Monstruos para asustar a niños comunistas (II)

El gusano

Yo tenía siete u ocho años y regresaba de jugar en el parque de H y 21. Un vecino empezó a dar gritos. El tipo estaba risueño y decía algo raro sobre un gusano que lo estaba mirando en la bodega de la esquina.

Yo siempre he sido un poco lento, pero les juro que en ese momento me imaginé a un animalito, un gusano, mirando a mi vecino. Un gusano que hablaba, como la oruga del cuento infantil. Lo que no entendía era por qué mi vecino se molestaba con el gusano.

Por varios días me imaginé al bichito, al invertebrado, arrastrándose por el barrio con un portafolio, apurado, rumbo a su trabajo. Luego regresaba y tenía que ir a la tienda a conseguir el alimento para su mujer gusana y sus hijos gusanitos.

No me quedaba claro por qué la gente del barrio le hacía la guerra al pobre gusano.

Con el paso de los años me di cuenta de mi error. Aprendí lo que significaba ser un “gusano” aquí, en la tierra de Martí, en la tierra de Fidel.

Una vez escuché a mi madre hablando con una amiga sobre un famoso disidente que vivía cerca. El hombre tenía un nombre compuesto y parecía muy decente. En el barrio se empezó a correr la bola de que le habían pintado la puerta de la casa con chapapote. Varios trazos: “Traidor”, “Escoria”, “Que se vaya”…

Con el tiempo, los cuentos fueron empeorando: se decía que lo habían arrastrado por la yerba del parque, que le habían dado por el hombro con un tubo.

Todo daba mucho miedo. Para un pionerito de pañoleta roja, esas historias de gusanos eran bien aterradoras. Alrededor de ellas había una violencia que un niño no podía descifrar.

¿Quién era la víctima? ¿El Estado?

¿Quiénes eran los violentos?

A cada rato tenía pesadillas. Veía a un equipo de fumigadores que iba casa por casa, barrio por barrio, buscando a algún gusano. Tenían que fumigarlos.

¿Pero por qué? ¿Qué daño hacían los gusanos?

Un día, mataperreando con los amiguitos, me pareció verlo. Los chamacos empezaron a decirle cosas, a burlarse, y el hombre (pantalón gris, camisa de rayas azules), con tremendo porte, nos hizo un gesto de los de antes. Un movimiento de mano bien raro. Diferente.

Aquello me llamó la atención. Así, por gusto, el gusano me cayó bien.

En algún lugar leí que la línea entre ser un revolucionario y ser un gusano es muy delgada, frágil. También encontré textos que decían que el gobierno de la Isla es la mayor fábrica de gusanos del mundo. Gusanos de seda.

Todo el mundo tenía una teoría, la gente hablaba y hablaba… Y yo lo único que sacaba en claro es que la gente no era muy empática, o tenía miedo.


Hace unos años trabajé con una muchacha que tenía un padrastro que era “enemigo del Estado”. El hombre era un viejito de casi 80 años, tenía una joroba y estaba muy delgado. Era muy culto. La chica me hizo todas las historias. A su padrastro, así de delicado, le habían entrado a golpes en la calle. Los malos llegaban a su casa y se pasaban horas y horas registrando.

Mi amiga me contaba que las monjitas les llevaban medicamentos y que ellos los escondían en el tanque de agua del inodoro. Bien envueltos. Muchos nailons. Un paquetico.

Eran medicinas. No drogas, ni armas.

El padrastro tenía una especie de librería o biblioteca martiana. En su casa se leía mucho. Se estudiaba. Se sabía la diferencia entre lo bueno y lo malo.

En aquella época vinieron las lanchas rápidas a hacer competencias en el Malecón. El padrastro llevó a mi amiga a ver la Bilba, la lancha roja… Los malos se le acercaron y le dijeron: “Usted no puede disfrutar de este evento, es solo para los revolucionarios”. Mi amiga tuvo que echarse el show solita y con los ojos aguados.


Saliendo de casa de mi amigo Yaniel, en G y 21, vi cómo empujaban y arrastraban a Reinaldo Escobar, el esposo de Yoani Sánchez… Luego se filtró un video. Toda mi inocencia, que venía acompañada de la imagen de un animalito, se fue por el caño.

Un grupo de gente maltrataba y golpeaba a un ser humano. A un hombre solo. Un hombre rodeado por cientos y cientos… Un hombre valiente rodeado por una masa… ¿Qué adjetivo se puede usar para esa masa?

Usemos la misma escala de simbolismo o representación, en donde el país (o el mundo) está dividido entre gusanos y… ¿revolucionarios? ¿Qué animal hay que usar para representar al revolucionario?

No tengo idea de en qué momento o en qué discurso se empezó a usar esa palabra para denigrar a los que no estaban de acuerdo con esto. No tengo la menor idea. Lo que sí tengo claro es que los gusanos me caen bien.

No quiero generalizar, pero muchos de esos llamados gusanos son para mí grandes seres humanos, grandes artistas. Hay mucha decencia en ellos.

Lamento volver a usar esta palabra. Pero así lo siento: mucha decencia.

En un lugar perdido de Pinar del Río hicieron un pueblito para los gusanos. Era una especie de experimento social o qué sé yo. Las casitas son todas iguales y el lugar está alejado de todo. Los metieron ahí, a los gusanos y a sus familiares. En las tiendas y bodegas no les ponen muchas cosas, siempre hay faltantes, es como una especie de castigo. Para que supieran quién mandaba en el país.

Es una comunidad diferente. Un lugar rodeado de montañas y árboles frutales. Muchas plantas con grandes hojas. Hojas verdes, hermosas, con huequitos en los bordes, por las mordidas de las orugas.

Cuando todo este vendaval pase, va a estar prohibido usar palabras de animales o cosas para denigrar a seres humanos. Esas palabras quedarán en los libros y en el acervo cultural, para recordar los tiempos oscuros que se han vivido.

Por suerte, ya nadie con tres dedos de frente usa este tipo de “improperios”.

Y lo pongo así entre comillas porque, al menos yo, mientras más crezco, más cariño le tengo al gusano.

Hay un viejo cuentecito africano, anónimo, que habla de una mariposa vanidosa que iba de flor en flor mostrando su belleza. Un día, al llegar a un lirio, se encontró con un gusano y exclamó colérica: “¿Qué hace aquí un bicho tan pobre y tan feo? Me voy, pues creo que vas a manchar mis colores”.

En medio de ese alarde, todos los animalitos del jardín salieron a mirar. Entonces el gusanito le dijo: “¿Conoces tú de dónde desciende tu parentela? Con tu arrogancia olvidas tu origen. Tu padre fue un gusano y tu madre una gusana”.



Dibujo de Camila Lobón. Imagen de portada.




Carlos Lechuga

Monstruos para asustar a niños comunistas (I)

Carlos Lechuga

En esta serie de columnas me voy a poner a recopilar todas las historias de monstruos de nuestra infancia en la isla: La Loba Feroz, El desfigurado de Manrique, el que ponía agujas infectadas en los cines, etcétera. Y para todos estos antagonistas, para todos estos villanos, tiene que haber un héroe. O mejor: una heroína.


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