Nuestra delegación para ‘Granta’ 2021

Después de leer los 25 nombres que la prestigiosa revista británica Granta catalogó como “los mejores escritores jóvenes en español”, recordé un apunte del “Cuaderno de notas” de Memorias de Adriano, y me hice tres preguntas: 

1) ¿Por qué no está Legna Rodríguez Iglesias?

2) ¿Quién es Eudris Planche Savón?

Y, bueno, con la tercera voy a cerrar. 


El apunte de Marguerite Yourcenar, tal cual: 

“Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras que separan, de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres; o por el contrario, de dar demasiada importancia a las simples divisiones administrativas, a los puestos de aduana, o a las garitas de los guardias”. 


La primera pregunta me la respondió Google: 

“Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984)”. 

A pesar del Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar 2011; a pesar de Mi novia preferida fue un bulldog francés,publicado por Alfaguara y McSweeney’s; de las novelas Mayonesa bien brillanteLas analfabetas, y otros libros de narrativa publicados y reeditados dentro y fuera de Cuba: knockout for her! 

¡Legna tiene más de 35 años! Algo que parecía imposible. Uno llega a creer que Legna, como Dorian Gray, no envejece. Que se queda para siempre como en la foto de solapa de No sabe / No contesta: agachada, vestida de leopardo azul, alzando su magnífico bulldog francés bajo la claridad del trópico, como quien cuenta desinteresadamente al mundo: “Soy ociosa y ansiosa. Pecosa”. Y, algo que está de más declarar, porque sus lectores lo sabemos: incomparable. 

Esto angustia. Angustia que a una escritora estrella, un jodido año le pase la cuenta. 

Dejo por aquí un comentario que le hiciera Jean Cocteau a Colette, advirtiéndole sobre Truman Capote: “Parece un ángel de diez años, pero no tiene edad y su mente es perversa”.  


La segunda pregunta no puedo responderla en este momento, porque no he leído esa única novela de Planche (no sabía quién era) que lo ha puesto aquí. Una novela infantil, dice EcuRed, que se titula Hermanas de intercambio y que obtuvo el Premio Pinos Nuevos en 2018. 

Qué extraño, ningún amigo lector me ha hablado del libro, pero imagino que cuando su autor, de pronto, entra en los 25 de Granta, debe ser algo así como Momo, de Michael Ende; quiero decir: uno de esos electrizantes libros para niños. Me debo esa lectura desde ya. Así que espero localizar el libro para descubrir a este escritor para niños, recién incluido en una lista por la que pasó en su momento un tipo como Alejandro Zambra, un tipo que comienza una novela así: 

“Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”. 

Esperen. Dice Internet que Planche tiene otro libro: Cero cuentos, se titula. Vaya. Lo encuentro en todostuslibros.com, y leo:

“Encuadernación: No definida. 

Sinopsis: Información no disponible. 

Más sobre, Planche Savón, Eudris: No disponible. 

Valoraciones y comentarios: No hay comentarios, sé el primero en comentar”. 



Un libro misterioso, en efecto. Uno siente que la historia no acaba aquí, le faltan páginas, habrá que reclamarle a la librería… 

¿Acaso el título Cero cuentos es un adelanto, y no hay ningún cuento? 

Dios mío, ¿y si todo esto es una broma de Italo Calvino? 


Me enteré de los resultados de las “olimpiadas” de Granta para Cuba en Facebook: “Granta nombra a tres autores cubanos entre lo mejor de la narrativa joven en español”. Debajo, una fotografía a escala de grises del “abanderado”: un fondo blanco y sobre el blanco un Carlos Manuel Álvarez con espejuelos y una barba de semanas. 

No he leído ninguna de las novelas de Álvarez (no están publicadas en Cuba); apenas La tarde de los sucesos definitivos (Premio Calendario 2013) y La tribu. Retratos de Cuba (Sexto piso, 2017), sobre el que no diré nada porque ya Martín Caparrós y Leila Guerriero y Jon Lee Anderson lo han hecho. 

Hablaré de La tarde… Solo del primer cuento, “Detrás de la ventana”; del final de este cuento que estiro aquí como un rizo que encuentra una mujer celosa:

“Abre los ojos y mira por la ventana porque desde de su apartamento del Vedado se divisa el mar. Un mar extraño, de un gris turbio que quiere ser blanco o negro o que no quiere ser, pero al cual no le queda más remedio que quedarse gris y batirse en solitario. Guillermo sabe que la ventana no es real, pero que el mar sí lo es. Y que con esas cosas, o sea, con el agua plomiza y con la ausencia y con la sombra de la ausencia, tiene que proseguir hasta el final”.

Salvo Nueve cuentos, de J. D. Salinger, donde no se puede escoger cuál es más perfecto, todos los libros de cuentos son un gran o buen cuento, y otros textos mejores o peores que apuntalan y arman el volumen. Y esto, escritores, críticos y lectores, lo sabemos. Sobre “Detrás de la ventana”, el gran cuento de La tarde…, diré apenas tres palabras, como si fueran para un póster del Festival de Cannes: “Desgarrador, magnético y brillante”.  


Abro el VPN, sigo leyendo la noticia y encuentro el tercer nombre: Dainerys Machado Vento, autora de Las noventa Habanas (Katakana Editores, 2019), quien en una grabación para la ceremonia dijo que ser escogida era “un reto” y “un honor”, y que “se vive un gran momento para la literatura femenina”.

La cursiva es mía. Y curvo la etiqueta porque soy mujer y suelo escribir. Y no quisiera que mi teatro y mi periodismo se leyeran/entendieran como teatro y periodismo femeninos. 

Las etiquetas abisman. A mí, personalmente, no me gustan. Y sí, tal vez sea necesario que existan concursos y plataformas para mujeres, porque la deuda con nosotras es de siglos, pero mientras se siga hablando de una literatura gay, una literatura femenina, etc., estamos dejando la Literatura sola, la maravillosa Literatura, a los hombres.

Yo no quería escribir una palabra sobre esto, quería quedarme con los dos corazones y el pulgar que di en Facebook y, quizá, con algún que otro comentario dicho en casa, como una uña que se muerde y se escupe, porque de las listas, de las listas uno puede esperar cualquier barbaridad. Sin embargo ayer, antes de irme a la cama, leí en The New York Times un comentario sobre las omisiones de Granta, y amanecí con muchas ganas. 

En el texto de The New York Times hay aciertos que comparto, entre ellos una cita de Jorge Luis Borges, pero como no los pienso repetir, aquí dejo el link.


La tercera pregunta fue sobre el rimbombante adjetivo “mejor”. 

¿Mejores?

¿Mejores que quién? 

¿Mejores que quienes representaron las agencias o se autopostularon? 

¿Mejores que los rechazados por las editoriales (tan equivocadas en incontables ocasiones)? 

¿Mejores que los escritores que no tienen amigos, ni piñitas, ni agentes literarios, ni se enteraron de la convocatoria (o se enteraron y les pareció irrisoria)?

¿Mejores que quienes en esta última década pasaron de los 35 años? 

¿Mejores entre los más de 200 autores que valoraron los especialistas?

Surely, Granta. If you say so. Pero…, ¿los mejores narradores jóvenes en español?

En realidad, todo sería menos cuestionable, por poner un solo ejemplo, si hubieran enlistado a Martha Acosta (Camagüey, 1991), Premio César Galeano (2015), Premio Pinos Nuevos (2016); Premio Calendario, Premio Dador, Premio Paco Mir Mulet, Premio Fundación de Nueva Gerona (todos en 2017); Premio Celestino, Premio de Novelas de Gaveta Franz Kafka y Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar (todos en 2018). Pues, excepto por la inclusión de Carlos Manuel Álvarez, pareciera que Rodrigo Fresán y el resto del jurado solo dieron vueltas y vueltas en un bombo de feria a la emergente literatura cubana.




Leonardo Padura

Envidiar a Padura: un alejamiento

Antonio José Ponte

Padura dosifica la denuncia en sus libros, no solamente para verlos publicados en Cuba, sino para garantizarse la adhesión de unos lectores extranjeros a los que les disgustaría que su denuncia fuera a más. De hacerse incisivo, Pablo Iglesias y Lula da Silva dejarían de leerlo