Howl: alarido cubano

Escojo la palabra “alarido”, en vez de la más común, “aullido”, al traducir el título del poema de Allen Ginsberg, debido a que en el último caso se pierde la “ele” de Howl, un fonema que considero imprescindible: el sonido que cierra el vocablo provee la reverberación onomatopéyica.

Por razones subjetivas, más difíciles de exponer, identifico la dicción y la tesitura del texto con el alarido (humano) más que con el aullido (animal). Siempre que me fue posible, sustituí las expresiones idiomáticas norteamericanas por otras cubanas, pues Howl solo puede ser leído, o vertido, de modo dialectal.

Afortunadamente, entre el slang neoyorkino y nuestro caló local existen numerosos puntos de contacto. Lo mismo podría decirse de las vivencias, parajes y señalizaciones: los realia son equiparables en ambos universos poéticos.

Aún otra constante emerge al considerarse la idea de la generación apaleada, o abatida (Beat Generation), como extrapolación de todas las generaciones de escritores cubanos en las seis décadas que median desde la publicación de Howl (1956). Consiguientemente, Alarido es tratado aquí como un poema cubanoamericano, siguiendo la práctica del profesor E.M. Santí.

Alarido

Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas

por la locura, hambrientas histéricas desnudas,

arrastrándose de mañana por el barrio de los negros

buscando un odioso trastazo

postalitas cabezadeángel ardiendo por la antigua conexión

celestial con el dínamo estrellado de la maquinaria de la noche,

con pobreza y harapos y ojerosos en nota se sentaban

a fumar en la oscuridad sobrenatural de las cuarterías

de agua helada corriendo por las cimas de las ciudades

contemplando jazz,

los que encueraron sus sesos al Cielo bajo el El y

vieron a los ángeles de Mahoma cancaneando en los techos

de covachas iluminadas,

los que pasaron por las universidades con radiantes ojos fríos

alucinando Arkansas y Blake-luz tragedia

entre los doctores de la guerra,

los que fueron expulsados de las academias por locos &

publicar odas obscenas en las ventanas del

cráneo,

los acobardados en cuartos barbudos en calzoncillos

quemando el dinero en cestos de basura y oyendo

el Terror tras las paredes,

los que agarraron cruzando Laredo en sus barbas

públicas con un cinturón de mariguana hacia Nueva York,

los que comieron candela en hoteles pintados o tomaron trementina

en el Callejón Paradiso, muerte, o martirizaron sus

torsos noche tras noche

con sueños, con drogas, con pesadillas ambulantes al-

cohol y pingas e interminables cojones,

incomparables calles sin salida de nube temblorosa y

relampagueos en la mente saltando hacia los polos de

Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil

mundo del Tiempo intermedio,

empeyotadas solideces de pasillos, amaneceres verde traspatio árbol

cementerio, borracheras de vino encima de los techos,

vidrieras de barrio cabeza-té paseo neón

pestañeando luces de tráfico sol y luna y vibraciones

árbol en las rugientes tardes invernales de Brook-

lyn, arengas basura y noble rey luz mental,

los que se encadenaron a los subterráneos por el infinito

viaje desde el Battery al sagrado Bronx en benzedrina

hasta que el ruido de niños y ruedas los bajó

temblando boquirotos y pateados sesohuecos

drenados de luminiscencia

bajo la espantosa luz del zoológico,

los que naufragaron toda la noche en la luz submarina de Bickford’s

flotaron y pasaron sentados el mediodía de cerveza tibia

en el desolado Fugazzi’s, oyendo la aurora del Fin

en un traganíquel de hidrógeno,

los que hablaron sin parar durante setenta horas del parque

al gao al bar a Mazorra al museo al puente

de Brooklyn,

batallón perdido de conversacionistas platónicos saltando

desde cornisas desde salidas de incendios desde

el alféizar desde el Empire State desde la luna,

hablaquetehabla gritando vomitando musitando datos

y memorias y anécdotas y patadas por los ojos

y golpes de hospitales y cárceles y guerras,

intelectos completos derrochados en memoria total durante

siete días y noches con los ojos brillosos, carne de

sinagoga arrojada al pavimento,

los que desaparecieron hacia el ninguna parte zen Nueva Jersey

dejando un rastro de ambiguas postales de la alcaldía

de Atlantic City,

sufriendo de fiebres orientales crujir de huesos tangerinos

y migrañas chinas bajo la cura de abstinencia

en un sórdido cuarto amueblado de Newark,

los que deambularon y deambularon a medianoche por el

patio de la terminal de trenes preguntándose adónde

ir, y se fueron, sin dejar corazones rotos,

los que encendieron cigarros en vagones vagones vagones traqueteando

en la nieve en pos de fincas solitarias en

la noche abuelo,

los que estudiaron Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía

y cábala bop porque en Kansas el cosmos

vibró instintivamente a sus pies,

los que mataperrearon por las calles de Idaho buscando

visionarios ángeles indígenas que eran

visionarios ángeles indígenas,

los que creyeron que solo estaban locos cuando Baltimore

brilló con éxtasis sobrenatural,

los que se metieron en limusinas en el barrio chino de Oklahoma

arrastrados por el impulso invernal de pueblitos

alumbrados luces callejeras de madrugada lluvia,

los que hambrientos y solos se quedaron en Huston buscando

jazz o sexo o sopa y siguieron al español luminoso

para hablar de América y la Eternidad, caso perdido,

y así tomaron un bote rumbo a África,

los que desaparecieron en volcanes de México dejando

atrás nada más que la sombra de mezclillas

y lava y cenizas de poemas dispersas en

chimenea Chicago,

los que reaparecieron en la costa oeste investigando al FBI

en barbas y bermudas con grandes ojos pacifistas

arrebatadores en sus pieles oscuras repartiendo

incomprensibles proclamas,

los que se apagaron cigarros en los brazos en protesta

por la narcótica neblina de nicotina capitalista,

los que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union

Square llorando y desvistiéndose mientras las sirenas

de Los Álamos los apabullaban a gritos y callaban

a gritos la calle Wall y el ferry de Staten Island

también bramaba,

los que se deshicieron en llanto en albos gimnasios desnudos

y temblorosos ante la maquinaria de otros esqueletos,

los que mordieron en el cuello a los detectives y gritaron de placer

en carros patrulleros por no haber cometido otro crimen

que su propia cruda cocina pederastia e intoxicación,

los que aullaron de rodillas en el subway y fueron

bajados del techo agitando genitales y manuscritos,

los que se dejaron coger por el culo por santos motociclistas

y aullaron de gozo,

los que mamaron fueron mamados por esos serafines humanos,

los marineros, caricias del amor atlántico y

caribeño,

los que singaron de mañana y de noche en jardines de rosas

y en el césped de los parques públicos

y en los cementerios derramando su semen libremente

a quien pudiera interesar,

los que hiparon sin parar tratando de sonreír y terminaron

gimiendo detrás de una mampara en un baño turco

cuando el ángel rubio y desnudo llegó para

atravesarlos con una espada,

los que perdieron a sus marinovios a manos de las tres brujas del destino

la bruja tuerta del dólar heterosexual

la bruja tuerta que guiña un ojo a la salida de la panza

y la bruja tuerta que no hace más que echarse fresco

en el culo y cortar los dorados hilos intelectuales

de la rueca del artesano,

los que copularon estáticos e insaciables con la botella de cerveza

un novio una caja de cigarros una vela y se cayeron de la

cama y siguieron por el piso y por los pasillos y terminaron

exhaustos contra las paredes con visión de perfecta crica

y se vinieron evitando el último lechazo de raciocinio,

los que endulzaron los bollos de un millón de niñas temblorosas

en el crepúsculo, y se levantaron con los ojos enrojecidos

pero siempre listos para endulzar la papayita del alba,

enseñando el culo bajo los graneros y desnudos en el lago,

los que se fueron de putas a Colorado en un sinfín de nocturnos

carros robados, Neil Cassidy, héroe callejero de estos poemas,

pinguero y Adonis de Denver –albricias a la memoria de sus

innumerables jevitas clavadas en lotes vacantes y patios de

fondas, frágiles filas de lunetas de cines o cavernas en la cima

de lomas o con desmejoradas camareras en familiares cunetas

solitarios ajustadores & especialmente secretos solipsismos de

excusados de gasolineras & también callejones de pueblo,

los que se difuminaron en vastas películas sórdidas, arrebatados en sueños,

despertaron en súbita Manhattan, y se sacaron de los sótanos pa-

sada la cruda del despiadado Tokay y los horrores de un sueño de

hierro en la Tercera Avenida & chocaron con oficinas de

desempleo,

los que caminaron toda la noche en sus zapatos llenos de sangre

en las márgenes nevadas del puerto esperando que se abriera

una puerta en el East River hacia un cuarto lleno de vapor

y opio,

los que crearon grandes dramas suicidas en los acantilados de

apartamentos del Hudson bajo la luna como un reflector azul

color tiempos-de-guerra & sus cabezas serán coronadas

con laureles en el olvido,

los que comieron el cordero estofado de la imaginación o digirieron

el cangrejo en el fondo cenagoso de los ríos del

Bowery,

los que lloraron ante el romance de las calles con sus

carritos llenos de cebollas y música mala,

los que respiraban en lo oscuro, sentados en cajas

debajo del puente, y se levantaron para construir

clavicordios en sus buhardillas,

los que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados

de fuego bajo el cielo tuberculoso rodeados

de cajas de naranjas llenas de teología,

los que garrapatearon toda la noche, meciéndose y bamboleándose

con grandes incantaciones que en la mañana

amarillenta eran estanzas de galimatías,

los que cocinaron animales pútridos pulmón corazón patas rabo

borsht & tortillas soñando con un puro reino

vegetal,

los que se lanzaron delante del camión de la carne en busca

de un huevo,

los que lanzaron sus relojes desde el techo para emitir su voto

por la Eternidad fuera del Tiempo, & relojes despertadores

cayeron sobre sus testas cada día de la siguiente década,

los que se cortaron las venas tres veces sucesivas sin

éxito, se rindieron y fueron forzados a abrir tiendas

de antigüedades donde creyeron haberse puesto

viejos y lloraron,

los que fueron quemados vivos en sus trajes de franela

en Madison Avenue en una explosión de versos plomizos

& el rebosante bullicio de los férreos regimientos

de la moda & los chillidos de nitroglicerina de los

maricas de la publicidad & el gas mostaza de los sini-

estros inteligentes editores, o fueron arrollados por

los taxis borrachos de la Absoluta Realidad,

los que se tiraron del puente de Brooklyn esto pasó de

verdad y salieron caminando incógnitos e olvidados

hacia la fantasmagórica niebla de Chinatown callejón

de sopa & camiones de bomberos, ni una cerveza gratis,

los que cantaron por las ventanas de pura desesperación, cayeron

por la ventanilla del metro, se arrojaron al asqueroso

Passaic, saltaron encima de negros, lloraron sobre la calle,

bailaron descalzos sobre copas de vino rotas partieron

discos de jazz nostálgico europeo de los 30 terminaron

el whiskey y vomitaron bufando en la taza sangrienta,

gemidos en la oreja y la explosión de colosales

pitazos,

los que rodaron por las carreteras del pasado viajando

cada uno hacia el carro-gólgota del otro vigilia cárcel-

soledad o encarnación Birmingham de jazz

los que atravesaron el país manejando setentaidós horas

para saber si yo tuve una visión o tú tuviste una visión

o él tuvo una visión para averiguar si la Eternidad,

los que viajaron a Denver, murieron en Denver, los que

regresaron a Denver & esperaron en vano, los que

cuidaron a Denver & desesperaron & extrañaron

en Denver y finalmente se fueron a descubrir el

Tiempo, & ahora solitaria está Denver para sus héroes,

los que se hincaron en desesperadas catedrales rezando

por la salvación del otro y luz y pechos,

hasta que al alma se le encendió el cabello un segundo,

los que cayeron por la mente en la cárcel esperando por

imposibles criminales de testas doradas y el

encanto de la realidad en sus corazones que cantaron

dulces blues a Alcatraz,

los que se retiraron a México para cultivar un hábito, o a los

Rokies por el tierno Buda o a Tánger por los muchachos

o al Pacífico Sur por las negras locomotoras o a

Harvard por Narciso o a Woodland por el

pastel o la tumba,

los que demandaron tribunales de cordura acusando a la

radio de hipnotismo & fueron abandonados a su

locura & sus manos & un jurado indeciso,

los que tiraron ensalada de papas en CCNY a los conferenciantes

sobre dadaísmo y se presentaron a sí mismos conse-

cuentemente en los escalones de granito del manicomio

con cabezas rapadas y el arlequinesco discurso suicida

demandando lobotomía instantánea,

y fueron inyectados en cambio con el vacío concreto de insulina

Metrazol electricidad hidroterapia psico-

terapia terapia ocupacional pin-pong &

amnesia,

los que en aburridas protestas volcaron solo una simbólica

mesa de ping-pong, brevemente rendidos en catatonia,

regresando años más tarde completamente calvos excepto por un

bisoñé de sangre, y lágrimas y dedos, a la visible condena

de locos de sanatorio de los puebloskendi del Este,

fétidos muros de Pilgrim State Rockland y Greystone, discutiendo

con los ecos del alma, meneándose y bambo-

leándose en los reinos-de-soledad-banco-dolmen de amor, sueño

de vida en pesadillas, cuerpos vueltos roca tan pesados como

la luna,

y madre finalmente ******, y el último libro fantástico arrojado por

la ventana de la cuartería, y la última puerta cerrada a

las 4 a.m. y el último teléfono lanzado en respuesta

contra la pared y el último cuarto amueblado vaciado hasta

el último mueble mental, una rosa amarilla de papel enroscada

a un perchero de alambre en el clóset, y aun esto

imaginario, nada más que un anhelante trocito de

alucinación–

ah, Carl, si no estás a salvo tampoco yo lo estoy, y

ahora sí que caíste en la completa sopa animal del

tiempo–

y los que entonces corrieron por las calles heladas obstinados

con el fulgor súbito de la alquimia del uso

de la elipse el catálogo el metro & el vibran-

te plano,

los que soñaron y abrieron huecos encarnados en Tiempo & Espacio

por medio de imágenes yuxtapuestas, y atraparon al

arcángel del alma entre 2 imágenes visuales

y unieron verbos elementales y juntaron el sustantivo

y la raya de la conciencia saltando

de pura sensación de Pater Omnipotens Aeterna

Deus

para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa

humana y aparecer delante de ti mudo e inteli-

gente y temblando de vergüenza, rechazado mas

confesando en espíritu con tal de adaptarme al ritmo

de la idea en su cabeza desnuda e infinita,

el loco el lumpen y el ángel marcan en Tiempo, desconocidos,

aunque expresando aquí lo que pueda quedar por decir

a tiempo después de la muerte,

y la rosa reencarnada en fantasmagórico atuendo de jazz en

la sombra del cuerno dorado de la banda y sopla el

sufrimiento de la mente desnuda de América por amor en

un eli eli lamma sabacthani saxofón grito

que hizo temblar a las ciudades hasta el último radio

con el corazón absoluto del poema de vida arrancado

a cuchillo de sus propios cuerpos bueno para comer mil

años.

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3 Comentarios
  1. el bramido de un aparatoso brahmán …

    las épicas alucinógenas son platos difícil de tragar,
    tal vez unas peritas en arrope a la Henri Michaux
    para una buena digestión pequeño burguesa…
    Allen Ginsberg es tan retóricamente exagerado hasta en el apacible tibetano (buda de solar)
    como diría la mesurada Lupe TEATRO PURO TEATRO

    1. No estoy de acuerdo. ¿Por qué traducir ahora mismo al cubano un poema como Howl? ¿Por qué a Allen G? Ninguna de las 2 preguntas tiene sentido que se responda sin eliminar de ellas los 2 sintagmas finales. No interesan en esencia ni el autor ni el poema. Interesa, sí, que se establezca una línea de traducciones conectadas con el idioma que se habla en una determinada región de otra lengua, en la que por supuesto, priman razones de la psicología del lenguaje que no existen en otras del mismo lenguaje. Es lo importante, entonces, de traducir cualquier texto, aunque sea Howl de AG.

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