Crónica de un secuestro. Entrevistar a UPS!

No veo nada. El trapo sucio me irrita los ojos. Tengo la peste a gasolina clavada en la nariz y el cuerpo engarrotado de pasar el tiempo en el maletero del carro, un Lada color azul ministerio. 

No me amarraron. Solo me sentaron en este pupitre para comenzar una tortura psicológica. No tengo ni intención ni deseos de correr. Primero, quiero entender por qué estoy aquí. Después, veremos. Hasta ahora, todo ha sido extrañamente surrealista. 

Pensaba que las notitas de amenazas bajo la puerta, en el reverso de cajetillas de H. Upmann, eran una broma de mal gusto para iniciar el año. También, aquel mensaje en el DM de Instagram como respuesta a mi texto sobre la fiesta del agua: “Te vamos a partir las patas”. 

Largo, flaco y con muletas. Veremos qué entierro le hacen a Babalú. Me dejo quitar la venda, calmado. “Laven el trapo de mierda ese”, digo, y siento una risa mezclada con vergüenza. 

Antes de hablar, quiero saber dónde estoy. Miro hacia arriba y, por el tragaluz en forma de torre, veo que está oscuro. Lo imaginaba. Un secuestro que se respete debe aprovechar el atardecer para confundir. Además, en ese horario la gente está fajada con la guagua o metido en sus problemas de vuelta a casa y no se interesan en más nada. 

Las cederistas destacadas están en la cola del pan y no en el chismorreo de portal. Si te montan en un carro ajeno, posiblemente envidien la botella. Miro arriba, de nuevo. A los lados. Las paredes adoquinadas con ladrillos rojos y el techo, con su tragaluz, me confirman que estamos en una de las cúpulas del Instituto Superior de Arte. 

Un secuestro que se respete debe aprovechar el atardecer para confundir.

Estoy en el centro de un círculo humano, listo para exigir mi sacrificio o a darse las manos entre ellos y romper a cantar “a la rueda, rueda, de pan y canela”. Hombres y mujeres con el torso desnudo y pantalones anchos y negros, de bolsas de basura reutilizadas, cascos Motomami de colores. Sobre el pecho escrito: “UPS!”, con pintura azul acrílica. 

Quien está justo frente a mí muestra un cartel: “QUEREMOS QUE NOS ENTREVISTES”. 

Encienden un reflector. Me enceguece. No lo esperaba y no tengo nada preparado. Ninguna pregunta trascendental o polémica que pueda volverse clickbait de CiberCuba. Me voy por la máxima de Allen Ginsberg, el poeta beat: “primer pensamiento, mejor pensamiento”.

—¿Son ustedes unos farsantes?

Ríen.

—Esto promete.

Silencio.

—¿Para hablar con Ups! debo tratarlos de ellos, elles o mencionarlos como una sola entelequia, un cuerpo pensante que debe ser nombrado como eso?

—¿Lo dices o lo preguntas?

Reelaboro la pregunta.

—¿Qué es eso de Ups!?

—(Coro.) Actitud por encima de todo. 

—¿Qué signo es? ¿Es un producto comestible?

—Naaah.

Si al menos el secuestro fuera patrocinado por Evian o Ciego Montero, se pudiese aprovechar este momento para un lanzamiento comercial.

Cada respuesta la ha dado un miembro diferente. Se mueven a favor del reloj, posicionándose frente a mí el dichoso que recibirá la pregunta. Responde y sigue su camino. Es curioso esta rotación. Cada uno tiene la obligación de formar parte. Se reparten las culpas. Fuenteovejuna remastered.

Me ofrecen una botella de agua. La tomo, la abro. Si al menos el secuestro y la entrevista fueran patrocinados por Evian o, como mínimo, Ciego Montero, se pudiese aprovechar este momento para hacer un lanzamiento comercial…

Comienzan a danzar a mi alrededor, Bollywood style. Todos tienen una botella de agua en cada mano. Las lanzan hacia arriba, saltan y las reciben en el aire. Las abren. Se reparten en dos filas, una a cada lado, para dejarme en el centro. La cámara me enfoca y se aleja. Agitan los pomos y lanzan chorros de agua que pasan sobre mi cabeza, formando un arco. Uno de ellos salta sobre mí y derrapa hasta quedar delante de la cámara, con la botella en la mano. La gira para mostrar la etiqueta a cámara. 

Voz en off: “Una garganta seca no habla. [Toma.] Inserte patrocinador”.

Es hilarante que haya más agua aquí que en la fiesta del 12 de noviembre. También que la crónica sobre aquel evento haya hecho que alguien decidiera secuestrarme. Escenificación de un performance para concertar un encuentro. Forzado, es cierto. Lo podían haber pedido con educación y quizás hubiese aceptado. Pero, no perderé la oportunidad de seguir preguntando.

—¿Es provechoso para un artista graduarse de una universidad, digamos, del ISA?

—Pareciera que no. 

—En realidad, ¿UPS! existe o es una estrategia comercial?

Los conozco. Ellos saben que los conozco. Yo sé que ellos saben que los conozco.

—Exacto: estamos en venta.

Son concisos y esquivos en sus respuestas. Método esfinge para mantener el misterio.

—¿Cuándo fue la última vez que comieron pan?

—Eso está sobrevalorado.

—Si comienzan a ganar dinero, ¿quién cobrará más?

—Yo. (Contestan a coro.) 

—¿Cuánta yerba se fuman al día?

—No sabemos nada de eso.

Silencio incómodo. Trato de pensar alguna nueva pregunta. En cambio, me dedico a fantasear con las posibles implicaciones legales que pudiese tener esto. No quiero hacer preguntas evidentes. No quiero saber de la planificación ni cuánto tiempo les tomó. Tampoco quiero que muestren sus rostros. 

Los conozco. Ellos saben que los conozco. Yo sé que ellos saben que los conozco y así hasta el absurdo infinito. Me exigen más preguntas.  

—¿Hasta cuándo piensan seguir metiendo con la cara?

—Mientras quede cara.

—Raymar Aguado comenta sobre ustedes que: “Ups!, además de toda su mañosa intención artística y simbólica, hace una insinuación política, que si bien no se explicita en lo factual de los procesos, condiciona la interpretación del espectador con todo un juego de artilugios que denotan el cauce de su performance antisistema —léase ‘antisistema’ como la oposición a la totalidad de un sistema establecido”. ¿Cuál insinuación política hace UPS!?

Un juego de artilugios que denotan el cauce de su performance antisistema.

—Que pregunta más larga.

Me río.

—¿Cuánto le pagaron a Raymar para que escribiera sobre ustedes?

—Lo mismo que a ti.

Dudo. No soy el primer secuestrado o recibiré una bolsa con centavos de San Lázaro al final de la entrevista. Tampoco indagaré en esta vía. Lo sabré cuando se aburran de responder. Total, todos los críticos tienen su Judas pequeñito sentado a horcajadas sobre la nuca y hay que ganar dinero para llenar la panza.

—¿Qué proyectos futuros tiene la “compañía”?

—Divertirnos y eventualmente moriremos.

—Hasta este momento, la crítica especializada ha sido benevolente con ustedes. ¿Cuántos críticos tienen en la nómina del proyecto y cómo les pagan?

—¿Qué nómina?

Tanto tiempo sentado hace que se me entumezcan las nalgas. Me estiro. Cambio de postura. Les pido que apaguen el reflector. Al inicio me parecía divertido. Ahora la pose de interrogatorio me irrita y no me deja pensar. Me duele el hombro de tener la mano levantada para taparme la luz. Acceden.

Me impresiona la disposición física y la seriedad con que asumen la postura a mi alrededor. Cuando no están en movimiento, se paran rígidos. Con la cabeza levantada, las piernas abiertas y las palmas de las manos cruzadas a la altura de la ingle. Continúo.

¿La misma idea de utilizar el deporte y los artistas en un mismo escenario, tanto llevar los artistas al estadio o el deporte a la galería, no les parece quemada?

—En vuestras piezas juegan con el binomio artificación-desartificación, buscando subvertir la propia artificación de la sociedad a partir de una sobrecarga de lo mismo. Se plantean subvertir la polaridad jugando las mismas cartas, pero mostrando los hilos. ¿Hasta dónde es funcional esta estrategia?

—Tú nos dirás.

—¿Quién tiene el récord de más partidos ganados en el tenis con obstáculos?

—Hugo Calderano.

—¿La misma idea de utilizar el deporte y los artistas en un mismo escenario, tanto llevar los artistas al estadio o el deporte a la galería, no les parece quemada?

—Mientras funcione. 

Mi TOC repite: “Búscalo en Google, búscalo en Google…”

—¿Pretender no etiquetarse no es ya un lugar común en el mundo artístico?

—Pues, claro. (Exclaman a coro.)

—Es evidente y declarada la influencia en ustedes de colectivos artísticos como Enema y Puré. ¿Cómo pretenden articular orgánicamente esas propuestas e influencias a partir de una actualización de los mismos principios y estrategias artísticas?

Esta vez me vendan los ojos con un trapo limpio y con una calma protocolar. No me resisto. 

—Haciendo la vista gorda.

—¿Tienen pensado volver a trabajar de estibadores si no les funciona eso de ser artistas?

—Siempre.

—¿Qué consideraciones tienen sobre el mercado actual del arte?

Ríen.

—Tú sabes.

—¿Qué propuestas tienen para hacer rentable económicamente el espacio de las galerías, no solo para los curadores y los galeristas en Cuba, sino también para los propios artistas?

—Hacer que todo funcione.

El estruendo de la alarma de un reloj los pone en movimiento. Esta vez me vendan los ojos con un trapo limpio y con una calma protocolar. No me resisto. 

Me levantan, en silencio, y caminamos hacia la salida. Por debajo de la venda puedo ver el camino delante de mis pies. Evito tropezar. Abren la puerta del carro. Me montan. Arrancan.

No tengo idea dónde me dejarán, pero tengo la sensación de que viajamos en círculos. Nadie habita el silencio. Por fin se detienen y me dicen que puedo salir. 

Bajo. No me quitaré el trapo todavía, aunque no me amenazan para que lo mantenga puesto como si fuese una película de gánsteres. Antes de cerrar la puerta, les hago una última pregunta.

—¿Hay algo que les quede por decir antes de terminar esta entrevista? 

—Bienvenido a Ups!.




© Imagen de portada: ‘Fiesta del agua’. Foto por cortesía de Ups!.




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Noel Morera: “Los artistas cubanos tienen miedo”

François Vallée

Me botaron de San Alejandro por gusano, por falta de respeto, por contrarrevolucionario, me botaron por mi propia personalidad. Creo que en lo único en que he estado de acuerdo es por la razón por la que me botaron. Es verdad, soy un falta de respeto y un inadaptado formacional”.






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