogen a Tania Díaz Castro, la poeta, que también presidió nuestra organización en aquella época, y la torturan. Sale ella en un programa de televisión diciendo que el Partido nunca pasó de 600 miembros, que no eran tantas las firmas que se habían presentado. Claro, todo el mundo sabe que eso fue producto de lo que le estaban haciendo.
Había alguien del Partido, que después nos ayudó mucho por atrás del tapete, al que también doblegaron: lo reventaron a base de químicas y de cosas. Pero sin embargo a él no le pudieron sacar lo que a le sacaron a Tania. Era de apellido Novoa. Él nos ayudó mucho porque la familia tenía negocios en Cuba y apoyaron muchísimo al movimiento. Recuerda que era una época en que nunca recibimos ni un centavo de afuera: todo lo buscábamos dentro del país.
El PPDHC es la primera organización que planteó un plebiscito en Cuba, en el año 1988. Las 10 mil firmas que allí aparecen son las del PPDHC. No hubo que salir a recoger firmas, como Payá. Ahí firmaron los miembros nada más, y eran como 10 600 firmas.
¿Tantas personas estaban registradas en el Partido?
Sí. El partido se funda el 20 de julio de 1988 y ese año tuvo más de 10 000 miembros, pero enseguida le fueron arriba cuando presentó lo del plebiscito. Seis días después de que se fundara, el 26 de julio, Fidel dice en un discurso (estoy parafraseando): “Aquí no vamos a permitir que el imperio venga a fundar partiditos de bolsillo”. Fíjate que ya empezaban con lo del bolsillo, y nosotros nunca recibimos un centavo de nadie. Te lo puedo garantizar.
Nosotros teníamos un sistema de activistas encubiertos. Hasta militantes del Partido Comunista nos ayudaban. Es la habilidad que han perdido los grupos de ahora. Éramos poderosos, porque por cada activista que daba la cara teníamos 9, 10, 12, que no la daban. Y ese sistema es lo que nos permitió tener gran operatividad, porque contábamos con casas seguras, con mensajería a través de teléfono fijo y bicicleteros.
Antes no había teléfonos en las prisiones, las informaciones las sacábamos en balas. Eran escritos en miniatura que metíamos dentro de un nailon, le dábamos candela para sellarlo, y eso se metía dentro de tubos de pasta y jabones. Cuando el preso político iba al pabellón conyugal, se intercambiaban los tubos de pasta y los jabones y las personas salían con los mensajes de la prisión.
Yo estuve en Micro 4, en el Combinado del Este, y en la 1580, y de cada prisión saqué informes para las Naciones Unidas. Un contacto que teníamos con la Iglesia Católica los enviaba a Europa, para entregarlos en Ginebra… Tan idiotas ellos: cuando mando el tercer informe me envían una respuesta a mi casa, porque yo ponía mi dirección; ellos pensaban que yo estaba en un país democrático. Eso me costó varios interrogatorios en la cárcel.
¿Y esos miembros del Partido eran de La Habana nada más?
No, los miembros eran de todo el país. Cuando el Comité empezó a sacar sus primeras cosas, la gente nos escuchaba a través de Radio Martí. Acuérdate que era la época de la glásnost y la Perestroika; la mayoría pensaba que Cuba se iba por esa vía, porque era un satélite de la Unión Soviética.
Ya en 1989 el Partido supo que no iba a haber ningún cambio, y por eso cuando viene Gorbachov piden movilizarse hacia la embajada soviética. Ponen cuatro cercos alrededor, y aun así entraron como treinta activistas del PPDHC; eso fueron cientos de arrestos. A los que entraron los tuvieron que sacar los diplomáticos en sus carros, porque los iban a reventar si salían caminando.
Respecto a que la gente se metía en los grupos para irse de Cuba: eso es un mito. No quiero decir que no haya pasado, gente que tuvo la idea de irse y se metió en la oposición, pero esa gente tuvo que hacer un trabajo muy duro para que le dieran la salida, porque los americanos no son tontos. Allí, en la sección de refugiados, tenías que convencerlos de que había un miedo fundado, tenía que ser alguien que haya sido arrestado, que haya estado preso; eso no es tan fácil. Cuando yo fui a sacar mis antecedentes penales no me salía que estuve preso, y yo fui preso político por la causa de Concilio Cubano; fui el primer procesado.
Y hay otros que se han podido quedar en Cuba por sus posiciones contradictorias, y por decir en momentos críticos: “No vamos a hacer nada en contra de lo que diga el Estado, porque hacer algo en contra de lo que diga el Estado es generar violencia”. Todavía hay esa tendencia, donde ahora Morúa es el principal exponente. Morúa empieza en la Corriente Socialista Democrática cuando el presidente es Vladimiro Roca; es toda la gente que viene alrededor de Elizardo Sánchez.
Cuando hundieron el remolcador 13 de Marzo, yo soy uno de los treinta y tantos involucrados en esa investigación. El PPDHC investigó y denunció este hecho al mundo, en primicia con Radio Martí; si no, hubiera pasado desapercibido. Cuando eso yo no era el presidente del Partido: era el delegado en Arroyo Naranjo, y fuimos uno de los municipios involucrados. Yosvany Pérez Díaz y a Niurka Robinet trabajaron conmigo. El papá de Yosvany, que era un activista encubierto de nuestra organización, cartero, es el que encuentra el primer caso.
Y así mismo pudimos sacar, lo denuncié yo, el asesinato de Virginia Herrera Brito: una muchacha negra que trabajaba cobrando multas en Arroyo Naranjo. Ese tipo de cosas se pueden hacer cuando tu organización tiene estructura, activistas encubiertos, casas seguras, el sistema de bicicleteros… Porque tú no puedes esperar un transporte para llevar un mensaje de un lugar a otro: tiene que ser gente en bicicleta y tener varios dispositivos de ese tipo para garantizar tu comunicación. Un ejército no pelea sin comunicaciones.
Si ahora no tienen esas condiciones, los va a moler la Seguridad. Con la Ley 75, ellos van perfeccionado el sistema represivo; lo han militarizado.
No sé si estás al tanto de que hay grupos en Cuba que están abogando ahora por impulsar la movilidad en bicicleta, y les han cancelado varias convocatorias a bicicletadas…
Claro que los cancelan, porque saben la guerra que nosotros les dimos. Acuérdate que ellos sí aprenden rápido; a la oposición, o disidencia, como la quieran llamar, le cuesta mucho aprender, por las diferencias que tienen unos grupos con otros.
Leonel Morejón Almagro fue el que inventó Concilio Cubano y algo que se llamó Operación Esperanza, donde también estuvo involucrado el PPDHC. Era una reunión del Consejo Coordinador Nacional de Concilio Cubano, 26 dirigentes de los 140 grupos, electos democráticamente. Estuvieron meses en eso, porque el G2 siempre intervenía y no podía hacerse la reunión. Ni siquiera podían salir de sus provincias los que tenían que venir a La Habana. Entonces Leonel habló con nosotros, y le hicimos la reunión con las 26 personas: los fuimos a buscar a las provincias y los metimos en casas de gente del PPDHC y de otra organización que nos ayudó; algunos llegaron hasta un mes antes de la reunión y no los pudieron arrestar. No hubo ni la más mínima filtración. La reunión duró un día completo, en un edificio a tres cuadras de Villa Marista. Ya tú sabes lo que nos costó eso. Cuando empiezan a coger a la gente del Concilio, a mí me hacen el juicio primero que a nadie.
Tuvimos un infiltrado, que era socio de Odilia Collazo. Había salido electo por una organización fantasma que habían metido ahí, porque tuvimos hasta organizaciones infiltradas y lo sabíamos, y no pasó nada. Él se fue de la reunión, pero lo pudimos coger en el teléfono público cuando iba a chivatear; lo arrastramos de nuevo para la casa y se tuvo que disparar la reunión completa.
Yo tiré la foto de esa reunión, con la cámara y un rollo en colores de Gladys González Noy, que era la presidenta de la APAL en aquel entonces, además de presidenta de la Concertación Democrática Cubana. Porque el PPDHC ya era parte de la Concertación Democrática Cubana, fundada, entre otros, por María Elena Cruz Varela. Y yo en ese momento no solo era el presidente del PPDHC, sino también el vicepresidente de la Concertación Democrática Cubana.
Tremenda historia, plantarse al frente de Villa Marista…
Se planeó una manifestación frente a Villa Marista. No pudo tener un éxito grande, pero sí causó cientos de arrestos. Creo que llegaron algunos, me imagino que los habrán molido a golpes. Los hermanos Aspillaga fueron los que convocaron a esa manifestación. Son gente olvidada… No siempre salen a la luz ni obtienen los premios lo que merecen los premios.
Y una mujer que vivía cerca de Villa Marista, con una lata de pintura y una brocha… ¡Qué valor! Llenó el muro de Villa Marista con carteles de “Abajo Fidel”, “Abajo la Dictadura”, “Vivan los derechos humanos”. Y casi la matan a palos, imagínate. La molieron a golpes. Ella es Ana María Agramonte Crespo; está en Miami. Son mujeres de las que nunca se habla. Igual que Isabel del Pino Sotolongo, que ya murió, y al final terminó como muchos en Miami: marginada. Yo me llevaba bien con todas estas mujeres, muy valientes.
Cuando caímos presos por Concilio Cubano la oposición se paralizó, era pánico lo que había. La reunión de Villa Marista fue el 10 de febrero, y el 15 empezaron los arrestos. Para julio, ya no se oía una voz de la oposición. Y esa mujer tuvo la valentía de ir al Parque de la Fraternidad con fotos de todos los muertos del remolcador, y puso búcaros con flores y velas alrededor de la ceiba, y ahí mismo dio el mitin con sus activistas en tiempo récord. Se escabulleron cuando ya había decenas de personas allí, viendo los muertos y comentando. Claro, los arrestaron después, uno por uno. Pero en ese momento ella, con su Movimiento Seguidores Humanitarios de Cristo Rey, fue la que supo decir: aquí queda oposición todavía.
Otra mujer es Mercedes Parada Antúnez, que fue electa no solo al Consejo Coordinador Nacional de Concilio Cubano, sino también a su Secretariado Nacional. Creo que ella había sido de las primeras Máster en Enfermería; Fidel la felicitó en persona. Fue una de las fundadoras de la ADEPO [Asociación por los Derechos Políticos], y una de las que reventaron cuando los arrestos en Concilio Cubano. Ya ella había sido presa política, y no la meten en un calabozo: le hacen como a Luis Manuel Otero Alcántara, la ingresan en el Hospital Ameijeiras. Para que tú veas que aquí no hay nada nuevo.
Otra mujer extraordinaria es Martha Gómez Araoz, de Regla. Nunca la aprobaron en la Sección de Intereses, me dice alguien que se tiró en balsa y se murió en el mar; otros me dicen que no. Era del PPDHC, de las viejas; su cargo siempre fue atención a presos políticos. Iba a llevarles jabas a presos políticos, no solo del Partido, sino de cualquier organización. Los presos la veían como una mamá. Igual que Aida Rosa Jiménez, que murió en España: también visitaba mucho las prisiones, hacía un trabajo muy bueno con Elizardo Sánchez Santa Cruz.
Ahora, analiza si esas personas terminaron fuera del país porque se metieron en esto para irse, o porque hicieron tanto que ya el Estado dijo: ni una más. Y cuando te cae el peso total del Estado, estás desterrado o muerto o preso de nuevo; no tienes opción. Y entre preso de nuevo y desterrado, son ellos los que eligen, no tú. Así que es muy fácil decir: aquí nos quedamos los que somos. En estas historias de acciones, no de documentos, mira a ver quiénes son los protagonistas.
Yo no creo en valentía, yo creo en ideales. En el PPDHC le decíamos a la gente: “Nosotros sabemos que el miedo existe, pero el miedo hay que vencerlo, y una de las maneras de hacerlo es con tus ideas. Tienes que estar claro de tus ideas y de hasta dónde quieres llegar. Que tú no quieras ser un activista público no quiere decir que tú no tengas un rol importante en esta pelea”. Así hablábamos con las personas, diáfanamente, porque el miedo es algo real. Les decíamos: “Es importante que tú no pierdas el trabajo, porque no podemos ya con la cantidad de presos que tenemos. Pero queremos que tú trabajes con la oposición, con nosotros, con el movimiento de derechos humanos”. Nosotros hacíamos un carnet con un número foliado; tú sabes cómo es el cubano, le gusta la cosa del misterio: “Mira, yo tengo mi carnet, pero no puedo dar la cara”. Así reclutábamos a muchísima gente.
Todos tenemos miedo. En el Partido teníamos un axioma: cuando veas a un activista sin miedo, cógele miedo. Odilia era la “sin miedo” mayor que había en Cuba, y terminó declarando en el juicio de los 75.
¿Por qué crees que hacen la Ley 88 en 1999?
Creo que la Ley 88 surgió a consecuencia del auge que tuvo la oposición o disidencia: precisamente Concilio Cubano, que fue entre el 10 de octubre de 1995, cuando salió oficialmente el llamado, y el 24 de febrero de 1996, cuando derribaron las avionetas de Hermanos al Rescate, que es un producto de Concilio Cubano. En el 98 yo todavía estaba en Cuba y ya estaba andando el proyecto de Ley. En los interrogatorios ya nos amenazaban con eso.
Ellos decidieron que algo como Concilio Cubano no podía repetirse. ¿Por qué? Primero, porque se consiguió la unidad de toda la oposición, no quedó nadie afuera, y casi todo el exilio se unió en apoyo al Concilio. Hermanos al Rescate, precisamente, echaron las boletas sobre La Habana en apoyo a Concilio Cubano. Fíjate el impacto que tuvo eso, que se pusieron locos. Aviones que se acercaban a la costa, bien alto, y llenaban La Habana de octavillas que decían “Súmate”, “El cambio eres tú”, y mencionaban artículos de los derechos humanos. Julio San Francisco, que después murió en España, cubrió bien eso. Él era poeta y escritor, y junto Rafael Solano, que era integrante del PPDHC, fue fundador de Habana Press: la primera agencia de prensa que funcionó como tal. Después Raúl Rivero hizo la suya, Cuba Press.
¿Y ustedes hicieron alguna acción para protestar contra ese proyecto de ley, como ha ocurrido con el 349 y el 370?
No. Que yo sepa, la protesta que se hizo contra la Ley 88 fue desde la prensa. Yo había soltado la presidencia del Partido porque ya no estaba operativo; Mario Viera igual. Entonces hubo elecciones y salió de presidente Lázaro García Cernuda. Yo me quedé como un simple activista; como mi operatividad era cero, casi nunca me daban tareas. Entonces hicimos una agencia de prensa. Nos arrestaron mucho, pero aun así, desde la prensa, hicimos algunas acciones, como la del juicio de Mario Viera, cuando diseñamos la acción directa no violenta para que no lo metieran preso por tercera vez. La preparé yo personalmente con dos presas, Nancy Sotolongo y Ana María Agramonte Crespo, y tuvimos éxito.
También estuvimos protestando por el juicio de Reinaldo Alfaro, pero ahí no hubo manera de preparar nada: todo fue improvisado cuando ya lo habían juzgado. Estuvimos también en el juicio de Isabel del Pino Sotolongo, y logramos que sobreseyeran la causa. O sea, eran acciones que sí tenían logros: sacábamos a la gente del problema. A pesar de que nosotros ya estábamos bien quemados, reventados.
Para la de Mario Viera yo invité a todos: Elizardo Sánchez, Vladimiro Roca… De esa gente, el único que acudió fue Manuel Cuesta Morúa, y allí cogió golpes con nosotros, vio la barbarie que se formó, pero también vio cómo aguantamos y cómo a Mario le tuvieron que quitar la causa.
Allí estuvieron muchos otros activistas. Fue la primera vez que arrestaron a Oscar Elías Bisset, y a la cieguita, Milagros Cruz Cano, a quien después metieron en Mazorra. Pero la cieguita era el diablo: se escondió una grabadora en el blúmer y grabó cómo la metieron en Mazorra y todo, y después, cuando salió, se lo dio a Ninoska Pérez Castellón y ella lo sacó en su programa. Yo hice la denuncia, con la agencia de prensa Cuba Verdad, que después desapareció. Incluso se me ocurrió la idea de dar el teléfono de Mazorra. La gente empezó a llamar, porque a Milagros la metieron en la sala Carbó Serviá, y allí le dan electroshocks a la gente, los revientan. Y la tuvieron que liberar. Después, cada vez que la arrestaban casi la encueraban, porque tenían miedo de que llevara una grabadora de nuevo.
Después siguió lo de La Patria es de Todos; metieron presa a mucha gente, hubo una gran ofensiva en esa época: 1997, 1998… Y ahí fue donde vino la ruptura generacional entre los activistas más antiguos y los que llegaron después. En Cuba ha quedado gente más o menos de aquella época, pero no suelen hablar de estas cosas.
Prácticamente no se habla de ese período entre 1988 y la Primavera Negra. ¿Por qué?
Para mucha gente, Concilio es la única vez en que realmente hubo una alianza operativa en la oposición. Pero al mismo tiempo tuvo problemas internos, que es de lo que no quieren hablar. La mayoría de las organizaciones y de los activistas ya querían ir al directo; de hecho, estaban ya en las calles, en firme posición de lucha estratégica no violenta, de desobediencia civil. Por otro lado, hubo un grupo de grandes líderes que querían continuar con el sistema minimalista de peticiones. Eso también originó una ruptura y una serie de discrepancias dentro del Concilio.
Hubo una pugna interna por gobernar Concilio Cubano. Cuando se firmó, se acordó que iba a ser democrático, porque no podía proceder de otra forma.
Nosotros habíamos sido simples activistas, empezamos incluso muchos años antes que algunos de estos líderes, y luego fuimos asumiendo el liderazgo. Fíjate que yo, de ser un simple activista encubierto, pasé a ser coordinador de un municipio; después fui el delegado del municipio, y después fui el que puso la prueba final de que Odilia Collazo, Horacio Casanova, Roberto Hinojosa y otros más, eran agentes infiltrados dentro de la oposición. Ahí hubo una escisión del Partido, y nuestra parte quedó como Partido Pro Derechos Humanos de Cuba Independiente, para deslindarnos de Odilia Collazo. Al conseguir esas pruebas, la gente de la delegación de Arroyo Naranjo que yo dirigía me propone como presidente, y yo por primera vez rompo con el reglamento del Partido y les digo que, como hay una situación especial, yo tenía que escoger mi ejecutivo nacional, que no podía ser por elecciones. Ellos accedieron, y así yo puse a toda la gente mía de Arroyo Naranjo, que llevábamos ya varios años trabajando juntos, en el ejecutivo nacional del Partido.
Hasta las personas del exilio del PPDHC nos viraron las cartas. Decían que Odilia era la verdadera, y que nosotros éramos usurpadores que queríamos darle un golpe de Estado. Fundadores del PPDHC, Bofill, el Dr. Samuel Martínez Lara, y otros más, fueron a una emisora de radio e hicieron un programa alabando a Odilia y echándonos pestes a nosotros. Y nosotros continuamos nuestro trabajo. Traté de comunicarme con Bofill y no me cogió el teléfono. Después ellos tuvieron problemas con Odilia, y se dieron cuenta de lo que había.
Pero el PPDHC es el único partido que tú puedes decir: mira cuántos presidentes tuvo. No es como los otros, que son vitalicios, hasta que se mueren o los matan. Nosotros vimos esto como un trabajo en equipo y de relevo; había presidentes que no aguantaban ni un año. Yo aguanté dos años y pico, casi tres. Y me pasé de mi mandato, que era por un año. Teníamos procedimientos democráticos, y como estábamos entrenados para trabajar en equipo (que es lo interesante que yo veo en el 27N) pudimos hacer muchas cosas. Teníamos una estructura nacional y estructuras provinciales, municipales y de barrio, delegaciones. Pero cada delegación era autónoma, porque el PPDHC se hizo imitando algunas cosas del Partido Revolucionario Cubano de José Martí.
Quizás no se habla mucho del Concilio porque implica hablar de las rupturas que hubo dentro de la oposición. Aquello fue un ejercicio de democracia en una probeta de opresión. Hubo una pugna de unos grandes líderes que quisieron conducir Concilio, y se les exigió hacer un procedimiento democrático. Se hicieron unas mesas de trabajo y hubo elecciones, y de esos grandes líderes creo que salió uno solo, y cuando vio que estaba solo no quiso aceptar el cargo. Lo cogió el segundo que había salido.
Ese día se eligió el Secretariado Nacional del Concilio, que eran cinco personas, un delegado y cuatro vice delegados. Sale electo, por supuesto, Leonel, que fue el creador de Concilio, y los vice delegados fueron Héctor Palacios Ruiz, Mercedes Parada Antúnez, Reinaldo Cosano Alén (que está en Cuba todavía, los demás están afuera) y este que te habla.
O sea, no solo hubo represión de la Seguridad del Estado, sino también una pugna de gente que se creía predestinada para dirigir Concilio Cubano.
Concilio Cubano es lo que más apoyo internacional ha tenido en Cuba. El MSI y el 27N todavía están lejos de eso. A nosotros nos iban a matar; estuvimos a punto de que nos mataran en 100 y Aldabó sin juicio ni nada. Allí eso fue de pistolas y todo, nadie sabe lo que pasamos nosotros. Se pronunciaron el Vaticano, la Unión Europea, el Congreso de Estados Unidos. Hubo una carta pastoral de los obispos en Cuba que tiene como tres párrafos dedicados a Concilio. Hasta la curia católica, que es dura, se tuvo que pronunciar, sabiendo Jaime Ortega los problemas que había con él.
Lo que hace que Clinton firme la Ley Helms-Burton es Concilio Cubano, porque le pusieron tres opciones: invades el país, bombardeas los aeropuertos de donde salieron los aviones para derribar las avionetas de Hermanos al Rescate, o firmas la Ley Helms-Burton; él, obviamente, se fue por la opción más saludable. La posición común de la Unión Europea derivó de eso. Después, increíblemente, la misma gente de Concilio que se reunió con funcionarios de la Unión Europea, pidió que quitaran la posición común.
¿Y cómo hacían las votaciones? ¿Eran presenciales?
Sí, las votaciones fueron presenciales. Por supuesto, ahora sería más fácil, pero no había otra manera de hacerlo en aquel momento.
En la comisión donde yo estaba, la número 1 o la número 2, estaba Leonel también, y nos íbamos a reunir ahí en Lawton en casa de Gladys Linares Blanco, quien ahora da versiones de Concilio diferentes a la realidad. Y ese día, cuando llego a la reunión, empiezan a coger a la gente. Rodearon la cuadra y quedamos bloqueados. A los que iban llegando los arrestaban y los llevaban para la Avenida Acosta. Nosotros quedamos parapetados en casa de Gladys, hasta que ellos llegaron y le dijeron que tenían una orden de registro. Ella tuvo que dejarlos entrar. Pero adivina por qué era la orden de registro: buscando carne de res. Gente que se estaba muriendo de hambre… Una burla, un cinismo.
Nos cargaron a todos y nos llevaron para Acosta, a los calabozos. Porque eso de que te llevan a una oficina, o para una casa, y te dan una muela… a mí nunca me tocó el lujo ese. A Mario Viera sí lo llevaron una vez a una casa. Pero para nosotros fue calabozo duro y sin guante, nos tiraban ahí a la jauría con los demás delincuentes. De hecho, a Gladys Linares Blanco le dieron una mano de golpes en un calabozo que yo creo que le ablandaron el cerebro.
Habían abortado la reunión, pero ya nosotros estábamos en desobediencia civil, estábamos en las acciones directas no violentas, que es lo que no quería cierto grupo de gente. Y en los calabozos acordamos que cuando nos soltaran nos pararíamos frente a la estación. Antes, cuando te llevaban, los demás nos plantábamos delante de la estación de policía. Entonces, cuando fueron saliendo los primeros, ya frente a la estación había un grupo grande del PPDHC y de gente de las bibliotecas independientes. Yo fui uno de los últimos que liberaron, ya todo el mundo estaba afuera esperando, y les hicimos la reunión y la votación en medio de la calle, delante de la estación de Acosta y de los tipos del G2 que nos acababan de liberar: apoteósico.
El único que no estaba era Leonel, porque lo llevaron para Villa Marista, pero como solo faltaba él, había quórum para hacer la reunión. Y Leonel, en definitiva, iba a ser electo, porque él era el que había tenido la idea del Concilio Cubano. Él era abogado de la Corriente Agramontista, había hecho Naturpaz desde que estaba en la UJC, y no representaba un peligro para ninguna de las luchas de ego que había.
En lo que sí todos coincidíamos era en que había que aliarse, para poder enfrentar esas grandes ofensivas que venían contra nosotros. Que es lo que no se ve ahora en Cuba: están llegando a una escalada de represión parecida a la de aquella época, y no hay tendencia a unirse. La gente se unió este proyecto del Concilio, pero ya había habido la Concertación, que fue el primero, y después la Coalición Democrática Cubana, que era más controlada por la ultraderecha de afuera.
Y les hicimos la reunión allí mismo, en la careta, como decimos nosotros. Era una desobediencia total a ellos. No aceptábamos su autoridad bajo ningún concepto.
Como te decía, Concilio fue súper apoyado en el mundo, por eso nos echaron condenas cortas. A mí de entrada me echaron lo que cumplí: 14 meses; a Leonel le echaron 6 meses. Después, el 13 de marzo de 1996, nos llevaron juntos a la apelación. Allí tratamos de defendernos; yo empecé a hablar de Montesquieu y del espíritu de las leyes, como lo había invocado Fidel Castro en su juicio, y ahí me cortaron; y cuando empezamos a gritar “¡Esto es una estafa!”, a Leonel se lo llevaron por una puerta y a mí por la otra. Íbamos volando, porque los tipos prácticamente nos cargaron para sacarnos de allí. Nuestro abogado defensor, que era también de la Corriente Agramontista, José Ángel Izquierdo, dijo que a sus clientes les estaban violando sus derechos, y el juez creo que lo mandó para el calabozo.
¿Qué figuras delictivas usaban antes contra ustedes? ¿Sus casos eran instruidos por la Seguridad del Estado o por la Policía?
Los casos nuestros siempre eran procesados por la Seguridad del Estado, pero ya desde esa época nos dimos cuenta de que había intervención del MINFAR y de las brigadas de respuesta rápida, que se llaman Brigadas de Producción y Defensa y que el mismo MINFAR las declara como sus tropas irregulares: son tropas paramilitares.
El que me hizo a mí la instrucción cuando Concilio Cubano creo que era un general, porque la orden de apresarnos fue dada por Fidel Castro. Lo sé porque el mayor Alexis me dice en un interrogatorio, estando yo en Micro 4: “Nosotros sabemos que tú no eres un delincuente”. Y yo me paré y le dije: “Bueno, pues abre todas las rejas, que me voy para mi casa”. Arranqué por ahí para afuera y me tuvieron que agarrar, y entonces me dijo: “Ustedes están aquí por orden directa del Comandante en Jefe, tú y Leonel y los demás”. Porque fueron cinco presos por Concilio Cubano.
No había Ley 88, pero no hacía falta. La Ley 88 a lo mejor fue para justificar condenas más largas, pero de todas maneras te podían aplicar cualquier otra tipificación delictiva del capítulo de Delitos Contra la Seguridad del Estado; al que le metieran “propaganda enemiga” le reventaban seis años más por la cabeza. Ellos usaban mucho lo que nos aplicaron a nosotros: “resistencia” y “desobediencia”, que pasan como delitos que no son supuestamente políticos.
¿Pudieras hablarme un poco de las condiciones en las prisiones?
Las prisiones de nosotros fueron muy trágicas, porque no teníamos llamadas telefónicas. A algunos líderes los ponían solos en celdas, a veces; a nosotros nos echaron con la jauría. Tanto Leonel como yo tuvimos graves problemas allí.
Yo estaba preso con otro tocayo mío del Partido Federalista, Lázaro Fernández Valdés, firmante de Concilio; él era abakuá. Tuvimos que tomar medidas, porque a mí me echaron a un tipo del G2 para darme una puñalada, y uno tiene que defenderse. Supimos que al tipo lo había mandado el TOS, que es algo de lo que nadie habla: Trabajo Operativo Secreto; ellos trabajan desde dentro de las prisiones y hacia afuera: te infiltran en el extranjero. No sabemos si era un agente del G2 o si era un preso, porque a los presos los reclutan a cambio de beneficios, como hacían en Ucrania. Lo metieron en el destacamento donde yo estaba, para que buscara un problema conmigo. Entró con un cuchillo, sin que lo registraran. Pero Castellanos, un hermano mío masón que trabajaba delante de donde admitían a los presos, oyó cómo estaban fabricando toda la situación en la oficina del TOS, e inmediatamente me mandó el mensaje.
Por 4 cajas de cigarros me compré un hierro que parecía un machete y lo guardamos en la letrina de uno de los baños, y cuando el tipo vino a buscar problemas ya yo sabía que venía armado. Empezó la discusión, yo fui para el baño y, cuando él vio que yo tenía un hierro más grande que el de él, se formó el lío. Al tipo lo sacaron y no lo trasladaron para ningún otro lugar de la cárcel: lo desaparecieron. Ahí confirmamos que era un enviado del TOS.
En aquella época, en la 1580, al contrario de ahora, había agua las 24 horas del día, pero la comida era literalmente putrefacta. Lo hacían a propósito. Daban comida putrefacta para alimentar las crías de puerco que tenían allí. La 1580 la dirigía el coronel Nelson de Armas, uno de los que fusiló presos plantados. Él fue el que me recibió, y fue la primera amenaza cuando llegué allí. Todo esto es una maquinaria de humillarnos, no solo a los políticos: a los presos comunes también. Las condiciones eran infrahumanas.
Las dos comidas que te daban en aquella época cabían dentro de uno de esos vasitos de poliespuma que son chiquitos, y sobraba. El desayuno era un cocimiento de hierbas con un pancito que era un poquito más grande que una peseta cubana, y aplastadito como una galleta. Horrible. Yo había sacado de la prisión esos pancitos que daban en la 1580, en Micro 4 y en el Combinado del Este; tenía la colección de los panes. Un periodista de Reuters, que se hizo amigo de nosotros después que yo salí, Andrew Cawthorne le tiró fotos allá en mi casa.
Lucas Garve, periodista independiente que ya murió, se presentó en mi casa cuando salí, y me hizo una entrevista. El título que le puso es la respuesta que yo le doy cuando él me pregunta: “¿Con qué tú puedes comparar las cárceles de Cuba?”. “Con las mazmorras del medioevo”, le dije.
¿Estaban en contacto con embajadas y cuerpos diplomáticos? Específicamente me interesa la relación con el gobierno español, que jugó un papel fundamental en la amnistía de 1979 y en la liberación de las personas vinculadas a Criterio Alternativo.
Básicamente nuestro contacto era Radio Martí, porque La Voz de la Fundación Nacional Cubano Americana, La Voz del CID (Cuba Independiente y Democrática), de Huber Matos, todo eso fue desapareciendo y quedó Radio Martí. También estaba la CMQ en Miami, con Fusté y Cary Roque, una de las presas políticas.
Las embajadas eran una forma de obtener información de afuera y, muchas veces, sacar documentos y denuncias para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las Naciones Unidas y demás. No todas hacían los trabajos. Una de las más malas, vamos a hablar claro, era la Sección de Intereses de Estados Unidos: ahí no podías conseguir nada.
Nosotros hacíamos mucha labor de agitación en las calles, hacíamos proselitismo. Repartíamos la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero no teníamos cómo imprimirla, entonces la reproducíamos en máquina de escribir. No teníamos cintas, tú sabes cómo trabajaban aquellas máquinas Remington del año 50 y 45 y Royal; yo tenía una Royal de esas antiguas. Teníamos que sacar la cinta, coger batería soviética… Yo me tengo que reír, porque estos muchachos de ahora no saben lo que es trabajar de verdad sacando candela: sacábamos el carbón que tienen adentro las baterías, lo machacábamos, lo diluíamos en alcohol de bodega y sumergíamos la cinta en esa solución y las poníamos a secar; entonces las volvíamos a enrollar cuidadosamente, y hacíamos así hasta que la cinta, que era una telita, no daba más.
Algunas embajadas sí nos imprimían declaraciones. En la de España, en aquella época, podías conseguir algunas copias, pero la mejor para eso era la de Canadá. En la de Canadá, Mario Viera y yo llegábamos y decíamos: “Necesitamos quinientas copias de la Declaración Universal…”, y nos las hacían. Pero en la Sección de Intereses ni una copia pudimos conseguir, ni una sola vez. No sé otros, pero nosotros nunca pudimos.
La Embajada de España era muy buena, eran receptivos y nos atendían súper bien; nos dieron unos radios pequeños que sintonizaban Radio Martí a las mil maravillas: nuestra principal fuente de información. No era como ahora que, aunque limitado, tienes acceso a internet, a las redes, a teléfonos móviles… También íbamos a la Embajada checa. Pero la que mejor nos atendía era la de Rumanía.
El tipo de Rumanía había sido disidente y nos contó todo el proceso de su país, que no fue como en otros países: allí terminó el ejército fajado con la Seguridad a tiros y a bombas, y los aniquilaron. Él nos enseñó fotos de las matanzas que tuvo que hacer el ejército tumbando a los de la Seguridad, porque el ejército se puso de parte del pueblo. Y nos recibía siempre a Mario y a mí, el embajador en persona; eso no lo hacía ninguna embajada. En otras te recibía la persona a cargo de los asuntos políticos, y si ibas a algo de la prensa, el agregado de cultura y prensa. Otras embajadas no te recibían.
Ahora te voy a explicar cómo salían las denuncias. Cada vez que teníamos un teléfono de tierra, que alguien nos lo prestaba (porque no había dinero para pagarle, y a nosotros no nos ponían teléfonos de tierra. Había algunos opositores que lo tenían desde antes, y se aprovechaba. Lázaro García Cernuda tenía, pero lo desconectaban. Si no, te ponían una cosa que se llamaba un KT1, creo; una cosa rusa de espionaje que ponían en los postes. Cuando empezabas una comunicación que no les cuadraba, te tumbaban ahí mismo la línea), se mandaba a leer las denuncias a gente que no estaba quemada con la policía, para que no los identificaran entrando en esa casa, porque entonces te invalidaban el teléfono o amenazaban a las familias y a los vecinos de donde estaba ese teléfono. Y era un espanto tal que la gente te decía: “No puedes venir más por mi casa”.
No había llamadas directas, así que había que marcar el 00 y, cuando lo lograbas (horas, a veces, para que te saliera una operadora), decías que querías comunicar con Canadá. Te preguntaban que quién era. “Un tío mío”, decías. Y en Canadá estaba Antonio Tang Báez, el chino Báez, de Radio Martí. Y al fin comunicabas, pero la operadora estaba oyendo el principio de la conversación para ver que todo estaba bien. Entonces tú empezabas a hablar con Tang Báez como si fuera tu tío de verdad, tenías que inventar un guion. Cuando sentías que estabas seguro para hablar, empezabas a leer denuncias. A veces la operadora, a la media hora, veía que seguía la llamada y entraba y oía que estaban leyendo denuncias, y te tumbaba la llamada. Cuando Tang Báez llenaba una cinta grande, de aquellas de las grabadoras de cintas enormes, las mandaba por servicio de paquetería desde Canadá a Estados Unidos, y las recibían en Radio Martí, que cuando eso no radicaba en Miami (era mejor, porque no estaba cubanizado) sino en Washington.
En aquella época los arrestos de horas eran muy raros: los arrestos eran un día mínimo. Había arrestos de quince días: te metían en un calabozo, te pasaban para 100 y Aldabó, después para Villa Marista, y así. Yo creo que la norma era tres, cuatro días: lo más básico que había aquella época. Y no le decían a tu familia dónde estabas. Entonces te arrestaban, salías a los tres días, te metías uno o días para poder comunicar con Radio Martí, y cuando ya iban a dar la noticia, estabas de nuevo arrestado. Estaban dando la noticia de tu arresto anterior y tú ni te enterabas, porque estabas arrestado de nuevo. Siempre la denuncia estaba atrasada con respecto a lo que estaba sucediendo en la realidad. Ahora es todo lo contrario: ahora dan una galleta, un empujón, y ahí mismo están saliendo en la directa.
Después, en 1995, 1996, mejoró un poco, porque ya se podía llamar directamente a Estados Unidos. Esa es la época en que Ariel Hidalgo y Teté Machado tenían el InfoBuro.
¿Estuviste en el Maleconazo?
Nosotros siempre dijimos que ante cualquier explosión social teníamos que entrar en ella y conducirla, como decía Martin Luther King. Toda esa frustración había que conducirla de manera creativa, encauzarla positivamente. Pero cuando nos enteramos del Maleconazo, en lo que nos movilizamos, ya era tarde. Yo me aparecí allí como con 35 activistas; fuimos para allá en bicicleta, y cuando llegamos ya habían dado los golpes, ya las brigadas habían tomado el parque Maceo con vehículos militares. Recuerdo que entramos, un grupo más pequeño, a casa de Gladys González Noy, que en esa época todavía vivía en Malecón y vio desde su balcón todo el lío que se armó (incluso la estaban llamando desde afuera, a su teléfono). Ella nos contó cómo había sido.
Igual que cuando los eventos de Cojímar, que mataron a gente que se iba. Se formó una rebelión. Cuando nos enteramos (acuérdate que era un sistema de teléfonos fijos, y la gente tenía que ir a ver si encontraba un teléfono público para llamar), yo mandé una avanzada de siete, ocho personas del Partido a explorar qué estaba pasando, para reunir más gente e ir detrás de ellos. Y cuando ya estábamos preparando el grupo mayor, regresaron porque no encontraron desde dónde llamar, y nos dijeron: “Ni se aparezcan por allí que aquello está rodeado y hay hasta carros blindados del ejército”. Había hasta BTR, que son vehículos para transporte en plena guerra y van artillados, a veces con cañón, a veces con ametralladoras de calibre, depende del modelo. Mira el nivel al que se llega. El MINFAR es tan culpable como el MININT.
Ahora déjame agregarte algo, fuera de tus preguntas:
Hay gente que me escucha, o lee lo que escribo, y dicen: este tipo es de derechas, este tipo es reaccionario. Yo no soy ni de derecha ni de izquierda ni de centro: la política me importa un bledo. Lo único que me importa es algo que me propuse desde que era joven, y es que aquello hay que acabarlo. Y la vía para acabarlo no es la violencia, porque la lucha armada ya sabemos que causa daños colaterales y destrucción en el país, más de la que hay. Así que yo soy un activista no violento, que la gente lo confunde con lucha pacífica. Eso es una contradicción: aquí no hay lucha pacífica. La diferencia es que la violencia usa armas que destruyen vidas, y en la lucha no violenta puede que haya bajas, porque las causa precisamente el que no quiere ceder: el dictador, el sistema opresivo.
Yo he apoyado la Ley Helms-Burton y no soy de derechas: la he apoyado por lo que hicimos en Concilio Cubano. Porque yo creo, como Gene Sharp, que una de las técnicas que hay para debilitar la fuente de los recursos humanos, es poner un embargo. Se le puso a Sudáfrica; lo que pasa es que los políticos estadounidenses son muy malos y nunca pudieron conseguir en Cuba lo que se consiguió en Sudáfrica. Pero es válido el uso del boicot, de las listas negras de comerciantes: están entre las 198 técnicas. La gente confunde eso con ideología.
A mí ni siquiera me importa postularme a político, como Rodiles. Yo soy un activista nato; si hubiera nacido en Francia, en España, en otro lugar, me verías todo el tiempo en las calles, porque yo soy un activista de la calle.
No se conquistan espacios públicos sin obligar a retroceder a la dictadura, al sistema, al PCC; eso es una ingenuidad. No hay espacios alternos estando ellos en el poder. Por eso cuando oyen hablar del poder político que hay que quitarles, piensan que soy un ultraderechista, y nada más lejos. Yo vivo mi vida mejor después que me fui de Miami: allí tengo miles de enemigos, porque he denunciado el mal uso de los grants por parte de esos grupos, para politiquería, para tener bobos a los cubanos engañando a la gente. Son igualitos al Partido Comunista, pero al revés.
El mundo de la oposición también ha sido algo kafkiano; hay cosas inverosímiles, como que seguimos repitiendo lo que es inviable, seguimos pidiendo plebiscito a estas alturas, y pidiendo otra vez postular gente. El primero que se postuló a la Asamblea del Poder Popular fue un miembro del PPDHC, a quien ni siquiera el Partido apoyó: Roberto Bahamonde. Nada de esto es nuevo: todo eso se hizo entre el 88 y a principios de los 90, y por eso es que radicalizamos nuestra posición.
En la práctica, nosotros lo intentamos todo: se intentaron abrir espacios, se intentaron ganar espacios, se intentó ir a mesas de diálogo con ellos. Muchos entendimos que ya no había manera de que ellos se adaptaran (que es uno los mecanismos de la lucha no violenta: que lleguen a un proceso de adaptación o a un proceso de conversión). Entonces decidimos que había que implementar un programa de lucha estratégica no violenta. Esa fue la batalla del Concilio.
Todas las propuestas del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, de cuando empezó Bofill, y ya después cuando lo cogió Arcos Bergnes, fue esa línea de ir al diálogo con ellos, de que ellos empezaran los cambios; en la misma línea estaba la Coordinadora de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Elizardo Sánchez Santacruz, que es fundador de la Corriente Socialista Democrática, continuada ahora por Manuel Cuesta Morúa, también en esa línea. Todos estos proyectos, el Otro 18 y demás, son proyectos que basados en lo mismo, el mismo procedimiento, que es tratar que ellos reformen.
Para que te pongas en mi pellejo, te voy a hacer una breve anécdota. Cuando trabajamos en lo del hundimiento del Remolcador, coincidimos un día con una de las muchachas que había perdido a su sobrinito o sobrinita; ella nos hizo el cuento de primera mano, porque fue sobreviviente. Allí había hombres, tipos machistas, duros, que habíamos cogido calabozo, golpes, todo tipo de tortura, y estábamos íntegros todavía, y cuando oímos hablar a esa mujer, lo que ella narraba… Cuando nos dijo que su mamá le había regalado unos zapatos para que se pudiera ir para Estados Unidos en ese viaje del remolcador, porque los tenis de ella estaban rotos, y que la mamá usaba dos números más grandes, y que ella le echaba la culpa a esos tenis, porque cuando la embarcación se estaba hundiendo, su sobrina o su sobrinito se agarró de su pie y el tenis, como era más grande, se le salió del pie… Cuando esa muchacha nos describió a la señora con su bebé de 6 meses, a quien le dispararon un chorro de agua y le destrozaron al hijo en los brazos… Se nos salían las lágrimas. Yo te digo eso ahora y todavía se me salen las lágrimas.
Ustedes no crean en lo que están viendo, porque esta gente son los dueños del horror; lo sabemos en la práctica. Estas ideas peregrinas de que el régimen está en las últimas, de que el régimen está acabado, de que no aguanta más… No, la gente está equivocada. El que no aguanta más es el pueblo. La gente piensa que ellos van a suavizar porque ven al pueblo sufrir, pero si ellos se conmovieran no hubiéramos llegado a este extremo. No hay ningún régimen tambaleándose: ellos siguen sobreviviendo a cualquier precio.
Esta gente está expandiéndose. En Venezuela han usado incluso técnicas de Gene Sharp, de lucha estratégica no violenta contra Juan Guaidó; han contrarrestado manifestaciones del pueblo con manifestaciones a favor de Maduro. Todo eso lo están dirigiendo los asesores de Cuba. Las mismas técnicas que se usan para desplazarlos del poder político, ellos las están usando para conservar el poder político. Gene Sharp lo dice: estas 198 técnicas se pueden usar no solo para derrocar dictaduras, sino también para conservar el poder.
La gente lee otras cosas, yo no sé qué leen. Aquí lo que hay que leer es de lucha no violenta, porque esto es una lucha. No queda otra que luchar.
Nota:
[1] “El 15 de octubre, el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba brindó su primera conferencia de prensa ante corresponsales extranjeros. Lo representaban [Tania] Díaz Castro y Martínez Lara, quienes después de la partida de Bofill, se distanciaron del CCPDH para dedicarse enteramente a sus nuevas actividades partidarias. Díaz Castro aseguró contar con una lista de 10,582 afiliados – cifra que dos años después, convertida en tránsfuga de la disidencia, desmentiría asegurando que el número de militantes en todo el país nunca pasó de 600 – y ambos exhortaron a integrarse al partido, al resto de los grupos contestatarios (…).” Hidalgo, Ariel (1994). Disidencia: ¿Segunda Revolución Cubana?. P. 146.
© Imagen de portada: Lázaro González Valdés / Facebook.
Carmen Peláez: “Amelia pertenece a Cuba, no a un régimen”
El pasado 25 de mayo la Fundación Amelia Peláez emitió un comunicado en apoyo al 27N, el Movimiento San Isidro y a cada cubano en el mundo que quiera una Cuba diversa y democrática. Tuve la oportunidad de conversar con Carmen Peláez, actriz, cineasta y dramaturga, sobrina nieta de Amelia y presidenta de la Fundación.